Acerca de los peligros de la “Etnoeducación”. Entrevista con Denise Gonçalves da Cruz

Por Magisterio.co

¿Cómo se entiende en Brasil la Etnoeducación?
En Brasil no tenemos algo así como Etnoeducación, pero tenemos las pautas para la enseñanza de las relaciones raciales, que es un poco parecido. Lo que yo he visto aquí en Colombia es que la Etnoeducación es una propuesta de pedagogía dirigida a los pueblos étnicos, afrocolombianos, raizales, palenqueros, en sus comunidades. Entonces, acá en Bogotá, por ejemplo, yo no veo muchas escuelas con iniciativas en torno al tema racial, porque este no es un espacio en el que estén asentadas las comunidades afro. Lo que sucede es que tanto aquí como en toda América Latina ha prevalecido históricamente una educación blanca, una educación racista, con libros y materiales didácticos llenos de estereotipos de lo negro. La Etnoeducación aparece en contra de esta Educación eurocéntrica, pero lo que yo he observado aquí es que esta se hace presente en los territorios. Pero, en Bogotá —que no es definida como un territorio negro— no tiene ninguna presencia.

¿Cuál fue tu motivación para empezar a trabajar el tema racial en Educación?
Los recuerdos que yo tenía de mi experiencia como niña negra en la escuela. Cuando yo era niña no tenía libros que me representaran, y a mí no me gustaba leer algunas historias, porque eran malas, y sabía que después en la escuela esas historias iban a servir para que me hicieran bullying. Menina bonita do laço de fita fue el primer libro que leímos y que me gustó. Este libro cuenta la historia de un conejo que encuentra una niña negra; pero antes habíamos leído otro libro que se llamaba El Negrito de la Hacienda, que era la historia de un niño negro que era esclavo. Cuando leímos este libro, los otros niños me molestaban y me decían que yo era la negrita de la hacienda. Entonces, cuando empecé a trabajar en la pedagogía quise imaginar una educación que fuera distinta de la que yo recibí.

¿Cómo se estructura en Brasil la Educación para las relaciones raciales?
Como soporte teórico, tenemos la Ley 10.639, que estableció la obligatoriedad de la enseñanza de historia y cultura afrobrasileña y africana, en los establecimientos de educación básica y media de las escuelas de Brasil. Esta ley surgió en el 2003. Desde entonces, hay formación para profesores, lo cual es uno de los puntos de la ley: formar a los profes en la temática racial, para que puedan contribuir en la construcción de una escuela más inclusiva, más democrática. La idea fundamental es otorgar su valor a la historia negra, más allá del tema de la esclavitud. Con este fin, a partir del surgimiento de la ley, las editoriales empezaron a producir libros con otras narrativas, con otras historias… Entonces, ya era solo cuestión de buscar, y lo que no había podíamos crearlo las profesoras. Eso ya supuso un cambio bien importante con respecto a lo que yo había tenido que vivir como estudiante.

¿Cómo ha sido tu trabajo a la luz de esta ley?
Bueno, yo he trabajado en Brasil durante tres años, buscando implementar este nuevo concepto de una educación antirracista e incorporar la africanidad como un eje transversal, que no sea solo cuestión de las fechas conmemorativas. En Brasil, el 20 de noviembre es el Día de Zumbi, y la mayoría de las escuelas hacen una actividad referente a la negritud en este día, pero solo en este día. He tenido la experiencia de trabajar con este enfoque en dos escuelas; en ambas, lo primero fue establecer que la negritud no es cuestión de una fecha y que el tema de la raza no iba estar presente en nuestros contenidos únicamente en un día, sino todo el año en todas las actividades.

La primera escuela en la que trabajé a este nivel fue una que está dentro de la Universidad Federal de San Carlos, en el departamento de San Pablo. Allí yo trabajé con niños de dos, tres y cuatro años. En esta escuela estudian los hijos de los profesores y los funcionarios, que en su mayoría son blancos, como sucede acá en Colombia. Teníamos pocos niños y niñas negros, pero había algunos. Las profes eran todas blancas, excepto por una compañera que tenía el horario de la mañana y yo, que cubría el de la tarde. En cambio, las funcionarias de la limpieza eran todas negras. Se daba esta distinción racial de forma muy marcada. Así que, cuando yo entré como profe, los niños se extrañaban al verme y esperaban que yo limpiara el salón. Algunos, incluso me llamaban Sací, que es una figura del folclor de Brasil: un niño negro que tiene una sola pierna y es algo así como un bromista molesto, potencialmente peligroso, pero que a veces concede deseos.

Dada esta situación, empezamos a hablar sobre cómo era posible que en la escuela los niños pudieran aprender por observación los mismos vicios que hay en la sociedad con respecto al lugar de las mujeres negras, “si el niño ve que todas sus profesoras son blancas y todas las señoras del aseo son negras, esto marca una jerarquía racial en su formación”. Pero, allá como aquí, se nombra a los profes por concurso, así que la dirección de la escuela no podía hacer nada al respecto. Entonces propusimos, por lo menos, llamar profesoras auxiliares negras, y esta estrategia hizo que empezara a cambiar un poco la percepción de los niños.

Por otra parte, empezamos a revisar el material didáctico y encontramos que en la escuela no había libros con representaciones positivas de los negros; los pocos que hablaban de los negros eran todos sobre la esclavitud. Entonces empezamos a comprar y también a producir otro tipo de materiales. Asimismo, empezamos a ver cómo introducir la temática afro. Por ejemplo, a uno de los chicos le gustaba mucho el tema de los dioses griegos, y siempre estaba hablando de eso. Entonces el colegio había comprado un libro sobre los dioses griegos que era muy popular entre los estudiantes. Con nuestro propósito en mente, pensamos en aprovechar todo ese entusiasmo, y entonces les dijimos a los niños “Ustedes hablan mucho de Zeus y de Thor, pero ¿conocen los dioses africanos?” Ellos dijeron “¡¡No!!” y así empezamos hablar de mitología africana, con muy buena acogida entre los estudiantes. Para trabajar el tema de los colores, encontramos un libro que se llama Los colores de África; empezamos a hablar de los colores en referencia al territorio africano, con todo su andamiaje cultural; lo mismo hicimos con la Geometría y con muchos otros temas…

Además, la dirección de la escuela nos hizo una formación sobre juegos africanos. Entonces aprendimos a construir estos juegos, hechos de madera: cosas muy sencillas, que a los niños les parecieron muy chéveres, porque era algo totalmente desconocido para ellos, que estaban más familiarizados con juegos electrónicos o de otras cualidades. Estos juegos despertaron su atención y les gustaron mucho. También trabajamos ejercicios de coordinación motora, a través de las danzas africanas.

