Cómo la adolescencia afecta a nuestro cerebro y moldea nuestra personalidad

Por: BBC.

Los cambios de humor y el estrés desencadenado por la pubertad pueden afectar nuestro cerebro y tener influencia en nuestro comportamiento futuro, según explica el psicólogo Christian Jarrett, especializado en la personalidad.

Mis hijos gemelos de 4 años se parecen en muchos aspectos. Los dos son sociables, traviesos y amorosos. Pero ya es posible notar algunas diferencias entre ellos. El niño, por ejemplo, es más consciente del tiempo y es muy curioso sobre el futuro. La niña, por su parte, se muestra más determinada a hacer las cosas por sí misma. Como psicólogo especializado en la personalidad, y como padre, ver cómo emergen y se desarrollan las particularidades de cada uno me fascina. Está claro que todavía es pronto, y aunque nuestra personalidad tenga raíces en la infancia, sé que habrá muchos cambios en el futuro, principalmente cuando entren en la pubertad.

Hay investigaciones que señalan consecuencias beneficiosas de los cambios de personalidad de los adolescentes.

La adolescencia es una fase de transformaciones rápidas. No en vano la neurocientífica cognitiva británica Sarah-Jayne Blakemore, especializada en el cerebro adolescente, describió recientemente el desafío de esta etapa del desarrollo humano como «una tormenta perfecta» por el aumento repentino y simultáneo de «alteraciones hormonales, neuronales, sociales y de presiones de la vida». A la lista podía haber añadido perfectamente «los cambios de personalidad».

Efectivamente, desde los primeros años de la infancia hasta su etapa final, nuestra personalidad y temperamento se consolidan a medida que adoptamos una forma de pensar, actuar y sentir más consistente. La estabilidad de la personalidad se refuerza de nuevo a partir de la fase final de la adolescencia hacia la edad adulta.

Pero en la fase intermedia, es decir, en la adolescencia, esa tendencia se interrumpe. El caleidoscopio de la personalidad se agita y es profundamente importante cómo se colocan las piezas.

Estudios a largo plazo muestran que los rasgos que aparecen durante nuestra adolescencia pueden predecir una serie de resultados a lo largo de la vida, como el éxito académico o el riesgo de desempleo.

Las investigaciones sobre el tema todavía son incipientes, pero las posibles conclusiones son relevantes y emocionantes. Al entender más sobre las fuerzas que moldean la personalidad de los adolescentes posiblemente podremos intervenir y ayudarlos a trazar un camino más saludable y exitoso. Los cambios de personalidad no son exclusivos de la adolescencia.

Si usted se aleja y mira toda su vida, observará que hay, en general, un incremento constante de atributos deseables: menos angustia, más autocontrol, una mente menos cerrada, más simpatía. Los psicólogos llaman a esto el «principio de la madurez». Si tienes 20 y pocos años, eres inseguro y ansioso, puede ser reconfortante saber que, según el patrón, al envejecer serás más tranquilo. No se puede decir lo mismo, sin embargo, sobre los preadolescentes, porque en esa etapa entra en juego algo que se conoce como «la hipótesis de la ruptura».

En Holanda se realizó un estudio con miles de adolescentes: durante la investigación, que comenzó en 2005, se les sometió desde los 12 años de edad a tests de personalidad anuales, por un periodo de seis o siete años. Al comienzo de la pubertad, los chicos presentaron una reducción temporal de la meticulosidad (organización y autodisciplina) en tanto que las chicas manifestaron un aumento transitorio de la neurosis (inestabilidad emocional).

El resultado parece reforzar los estereotipos sobre los adolescentes: habitaciones destartaladas y cambios de humor. Pero, felizmente, ese retroceso en la personalidad es de corta duración y los datos holandeses muestran que las características positivas previas de los jóvenes reaparecieron al final de la adolescencia. Tanto los padres como los hijos están de acuerdo en que ocurren cambios en esta fase. Pero, sorprendentemente, las alteraciones percibidas pueden variar según el punto de vista.

