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Lucas Platero: “La transexualidad plantea un reto muy interesante”

24 de enero de 2018 / Fuente: http://blog.tiching.com/

¿Cómo definiría la transexualidad?
Alejarse del sexo asignado en el nacimiento. Hay quien señala una genitalidad o corporalidad determinada con relación al sexo, pero hay personas que no se sienten cómodos con esta clasificación. Para algunas personas sería un tránsito de un sexo a otro, pero otras personas trans lo perciben como un proceso más complejo y diverso.

¿Cuáles son las primeras sensaciones en una niña o niño trans?
El proceso de sociabilización está enfocado a entender que el mundo está dividido entre niños y niñas y, en la medida en que acceden al lenguaje, quedan claramente marcados estos estereotipos de género. Pero hay personas que desde muy jóvenes entienden que no encajan ahí, en ese lugar que les hemos asignado. Este proceso en algunos casos es muy temprano, pero en otros puede llevar toda una vida. Tiene manifestaciones muy diversas como sensaciones corporales, no querer ponerse un tipo de ropa o jugar a determinados juegos. Desde pequeños pueden aparecer las primeras sensaciones y te planteas si el entorno te entenderá y si es mejor mentir o callar para que la gente más cercana te acepte. Una situación muy difícil para una persona muy joven.

¿A qué se enfrenta un niño o niña trans en una escuela?
A las risas y, posiblemente, al pensamiento por parte de familias y profesores de que es una fase pasajera, que no es importante, que tiene como objetivo llamar la atención, o que es el resultado de una actitud rebelde de ir a la contra. Existe una cierta tendencia a negar la realidad. Para un niño o niña la sensación es que, si se porta bien le recompensan, y si desobedece le pueden castigar. Ante esta realidad de falta de apoyo es muy fácil interiorizar sentimientos negativos que pueden derivar, sin el apoyo correcto, en pesadillas, en una mala imagen propia e incluso, en estados depresivos.

¿Con qué herramientas debemos dotar a la infancia trans para que pueda enfrentarse mejor a su realidad?
Lo más importante que tenemos que hacer las personas adultas es escuchar. A veces lo que un niño o una niña quiere es mucho más sencillo de lo que parece, ya que puede aspirar simplemente a no vestirse con determinada ropa, o no participar en algunos juegos o simplemente, le gustaría identificarse con un nombre que no marque tan claramente su identidad. Las personas adultas, y concretamente los padres, cuando se encuentran ante esta situación muchas veces empiezan a pensar en cosas que no tocan en ese momento, como la medicación, la cirugía o llevarlo a un centro de salud mental. Lo que realmente necesitan los niños y las niñas es que se esté a su lado y se les muestre comprensión, escuchar poco a poco sus necesidades e ir dando pasos juntos.

Pero esto no siempre resulta fácil para algunos padres y madres…
Lo importante es acompañar. La transexualidad plantea un reto muy interesante, ya que como adultos nos enfrentamos a una situación que desconocemos, igual que esa niña o niño. Por ello, se abre una bonita oportunidad de aprender conjuntamente. Esto también sucede en otros temas, como las altas capacidades o la diversidad funcional… Los padres e hijos tienen que establecer una relación basada en “vamos a ir viendo”, e ir probando, pero siempre atreviéndose a escuchar sin castigar y sin imponer su autoridad a la fuerza.

Hay que romper muchos prejuicios…
Las personas adultas tenemos prisa por resolver los conflictos, y lo fundamental es tener paciencia e ir actuando. Nos enfrentamos al arraigo de nuestras creencias binarias. De pronto, con este tipo de experiencias tenemos que empezar a reflexionar y darnos cuenta de cosas aparentemente tan sencillas, como que sacar la basura no es una actividad exclusivamente masculina, que el rosa y el azul son simplemente colores, que no deben determinar nada, que una Barbie es una muñeca con la que se juega. Las actividades o los juegos son precisamente eso, actividades y juegos y no podemos dramatizar ni pensar que todo lo que hacen los niños y las niñas tiene significado trascendental para el futuro.

¿Cómo podemos ayudar a los niños y las niñas en una clase para que puedan aceptar e integrar a sus compañeros trans?
Lo más importante es que las personas adultas repensemos lo que decimos y lo que hacemos delante de los más pequeños. Si hacemos un drama sobre lo que supone ser distinto, no vamos ayudar a transmitir un mensaje apropiado ni educativo. Sin embargo, y me pongo en la piel de docente, si en clase incorporamos de forma natural que existe la diferencia, podemos hablar tranquilamente de un niño o niña trans, de un gay o de un inmigrante africano. Los docentes tenemos que incorporar una mirada crítica para no dar por bueno el binarismo, en el que todo lo masculino acostumbra a ser lo mejor, y lo femenino tiene connotaciones negativas.

