El proceso de vacunación no solo calibra la eficiencia de nuestros sistemas de salud, también calibra nuestra fortaleza ética.
En mi artículo anterior afirmé que la vacunación contra la COVID-19 es un acto de solidaridad, pues su objetivo es reducir el riesgo colectivo de posible contagio y mortalidad dentro de una población determinada. Si esta afirmación es válida, cuando me niego a vacunarme no solo tomo una elección que me atañe como individuo, también tomo una decisión que puede generar implicaciones nocivas para mis semejantes. Siendo así, es inevitable retomar un viejo problema ético relacionado con la inmunización y las pandemias: ¿Debe el Estado obligar a la vacunación de su población?
La pregunta no es ociosa. En España, la comunidad de Galicia aprobó una legislación al respecto imponiendo severas multas a quienes se negaran a vacunarse. La medida generó una discusión pública.( https://elpais.com/ideas/2021-02-27/es-etico-no-vacunarse.html).
Como debate el bioeticista español Vicente Bellver, este tipo de medidas agudizan la diferencia entre clases en función de su estatus económico. (Quien tiene dinero y no quiere vacunarse paga la multa y persiste en su decisión, a diferencia del que carece de recursos). En Latinoamérica se genera otro problema, se agudizan las diferencias ante la ley, porque en nuestras sociedades existe una arraigada cultura de burlar las normas si se posee algún tipo de poder. Por consiguiente, quien se sienta políticamente protegido, no se vacunará si no quiere hacerlo.
Pero independientemente de esas implicaciones sociológicas de la ley, lo más importante son las aristas éticas de la legislación. Hace décadas, Susan Sontag (El sida y sus metáforas) señaló las dificultades que tienen las sociedades promotoras del individualismo y el cálculo utilitario para movilizar éticamente a las personas. Si una sociedad legisla para forzar acciones solidarias, refuerza la cultura de la educación autoritaria, mientras evidencia sus problemas para la persuasión dialógica, signo distintivo de una sociedad democrática.
En la mayoría de los casos donde las personas son reacias a vacunarse contra la COVID-19, existe una reticencia circunstancial basada en el miedo que provoca inocularse un producto nuevo y la aparente rapidez que lo produjo.
La reticencia circunstancial va difuminándose en la medida que se observa un creciente número de vacunados sin efectos secundarios nocivos, y mediante una campaña de diálogo y educación que instruya sobre las implicaciones de no vacunarse.
Lo más importante de esta discusiȯn es que las leyes no deben reemplazar el deber moral. Como señala Victoria Camps en sus reflexiones sobre el debate, (https://elpais.com/ideas/2021-02-27/vacunas-obligatorias-mejor-persuadir-que-forzar.html) una sociedad democrática debe promover las acciones basadas en el deber moral, el cual es asumido por convicción, en pleno ejercicio de la libertad personal.
Es obvio que existe el riesgo de que los habitantes de una sociedad promotora del deber moral y de la libertad se vea expuestos a un uso nocivo de su autonomía. Pero la solución no consiste en suprimir la libertad, ni tampoco en imponer restricciones autoritarias permanentes que resultan agraviantes desde el punto de vista de la dignidad humana, e ineficientes para potenciar la capacidad resolutiva de la ciudadanía.
El proceso de vacunación no solo calibra la eficiencia de nuestros sistemas de salud, también calibra nuestra fortaleza ética. Como señala la antropóloga y experta en inmunización Heidi Larson (Stuck, How Vaccine Rumors Start–and Why They Don’t Go Away), la capacidad cooperativa de nuestras sociedades está siendo sometida a prueba, pero la misma depende de un contrato social cuyo tejido se está socavando.
Más allá del problema de salud pública global que enfrentamos, también abordamos unas profundas heridas sociales derivadas del economicismo, el culto al individualismo, la aporofia, el nacionalismo chovinista y el populismo. Estas heridas deben ser objeto de nuestra reflexión y curación. Si no lo hacemos, nuestra vulnerabilidad será mayor para enfrentar las pandemias y crisis del futuro.