Eso es lo que constató un estudio de 2017 realizado con más de 2.700 adolescentes alemanes. Los jóvenes evaluaron sus propias personalidades en dos momentos: a los 11 y a los 14 años de edad. En ambas ocasiones, los padres también analizaron las personalidades de los hijos.

Se revelaron algunas diferencias: los adolescentes notaron, por ejemplo, una reducción en el grado de amabilidad, pero los padres consideraron ese declive mucho más acentuado. Además, los jóvenes se sentían cada vez más extrovertidos, mientras que los padres pensaban que estaban más introvertidos.

«Los padres, de una manera general, observaron que los hijos eran menos agradables», interpretaron los investigadores. Y, al mismo tiempo, clasificaron la reducción de meticulosidad de los adolescentes con menos rigor que los jóvenes.

La divergencia puede parecer en principio contradictoria. Pero tal vez se pueda explicar por los grandes cambios en las relaciones entre padres e hijos, desencadenados por las crecientes demandas de los adolescentes de una mayor autonomía y privacidad.

Los investigadores resaltan que además pueden estar usando parámetros distintos: mientras que los padres evalúan las características de los hijos en relación con un adulto, los jóvenes se comparan con sus colegas. El resultado va en la misma línea que otros estudios que también identificaron un patrón de reducción transitoria de los rasgos positivos (especialmente la amabilidad y la autodisciplina) al inicio de la pubertad.

La visión general de la adolescencia como una «ruptura» temporal de la personalidad parece, por tanto, correcta. Además, en la investigación alemana, padres e hijos estuvieron de acuerdo en que la amabilidad había disminuido, solo disentían en cuánto se había reducido. Naturalmente, son estudios de largo plazo que analizan los cambios de personalidad comunes entre adolescentes.

Pocos datos individuales

Este tipo de dato en un ámbito de grupo enmascara la cantidad de variación individual que existe de un adolescente a otro. En verdad, apenas estamos comenzando a entender la complicada mezcla de factores genéticos y ambientales que contribuyen a los patrones individuales de cambio de personalidad.

El cerebro adolescente es un buen punto de partida. En las últimas dos décadas, Sarah-Jayne Blakemore y otros especialistas mostraron cómo el desarrollo de los jóvenes está marcado por importantes cambios en el cerebro, incluyendo una «poda» del exceso de materia gris, asociada al aprendizaje.

Ese factor podría contribuir a los patrones de cambio de personalidad en la adolescencia, de acuerdo a un estudio noruego de 2018 basado en imágenes cerebrales.

Los investigadores examinaron los cerebros de decenas de jóvenes dos veces a lo largo de un periodo de dos años y medio y les pidieron a los padres que analizaran las personalidades de los hijos en las dos ocasiones.

Descubrieron que los que tenían puntuaciones más altas en términos de meticulosidad presentaban una tasa más alta de afinación del área cortical en varias partes del cerebro, señal de una «poda» más eficiente de materia gris y de mayor madurez. Lo mismo se observó en relación con las evaluaciones más altas en la cuestión de la estabilidad emocional.

Esta línea de investigación todavía es nueva, pero según los científicos los resultados sugieren que «grandes variaciones individuales en los rasgos de personalidad pueden estar parcialmente relacionadas con la maduración cortical durante la adolescencia». En otras palabras, la forma como nuestra materia gris cambia en la adolescencia puede afectar la manera como nos sentimos y comportamos.

El estrés y los disgustos

Está claro que factores externos como situaciones de estrés o adversidad también están intrínsecamente ligados a cualquier cambio de personalidad en esta fase. Y es evidente que ser adolescente produce ansiedad.

Las investigaciones muestran que determinados tipos de estrés pueden tener un impacto sobre cambios específicos de la personalidad.

