Malnutrición y ultraprocesados o cambiar el mundo para cambiar la alimentación

Por: Andrea Graciano

La malnutrición es la principal causa de problemas de salud a nivel global y los productos ultraprocesados son su causa y el símbolo del actual modelo de alimentación industrial. Se puede cambiar el mundo cambiando la alimentación, pero es necesario que el Estado impulse políticas públicas productivas y de consumo entre las que la “Ley de Etiquetado” puede ser un primer paso en la dirección correcta.

Los problemas de malnutrición y el crecimiento de la comercialización de productos ultraprocesados en Argentina y en la región de las Américas son el resultado de los profundos cambios que han afectado a sus sistemas alimentarios, los cuales determinan la cantidad, calidad y diversidad de los alimentos disponibles para el consumo. Esta transformación ha sido impulsada por la creciente urbanización, el cambio de los patrones alimentarios y las nuevas formas de producir y procesar alimentos.

Dentro de los cambios en los patrones de consumo de alimentos una característica distintiva es el aumento sostenido y sistemático en las ventas y en los consumos de los productos ultraprocesadosÉstos son alimentos y bebidas industrializados que se comercializan envasados y poseen una cantidad excesiva de azúcares, grasas y sodio, también denominados “nutrientes críticos” por el impacto negativo que tienen en la salud humana. Estos productos vienen desplazando, desde hace varias décadas, a los alimentos naturales y mínimamente procesados y a las preparaciones caseras hechas en el hogar.

La Organización Panamericana de la Salud define a los productos ultraprocesados como formulaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos o sintetizadas de otras fuentes orgánicas. La mayoría contienen pocos alimentos enteros o ninguno, vienen listos para consumirse o para calentar y, por lo tanto, requieren poca o ninguna preparación culinaria. Además tienen una calidad nutricional muy mala y, por lo común, son extremadamente sabrosos, a veces hasta casi adictivos: imitan los alimentos y se los ve erróneamente como saludables; se anuncian y comercializan de manera agresiva y son cultural, social, económica y ambientalmente destructivos.

La malnutrición en todas sus formas es la principal causa de problemas de salud a nivel global. Según la Organización Mundial de la Salud, por malnutrición se entienden “las carencias, los excesos o los desequilibrios de la ingesta de energía y/o nutrientes de una persona”. El término malnutrición abarca tres grupos amplios de afecciones: las situaciones por déficit (que comprenden distintas formas de “desnutrición”), la malnutrición relacionada con los micronutrientes (por ejemplo, la anemia por déficit de hierro); y las situaciones por excesos, que abarcan el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación (como diabetes, enfermedades cardiovasculares, distintos tipos de cáncer, entre otras).

Malnutrición y Ultraprocesados, o “Cómo cambiar el mundo cambiando nuestra alimentación
Nicolas Pousthomis / Subcoop

Perspectiva social de la alimentación

En su libro Una historia social de la comida la antropóloga argentina Patricia Aguirre realiza un recorrido por los cambios que sufrió la alimentación humana en el tiempo largo de la especie, que podrían resumirse en tres y acompañarse de un producto que los caracteriza.

En primer lugar la autora registra el omnivorismo, que con la ingesta de carne modeló nuestra biología. A esto le siguió la domesticación de plantas y animales, que con lácteos y cereales permitió acumular y distribuir inequitativamente, apareciendo la alta y baja cocina y, con ellas, los cuerpos de clase. Por último menciona la cocina industrial mundial, con el azúcar como alimento trazador, que junto a grasas y sal serán los componentes obligados de los alimentos conservados, coloreados, saborizados. Es decir, productos ultraprocesados. Según Aguirre, estos productos forman el paraíso (de abundancia y estabilidad) y el infierno (de inequidad y contaminación) de la comida actual.

Además, Aguirre señala que con la cocina industrial global estamos “devorando el planeta”. Desde el siglo XIX, con la industrialización, “los alimentos han pasado de frescos a procesados y en la actualidad, a ultraprocesados, en un continuo que va de la cocina a la fábrica y de la fábrica al laboratorio». Agrega que «los alimentos industriales son mercancías mecánicamente producidas, conservadas (desde las latas a la irradiación) con la aplicación de los últimos conocimientos científicos (físicoquímicos en la ingeniería y sociopsicológicos en el marketing), de manera de lograr, si no sabor, por lo menos seguridad biológica, que estará garantizada por los sistemas expertos de la modernidad (marcas, bromatología, etc.)».

