En un reciente informe de La Organización Internacional del Trabajo (OIT) llamado Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo indica que la situación de las mujeres en el mercado de trabajo de América Latina y el Caribe presenta un panorama mixto.
Las mujeres han conseguido grandes logros en el acceso a la educación, pero aún deben sortear numerosos obstáculos para acceder al trabajo decente. Estos obstáculos son la causa de la persistente desigualdad de género.
Aunque el nivel general de educación de la subregión ha aumentado en ambos sexos, las mujeres han superado recientemente a los hombres en este ámbito.
Las mujeres nacidas en torno a 1.955 han tenido más probabilidades que los hombres de terminar la educación superior (es decir, de haber cursado al menos 13 años de educación formal). Entre los nacidos en 1990, el 40 por ciento de las mujeres terminó la educación superior, frente al 25 por ciento de los hombres. La cantidad de personas que tienen seis años de estudios o menos ha disminuido constantemente y, también en esta tendencia, las mujeres se han beneficiado más que los hombres.
La evolución de los niveles educativos ha implicado cambios en la estructura familiar. El promedio de edad al que las mujeres tienen hijos ha subido y el número de hijos nacidos por mujer ha disminuido en todos los países sobre los que se dispone de datos, a saber: Estado Plurinacional de Bolivia, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú (ibid.). Además, ha aumentado la proporción de hogares encabezados por mujeres. En el Brasil y el Uruguay, por ejemplo, estos representan más del 30 por ciento de los hogares. Así, los ingresos de las mujeres han pasado a desempeñar un papel más importante en la sociedad.
El creciente número de hogares encabezados por mujeres obedece a la mayor prevalencia de concubinatos, personas solteras, separaciones y divorcios, así como a la mayor proporción de mujeres que viven con un cónyuge pero también se identifican como jefas de familia.
Con respecto a los salarios, un estudio reciente de la OIT que examina la brecha salarial de género en 17 países de América Latina y el Caribe (que representan el 85 por ciento de la población total de la subregión) concluye que las mujeres ganan en promedio un 17 por ciento menos que los hombres por cada hora trabajada, incluso habiendo tenido en cuenta factores como la edad, el nivel educativo, la residencia urbana frente a la rural, el tipo de trabajo y la estructura del hogar. Si se tiene en cuenta además la cantidad de horas trabajadas por semana, la brecha salarial de género alcanza casi el 25 por ciento (OIT, 2019g).
La brecha salarial de género es más amplia entre los trabajadores que menos ganan. Ello parece obedecer en parte a que las mujeres se ven muchísimo más afectadas que los hombres por la informalidad, así como al incumplimiento de las normas sobre salarios mínimos por parte de los empleadores.
El dato suscita preocupación en cuanto a la tasa de pobreza entre las mujeres trabajadoras. Así pues, tres de las dificultades más acuciantes de la subregión –la desigualdad de género, la pobreza y la informalidad– están íntimamente relacionadas entre sí. Esto implica que toda política diseñada para combatir cualquiera de esos tres grandes problemas tendrá consecuencias indirectas en los otros dos.
En el rango intermedio de los grupos de ingreso, la brecha de género se reduce, pero a partir de la mediana (el percentil 50) comienza a ensancharse. Esto apunta a la posible existencia de «techos de cristal», es decir, a las dificultades particulares a las que se enfrentan las mujeres para llegar a los puestos directivos y otros puestos de alta remuneración.
Las disparidades de género descritas anteriormente pueden ser el resultado de una discriminación directa pero, en términos más generales, también obedecen a normas culturales patriarcales, al machismo en el hogar y a diversos factores que generan un sesgo de género inconsciente. De hecho, muchos de los obstáculos al progreso de las mujeres se encuentran en el seno del hogar. La distribución de las tareas domésticas entre hombres y mujeres sigue siendo abrumadoramente desigual. Las mujeres se encargan del 80 por ciento de las tareas domésticas, lo que limita su participación efectiva en la fuerza de trabajo (CEPAL, 2019; OIT, 2019a y 2019g).
Fuente: https://www.finanzasdigital.com/2020/10/oit-las-mujeres-ganan-en-promedio-un-17-menos-que-los-hombres-por-cada-hora-trabajada/