En un estudio publicado en 2017 que contó con la cooperación de voluntarios estadounidenses los investigadores evaluaron la personalidad de los participantes, con edades entre los 8 y los 12 años, y repitieron el procedimiento tres, siete y diez años después. En paralelo, los voluntarios registraron experiencias estresantes o adversas que vivieron en la adolescencia.

El estudio mostró que las situaciones de adversidad que estaban fuera del control de los participantes -como el divorcio de los padres o un accidente de tráfico- se asociaron con el aumento de la inestabilidad emocional a lo largo del tiempo, tanto en la adolescencia como en la edad adulta.

Cuando el estrés estaba directamente relacionado con actitudes o decisiones de los participantes -como mal comportamiento, que puede llevar a la expulsión de clase- este tuvo un efecto mayor en la personalidad, pues fue relacionado no solo con un aumento de la neurosis (inestabilidad emocional) sino con una disminución de la meticulosidad y la amabilidad con el paso de los años.

Los investigadores creen que las adversidades generadas por las acciones de un joven pueden ser consideradas más estresantes, perjudicando así el desarrollo de su personalidad.

Esto sugiere que ofrecer apoyo emocional adecuado a los adolescentes, especialmente a los que atraviesan situaciones de estrés, puede ayudar a combatir un ciclo de cambios negativos de la personalidad. Pero no todo es perjudicial.

Aspectos positivos

Hay investigaciones que señalan consecuencias beneficiosas de los cambios de personalidad de los adolescentes. Un estudio suizo de 2013 muestra, por ejemplo, que el proceso de afirmación de la identidad de los jóvenes, como percibir que pueden actuar de forma auténtica, tener el control de la propia vida y saber lo que se espera de ellos, a la larga está asociado con el desarrollo positivo de la personalidad, incluyendo una mayor estabilidad emocional y meticulosidad.

Otro estudio reveló por su parte un vínculo entre la autoconfianza en la escuela y el desarrollo positivo de la personalidad. Hallazgos como este son halagüeños porque ofrecen pistas sobre cómo podemos crear ambientes más estimulantes para los adolescentes a fin de ayudar en el desarrollo de su personalidad. Un enfoque en el que vale la pena invertir, ya que los rasgos de personalidad en la adolescencia son predictivos de experiencias posteriores.

Por ejemplo, un estudio británico realizado entre más de 4.000 adolescentes mostró que aquellos que presentan una evaluación baja en meticulosidad eran dos veces más propensos a estar desempleados en el futuro, en comparación con los que consiguieron puntuaciones altas en la misma cuestión.

Nos concentramos mucho en hacer que los adolescentes estudien y aprueben el examen de acceso a la universidad. Pero tal vez nos deberíamos enfocar también en ayudar a cultivar sus personalidades. Pensando en mis gemelos, esa es un área de investigación que quiero seguir de cerca.

Fuente de la reseña: https://www.semana.com/educacion/articulo/como-la-adolescencia-afecta-a-nuestro-cerebro-y-moldea-nuestra-personalidad/587723

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Educar: Adolescencia y pubertad

Por: Pita Laddaga

Todos los padres quisiéramos que nuestros hijos crecieran sanos y felices

Deseamos  que nuestros hijos lleguen a ser adultos responsables, satisfechos, amorosos y felices; intentamos darle la mejor formación, pero a veces no sabemos como hacerlo.

Para educar tenemos que prepararnos, ampliar nuestros conocimientos, reflexionar sobre nuestros valores, pensar qué ejemplo les damos y encontrar la mejor manera de apoyar  el desarrollo de sus sentimientos, habilidades y virtudes.

Cuando contemplamos el panorama del desarrollo  del adolescente comprendemos mejor  el sentido de los retos y logros de esta etapa

La personalidad del adolescente es sumamente compleja e integra aspectos muy diferentes: físico, emocional, intelectual, social, creativo y espiritual. Los padres tenemos que atender cada uno de ellos y saber que se entrecruzan unos con otros, se influyen unos a otros y se desarrollan juntos.