La institución pidió a las gobernaciones y a MinEducación que se apliquen las mismas medidas tomadas por Bogotá
Carolina Salazar Sierra
Ante el anuncio de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, del inicio del año escolar de manera virtual el próximo 25 de enero, y la suma de Huila y Cali a la iniciativa, la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) pidió a las demás gobernaciones y departamentos del país y al Ministerio de Educación que se apliquen las mismas medidas en todos los rincones del país.
Nelson Alarcón, presidente del sindicato de profesores, aseguró que las condiciones sanitarias actuales no son óptimas para que se empiece con el regreso gradual a la presencialidad.
“Hacemos una exigencia al Gobierno Nacional, gobiernos territoriales, secretarios de educación, para que actúen en consecuencia con respecto a lo que se está viviendo hoy con el crecimiento vertiginoso de la pandemia. Debemos salvaguardar a la población, la comunidad educativa, estudiantes, padres de familia, docentes, directivos docentes, administrativos”, dijo el gremio a El Tiempo.
Además, agregó que es irresponsable retornar a las actividades presencialmente pues se estaría poniendo en riesgo la vida y la salud de todos.
«Debemos centrar nuestros esfuerzos en minimizar el pico de la pandemia, pero a la vez se debe continuar en los esfuerzos y la preparación de las condiciones para dar la seguridad que se requiere para el retorno a las instituciones educativas” dijo.
Aparte de Fecode, Carlos Ballesteros, presidente de la Confederación Nacional de Padres de familia, también pidió que se aplace la implementación de la alternancia.
“Celebramos la decisión de que no reinicien las actividades presenciales con alternancia en colegios de Bogotá. Los padres de familia insistimos en que hay que continuar con el trabajo en casa, hay que preservar la vida por encima de todo. El llamado es a los alcaldes y gobernadores a que tomen la misma decisión de Bogotá y Huila. El coronavirus no se ha ido. Pedimos a la ministra de Educación que dé unas directrices centrales”, dijo Ballesteros a El Tiempo.
La ministra de Educación, María Victoria Angulo, se pronunció ante las peticiones, mencionando que las condiciones sanitarias son distintas dependiendo de la región, por lo que el plan de alternancia puede asegurar un retorno gradual, progresivo y seguro.
América Latina /01/04/2020/Autor y fuente: lapeste.org
Capitalismo en crisis—Totalitarismo en ascenso—Estrategias para la resistencia
La pandemia no va a acabar en las próximas semanas. Incluso si las estrictas medidas de confinamiento logran reducir el número de infecciones a lo que era hace un mes, el virus podría volver a propagarse exponencialmente tan pronto se suspendan las medidas. Es probable que la situación actual continúe durante meses (repentinos toques de queda, cuarentenas inconsistentes, condiciones cada vez más desesperadas), aunque casi con certeza cambiará de forma en algún momento cuando las tensiones en su interior desborden. Para prepararnos para ese momento, protejámosnos a nosotros mismos y a los demás de la amenaza planteada por el virus, reflexionemos sobre los riesgos y la seguridad que plantea la pandemia, y enfrentemos las desastrosas consecuencias de un orden social que nunca fue diseñado para preservar nuestro bienestar en primer lugar.
Sobreviviendo al virus
Las antiguas formas anarquistas de organización y seguridad tienen mucho que ofrecer cuando se trata de sobrevivir a la pandemia y al pánico que está causando.
Forma un grupo de afinidad
La perspectiva de cuarentena nos dice mucho sobre cómo estábamos viviendo. Los que viven en familias unidas o en casas colectivas felices están en una situación mucho mejor que los que están en matrimonios quebrados y los que tienen grandes casas vacías para sí mismos. Esto es un buen recordatorio de lo que realmente importa en la vida. A pesar de los modelos de seguridad que representan el sueño burgués de una familia nuclear como propietaria de la vivienda y la política exterior estadounidense que lo refleja, la unión y el cuidado son mucho más importantes que el tipo de seguridad que depende de cercar el mundo entero.
El “distanciamiento social” no debe significar un aislamiento total. No estaremos más seguros si nuestra sociedad se reduce a un grupo de individuos atomizados. Eso no nos protegería del virus ni del estrés de esta situación, ni de las apropiaciones de poder que los capitalistas y las autoridades estatales se están preparando para llevar a cabo. Por mucho que los ancianos estén en riesgo por el virus, por ejemplo, las personas mayores ya están peligrosamente aisladas en esta sociedad; si se les excluye de todo contacto con otros, no se preservará su salud física o mental. Todos necesitamos estar integrados en grupos muy unidos de una manera que maximice nuestra seguridad y nuestra capacidad colectiva para disfrutar de la vida y actuar.