No dejamos de trabajar nada de lo que está en los currículos de la Educación básica del Brasil; pero lo trabajamos todo con una perspectiva antirracista, una perspectiva que pone el continente africano por fuera del estereotipo de pobreza, que pone a los negros fuera de los cuentos de esclavitud, que introduce nuevas narrativas… fue muy satisfactorio.

La estética, por otra parte, seguía siendo un problema: a las niñas negras no les gustaba su apariencia, porque no eran como “princesas”, y las niñas blancas les decían cosas como “yo no juego contigo porque no me gusta tu pelo”

¿Cómo recibía la población blanca la nueva pauta de enseñanza?
En general, de manera positiva; solo en cierta ocasión tuve un problema con una mamá, era católica y encontró inconveniente el trabajo que hicimos sobre la mitología africana. Su hija llegó a la casa hablando de Oshun y Changó, y ella se quedó como “¡¿qué están haciendo con mi hija en la escuela?!”. Entonces me llamó y me dijo que no le gustaban esas cosas, que ella era muy católica. Lo que le dijimos fue “bueno, a su hija le gustaba Thor y nadie se incomodó… y Thor es un dios de la mitología nórdica. Ahora le hablamos también de los dioses de la mitología africana. No estamos tratando de convertir a su hija a otra religión. Solo le estamos mostrando otras mitologías”. Entonces la mamá se calmó y no tuvimos más problemas.

Tuve también el caso de otra mamá, cuyo hijo había llamado “mico” a la otra profesora negra, justo cuando estábamos empezando este trabajo. Entonces la llamamos para conversar al respecto; ella dijo que en su casa ni siquiera hablaban de racismo y que les gustaban los negros. De manera que, si esa situación se había presentado, era porque el trabajo de racialidad que estábamos haciendo en la escuela estaba confundiendo al niño. Ahí también tuvimos una conversación en la que le dijimos a esta mamá y a este papá “no se trata simplemente de decir nosotros ni siquiera hablamos de racismo, porque el racismo es una realidad social; si no se habla al respecto en la casa, su hijo va pensar que no existe y que sus chistes son algo normal. Por eso, precisamente, es que estamos haciendo este trabajo en la escuela, pero es un trabajo que tiene que tener continuidad en la casa, ustedes también tienen que hacer su parte”.

¿Cuál fue la otra escuela en la que trabajaste?
La otra escuela era también en San Carlos, pero en la periferia, y allí sí los niños negros eran mayoría. Allá, lo primero que hicimos fue un diagnóstico de cómo estaba el tema del racismo en la escuela y de cómo era la formación de los profesores. Entonces, vimos que se necesitaba más formación, y nuestra directora llamó a otra profe para que la hiciera. En ese proceso, ella nos preguntó sobre los casos que eran recurrentes en la escuela e iniciamos una discusión con los papás y los niños. A partir de las cosas que salieron de allí, empezamos a pensar en un currículo que pudiese incorporar el tema racial y lo trabajamos de manera consensuada.

¿Cómo de manera consensuada?
Por ejemplo, para el grupo de los niños de cuatro a cinco años, una profe quería trabajar el tema del cuerpo. Entonces, hicimos una reunión para ver cómo podíamos hablar del cuerpo sin hacerlo de una forma sexista, suministrando la información adecuada y suficiente para la edad de los niños. Finalmente, discutimos acerca de posibles actividades para desarrollar esta temática. De la misma forma procedimos con cada componente del nuevo currículo.

¿Cómo fue allí la experiencia?
Allí la búsqueda de materiales apropiados fue más intensa; buscamos películas, pues ahora hay una generación de niños en Brasil qué hacen videos, cantan canciones y son youtubers, entonces echábamos mano de ese material. Hicimos las mismas actividades que en la otra escuela, pero en este caso compramos muchos más libros y hacíamos círculos de lectura con los niños. En esos círculos cada uno tenía que elegir un libro. Mi clase era con niños de dos a tres años. Al principio, a las niñas les gustaban mucho las historias de Blancanieves y de Frozen, y decían cosas como que no les gustaba su pelo, porque querían el pelo de Frozen. Al final del año, ya elegían libros con protagonistas negros y decían “este me gusta porque el niño se parece a mí” o “en este libro sale alguien que es igual a mi abuelita y por eso me gusta mucho” ¡Eso fue muy bonito!

También hacíamos libros con ellos. Hicimos sobre los Orishas, sobre la historia de los colores y se los mandábamos a los papás diciéndoles “los niños construyeron este libro y ahora lo quieren leer para ustedes. Encuentren en la noche una hora para que ellos lean para ustedes”. Y, así, los niños hacían en su casa los mismos círculos de lectura que habíamos hecho en la clase. Eso les gustó muchísimo a los papás.

La estética, por otra parte, seguía siendo un problema: a las niñas negras no les gustaba su apariencia, porque no eran como “princesas”, y las niñas blancas les decían cosas como “yo no juego contigo porque no me gusta tu pelo”. Entonces implementamos los juegos de salón de belleza; pero, tristemente, las niñas negras no participaban, se alejaban y no dejaban que nadie tocara su cabello. Así que tomamos un sábado y les enseñamos a las mamás a hacer trenzas y a usar turbantes, etc. A raíz de esa actividad, logramos una integración: las niñas negras empezaron a participar activamente en los juegos de salón de belleza y elegían con entusiasmo los peinados y los turbantes; hasta algunas niñas blancas también querían hacerse trenzas y ponerse turbantes. Ya las niñas blancas no decían eso de “mi pelo es liso como el de una princesa”, porque sabían que las princesas también podían hacerse trenzas y usar turbantes de colores. Esto nos permitió ver cómo el racismo es muy fuerte en la infancia y es un tema que no ha sido muy explorado.

Pero lo cierto es que, como hablamos al principio, se aprende por observación, y, si están inmersos en una sociedad racista, los niños negros internalizan que son feos, son malos, etc.; los niños blancos también apropian esa lógica. Ya desde la infancia se produce una separación, y a nosotros, como educadores, nos corresponde pensar, desde nuestro ámbito, en potenciar la transformación a través de una pedagogía antirracista, sin importar si estamos o no en un territorio negro.