Para tratar  los distintos elementos de la personalidad vamos a verlos en tres  apartados: Aprender a vivir juntos, aprender a conocer y a hacer, y aprender a ser.

En el desarrollo del  adolescente, los aprendizajes  incluidos constituyen una unidad indivisible, sin embargo, cada uno tiene sus particularidades y, para comprenderlos mejor, conviene tratarlos por separado.

Estos apuntes es una invitación a ampliar nuestros conocimientos y reflexionar sobre los distintos temas  para saber que esperar y qué hacer a medida  que maduran nuestros hijos. Si entendemos mejor y ponemos atención a sus avances, podremos restarle la ayuda necesaria en cada momento y prepararlos para que ellos sigan evolucionando y aprendiendo por su cuenta durante toda la vida.

Estos apuntes está dedicado a los padres de adolescentes en la etapa de la secundaria, es decir, a los padres de chicos y chicas  que tienen entre 12 y 15 años de edad

Las características  del proceso del desarrollo durante la adolescencia se describen de manera general, pero con la conciencia de que cada chico es diferente y único. La información que aquí se ofrece es una orientación para aprender a observar a nuestro hijo y comprender sus procesos  individuales de  crecimiento.

Los padres de adolescentes tenemos la oportunidad de encauzarlos  por medio del diálogo, del convencimiento, de la cooperación y del ejemplo. En esta edad aún podemos sembrar y reforzar intereses, actitudes y valores que los ayuden a convertirse en personas autónomas, responsables, solidarias y amorosas; en ciudadanos activos y capaces de convivir en un ambiente de respeto a la dignidad y a los derechos de los demás.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA FAMILIA

La familia es una influencia fundamental para el y la adolescente

Aún cuando otros adultos, y sobre todo los amigos, adquieren mayor  importancia en la vida de los adolescentes, la familia sigue siendo fuente de seguridad, confianza, afecto, guía ,estímulo y educación. La familia  lo hace sentir que pertenece a un grupo, que tiene un lugar propio y que es único.

La familia es un factor fundamental para su futuro. Nuestro hijo va a enfrentar la vida, en gran parte, con los recursos que obtenga de su vida familiar. Sus logros se apoyarán en la confianza y seguridad en sí mismo que le ayudemos a desarrollar, en los conocimientos y destrezas que adquiera con nuestro estímulo, en la autonomía y la habilidad de decidir y de ser responsable que sepamos alentar, en los valores que asimile, en el afecto que reciba y aprenda a dar, en su capacidad de relacionarse  con otros, de compartir y de ser solidario.

El trabajo principal de los padres en la educación de nuestros hijos e hijas adolescentes es el que hacemos sobre nosotros mismos

Lo que trasmitimos a nuestros hijos es lo que somos en verdad. En la adolescencia , los jóvenes cuestionan  las normas y valores familiares y observan atentamente la congruencia entre nuestros comportamientos y nuestras palabras. Ser modelo de nuestros hijos en esta etapa supone una gran responsabilidad y un esfuerzo constante, nos exige revisar las creencias y  costumbres que han pasado de generación en generación hasta llegar a nosotros, discutirlas con sentido crítico y arriesgarnos a buscar una mejor manera de vivir.  Así como las personas evolucionan, las familias también van cambiando. Tanto las personas como las familias necesitan detenerse en el camino de cuando en cuando para reflexionar sobre las nuevas circunstancias que se van presentando y modificar si es conveniente, su modo de actuar  y relacionarse. En cada etapa, nuestro hijo e hija requiere distintos cuidados, ayuda atención  y guía; en cada etapa, también nosotros vamos cambiando y hemos de satisfacer nuestras necesidades personales al mismo tiempo que fortalecemos los vínculos familiares y encontramos nuevas formas de apoyarnos unos a otros.

Fuente: http://vialibrechiapas.com/educar-adolescencia-pubertad/

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