Los alimentos industriales, a través de redes de comercialización mayorista y minorista, son transportados a todos los lugares del globo (donde puedan pagarlos), deslocalizando y desestacionalizando los consumos. De esta manera se transforman —tal como afirma el sociológo francés Claude Fischler— en OCNIs, «objetos comestibles no identificados», sin pasado ni origen conocidos.

Aguirre analiza en profundidad el impacto socioambiental que tiene esta cocina industrial, que podría resumirse en un ejemplo: si «los pobres africanos, asiáticos o latinoamericanos desearan comer como un oficinista europeo o yanqui (…) no sería posible porque para comer tan mal como en Estados Unidos o Europa se necesitaría multiplicar por cuatro el consumo de agua, por seis la producción de energía y por ocho la economía mundial, lo que induciría una presión sobre los recursos que haría colapsar los ecosistemas ya bastante dañados». Señala que la forma actual de producir alimentos debe ser urgentemente reformada debido a sus costos ambientales y sociales. Frente a ello la agroecología, la ganadería pastoril o la pesca responsable intentan subsanar el daño ambiental para que haya un futuro.

Malnutrición y Ultraprocesados, o “Cómo cambiar el mundo cambiando nuestra alimentación
Nicolas Pousthomis / Subcoop

Políticas necesarias para comer bien: leyes pendientes

Los Estados tienen la obligación de garantizar nuestro derecho a la alimentación adecuada a través de la implementación de políticas y regulaciones diseñadas sin la interferencia de los intereses de las grandes corporaciones, basadas en evidencia sin conflicto de interés y en experiencias internacionales exitosas.

En este sentido, la sanción de la Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable fue un primer paso en la dirección correcta. Esta ley establece la implementación obligatoria de un etiquetado frontal que nos advierta del contenido excesivo de nutrientes críticos en productos comestibles envasados (de hecho, esta ley es más conocida como “ley de etiquetado frontal”). Además, regula la publicidad, promoción y patrocinio de alimentos y bebidas no saludables y protege los entornos escolares; entre otras regulaciones.

Sin embargo, es necesario que el Estado avance urgentemente con otros marcos normativos como las leyes de envases con inclusión social y de acceso a la tierra y las regulaciones en punto de venta minoristas, por nombrar solo algunos.

Cambiar la alimentación para cambiar el mundo

Patricia Aguirre dice que «se puede cambiar el mundo cambiando la alimentación». Para ello, existen propuestas que van de lo micro a lo macro, es decir del sujeto a las instituciones: cambiar a través de la praxis individual y —al ir sumando adeptos—, modificar las instituciones. Dado que hacemos lo que hacemos porque nuestras acciones tienen sentido y responden a una lógica, el primer cambio es epistémico: es necesario modificar los valores que dan sentido a nuestra alimentación.

Otras propuestas van de lo macro a lo micro: parten de las instituciones para cambiar las relaciones sociales que inciden en la alimentación de los sujetos, y lo hacen a través normas y reglamentos que buscan regular a la industria agroalimentaria para producir alimentos saludables, buenos para comer y amigables con el medio ambiente. Sobre esto, las leyes y medidas pendientes son claves para garantizar nuestro derecho al agua, a la salud, a un ambiente y a un nivel de vida adecuado.

Fuente de la información:  https://agenciatierraviva.com.ar

Imagen: Nicolas Pousthomis / Subcoop

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España: La televisión es el hábito de vida que más se relaciona con la obesidad infantil

Europa/España/Autor(a) y fuente: www.agenciasinc.es

Por: SINC

Un nuevo estudio analiza qué peso tienen cinco hábitos de vida distintos en el desarrollo de obesidad durante la niñez. Los resultados, publicados en la revista Pediatric Obesity, revelan que el consumo de televisión resulta el más dañino.

Un equipo liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por ”la Caixa”, ha identificado hábitos de vida que puedan influir en el desarrollo de sobrepeso y obesidad durante la infancia. Entre todos los comportamientos analizados, el consumo de televisión es el que muestra una relación más fuerte con la aparición de estos trastornos.

Publicado en la revista Pediatric Obesityel estudio se basa en los datos de 1.480 niños y niñas de Sabadell, Guipúzcoa y Valencia participantes en el proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), una red de investigación española dirigida a estudiar el papel de los contaminantes durante el embarazo y sus efectos en la infancia.