¿Cómo fue la reacción de los papás en esta escuela?
Allí trabajamos por más de un año y los papás ya me conocían y me preguntaban cosas, compraban libros y me los llevaban para ver yo qué pensaba de ellos: “¿es bueno este libro para trabajar tal cosa?” Eso era muy chévere, porque nos hacía ver que ellos acreditaban nuestro trabajo. Una vez, una mamá llegó y me contó que ella siempre hacía sola las cosas de la casa y que quería trabajar un poco el tema del trabajo doméstico con su hijo: “yo quiero que mi hijo me ayude más con los oficios de la casa, y, por eso, compré este libro, ¿qué piensas?”. Y era un libro terrible, que se llama algo así como Los problemas que enfrenta la familia; era sobre una familia en la que el papá trataba muy mal a la mamá y los niños hacían mucho desorden. En ese libro, hacer los oficios de la casa era un castigo, algo así como “si no te comportas, tienes que lavar los platos”. Esto es lo peor, porque evidentemente uno tiene que lavar los platos porque usó los platos, no porque está castigado. Entonces hablamos con esta mamá e intentamos también buscar otros libros que pudieran servirle.
En general, el trabajo en esta escuela fue muy bonito, porque la comunidad y los papás también estaban dispuestos a trabajar con nosotros.

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¿Se ha percibido un cambio significativo en el clima cultural de Brasil a partir de la formulación de la ley de 2003?
En Brasil tenemos un historial de tentativas de cambio frente a este fenómeno. Nuestra Ley de Educación básica es del año 1996; desde entonces, hablaba de respeto a la diversidad, pero no tenía un componente de aplicación práctica. Después, en 2003, con el surgimiento de la ley de la obligatoriedad, eso ha cambiado un poco; pero no hay pautas concretas para la implementación. Entonces, hay escuelas que no hacen nada al respecto. En todas las escuelas se recibieron muchos paquetes de libros, ya con este cambio en las representaciones, y se adelantaron programas de formación, pero todavía no hay mecanismos de control para saber si las instituciones están realmente llevando a la práctica esta perspectiva pedagógica de la inclusión. Hay escuelas en las que ha habido muchos cambios, y hay otras en las que simplemente hay un estante lleno de libros, todavía con su empaque original, en la oficina del director, que dice “es que no sabemos trabajar con esos libros, que además son muy caros, entonces lo mejor es dejarlos ahí para que no se dañen”.
Esta idea es recurrente. El semestre pasado, estando en Brasil, hice una entrevista a una profesora que es también coordinadora de su escuela. Le preguntaba si usaban o no los libros, a lo que ella me respondió que, si algún profe quería usarlos, ella se los prestaba, pero que no iba a ponerlos al alcance de todo el mundo para que los dañaran. También le pregunté si hacían alguna actividad sobre africanidad, y me dijo que sí, que claro, que el 20 de noviembre hacían muchas cosas relativas al tema. Entonces es claro que, pese a la ley, hay escuelas en las que el tema se trata como un asunto folclórico, al que se hace referencia solo en las fechas conmemorativas y que no permea sus currículos en lo más mínimo. Pero al menos ya hay materiales para este fin.

¿De dónde salió ese material?
El movimiento negro en Brasil, desde la década de los setenta, pauta una educación que no sea eurocéntrica y que represente al pueblo negro de una manera positiva. Entonces. cuándo salió la Ley 10.639, ya teníamos algunos libros muy buenos, y las editoriales aprovecharon para hacer más. Ese mismo año, el gobierno dijo que entregaría libros de la temática negra para trabajar en las escuelas; entonces, fue como un incentivo nacional. Hoy, hay muchos libros disponibles en Brasil; son caros todavía, pero hay muchos, en especial para la educación de los niños pequeños. No tenemos casi nada para adolescentes y jóvenes, pero para los niños hay una buena cantidad.

¿Qué recomendación habría que hacer a los decisores en términos de política educativa, para que, una vez que se ha promulgado una ley de obligatoriedad, el esfuerzo por incluir el tema racial como eje transversal sea realmente efectivo en las escuelas?
En el caso de Brasil, yo creo que la mejor forma de que la ley sea efectiva es que haya mecanismos de evaluación que determinen si los libros se están utilizando o no, y también es importante que haya formación continua para los profesores. En el tema racial tiene que haber una formación continua. Yo, como profe de ciencia, por ejemplo, desde que empecé a trabajar para el gobierno en las escuelas públicas, tengo formación todo el año sobre enseñanza de las ciencias de la naturaleza, sobre nuevas cosas para hacer en laboratorio con los niños, sobre nuevas actividades que podemos implementar; pero no tenemos esto para las relaciones raciales. Entonces, tiene que haber una formación continua.
En San Carlos, hubo una en la que yo participé, recién salió la ley. Ahí todos los profes de la red municipal fueron invitados o, más bien, obligados a hacer esta formación, que duró como tres meses, todos los sábados, todo el día; nos enseñaron cómo trabajar el tema racial en Brasil, la historia del movimiento negro, etc. En San Carlos, todos los profesores de la red municipal tienen esta formación, pero esto no se hizo en todos los departamentos ni en todas las ciudades. Y después de esta formación no hubo nada más. Claro, hay formación en las universidades acerca del tema racial, pero hay que pagar, y son programas costosos.

El otro día, en una conversación, un muchacho dijo “cuando ustedes dicen que los blancos tienen privilegios, yo no sé de qué privilegios hablan, porque yo soy blanco mestizo”

Por otra parte, la ley es para la educación básica, pero a mí me parece que debería ser hasta que el niño salga del bachillerato. Incluso ahora se busca que también en la universidad haya formación en relaciones raciales. Yo en la pedagogía ya tengo una materia que se llama Relaciones raciales y africanidad, pero esto no sucede en todos los programas de la universidad. Además, se trata de una materia electiva. En la Universidad estamos tratando de hacer que esta materia sea obligatoria, por lo menos para la Pedagogía; pero ojalá se lograra para todas las licenciaturas.

