Brasil: Em carta aberta, Internacional da Educação pede que Temer respeite direitos

Brasil / 8 de abril de 2018 / Autor: CNTE, com atualizações Rede Brasil Atual / Fonte: adufg

Em carta aberta dirigida ao presidente Michel Temer, o Secretário Geral da Internacional da Educação, David Edwards, pediu que sejam respeitados os princípios da democracia e dos Direitos Humanos no Brasil, frente aos acontecimentos que culminaram na execução da vereadora Marielle Franco no Rio de Janeiro há 18 dias, e com a perseguição judicial e midiática ao ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

“A Internacional da Educação e suas afiliadas em todo o mundo clamam para que o governo do Brasil tome passos decisivos para entrar em conformidade com tratados de obrigações de longo prazo, para reforçar, nacional e internacionalmente as leis de proteção dos direitos fundamentais, de direitos de processos com honestidade e juízo justo para todos os cidadãos brasileiros”, afirma Edwards.

A Internacional da Educação reúne 400 sindicatos da educação em 177 países, tem suas entre suas afiliadas a Federação de Sindicatos de Professores e Professoras de Instituções Federais de Ensino Superior e de Ensino Básico Técnico e Tecnológico (PROIFES-Federação) e a Confederação Nacional de Trabalhadores da Educação (CNTE).

Para:

Michel Temer
Presidente da República Federativa do Brasil
Palácio do Planalto – Praça dos Três Poderes
Brasília DF – CEP: 70.150-900
Brasil

Vossa Excelência,

Em nome dos 32,5 milhões de educadores representados pela Internacional da Educação, como uma federação global de 400 sindicatos de educação em 177 países, incluindo a Confederação Nacional dos Trabalhadores em Estabelecimentos de Ensino (CONTEE), a Confederação Nacional dos Trabalhadores em Educação (CNTE) e a Federação de Sindicatos de Professores e Professoras de Instituições Federais de Ensino Superior e de Ensino Básico Técnico e Tecnológico (PROIFES-Federação), expressamos profunda preocupação com a deterioração da democracia e a escalada da violência no Brasil.

Como signatários da Carta Democrática Interamericana, as autoridades brasileiras devem respeitar e garantir “os direitos humanos e as liberdades fundamentais, o acesso e o exercício do poder em conformidade com o estado de direito, a realização de eleições periódicas, livres e justas na votação secreta e no sufrágio universal como expressão da soberania do povo, do sistema pluralista de partidos e organizações políticas e da separação de poderes e independência dos poderes do governo”, conforme consagrado no artigo 3º da Carta. Nós, professores e pessoal de apoio à educação, ensinamos esses valores fundamentais em nossas escolas à medida que desenvolvemos cidadãos que conhecem seus direitos e defendem os de outros.

O mundo tem observado com preocupação como esses princípios democráticos fundamentais, o estado de direito e a independência do judiciário se desgastaram desde o impeachment da presidente Dilma Rousseff.

As ações contra o ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a longa campanha de assédio político e a evidente falta de provas questionam se o devido processo legal foi politizado e sequestrado para influenciar as próximas eleições presidenciais.

Isso ocorre em um clima de crescente violência contra os defensores dos direitos humanos, conforme destacado em uma declaração do Relator Especial da ONU que se referiu ao assassinato de Marielle Franco como uma tentativa de “intimidar todos os que lutam pelos direitos humanos e o Estado de Direito no Brasil”.

A Internacional da Educação e suas afiliadas em todo o mundo exortam o governo do Brasil a tomar medidas decisivas para cumprir suas obrigações de longo prazo, aplicar a lei nacional e internacional para proteger os direitos fundamentais ao devido processo e a um julgamento justo para todos os cidadãos brasileiros. Para que a luz cintilante da democracia brasileira possa se restaurar como um farol para o mundo, isso depende em grande parte de sua liderança nesses tempos críticos.