Elije un grupo de personas en las que confíes: idealmente, personas con las que compartes la vida cotidiana, a aquellas y aquellos los cuales compartas factores de riesgo y niveles de tolerancia al riesgo similares. Para efectos de sobrevivir al virus, este es su grupo de afinidad, el pilar básico de la organización anarquista descentralizada. No es necesario vivir con ellos en el mismo edificio; lo importante es que usted puede reducir sus factores de riesgo a aquellos con los que comparte y con los que se siente cómodo. Si tu grupo es demasiado pequeño, estarás aislado—y eso será un problema especialmente si te enfermas. Si su grupo es demasiado grande, se enfrentará a un riesgo innecesario de infección.
Hablen entre ustedes hasta concluir un conjunto de expectativas compartidas sobre cómo se involucrarán con el riesgo de contagio. Esto podría ser desde un aislamiento físico total hasta recordar usar desinfectante para manos después de tocar superficies en público. Dentro de su grupo, siempre y cuando nadie tenga el virus, aún puede abrazar, besar, preparar la comida juntos, tocar las mismas superficies, siempre y cuando se esté de acuerdo con el nivel de riesgo que colectivamente se está dispuesto a tolerar y comunicar cuando surge un nuevo factor de riesgo.
Esto es lo que los anarquistas llaman cultura de la seguridad: la práctica de establecer un conjunto de expectativas compartidas para minimizar el riesgo. Cuando estamos lidiando con la represión policial y la vigilancia del Estado, nos protegemos compartiendo información según sea necesario. Cuando estamos lidiando con un virus, nos protegemos controlando los vectores a lo largo de los cuales los contagios pueden propagarse.
Nunca es posible evitar totalmente el riesgo. El objetivo es determinar con qué riesgo se siente cómodo y comportarse de tal manera que si algo sale mal, no se arrepentirá, sabiendo que ha tomado todas las precauciones que consideró necesarias. Al compartir su vida con un grupo de afinidad, obtiene lo mejor de la precaución y la convivencia.
Para acceder a recursos de cómo continuar organizándose con otros camaradas mediante plataformas digitales seguras a pesar del “distanciamiento social”. Lea esto.
Arma una red
Claramente, tu grupo de afinidad por sí solo no será suficiente para satisfacer todas tus necesidades. ¿Qué sucede si necesita recursos a los que ninguno de ustedes puede acceder de manera segura? ¿Qué pasa si todos se enferman? Debes estar conectado a otros grupos de afinidad en una red de apoyo mutuo, de modo que si algún grupo de la red se ve superado, los demás pueden acudir en su ayuda. Al participar en una red como esta, puedes hacer circular recursos y apoyo sin necesidad de exponerse al mismo nivel de riesgo. La idea es que cuando las personas de diferentes grupos dentro de la red interactúan, emplean medidas de seguridad mucho más estrictas, para minimizar el riesgo adicional.
La frase “apoyo mutuo” ha sido lanzada últimamente, incluso por los políticos. En su sentido correcto, el apoyo mutuo no describe un programa que proporciona asistencia unidireccional para otros de la manera en que lo hace una organización de caridad. Más bien, es la práctica descentralizada del cuidado recíproco a través de la cual los participantes en una red se aseguran de que todos obtengan lo que necesitan, para que todos tengan razones para involucrarse en el bienestar de todos los demás. No se trata de un intercambio de esto por aquello, sino más bien de un intercambio de cuidados y recursos que crea el tipo de redundancia y resiliencia que puede sostener a una comunidad en tiempos difíciles. Las redes del apoyo mutuo prosperan mejor cuando es posible fomentar la confianza recíproca con los demás durante un largo período de tiempo. No tienes que conocer o que te agraden todos los demás en la red, pero todos tienen que dar lo suficiente a la red para que juntos, tus esfuerzos creen una sensación de abundancia.