Retomando un poco nuestro punto de partida en esta entrevista, ¿cómo ves la situación de Colombia en cuanto a la educación, en términos de la temática racial?
Creo que Colombia se parece mucho a Brasil, porque nosotros no tenemos mecanismos para verificar si las escuelas están implementando o no la propuesta de la ley, y yo veo que ustedes tampoco tienen cómo verificar lo que hay en la Ley 70, que es sobre la educación para los territorios negros. Al delimitarse la ley a los territorios, lo que pasa es que aquí en Bogotá a nadie le importa si hay niños negros o no, si los libros hablan solo sobre la esclavitud en relación con los negros. Yo veo que para los territorios puede ser buena la etnoeducación, pero los niños negros de todo el país tienen derecho a tener una educación que los represente; lo ideal sería que está educación no fuera solo para los territorios, sino que formara parte del currículo de toda la población. Es bueno que los niños negros crezcan con una identidad y una subjetividad saludables, pero también es necesario que los niños blancos puedan comprender su compromiso frente a la diversidad.

La propia ley establece que la importancia de este trabajo es que desaparezca la idea de superioridad que hay en las personas blancas, porque esa idea hace que, si yo soy blanco, no me importe ver que el negro vive en otra condición menos favorable que la mía. La idea, entonces, es eliminar esa idea de la superioridad blanca, y esto no hay que hacerlo solo en los territorios negros o en las escuelas donde haya niños negros, sino en todas partes.
Si se tratara el tema dentro del marco de los Derechos Humanos, yo creo que, aquí en Bogotá —y quizá en las otras regiones—, habría más escuelas trabajando en esa línea. Aquí, yo veo que la debilidad en el trabajo de la temática racial es que es muy cerrada, muy específica. Tienen que abrir la perspectiva, para que la gente vea que el negro no está solo en el Pacífico o en el Caribe, sino acá también, y que este es un tema al que todos deberíamos poder acceder como parte de nuestros derechos.

¿Son importantes estas consideraciones a la hora de pensar en la construcción de paz como proyecto de nación en los países latinoamericanos?
Si. En especial aquí, donde hay una larga historia de conflicto, este enfoque de la etnoeducación hace que la gente no comprenda que el conflicto también es racial: los líderes del Pacífico y del Caribe no están muriendo porque sean del Pacífico o el Caribe, sino porque son negros. Entonces esa idea de hacer una educación “para ellos”, con la que “nosotros no tenemos nada que ver ni nos importa”, solo abre más la brecha y acentúa el conflicto. Si no, las universidades de acá tendrían más gente negra produciendo, pero no es así. ¿Cómo es que la gente no se da cuenta de que casi no hay negros en las posiciones de decisión? Eso no es por casualidad, es porque hay un componente racial en el conflicto. En Brasil pasa lo mismo y la gente intenta no mirar esto, pero ya no se puede seguir así.

Lo que pasa es que a veces se piensa que en los países latinoamericanos no hay racismo en razón del mestizaje…

Sí. Al salir de Brasil, yo pude ver un poco mejor el panorama de toda América Latina; me di cuenta de que son países muy parecidos en los centros de poder, en las capitales. La gente cree que no hay racismo porque, en general, la gente negra está alejada de esos centros de poder. Entonces, es una narrativa que hay; pero la realidad es que no hay racismo porque no hay negros acá y el racismo es un problema del negro. Lo que pasa es que la gente no comprende las estructuras que hacen que no haya negros en estos espacios. Entonces, a mí me parece muy cómodo decir “voy a hacer una educación para los negros y así resuelvo el problema del racismo, mientras nosotros nos quedamos aquí gobernando el país”.

Lo que hay que hacer es una educación para las relaciones raciales, en la que también se les haga ver a los blancos cómo la forma en la que ven su blanquidad estructura esas relaciones de poder. Porque, si hablamos de negritud, también tenemos que hablar de blanquidad. Aquí, como en Brasil, la blanquidad constituye el poder, constituye los espacios de los negros y determina la educación que ellos necesitan. De negritud solo se habla cuando hay negros.

Por eso, hay que tener cuidado con ese discurso de que “en América Latina no hay racismo porque todos somos mestizos, todos iguales”, cuando la igualdad no está en los derechos ni está en los espacios. Si las cosas fueran así, en Brasil no tendríamos una ley —apenas del 2003— que dice “mira, tienes que enseñar que lo negro no es solo la historia de la esclavitud”. Hay una diferenciación entre lo negro y lo blanco que no es biológica, sino social: hay lugares para los negros, hay lugares para los blancos; es necesario que la gente comprenda que esta racialidad se construye socialmente.

¿Cómo adquieres conciencia de este fenómeno y lo vinculas a tu carrera como educadora?
Cuando yo empecé mi carrera como educadora, tampoco pensaba en la racialidad. Yo pensaba que éramos todos iguales, a pesar de sentir el racismo. Cuando a mí me hacían bullying en el colegio, mi mamá me decía “no es que haya racismo, es que esa es una persona tonta”; pero todo eso está presente en las relaciones y estructurado en la sociedad. Por eso, cuando yo crecí y hablé con otras personas negras que habían pasado por las mismas situaciones que yo, entonces dije “bueno, no es posible que toda la gente negra encuentre solo personas tontas; hay racismo”. Y, entonces, empecé a pensar sobre todo esto y a pensar en una educación que no siga reproduciendo esos esquemas. Por eso, para mí todas estas experiencias de las que te he hablado hoy fueron muy significativas, porque hoy yo sé que tengo todavía mucho qué aprender como profe, pero ya sé que puedo hacer una educación diferente de la que yo tuve. Hoy yo sé que puedo hacer una escuela diferente.

Además de los estudios, yo aprendí mucho en los colectivos de mujeres. Eso fue esencial para mí, en mi trayectoria como profesora, porque en estos colectivos yo conocí mujeres de la educación: ingenieras y profesionales en diferentes áreas que también sufrieron el racismo durante su vida como estudiantes. A partir de estas conversaciones con ellas, empecé a comprender cómo se estructura el sistema racista en nuestra sociedad. Hasta entonces, yo tampoco comprendía, como le pasa a la mayoría de la gente. Empecé a percibir que, por más que la gente dijera que no hay racismo, que somos todos iguales, la policía siempre sabe dónde están los negros; a la entrada de un espacio de poder, los porteros saben quién puede y quién no puede entrar, sin necesidad de que se diga ‘negro’ o ‘no negro’, porque ya el racismo está estructurado en la mentalidad de las personas. Entonces fue así como yo hice conciencia, y empecé a hacer muchas lecturas muy buenas al respecto.