Com nossos melhores cumprimentos,

David Edwards

Secretário geral

Internacional da Educação

Fonte:

http://www.adufg.org.br/noticias/em-carta-aberta-internacional-da-educacao-pede-que-temer-respeite-direitos?periodo=2015-12

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Brasil: Temer envía al Congreso un proyecto para cobrar mensualidad en todas las Universidades públicas

Brasil / 25 de enero de 2018 / Autor: Reuters / Fuente: Aporrea

Después de congelar por los próximos 20 años las inversiones reales en educación y acabar con la CLT a través de la aprobación del proyecto de tercerización general e irrestricta en el país, el gobierno Michel Temer quiere ahora cobrar mensalidades en Universidades e Institutos Federales.

El cobro fue defendido con vehemencia por la secretaria ejecutiva del Ministerio de Educación, Maria Helena Guimarães de Castro, en reunión con dirigentes de la Federación del Sindicato de Profesores y Profesoras de Instituciones Federales de Enseñanza Superior y de Enseñanza Básica Técnica y Tecnológica (Proifes-Federación ), el mes pasado en Brasilia (DF). La información está en la página de la propia Federación.

«Yo soy de universidad, defiendo la educación pública, pero creo que tenemos que mirar la situación real. No podemos crear situaciones incompatibles con el mundo que estamos viviendo, de caída de ingresos, de cambio en el paradigma de la economía del país. aumentamos en nómina «, afirmó Maria Helena durante la reunión. Poco después, el secretario citó las realidades de la educación superior en Portugal, Inglaterra, Francia y Alemania. «Por cierto, ni siquiera sé que países tienen universidades públicas plenamente gratuitas para todos, independientemente de la situación socioeconómica, Brasil no puede quedarse fuera del mundo real», dijo.

Para el ex ministro de Educación del gobierno Dilma Rousseff Aloizio Mercadante, la propuesta de cobro de cuotas en las Universidades y en los Institutos Federales es un retroceso sin precedentes y va a aumentar la exclusión en la educación superior. «Este proceso forma parte del golpe que realiza una ofensiva contra todos los avances sociales que tuvimos en la última década, que fueron los mayores de la historia reciente de Brasil», afirmó.

Mercadante dijo que en la realidad brasileña, en que la enseñanza superior es predominantemente privada, el gran problema para la inclusión y para la permanencia de los más pobres en las universidades es la renta. «Para enfrentar la cuestión de la renta, implementamos programas fundamentales, como el ProUni, el Fies y la política de cuotas, y avanzamos de manera sin precedentes en el rescate de un pasado de exclusión social en la educación», dijo el ex ministro.

Según Mercadante, «la educación brasileña es retardataria, resultado de un capitalismo tardío, marcado por casi cuatro siglos de esclavitud y por un pasado colonial, que dejaron cicatrices profundas en nuestra historia».

El ex ministro recordó que la Universidad de Bolonia fue fundada en 1088, la de París 1170, la de Cambridge en 1290, la de Salamanca en 1218, la de Coimbra en 1290 y en las Américas, Harvard en 1636. «En Brasil, primera universidad data de 1920, cuando todos los países de América Latina ya poseían una o más universidades «, afirmó. «Están proponiendo un retraso inaceptable para la educación brasileña, la universidad es educación, investigación, innovación y extensión», finaliza.

FHC

La necesidad de cobro de mensualidad en las universidades federales fue fuertemente defendida por los gobiernos Fernando Henrique Cardoso (PSDB), de 1995 a 2002, período en que María Helena ocupó la presidencia del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas Anísio Teixeira (Inep) y la misma secretaría ejecutiva del MEC.

El tema quedó fuera de la pauta nacional durante 13 años, durante los gobiernos del PT, momento en que las Universidades e Institutos Federales, en razón del Encuentro, experimentaron el mayor crecimiento de la historia.

Fuente de la Noticia:

https://www.aporrea.org/educacion/n320046.html

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Temer, el abismo y después

Por: Atilio Boron

Una visita a Río de Janeiro me dio la oportunidad de conversar con numerosos amigos, militantes sociales y colegas que participaron en el estupendo seminario internacional que organizara la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) junto con otras instituciones académicas, en conmemoración del primer centenario de la Revolución Rusa. De esos fructíferos intercambios con mis interlocutores brota el siguiente diagnóstico sobre la situación brasileña, que me permito compartir con mis lectores.