El marco de reciprocidad puede parecer que se presta a la estratificación social, en la que las personas de clases sociales similares con acceso similar a los recursos gravitan entre sí para obtener el mejor retorno de la inversión de sus propios recursos. Pero los grupos de diferentes orígenes pueden tener acceso a una amplia gama de diferentes tipos de recursos. En estos tiempos, la riqueza financiera puede resultar mucho menos valiosa que la experiencia con la plomería, la capacidad de hablar un dialecto en particular o los lazos sociales en una comunidad en la que nunca pensó que se encontraría dependiendo. Todos tienen buenas razones para extender sus redes de ayuda mutua lo más lejos posible.
La idea fundamental aquí es que son nuestros lazos con otros son los que nos mantienen seguros, no nuestra protección contra ellos o nuestro poder sobre ellos. Los “preparados para el desastre” que se han centrado en construir un arsenal privado de comida, equipo y armas están poniendo las piezas en su lugar para un apocalipsis contra todo. Si pones toda tu energía en soluciones individuales, dejando a todos a tu alrededor para luchar por la supervivencia por su cuenta, tu única esperanza es superar a la competencia. E incluso si lo hacen, cuando no hay nadie más que encienda esas armas, será el último que quede, y esa pistola será la última herramienta a su disposición.
Cómo nos relacionamos con el riesgo
La aparición de un nuevo contagio potencialmente letal nos obliga a pensar en cómo nos relacionamos con el riesgo. ¿Por qué vale la pena arriesgar nuestras vidas?
Al reflexionar, la mayoría de nosotros concluiremos que —manteniendo las demás cosas iguales— arriesgar nuestras vidas solamente para seguir jugando nuestro papel en el capitalismo no vale la pena. Por otro lado, podría valer la pena arriesgar nuestras vidas para protegernos unos a otros, para cuidarnos unos a otros, para defender nuestra libertad y la posibilidad de vivir en una sociedad igualitaria.
Así como estar completamente aislados no es lo más seguro para los ancianos, tratar de evitar el riesgo por completo no nos mantendrá seguros. Si nos mantenemos estrictamente a nosotros mismos mientras nuestros seres queridos se enferman, nuestros vecinos mueren, y el estado policial se lleva todo último vestigio de nuestra autonomía, no estaremos más seguros. Hay muchos tipos diferentes de riesgo. Probablemente llegue el momento en que tengamos que repensar los riesgos que estamos dispuestos a correr para vivir con dignidad.
Esto nos lleva a la cuestión de cómo sobrevivir a todas las tragedias innecesarias que los gobiernos y la economía global nos están acumulando en el contexto de la pandemia, por no mencionar todas las tragedias innecesarias que ya estaban creando. Afortunadamente, las mismas estructuras que pueden permitirnos sobrevivir juntos al virus también nos pueden equipar para enfrentarnos a ellos.
Enfrentamiento en Milán entre la policía y anarquistas que se manifiestan en solidaridad durante las revueltas carcelarias en Italia.
Sobreviviendo a la Crisis
Seamos claros: el totalitarismo ya no es una amenaza que se ubica en el futuro. Las medidas implementadas alrededor del mundo son totalitarias en todo el sentido de la palabra. Estamos presenciando decretos unilaterales de los gobiernos imponiendo la prohibición total de viajes, toques de queda durante las 24 horas del día, verdaderas leyes marciales, y otras medidas dictatoriales.
Esto no quiere decir que no debamos implementar medidas para protegernos mutuamente de la propagación del virus. Es simplemente reconocer que las medidas que varios gobiernos están implementando se basan en medios autoritarios y una lógica autoritaria. Piense en la cantidad de recursos que se invierten en el ejército, la policía, los bancos y el mercado de valores que en la atención médica pública y los recursos para ayudar a las personas a sobrevivir esta crisis. Todavía es más fácil ser arrestado por vagancia que hacerse una prueba para detectar el virus.
Así como el virus nos muestra la verdad sobre cómo ya vivíamos, sobre nuestras relaciones y nuestros hogares, también nos muestra que ya vivíamos en una sociedad autoritaria. La llegada de la pandemia solo la hace formal. Francia está poniendo a 100,000 policías en las calles, 20,000 más que los desplegados en el punto más alto de las protestas de los gilets jaunes (chalecos amarillos). Los refugiados que necesitan asilo están siendo rechazados a lo largo de las fronteras entre los Estados Unidos y México y entre Grecia y Turquía. En Italia y España, bandas de policías atacan a trotadores en calles vacías.