Por tanto, el mejor ejemplo es la naturalidad.
Los libros de texto no hablan de personas migrantes, trans, mujeres… No ponemos ejemplos, sin ser conscientes podemos estar transmitiendo actitudes y acciones racistas, transfóbas, clasismo o sexismo… El profesor o profesora tiene que plantear todas estas cosas con naturalidad, no como algo excepcional. A partir de este ejercicio de cotidianeidad cualquier cosa que pase en el aula será educativa, ya que si un día pones un ejemplo en que salen dos madres o una familia que migra, generas este espacio de aceptación, con lo que ya no resulta necesario abordarlo de una forma especial o extraordinaria.

¿Qué actuaciones son necesarias para una mayor comprensión e integración de niños y niñas trans en las escuelas?
Repensar los espacios, los roles sociales, nuestros hábitos. La escuela debe aprovechar el reto que podemos aportar las personas trans, para replantearnos cómo actuamos. Me refiero a reflexionar sobre un espacio como el cuarto de baño, a normativas sobre ropa como uniforme, gorras, faldas, tatuajes… Los profesores y profesoras debemos dar ejemplo desde lo cotidiano y mostrarnos como somos: gordos, adoptados, trans, con inquietudes… Además, debemos dejar un mensaje muy claro y ser inflexibles: el acoso no se va a permitir y que todas las personas tienen derecho a estar en la escuela para crecer y aprender.

¿Está el sistema educativo actual preparado para tratar convenientemente la diversidad?
Se puede hacer. A veces lo que debemos hacer los profesores es alejarnos un poco de lo que nos marcan los planes educativos por ley. En ocasiones debemos actuar un poco a pesar de la ley. Nadie nos determina que debemos tratar el racismo en el aula, pero muchos lo hacemos. Tampoco tenemos en cuenta que hay alumnos que no tienen recursos para comprar los libros que les pedimos que lean y debemos contemplarlo para poder ofrecer soluciones.

En general, ¿existe sensibilidad por parte de los profesores para tratar casos de transexualidad?
Cada vez más hay más interés por estas vivencias. Cuando publicamos el libro “Trans*exualidades, acompañamiento, factores de salud y recursos educativos” la gente me decía: “no estamos preparados para abordar este tema”, pero yo no lo veo así. Tengo la sensación que hay muchos profesionales interesados en generar situaciones amables para sus alumnos y quieren saber más. Para ello hay que formarse y hay que leer, el trabajo que realizamos con la editorial Bellaterra va en esta línea, generar literatura que pueda ser útil. Percibo que cuando participo en charlas y conferencias sobre este tema hay mucho interés y la sala está llena de docentes que quieren que les demos pistas y herramientas para tratar este asunto de la mejor manera.

Pero en algunos casos todavía es un tema tabú.
Es cierto que todavía en algunos casos puede ser un tema tabú, sobre todo en determinadas escuelas privadas o concertadas, pero lo que yo percibo es que existe mucho interés en conocer y aprender para dar la mejor respuesta posible. Eso no quita para saber de malas prácticas que todavía persisten y sobre las que hay que seguir incidiendo, con la ley en la mano.

¿Conoce algún proyecto educativo especialmente significativo sobre educación en igualdad y derechos del LGBT?
Hay algunos centros educativos que están haciendo esfuerzos en este sentido. Un buen ejemplo es el del Instituto San Isidro de Madrid que está construyendo las bases para convertirse en LGBTfriendly, así es como ellos mismos lo definen. Están desarrollando una excelente labor para acoger a chicos y chicas que se han sentido mal o que han sido rechazados en otros colegios. Asimismo, en el IES Renacimiento donde trabajo estamos impulsando diversas acciones y organizamos regularmente mesas de debate o damos voz a testimonios personales, lo cual resulta muy enriquecedor y fomenta la percepción de aceptación a la que hago referencia en todo momento.

¿En qué aspectos considera que se ha avanzado respecto a tiempos pasados en la aceptación de niños y niñas trans?
Hemos pasado de considerarlo un tema tabú a que empiece a existir material educativo que ayude a entender y hacer cotidiana la existencia de la transexualidad. Hay varias asignaturas curriculares en las que caben claramente estos temas, pero lo más interesante es poder tratarlo de manera transversal en todas las asignaturas, ya sean de matemáticas, física o literatura, ya que en todas ellas se pueden poner sencillos ejemplos que fomenten la aceptación.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/lucas-platero-la-transexualidad-plantea-reto-interesante/

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«¿Profesora, es usted hombre?»: la vida de una mujer transexual en el aula de clases

Por: Revista Semana

Maestra, madre de dos niños y pastora en una iglesia, Alexya Salvador ejerce varios roles en su vida sin reprimirse. Desde que optó por asumir su identidad como mujer, sus esfuerzos se han centrado en educar para eliminar los prejuicios.