A fines de agosto de 2016 una gavilla de bandidos del Congreso brasileño –varios de los cuales ya están en la cárcel condenados por delitos de corrupción- perpetró con la complicidad de la prensa canalla –con la Red Globo a la cabeza- y con el auspicio de la clase dominante y de “la embajada” un golpe de Estado que presentaron a la opinión pública como si fuera el resultado de un “juicio político” y depusieron de su cargo a la presidenta Dilma Rousseff. [1] Esta había derrotado al candidato de la “derecha dura” en el balotaje de noviembre del 2014, Aécio Neves, pero lo hizo en nombre de un gobierno que -en un acto que sólo puede calificarse como suicida- había desmovilizado y desorganizado al instrumento político que lo había instalado en el Palacio del Planalto, el PT. Privada de ese apoyo Dilma no tuvo fuerzas para resistir el chantaje de los mercados y del partido derrotado en las urnas y a la semana de asumir su segundo turno presidencial tuvo que designar un gabinete en el cual los cinco principales cargos quedaron en manos de integrantes del equipo de Neves, lo cual no podía sino terminar por desmoralizar y desarmar ideológica y políticamente quienes un par de meses antes habían ratificado su confianza en ella. La designación del cavernícola economista neoliberal de la Universidad de Chicago Joaquín Levy como ministro de Hacienda marcó la total y definitiva sumisión de su gobierno ante el capital financiero. Por eso, cuando la asociación ilícita que se había apoderado del Congreso brasileño decidió eyectarla de su cargo nadie acudió en su auxilio y las calles y plazas de Brasil quedaron vacías. Un gobierno que había sido electo por más de 54 millones de brasileños fue incapaz de movilizar a unos pocos miles de sus partidarios para detener la conspiración de los mafiosos sentados en las bancas parlamentarias.

Conclusión: la alianza político electoral que el PT sellara con los enemigos de clase, representados sobre todo por el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño, surgido en los años de la dictadura y partido del por entonces vicepresidente Michel Temer) y con otras fuerzas políticas de la derecha representantes del agronegocio y los evangélicos más reaccionarios; el continuismo (si bien con algunos atenuantes en materia de política social) del paradigma macroeconómico neoliberal instalado durante el gobierno de Fernando H. Cardoso y la ingenua ilusión de creer que por llegar al gobierno una fuerza política conquista el poder tuvieron el lamentable remate que era de esperar, y Dilma fue su víctima. Una verdadera desgracia, para el pueblo brasileño y para todos los de Nuestra América. Desgracia que no fue el inexorable veredicto del destino sino producto de una acumulación de gruesos errores y extravíos políticos que arrancan desde el primer turno presidencial de Lula. Temas, por otra parte, archiconocidos, por lo que no viene al caso referirlos una vez más en esta breve nota.

Dicho lo anterior, lo más preocupante ahora es la ausencia de una alternativa política para poner fin a un gobierno tan reaccionario como el de Michel Temer. En principio Lula podría triunfar si se procediera a un llamado anticipado a elecciones directas, pero para eso se requeriría una enmienda constitucional que un Congreso corrupto hasta la médula no está dispuesto a aprobar. Recuérdese que el zar de la industria frigorífica mundial, Joesley Batista, afirmó haber comprado en los últimos veinte años la voluntad política de más de 1800 dirigentes políticos entre senadores, diputados federales, estaduales, intendentes y concejales, y no fue el único en hacer aportes para obtener favores legislativos o de las autoridades. Lo que se baraja entonces es la posibilidad de que se designe a un notable de la vida pública brasileña para que concluya el mandato de la fórmula Rousseff-Temer y se convoque a elecciones en octubre del año próximo para elegir al próximo presidente. Hay algunos candidatos, pero el ambicioso Fernando H. Cardoso ya se autopostuló, aunque su nombre suscite intensas polémicas y movilice viejos rencores en su propio partido, el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) y las demás fuerzas de la derecha. Claro que si la presión de la calle alcanzara inéditas cotas de movilización popular no sería imposible que, ante el temor de un derrumbe de la frágil institucionalidad democrática, los delincuentes del Congreso (no todos, porque obviamente hay unas pocas honrosas excepciones) podrían ceder posiciones y habilitar el llamado a elecciones en los próximos meses. Menos probable sería una convocatoria para una nueva asamblea constituyente, tema tabú para los gobiernos de derecha de América Latina. Por supuesto que si tal cosa llegara a ocurrir el aparato judicial brasileño, socio inseparable de la derecha más reaccionaria del país, pergeñaría todo tipo de maniobras leguleyas para inhabilitar a Lula e impedirle postularse para ejercer cualquier cargo público en los próximos diez años y, de ese modo, sacarlo “legalmente” de la competencia electoral. O sea, un “golpe preventivo”.