Hay en Brasil una antropóloga que hace investigación sobre la blanquidad en Brasil. Ella es blanca, su hijo es blanco, y ella contaba que fue a la escuela de su hijo cuando él tenía 3 años y preguntó
—“¿Aquí ustedes enseñan que todos somos iguales?”
—Sí, sí — le respondieron.
—“¡Ah! Entonces ¿cuántos profesores negros tienen?”
—Ninguno.
—“¿Y cuántas funcionarias negras del aseo tienen?”
—“Todas”.
—“¡Ah! ¡Entonces mi hijo va aprender que las mujeres negras son para el aseo! No, no quiero eso. No me sirve esta escuela”.
Así iba de escuela en escuela, mirando cuál era la posición de la dirección en cada una. Dijo que, en su búsqueda, no encontró ninguna escuela que pudiera desarticular ese discurso de que “todos somos iguales” y poner en evidencia las estructuras que están a la base del racismo, que marca nuestras relaciones. La excusa en una escuela no puede ser “es que no me apareció ninguna hoja de vida de una profe negra”. Eso no es posible, porque sí hay; es una cuestión de elección racial, por más que la gente no hable, es simplemente algo que sucede.

Este discurso del mestizaje salvaguarda a la gente de asumir su responsabilidad frente al tema racial. El otro día, en una conversación, un muchacho dijo “cuando ustedes dicen que los blancos tienen privilegios, yo no sé de qué privilegios hablan, porque yo soy blanco mestizo”. La gente no ve o no quiere ver que hay un sistema de privilegios en la sociedad, y yo creo que esta es una falla de la educación que tenemos, que pone al negro como “otro”, como el que “necesita una educación especial para él”. Estas son cosas en las que tenemos que pensar.

Photo by Trust «Tru» Katsande on Unsplash

Fuente: https://www.magisterio.com.co/articulo/acerca-de-los-peligros-de-la-etnoeducacion-entrevista-con-denise-goncalves-da-cruz

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La Pedagogía Negra en STRUWWELPETER

Víctor Montoya

Heinrich Hoffmann (Frankfurt, 1809-1894) fue prestigioso pediatra y personalidad activa en el ámbito sociopolítico. Después de la revolución de 1848 se identificó con los ideales del liberalismo democrático y en 1851 fue designado director de un instituto para dementes, que en la actualidad forma parte de la clínica neurológica dependiente de la Universidad de Frankfurt.

Heinrich Hoffmann, como muchos otros académicos de su época, tuvo aspiraciones literarias. Escribió piezas de teatro, poesías y compendios de divulgación científica. El libro que le dio renombre internacional fue Struwwelpeter (Peter asqueroso), cuyas ilustraciones y textos los concibió mientras ejercía como pediatra. Se cuenta que para tranquilizar a sus pequeños pacientes, quienes se mostraban inquietos y nerviosos a la hora de ser auscultados, Hoffmann solía contarles historias y enseñarles figuras divertidas que, de cuando en cuando, arrancaban la sonrisa inocente de los niños. Entre los dibujos de su preferencia había uno que representaba la imagen de un niño con faldellín rojo y polainas verdes, las piernas y los brazos abiertos, las uñas crecidas como púas y, sobre todo, con una masa compacta de pelos desgreñados, donde parecía no haber entrado jamás un peine. A esta figura siniestra lo llamó Struwwelpeter que, en el dialecto alemán de Frankfurt, significa Peter asqueroso o Peter desgreñado.

Discriminación racial

Heinrich Hoffmann, en diciembre de 1838, recorrió por todas las librerías en busca de un regalo para su hijo de tres años. Y, al no encontrar un solo libro apropiado para esa edad, se limitó a comprar un cuadernillo empastado, donde empezó a escribir las mismas historias que contaba a sus pacientes. La primera de ellas, referida al personaje que más le seducía, decía en su versión original: ¡Ven y mira esto!/ Así era Struwwelpeter,/ quien durante el año,/ los pelos no se peinó,/ ni sus uñas se cortó./ La tijera y el peine,/ el siempre evitó./ No era peligroso,/ pero sí estúpido y sucio,/ sin agua ni jabón,/ como un gato sucio./ Los niños no jugaban con él,/ se le acercaban y le insultaban:/ ¡ Struwwelpeter, así de feo eres tú!

Este cuadernillo de historias, que Hoffmann entregó a su hijo como regalo de Navidad, tuvo una inmediata acogida entre los miembros de su familia y entre los niños que asistían a su clínica. Como por entonces tenía ya inquietudes literarias y varios contactos en el ámbito cultural, decidió enseñar el cuadernillo al Dr. Loening, quien junto a su amigo J. Rötten, dueño de una casa editorial, quedaron maravillados con las historias e ilustraciones, y no dudaron en publicarlo, pero sin firmar ningún contrato.

Al cabo de un tiempo se imprimieron 1.500 ejemplares bajo la supervisión del propio Hoffmann, quien eligió el formato del libro y la calidad del papel. Después se expuso en las librerías y, a las cuatro semanas, se agotó la edición. De modo que el editor, al comprobar que tenía en sus manos un libro de éxito, firmó un contrato formal con el autor.

La primera edición de Struwwelpeter (1845), que apareció con el seudónimo de Reimerich Vinderlieb, contenía una introducción y seis historias escritas en verso. Para la quinta edición (1847) se incluyeron cuatro historias nuevas y se cambió el seudónimo por el verdadero nombre del autor. Desde entonces, el libro ha conocido centenares de reediciones tanto en alemán como en otros idiomas.

Censura ético-moral

Las historias escritas por Hoffmann reflejan los cánones morales y éticos propios de la Alemania del siglo XIX, y hacen referencia a las consecuencias dramáticas de la desobediencia infantil, con una mezcla de ironía y humor negro, pero también con las preceptivas de una educación marcada por la violencia y el autoritarismo.

Hasta mediados del siglo XX, sin resquicios para la duda, ningún niño estaba eximido del castigo físico o psíquico, ni aun habiendo nacido en el seno de una clase social privilegiada, pues los objetivos centrales de la educación estaban orientados a forjar individuos que acataran disciplinadamente las normas establecidas por la Iglesia y el Estado.

Los niños carecían de derechos y consideraciones. No podían obrar a su manera ni participar en las decisiones de su propio destino. En el hogar, la iglesia y la escuela, se los educaba con autoritarismo y severidad, premiando a los sumisos y castigando a los desobedientes.