En Alemania, la policía de Hamburgo ha aprovechado la situación para desalojar una tienda de refugiados autoorganizada que había estado en pie durante varios años. A pesar de la cuarentena, la policía en Berlín sigue amenazando con desalojar una barra colectiva anarquista. En otra parte, la policía vestida con uniformes de soldados de asalto para pandemias allanó un centro de refugiados.
Lo peor de todo, todo esto está ocurriendo con el consentimiento tácito de la población general. Las autoridades pueden hacer virtualmente cualquier cosa en el nombre de proteger nuestra salud, incluso matarnos.
En la medida en que la situación se intensifica, será más probable ver a la policía y los militates ocupando fuerza letal de manera creciente, ellos son los únicos que tienen la posibilidad de reunirse en grandes números. Cuando la policía se constituye como el único cuerpo social que puede reunirse en masa, no hay otra palabra que “estado policial” para describir la forma de sociedad en la que vivimos.
Ha habido señales de que las cosas iban en esa dirección durante décadas. El capitalismo solía depender de mantener a un gran número de trabajadores disponibles para realizar trabajo industrial, en consecuencia, no era posible tratar la vida tan barata como se la trata hoy. A medida que la globalización y la automatización capitalistas han disminuido la dependencia de los trabajadores, la fuerza laboral global ha ido cambiando constantemente al sector de servicios, haciendo un trabajo que no es esencial para el funcionamiento de la economía y, por lo tanto, menos seguro y pagado, mientras que los gobiernos se han vuelto cada vez más dependientes de la violencia policial militarizada para controlar el malestar y la ira.
Si la pandemia se prolonga lo suficiente, probablemente veremos más automatización (los autos auto-conducidos representan menos amenaza de infección para la burguesía que los conductores de Uber) y los trabajadores desplazados se dividirán entre las industrias de represión (policía, ejército, seguridad privada, contratistas militares privados) y los trabajadores precarios que se ven obligados a correr un gran riesgo para ganar unos cuantos centavos. Nos estamos acelerando hacia un futuro en el que una clase privilegiada conectada digitalmente realice trabajo virtual en aislamiento, mientras un estado policial masivo los protege de una subclase prescindible que asume la mayoría de los riesgos.
Ya el multimillonario Jeff Bezos ha añadido 100 mil puestos de empleo en Amazon, previendo que su compañía va a dejar a comercios locales fuera del negocio. Del mismo modo, Bezos no dará a sus empleados de Whole Foods vacaciones pagadas a pesar del riesgo constante que enfrentan en el sector de servicios, aunque les dará un aumento de $ 2 hasta abril. En resumen, todavía considera que sus vidas no valen nada, pero admite que sus muertes deberían pagarse mejor.
En este contexto, es probable que haya revuelta. Es probable que veamos algunas reformas sociales destinadas a aplacar a la población, al menos temporales para mitigar el impacto de la pandemia, pero que llegarán junto con la violencia cada vez mayor de un Estado que nadie puede imaginar prescindir, en la medida en que se malinterpreta como el protector de nuestra salud.
De hecho, el Estado mismo es la cosa más peligrosa para nosotras y nosotros, en la medida que nos impone una distribución drásticamente desigual de los recursos que nos obliga a enfrentar distribuciones de riesgo tan desequilibradas. Si queremos sobrevivir, no podemos simplemente exigir políticas más equitativas, también tenemos que deslegitimar y socavar el poder del Estado.
Estrategias para la Resistencia
Para dicho objetivo, concluimos unas cuantas estrategias para la resistencia que ya están siendo aterrizadas al suelo.