Suponiendo que el miedo a un desborde pre-insurreccional convenza a la pandilla del Congreso de otorgar luz verde a la enmienda constitucional y se autorice el llamado a elecciones presidenciales anticipadas, lo que quedaría en pie, según mis informantes, es la incógnita acerca de si Lula, en caso de ganar las elecciones, trataría de hacer algo diferente a lo hecho durante su gestión presidencial anterior o si se contentaría con repetir lo actuado en el pasado. Porque si fuera para hacer lo mismo -y cometer los mismos errores que resultaron en la caída de Dilma: sometimiento al gran capital, desmovilización política y sindical, oídos sordos a los reclamos populares- el resultado final podría ser una crisis peor aún que la de estos días y la clausura, por mucho tiempo, de cualquier alternativa de izquierda. Tendría sentido un retorno de Lula si es que se propusiera desmontar el infernal predominio del capital financiero [2] , del agronegocio, de los sectores industriales paulistas agrupados en la FIESP, de la prensa canalla que envilece y envenena día a día a su pueblo y si, además, redefiniera la inserción internacional del Brasil rompiendo su escandalosa dependencia neocolonial de Estados Unidos promovida por Temer. [3] En caso contrario su regreso al Planalto sólo serviría para agudizar las contradicciones que hoy desgarran a la sociedad brasileña. No sería exagerado extender este razonamiento también a un eventual retorno de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia de la Argentina, tema sobre el cual ya nos ocupamos en su momento y volveremos a hacerlo próximamente. En ambos casos la pregunta pertinente es: ¿retornar para hacer qué? Repetir lo bueno, en ambos casos, es urgente y necesario. Pero no lo es menos realizar una profunda autocrítica para evitar caer en los mismos desaciertos que provocaron, tanto en uno como en otro país, desenlaces tan deplorables como la inesperada victoria electoral de Mauricio Macri o el incontestado “golpe blando” de Michel Temer.

La urgencia de encontrar una salida a la crisis es vertiginosa si se toma en cuenta que el nivel de aprobación popular del presidente Michel Temer es inexistente en la medida en que oscila entre un 2 y un 4 por ciento y que los poderes fácticos que dominan Brasil ya han decidido soltarle la mano. [4] ¿De qué lo acusan? No de ser un corrupto, delatado pública e irrefutablemente por la grabación del ya mencionado Joesley Batista. Eso es lo de menos. Su pecado ha sido su ineptitud para sacar las leyes que la derecha necesita: desmontar la legislación laboral procedente del varguismo y el “trabalhismo” brasileño y de los mejores años del PT –restableciendo jornadas laborales de 12 horas e instalando la precarización del trabajo- y establecer un nuevo régimen previsional que requeriría 49 años ininterrumpidos de aportes para acogerse al beneficio jubilatorio con lo que, de hecho, acabarían con la jubilación como derecho para la enorme mayoría de la población brasileña, situación que en los hechos ya existe en algunos países de la región. Pero sería injusto negar la saña antipopular del usurpador: logró aprobar una absurda –e inviable- enmienda constitucional (la PEC 55) que congela el gasto público en educación y salud por los próximos veinte años, hasta el 2036, y al igual que su colega argentino está atacando sin piedad a las universidades públicas algunas de las cuales padecen un retraso salarial de varios meses. [5] En un alarde de incompetencia la Cancillería brasileña, otrora considerada una de las más profesionales del mundo, ofuscada por su patológica obsesión por atacar al presidente Nicolás Maduro cometió un error que sin duda figurará imbatible en el libro de records Guinness. Al referirse al inminente viaje de Temer a Rusia (programado para el 20-21 de Junio) el sitio web de Itamaraty anunció, textualmente, que el presidente se dirigiría a la “República Socialista Soviética de Rusia” para entrevistarse con Vladimir Putin. La increíble gaffe permaneció en pantalla durante 22 minutos hasta que un tsunami de burlas de los críticos del gobierno advirtieron a los funcionarios del ministerio de su grosero error y corrigieron la información. Un botón de muestra de la situación que hoy permea en el gobierno.