Todos estaban conscientes de que el castigo era el mejor método para corregir los hábitos indeseados e inculcar los que se consideraban más apropiados para la vida social, sin que nadie advirtiera que las secuelas físicas y psíquicas determinaban el futuro de los niños, llevándolos a reproducir más tarde, con sus propios hijos, la misma violencia de la cual fueron objetos en su infancia. En consecuencia, la mentalidad imperante en la sociedad alemana del siglo XIX imprimió su sello en la educación en general y en la literatura infantil en particular.

Instrumento didáctico

Los libros de la época, más que recrear y estimular la fantasía de los niños, servían como instrumentos didácticos, mediante los cuales se impartían normas éticas y morales. Por lo tanto, jugar con fuego, rechazar la comida, exigir un capricho, comportarse mal en la mesa, llevarse el dedo a la boca, eran conductas comparadas con los delitos cometidos contra la institución eclesiástica o estatal, y, consiguientemente, eran castigados con la mayor severidad.

Los padres y educadores pensaban que Struwwelpeter constituía un auténtico paradigma de lo que debían ser los buenos libros infantiles, puesto que el niño, a través de sus textos e ilustraciones, podía internalizar las normas vigentes en la sociedad alemana, cuyos cánones de vida eran más autoritarios que democráticos, aun sabiendo que los niños sienten respeto por la autoridad de los adultos (poder y castigo), pero ningún respeto por el razonamiento lógico de ellos.

Si los niños no quieren ser víctimas del castigo, entonces no tienen otra alternativa que obedecer las reglas impuestas por los mayores, pues incluso dentro de nuestra cultura, la educación conduce con demasiada frecuencia a la eliminación de la espontaneidad y a la sustitución de los actos psíquicos originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos de afuera (…) Para elegir un ejemplo al azar, una de las formas más tempranas de represión de ‘sentimientos’ se refiere a la hostilidad y la aversión. Muchos niños manifiestan un cierto grado de hostilidad y rebeldía como consecuencia de sus conflictos con el mundo circundante, que ahoga su expansión, y frente al cual, siendo más débiles, deben ceder generalmente. Uno de los propósitos esenciales del proceso educativo es el de eliminar esta reacción de antagonismo. Los métodos son distintos: varían desde las amenazas y los castigos, que aterrorizan al niño, hasta los métodos más sutiles de soborno o de ‘expiación’, que lo conducen e inducen a hacer abandono de su hostilidad. El niño empieza así a eliminar la expresión de sus sentimientos, y con el tiempo llega a eliminarlos del todo (Fromm, Erich., El miedo a la libertad, 1982, pp. 267-68).

Mentalidad fascista

Recién a mediados del siglo XX, los psicólogos y pedagogos cuestionaron el contenido de Struwwelpeter, considerándolo violento y espantoso; más todavía, tras los crímenes cometidos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, se ha prohibido su circulación entre los niños, debido a que algunos de sus personajes evocaban la mentalidad fascista de un Hitler o un Mussolini; una mentalidad que no sólo fue producto de un determinado período del desarrollo histórico-social de las relaciones de producción de tipo capitalista, sino de ciertos mecanismos psicológicos al interior de las masas, como ser el sado-masoquismo, la debilidad y la apología del superhombre. Pero, además, porque el fascismo es un fenómeno social latente, presto a despertar y materializarse en un general golpista, en el autoritarismo irracional de golpear a un niño, una mujer, un anciano o un ser indefenso, como forma de legitimar la violencia en la debilidad de las víctimas.

Entre los estudios realizados en torno a la literatura infantil alemana, Struwwelpeter ha sido analizado de un modo superficial, y, lo que es peor, algunos han recomendado su lectura, como es el caso de la psicóloga Charlotte Bühler, quien se valió de Struwwelpeter para escribir su libro: Das Märchen und die Phantasie des Kindes (El cuento y la fantasía del niño), en el cual, aparte de desarrollar la tesis de que el desarrollo intelectual del niño determina las características que debe reunir un libro infantil, asevera que la obra de Heinrich Hoffmann, por corresponder a la clasificación de los llamados libros de imágenes, es un manual ideal para educar y entretener a los niños.

Es cierto que nadie pone en tela de juicio el hecho de que el primer libro de los niños sea el de las imágenes, y que los libros infantiles puedan clasificarse de acuerdo a su forma y contenido. Pero lo que no se puede admitir, bajo ningún pretexto, es el hecho de que cualquier libro de imágenes sea apto para los niños; peor aún, si éstos encierran mensajes fascistas que amenazan su integridad física y psicológica.

Cinco argumentos de la crítica

Culminada la Segunda Guerra Mundial, todos los analistas coincidieron en señalar que Struwwelpeter es un libro nocivo para los niños, debido a las siguientes consideraciones:

  1. Una de las historias dice: El pequeño Kasper gozaba de buena salud/ Era como un balón, gordo y redondo/ Hasta que un día se puso a chillar: ¡Bah! ¡Bah!/ ¡No quiero comer más sopa!. El segundo día estaba ya flaco y seguía gritando: ¡No quiero ver la sopa!/ ¡Levanten eso, no la quiero ver!/ ¡No quiero comer más sopa!. El tercer día, ya demasiado débil, seguía gritando: ¡Yo no quiero comer más sopa!. El cuarto día, Kasper se puso delgado como un hilo y no 

    pudo sobrevivir, hasta que el quinto día fue sepultado, con una sopera y una cruz sobre su tumba...

    Esta historia es la que más se contaba a la hora de las comidas, como un instrumento de intimidación para obligar a comer a los niños, sin incumbirles los factores que hacen mella en los hábitos alimenticios. Por suerte, en la actualidad, la pediatría moderna nos ayuda a comprender que -una vez descartado todo origen orgánico o funcional- los problemas con la comida son casi siempre desencadenados por factores de tipo emocional y afectivo de mayor o menor grado.

    Si un niño se escabulle, patalea, muerde o pone su cuerpo en tensión para resistirse a comer, debe interpretarse como un síntoma de que tiene fobia o pérdida de apetito, y que, en vez de amenazas y castigos, necesita comprensión y afecto de parte de los suyos. También se recomienda al adulto no manipular con los sentimientos del niño durante las comidas. Actitudes tales como decirle: Si no comes te volverás feo y morirás como Kasper, si no comes, mamá no te va a querer o papá se irá de casa, son maniobras nefastas que, en lugar de ayudarle a superar su fobia y recobrar su confianza en el amor de sus padres, le someten a una mayor angustia y confirman la falta de afecto. Por consiguiente, referirle la historia de Kasper, implica martirizarlo y amedrentarlo, sin considerar que el niño no sólo tiene necesidades fisiológicas, sino también emocionales.