Huelgas de arriendo
En San Francisco, el colectivo habitacional Station 40 ha liderado el camino al declarar unilateralmente una huelga de alquileres en respuesta a la crisis:
La urgencia del momento exige una acción decisiva y colectiva. Estamos haciendo esto para protegernos y cuidarnos a nosotros mismos y a nuestra comunidad. Ahora más que nunca, rechazamos la deuda y nos negamos a ser explotados. No** llevaremoslacargaalos capitalistas. Hace cinco años, derrotamos el intento de nuestro propietario de desalojarnos. Ganamos por la solidaridad de nuestros vecinos y amigos en todo el mundo. Una vez más estamos llamando a esa red. Nuestro colectivo se siente preparado para el refugio en el lugar que comienza a medianoche en toda el área de la bahía. El acto de solidaridad más significativo para nosotros en este momento es que todos hagan una huelga juntos. Te respaldaremos, como sabemos que tendrásnuestro respaldo**. Descansa, reza, cuídate el uno al otro”.
STATION 40 EN HUELGA
Para millones de personas que no podrán pagar sus cuentas, esto hace una virtud de la necesidad. Innumerables millones de personas que viven de un sueldo a otro ya han perdido sus empleos e ingresos y no tienen forma de pagar el alquiler de abril. La mejor manera de apoyarlos es que todos vayamos a la huelga, haciendo imposible que las autoridades ataquen a todos los que no paguen. Los bancos y los terratenientes no deberían poder seguir beneficiándose de los alquileres e hipotecas cuando no hay manera de ganar dinero. Eso es sentido común.
La idea ya ha ido circulando de una variedad de formas distintas. En Melbourne, Australia, la rama local de la IWW está promoviendo un compromiso con la huelga de arriendo por el COVID-19. Rose Caucus está llamando a las personas a que dejen de pagar el arriendo, hipotecas people to suspend rent, mortgage, y el pago de servicios públicos durante el brote epidémico. En el Estado de Washington, Sla huelga de arriendo de Seattle está llamando a lo mismo. Inquilinos de Chicago están amenazando con una huelga de arriendo junto a personas de Austin y St. Louis. En Canadá, se está organizando en Toronto, Kingston, y Montreal. Otros han puesto a circular documentos llamando a una huelga de arriendo e hipoteca.
Para que una huelga de arriendo tenga éxito a nivel nacional, al menos una de estas iniciativas tendrá que ganar suficiente impulso para que un gran número de personas esté segura de que no se quedarán en alto si se comprometen a participar. Sin embargo, en lugar de esperar a que una sola organización de masas coordine un ataque masivo desde arriba, es mejor que estos esfuerzos comiencen a nivel de base. Las organizaciones centralizadas a menudo se comprometen temprano en el proceso de lucha, socavando los esfuerzos autónomos que dan poder a tales movimientos. Lo mejor que podríamos hacer para salir de esta experiencia más fuerte sería construir redes que puedan defenderse independientemente de las decisiones desde lo alto.
Huelgas laborales y de tránsito
Cientos de trabajadores en los astilleros atlánticos en Saint-Nazaire se declararon en huelga ayer. En Finlandia, los conductores de autobús se negaron a recibir pagos de los conductores para aumentar su seguridad frente al contagio y protestar contra los riesgos a los que están expuestos, lo que demuestra en el proceso que el transporte público podría ser gratuito.
Si alguna vez hubo un buen momento para que la clase trabajadora en apuros y precaria mostrara fuerza a través de huelgas y paros laborales, este es el momento. Por una vez, gran parte de la población en general simpatizará, ya que la interrupción de los negocios como de costumbre también puede disminuir el riesgo de propagación del virus. En lugar de tratar de mejorar las circunstancias individuales de empleados particulares a través de aumentos salariales, creemos que lo más importante es construir redes que puedan interrumpir los negocios como de costumbre, interrumpir el sistema en su conjunto y apuntar hacia la introducción revolucionaria de formas alternativas de vida y de relacionarnos. En este punto, es más fácil imaginar la abolición del capitalismo que imaginar que incluso en estas circunstancias, podría reformarse para satisfacer todas nuestras necesidades de manera justa y equitativa.
Revueltas carcelarias
Revueltas en prisiones brasileras e italianas ha resultado en una serie de fugas, incluso en fugas masivas. El coraje de estos prisioneros debería recordarnos a todas las poblaciones objetivo que se mantienen fuera de la vista pública, que son los que más sufrirán durante catástrofes como esta.
Fuente e imagen: https://lapeste.org/2020/03/sobreviviendo-al-virus-una-guia-anarquista/
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