El problema es que siendo Temer corrupto e inútil no hay muchos con mejores credenciales que él, y por ahora se lo sostiene a la espera de la aparición de un mesías de una clase dominante profundamente dividida y carente de una alternativa política viable y eficaz, capaz de obtener del Congreso las leyes que otorgarían sello legal a un retroceso en materia de derechos laborales, previsionales y sociales a la época anterior al surgimiento del varguismo en los años treintas del siglo pasado. Buena parte de los dirigentes de sus primeras líneas están procesados o en la cárcel. Por una cruel ironía de la historia la única opción bien podría ser la de uno de los ex funcionarios de la CEPAL y (arrepentidos) fundadores de la teoría de la dependencia y ex profesor de “Metodología Marxista” en los cursos de la FLACSO de Santiago de Chile en 1967, Fernando H. Cardoso. Pero aún cuando tal cosa ocurriera, el nivel de corrupción del Congreso es de tal magnitud que para obtener una ley el eventual sucesor de Temer requeriría poseer algo más que la elegancia discursiva y la sutileza argumentativa de Cardoso. Tendría que reincidir en las tramoyas de rutina y re-editar las prácticas tradicionales del intercambio de favores y la compra de votos, y la situación judicial y el clima de la opinión pública no son para nada propicios para apelar una vez más a tales estrategias.

Por lo tanto lo que parece avecinarse es el derrumbe del sistema político, ya seriamente debilitado y deslegitimado por el sinfín de denuncias y delaciones por actos de corrupción y atribulado por una probable ofensiva popular de inédita envergadura en el país. El paro nacional del 28 de abril tuvo una resonancia como tal vez nunca antes en la historia brasileña, y se vienen nuevas convocatorias. Las fuerzas de izquierda política, incluyendo un sector del ala más radical del propio PT (que había sido marginada por Lula y por Dilma, pese a lo cual en el último congreso del partido tuvo una actuación deslucida que en nada contribuyó a la necesaria autocrítica de la experiencia del gobierno petista) más un enjambre de organizaciones sindicales (principalmente la CUT (Central Única de Trabajadores, dirigida por el PT) y la CTB (Central de los trabajadores y trabajadoras del Brasil, conducida por el PCdoB) y diversos movimientos sociales entre los que sobresalen el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra), los Sin Techo y muchos otros parecen estar dispuestos a librar la batalla decisiva contra el régimen golpista y por la construcción de una genuina democracia. No obstante, allí también se encuentra una división en el campo popular entre quienes tienen como prioridad garantizar la candidatura de Lula en el 2018 y los que pretenden, antes que nada (y desentendiéndose de ese tema) poner coto a la contrarreforma de la derecha. Es un debate muy complicado y es difícil saber como será saldado. Lo único cierto es que si estas fuerzas no ganan la calle nada cambiará en Brasil.