    1. A los niños que se succionan el dedo pulgar, por angustia o ansiedad, les puede ocurrir como a Conrad, a quien su madre le advierte: Debo ausentarme un momento/ Quédate en silencio y pórtate bien/ Pero, ante todo, te recomiendo:/ ¡No chuparte el dedo!/ Porque si no vendrá el sastre, con tijera grande/ Y te cortará el dedo… En efecto, ni bien se va la madre y Conrad se lleva el dedo a la boca, viene el sastre con una tijera grande y le corta los pulgares.

    La historia sobre Conrad tiene una tendencia sádica que, además de ocasionar traumas en el niño, está al margen de toda consideración psicológica y pedagógica del porqué los infantes adquieren el hábito de succionarse el dedo. Según la psicología evolutiva, la boca, en el primer estadio del desarrollo del niño, es un órgano sensorial que le pone en contacto con el pecho materno y su mundo cognoscitivo. Pero, asimismo, la estimulación de la membrana bucal, que se produce a consecuencia de la succión, le proporciona una sensación placentera.

    Luego del destete (interrupción simbiótica) es común que el niño se sujete a objetos transicionales o de sublimación, como ser el chupón, el dedo pulgar u otro objeto, que actúan de mediadores entre su sentimiento y la realidad externa, y que le son necesarios para sobrellevar la ansiedad o angustia provocada por la ausencia o separación de la madre. Si el chupón, el pulgar u otro objeto transicional, es una representación simbólica y un sustituto del pecho materno, entonces es lógico que se le permita al niño mantener relaciones especiales con los objetos de su preferencia, y hacer que las guarderías infantiles revisen sus normas higiénicas que, a veces, impiden que el niño lleve consigo su objeto preferido. Por ejemplo, si el niño está aferrado a un trapito sucio, que simboliza la ausencia de la madre, es probable que no quiera aceptar en modo alguno un trapito pasado por la lavadora, y menos aún uno nuevo.

    Por otro lado, el hábito de succionarse el pulgar obedece a varios factores, entre otros, a que el niño no haya experimentado un destete positivo o se encuentre en un período regresivo a su fase oral, en la cual fue interrumpida la simbiosis con la madre. Consiguientemente, si el niño succiona su pulgar a causa de una frustración habida en su primera infancia, resulta contraproducente obligarlo, mediante el castigo o la amenaza, a prescindir de él, puesto que él mismo lo hará una vez que alcance una mejor estabilidad emocional.

    1. En Struwwelpeter, como en cualquier otro libro que parte de la base de que el hombre blanco es sinónimo de superioridad e inteligencia, se cuenta la historia de un niño negro, que dice así: Pasando por un camino iba/ Un moro color resina/ Cuando el sol le quemaba el cuerpo/ Abría su parasol/ Después llegaba Ludving corriendo/ Llevaba su pequeño banderín. ¡Ven! ¡Ven!…/ Y Kaspar salía también, comiendo una rosquilla/ También llegaba Vilhem/ Llevando un arco en la mano/ Después vociferaban los tres, burlándose del moro:/ Eres negro como tinta, ¡he!, ¡he!, ¡he!...

    Esta historia, escrita en una época en que Europa tenía todavía colonias en África, Asia y América, plantea el tema de la discriminación contra razas y culturas ajenas a Occidente. No se debe olvidar que los fundamentos del racismo nórdico-germano, en su lucha contra los judíos, gitanos y negros, estaban cimentados en la exaltación del hombre blanco -ojos azules, pelo lacio, labios delgados, nariz recta y físico atlético-, a quien se lo consideraba el creador de la civilización, pero también el ideal de belleza y la base de la nueva estética racial.

    Los nazis estaban convencidos de que los valores creativos de Occidente se habían forjado en Alemania y que, por lo tanto, la extinción o mezcla de la raza aria con otras implicaría la desaparición de la civilización occidental. Los nazis no sólo se servían de las teorías socialdarwinistas para explicar la supremacía de su raza -como la más apta para dominar el mundo-, sino también del libro Struwwelpeter, cuyos menajes dirigidos contra la raza negra y su amplia difusión entre los niños y jóvenes, les servía como un poderoso instrumento en su lucha antisemita.

    El hombre negro descrito en Struwwelpeter, aparte de ser negro como el hollín, es moro. Es decir, un árabe cuya imagen estereotipada todavía está llena de prejuicios en Occidente. La misma palabra árabe se asocia a la imagen de los beduinos que habitan en el desierto, durmiendo en tiendas, desplazándose en camellos y peleándose por los pozos de agua. Las mujeres visten prendas adecuadas para ejecutar la danza del vientre y los hombres, bestiales, corruptos, obesos, sedientos de joyas y riquezas, compran esclavas en las tiendas de los mercaderes. Esta discriminación contra el negro y el árabe, como contra los gitanos y los indígenas, no tiene otra intención que la de legitimar el desprecio del fuerte contra el débil o la supuesta supremacía de la raza blanca; una mentira universal que los dominantes inculcaron durante siglos en las colonias.

    1. Si se parte del criterio de que el niño aprende a internalizar los conocimientos por medio de su actividad sensorio-motriz, experimentando y manipulando los objetos de su entorno, entonces la trágica historia de Emma, la niña que queda reducida a un montón de cenizas por jugar con una caja de fósforos, no sirve como ejemplo para censurar las travesuras de los niños. Además, sostener la idea de que los niños asimilan mejor los conocimientos estando quietos y callados, y no mediante una actividad lúdica, es tan erróneo como creer que los niños pueden internalizar las reglas y comportarse conforme a ellas antes de los 6 ó 7 años.

    La psicología y pedagogía modernas aconsejan que incluso el entorno del niño debe estar modelado conforme a su tamaño y su capacidad cognoscitiva. Los muebles y los objetos con los cuales va a jugar deben ser apropiados para su edad. No se le puede entregar herramientas de trabajo hechos de hierro intentando enseñarle qué es una pala y una carretilla, y cuál es la función que éstos tienen en el trabajo del hombre. Lo mejor será que la pala y la carretilla sean de un material que no le haga daño al niño, sobre todo, que sean herramientas hechas de acuerdo a su edad y su fuerza física. Los objetos de su entorno deben ser como sus ropas, apropiados para su contextura física, al menos si se considera que se encuentra en una edad en la que necesita jugar y moverse activamente.