El hecho de estar frente a la pantalla disuade a los pequeños de realizar actividad física e interrumpe su tiempo de sueño

Las y los investigadores tomaron en consideración cinco hábitos de vida distintos: la actividad física, las horas de sueño, el consumo de televisión, la ingesta de vegetales y el consumo de alimentos ultraprocesados. Cuando las y los niños tenían cuatro años, el equipo científico pidió a las madres y los padres que aportasen detalles sobre sus hábitos de vida a través de varios cuestionarios.

Con el objetivo de medir el impacto que ejercen estos hábitos en su salud, se calculó el índice de masa corporal (IMC), el diámetro de la cintura y la presión sanguínea de cada uno de los participantes cuando estos tenían cuatro años y también posteriormente, a la edad de siete.

“La mayoría de estudios realizados hasta la fecha se han centrado en el impacto que tienen estos hábitos de vida por separado, sin tener en cuenta los efectos acumulativos”, comenta Martine Vrijheid, colíder del estudio e investigadora en el programa de Infancia y medio ambiente de ISGlobal.

“Pero es bien sabido que los comportamientos poco saludables tienden a coexistir e interrelacionarse entre sí. Por eso, en nuestra investigación hemos examinado los hábitos de vida en su conjunto, para desarrollar intervenciones que aborden los factores determinantes de la obesidad desde un punto de vista más amplio”, añade.

La televisión, promotora de malos hábitos

De acuerdo con los resultados, aquellos niños y niñas que con cuatro años son menos activos y están más apegados al televisor muestran un mayor riesgo de sufrir sobrepeso, obesidad y síndrome metabólico al cumplir siete años. Las y los investigadores también tuvieron en cuenta el tiempo dedicado a otras actividades sedentarias, como leer, pintar o hacer rompecabezas. Sin embargo, estas actividades no parecen influir en la aparición de sobrepeso u obesidad.

“Cuando miran la televisión, los niños y niñas ven gran cantidad de anuncios de comida poco saludable. Esto puede propiciar el consumo de estos alimentos”, afirma Dora Romaguera, colíder de la investigación y miembro de ISGlobal.

Los productos ultraprocesados son ricos en azúcares, sal y grasas saturadas, pero su aporte nutricional es muy bajo

Los productos ultraprocesados, como la bollería, las bebidas azucaradas o los cereales refinados, son ricos en azúcares, sal y grasas saturadas, pero su aporte nutricional es muy bajo. De acuerdo con los resultados del estudio, un consumo elevado de estos alimentos a los cuatro años se relaciona con un IMC más alto a los siete años.

Además, el hecho de estar frente a la pantalla “los disuade de realizar actividad física e interrumpe su tiempo de sueño”, afirma Sílvia Fernández, investigadora posdoctoral de ISGlobal.

Un tiempo de sueño adecuado en la primera infancia es crucial para el control del peso más adelante. “Según estudios previos, el 45 % de los niños y niñas no duermen las horas recomendadas por día”, asegura Fernández. “Esto es preocupante porque se ha visto que la falta de sueño en la infancia tiende a relacionarse con la obesidad”.

“Identificar aquellos hábitos que fomentan el sobrepeso y la obesidad en las primeras etapas de la vida puede ayudarnos a definir estrategias preventivas que eviten la aparición de otras afecciones, como las enfermedades cardiovasculares y metabólicas en la vida adulta”, apunta Rowaedh A. Bawaked, primera autora del estudio e investigadora del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM).

Según concluye la investigación, para la salud adulta es crucial seguir unos hábitos de vida saludables durante la infancia: invertir pocas horas frente al televisor, realizar actividad física extraescolar, dormir las horas pertinentes, consumir vegetales en abundancia y descartar la ingesta de productos ultraprocesados.

Referencia bibliográfica:

Rowaedh A. Bawaked, Sílvia Fernández-Barrés, Eva Maria Navarrete-Muñoz, Sandra González-Palacios, Mònica Guxens, Amaia Irizar, Aitana Lertxundi, Jordi Sunyer, Jesus Vioque, Helmut Schröder, Martine Vrijheid, Dora Romaguera. Impact of lifestyle behaviors in early childhood on obesity and cardiometabolic risk in children: Results from the Spanish INMA Birth Cohort Study. Pediatric Obesity. November 2019. https://doi.org/10.1111/ijpo.12590

Fuente e Imagen: https://www.agenciasinc.es/Noticias/La-television-es-el-habito-de-vida-que-mas-se-relaciona-con-la-obesidad-infantil

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