El temor de la burguesía brasileña y sus jefes en el corazón del imperio es muy grande, porque la pertinaz recesión económica y la crisis de legitimidad que arrastra a toda la clase política, al empresariado, a los gobiernos estaduales y locales es de tal magnitud que las fórmulas tradicionales del compromiso de las oligarquías partidarias y el “jeitinho” politiquero que todo lo resolvía son dispositivos muy desgastados y demasiado débiles, que difícilmente podrían ser exitosos frente a una amenaza de la magnitud que tiene la que se yergue en la vereda de enfrente. Molecularmente se está constituyendo en Brasil lo que Lenin denominara una “situación revolucionaria”: los de arriba ya no pueden seguir dominando como antes y los de abajo (por lo menos un sector importante de ellos) no quieren seguir siendo dominados. Que esta situación desemboque en una salida revolucionaria requiere de una combinación de condiciones objetivas y subjetivas que el revolucionario ruso jamás concebía de manera mecánica o lineal, y que todo indica que aún no parecen haber madurado lo suficientemente en Brasil. Pero, sin llegar al extremo revolucionario, el desenlace de la actual crisis podría producir una radical modificación en la correlación de fuerzas que hoy opone a burgueses y proletarios, estos últimos definidos teniendo en cuenta las grandes transformaciones que el capitalismo contemporáneo operó sobre la estructura y la morfología del universo asalariado. [6] Más allá de esto, se impone aquí una vieja verdad: la solución de la crisis política brasileña no brotará del rodaje de las instituciones del Estado, de los acuerdos parlamentarios o las sentencias de los jueces sino de la dinámica del conflicto clasista, del protagonismo de la calle. Es decir, de la movilización popular y la voluntad de lucha de las clases y capas populares resueltas a poner fin al ajuste y redefinir el rumbo de la sociedad brasileña. Sólo ellas podrán resolver el endemoniado entramado de corrupción, venalidad y latrocinio que caracteriza a la clase política brasileña. Tarea difícil, muy difícil pero no imposible. Ojalá que las clases y capas populares tengan la clarividencia para discernir las vías de solución a la crisis, la organización que convierta su fuerza potencial en fuerza política real, y el valor para lanzarse a esa necesaria empresa de transformación revolucionaria y regeneración ética que tanto necesita el gran país sudamericano.

Notas:


[1] Para quienes tengan dudas acerca del protagonismo de Washington basta con recordar que quien se desempeñó como embajadora de EEUU a lo largo de toda la farsa del “juicio político” fue nada menos que Liliana Ayalde, quien también ocupara ese cargo cuando se fraguó el golpe de Estado en contra de Fernando Lugo en Paraguay. Lo que se dice, una “experta” en demoliciones de gobiernos progresistas y en articular las coaliciones necesarias para garantizar el éxito de sus planes golpistas. Regresó a su país una vez consumada la defenestración de Dilma. Ahora es nada menos que la jefa civil del Comando Sur.

[2] Téngase en cuenta que en el año fiscal 2016 el 43.9% del presupuesto federal de Brasil se destinó al pago de los intereses y la amortización parcial de la deuda pública. Consultar: http://www.auditoriacidada.org.br/blog/2017/05/31/panfleto-explicativo-consulta-nacional/ El endeudamiento del sector público y el pago de exorbitantes tasas de interés concretaron una fenomenal transferencia de ingresos a favor del capital financiero, enemigo jurado del gobierno petista.

[3] Un ejemplo: la invitación de Temer a que EEUU participe, por primera vez en su historia, en un ejercicio militar conjunto en la Triple Frontera Amazónica (Brasil, Colombia y Perú). La Amazonía había siempre estado celosamente resguardada de cualquier presencia estadounidense. Ya no más. Ver http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39826017 así como el texto de Silvina Romano y Amílcar Salas Oroño, “Brasil y el Cono Sur en la Geopolítica Estadounidense”, disponible en http://www.celag.org/brasil-y-el-cono-sur-en-la-geopolitica-estadounidense/

[4] El 2% lo asegura “nossapolitica.net/2017/06” y el 4 % surge de una encuesta de Barómetro Político realizada por la Consultora IPSOS y que señala que el 92% de los entrevistados dicen que el gobierno avanza por un rumbo equivocado, el 75% lo califica como malo o pésimo mientras que apenas un 4% asegura que es un gobierno bueno u óptimo.

[5] La «congelación» es una medida absurda y ridícula. La población total del Brasil en 2016 era de 206 millones de personas. En veinte años más se incrementará en casi treinta millones, llegando a 234 millones para los que habrá que disponer de los mismos fondos “congelados” en materia de salud y educación del año 2016. Es decir, no más escuelas ni hospitales ni dispensarios médicos, y a repartir entre esta acrecentada población los fondos que había en el 2016. Lo que se llama una “bomba de tiempo” político. En lo que hace al retraso salarial los docentes y el personal administrativo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) están recién ahora cobrando sus sueldos de marzo, y fraccionados.

[6] Sobre este tema resulta imprescindible consultar la obra de Ricardo Romero Laullón y Arantxa Tirado Sánchez, La clase obrera no va al paraíso. Crónica de una desaparición forzada (Madrid:AKAL, 2016)

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228358

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