    1. Otra historia en Struwwelpeter está referida a las desobediencias de Oscar, quien, por balancearse en la silla del comedor, cae de espaldas y con el mantel encima. Y, al romperse los platos, la sopera, los vasos y la botella, su padre le propina una paliza para enseñarle a permanecer quieto mientras come en la mesa. Lo que el padre de Oscar desconoce es que ningún niño, por muy educado que sea, puede permanecer callado y sin moverse durante las comidas o las lecciones en la clase, ya que ni su capacidad intelectual ni su sistema motriz se lo permiten.

    Otras interpretaciones erróneas

    La falta de conocimientos o las interpretaciones erróneas acerca del desarrollo psicológico, intelectual y lingüístico del niño, hacen que muchos padres no entiendan debidamente la conducta de sus hijos. Por ejemplo, cuando el adulto escucha una mala palabra en boca de un niño, se siente indignado y sorprendido, y lo primero que hace es prohibirle o censurarle, porque cree que el niño está consciente de la connotación semántica de la palabra, y no de que ésta ha sido incorporada en su léxico como una simple imitación del lenguaje adulto, así como el loro repite las palabras que escucha en su entorno.

    Otro error frecuente es creer que el niño que aprende a leer y escribir a temprana edad, tendrá mayores éxitos en la escuela y en la vida profesional, comparados con quienes no aprendieron o demoraron demasiado en hacerlo; cuando en realidad, forzar el desarrollo intelectual del niño, obligándolo a asimilar un cierto tipo de conocimientos impuestos -al margen de su interés y capacidad-, puede tener consecuencias contraproducentes en su vida futura, como eso de sentir rechazo por la escuela, la lectura o la adquisición de nuevos conocimientos. Muchos de los niños que llegan al bachillerato asfixiados por la gramática, la historia, las matemáticas, etc., son productos genuinos de una psicología y pedagogía mal aplicadas, cuyos principios comparten el mismo error: pensar que el niño se parece más al adulto en su pensamiento que en su sentimiento, y no a la inversa.

    Los estudios realizados en el nivel preescolar demuestran que cualquier educación forzada o superprecoz puede destruir los propios procesos de desarrollo armónico de la personalidad humana, interfiriendo con la formación de procesos más valiosos que se producen en el momento en que el desarrollo encuentra las condiciones más favorables en un determinado período de edad. Es decir, lo que el niño necesita durante el proceso de aprendizaje no es una enseñanza precoz y rápida, sino tiempo y más tiempo, y una serie de elementos didácticos que lo mantengan motivado.

    En síntesis, el libro de Heinrich Hoffmann, más que ser una literatura que contribuye al desarrollo armónico del niño, es un manual apto para quienes creen todavía en el autoritarismo de la pedagogía negra.

Fuente del articulo: https://victormontoyaescritor.blogspot.com/2016/12/la-pedagogia-negra-en-struwwelpeter.html

Fuente de la imagen: https://2.bp.blogspot.com/-97eBPxVLV-8/WFFLCWJgAzI/AAAAAAAAD1E/LSA0ReZJ_ycpPL5xpaQqncECYvWhC

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Libro: Los estudios afroamericanos y africanos en América Latina

América del Sur/Argentina/Octubre 2016/Reseña/http://www.clacso.org.ar/

 

Herencia, presencia y visiones del otro

Gladys Lechini. [Compiladora]

Paula Cristina da Silva Barreto. Mario Maestri. Ana Flavia Cicchelli Pires. Alejandro Frigerio. María José Beccerra. Ignacio Telesca. Salvador Vázquez Fernández. Fátima Valdivia del Río. Luis Ferreira Makl. Luena Nascimento Nunes Pereira. José María Nunes Pereira. M. Elena Álvarez Acosta. Maguemati Wabgou. Diego Buffa. Marisa Pineau. Marta Maffia. Juan José Vagni. Luis Beltrán. [Autores de Capítulo]

CLACSO Coediciones.
ISBN 978-987-1183-78-4
CLACSO. CEA- UNC.
Córdoba.
Marzo de 2008

Prefacio Maria José Becerra y Diego Buffa Los estudios sobre África y Afroamérica en América Latina. El estado del arte. Gladys Lechini Parte I Estudios Afroamericanos O racismo brasileiro em questão: temas relevantes no debate recente Paula Cristina da Silva Barreto História e historiografia do trabalhador esclavizado no RS: 1819-2006 Mario Maestri A abolição do Comércio Atlãntico de Escravos e os Africanos Livres no Brasil. Ana Flavio Cicchelli Pires De la “desaparición” de los negros a la “reaparición” de los afrodescendientes:comprendiendo las políticas de las identidades negras, las clasificaciones raciales y de su estudio en Argentina. Alejandro Frigerio Estudios sobre esclavitud en Córdoba: análisis y perspectivas. Maria José Becerra La historiografía paraguaya y los afrodescendientes. Ignacio Telesca Las raíces del olvido. Un estado de la cuestión sobre el estudio de las poblaciones de origen africano en México. Salvador Vásquez Fernández El que no tiene de inga tiene de mandinga. Género, Etnicidad y Sexualidad en los Estudios Históricos-Antropológicos Afroperuanos. Fátima Valdivia del Río Música, artes performáticas y el campo de las relaciones raciales. Área de estudios de la presencia africana en América Latina. Luis Ferreira Makl Parte II Estudios sobre África O Ensino e a Pesquisa sobre África no Brasil e a Lei 10.639 Luena Nascimento Nunes Pereira Os estudos africanos no Brasil – Um estudo de caso: o CEAA José María Nunes Pereira La enseñanza de la historia de África en Cuba. Aproximación a sus presupuestos teóricos y metodológicos. M. Elena Álvarez Acosta Estudios africanos en Colombia desde Ciencias Políticas y Sociales. Maguemati Wabgou Pasado y presente en los estudios e investigaciones sobre África en Argentina. Diego Buffa Estudios sobre África desde Argentina. Los aportes de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional del Luján. Marisa Pineau La enseñanza y la investigación sobre África y Afroamérica de la Universidad Nacional de La Plata-Argentina. Marta Maffia Los estudios sobre el Norte de África en Brasil y Argentina: reflexiones en torno a un espacio residual. Juan José Vagni La perspectiva Iberoamericana Consideraciones sobre estudios afroamericanos y africanos en Iberoamérica. Luis Beltrá

 

Descarga libre

http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20100823025226/african.pdf

Fuente :

 

http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=72&campo=titulo&texto=afro

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