La sala está en silencio cuando entra Alexya. «Vamos a hacer las tareas de la clase», dice. Solo se escucha el sonido de sus tacones en el suelo de madera. Se arregla su delantal bordado y mira seria a sus alumnos de séptimo curso. A pesar de su fama de ser estricta, es la favorita de muchos estudiantes.Tiene algo diferente en su forma de reír, hablar, «y dar el contenido de las clases», dicen. Tiene algo diferente en sí misma: es la única maestra transexual que la mayoría de los adolescentes ha tenido.

«Además de portugués, inglés y la forma correcta de escribir, enseño lo que es la diversidad», dice Alexya Salvador, de 36 años, quien trabaja en una escuela estatal en Mairipora, en el área de Sao Paulo.

La transición de Alexander a Alexya ocurrió en 2012, cuando daba clases en otra institución estatal. En aquellos días, se tomó una licencia de 15 días para asumir completamente la identidad femenina. Al regresar, se volvió a presentar a los estudiantes. Al ser Alexander era profesor, pero como Alexya adquirió otras responsabilidades: es pastora auxiliar y madre. Celebra los servicios de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), un grupo cristiano abierto a los fieles de la comunidad LGBT, y adoptó Gabriel y Ana Maria, los hijos de su esposo Roberto.

En ambas situaciones, fue pionera. A fines de año será la primera reverenda transexual de la ICM que hay en América Latina y fue la primera transexual en adoptar a un niño en Brasil.

En la escuela, su transformación ha llevado a la discusión sobre los géneros en clase. Las preguntas sobre el tema comenzaron a aparecer en las lecciones de gramática, como un día cuando un alumno le dijo: «Profesora, para mí siempre será un hombre». El joven se sentía incómodo con el maquillaje y el pelo liso y el cuerpo de Alexya, quien mide más de 1,80 m.

«Vi que él estaba nervioso y le dije: ‘Habla, vivimos en una democracia, te escucho‘. No le impuse nada. Solo lo invité a la reflexión y le dije: ‘Si aun después de todo lo que te he mostrado ves a un hombre vestido de mujer y respetas a ese hombre vestido de mujer, está muy bien. Eres libre de estar de acuerdo o no, pero debes respetar‘».

Alexya dice que hablar de la identidad no solo hace que los estudiantes sean más tolerantes. Cree que el debate, a menudo iniciado por los mismos alumnos, ayuda a formar ciudadanos con el poder de la argumentación. «Dejo que traigan sus realidades. Porque los niños quieren ser escuchados. Muchos de ellos no tienen un padre y una madre que se siente a hablarles», dice la profesora.

El prejuicio, dice, no es común en los niños. El mayor problema está en los adultos. Como un anterior director de la escuela que insistía en llamarla Alexander, o como el personal de la escuela que le volteaba la mirada, o los padres que la acusaban de convertir a sus hijos en homosexuales y lesbianas. «¿Cómo una madre puede venir a pelear porque le hablé a su hijo de que tiene que ayudar con las tareas del hogar? Hablar de género no es sobre el sexo, es discutir sobre la condición humana», explica.

 

Para Larissa Oliveira, de 12 años, mucho ha cambiado en su clase desde que llegó Alexya, especialmente en las definiciones de lo que es una tarea de un niño o una niña. «A mí, por ejemplo, me gusta jugar con la pelota y los chicos decían que yo era lesbiana. Pero la profesora de inmediato explicó las cosas, dijo que el fútbol no es sólo para los hombres, que no hay que elegir entre qué es correcta para hombres o mujeres», cuenta. «Nos enseñó mucho acerca de los prejuicios, del sexismo y otras cosas. Es una persona maravillosa, me encanta su pasión», agrega.

La proximidad a los estudiantes hizo que Alexya se convirtiera en su persona de confianza para algunos. Sentada en la cafetería de la escuela, recuerda a un estudiante de escuela primaria que llamó para decirle que era homosexual y pedir consejo. La familia del niño era muy religiosa y los padres había impedido la visita de un primo que se asumió como gay anteriormente.

«Mientras él lloraba, lo único que podía decirle era que no era una aberración, sino un niño hermoso y sano. No quería darle un consejo para que mañana dijera ‘hice lo que me dijo y ahora estoy en la calle, mi padre me golpeó‘. Le dije que iba a llegar el momento adecuado. Le aconsejé que estudiara mucho para un día ser independiente y vivir su vida», cuenta Alexya. Al abrazar al niño, la profesora viajó en sus recuerdos. Se vio llorando en la escuela, en el estacionamiento, mientras era golpeada por sus compañeros por ser «el bicho raro» de la clase.

Más de veinte años después, no olvida lo que dijo su profesor de educación física al ver esa escena: «¿No quieres ser molestado? Quédate callado». Pero hoy, cuando oye que alguien en la clase usa la palabra «maricón», Alexya hace un escándalo.

Madre y pastora

Para Alexya, la idea de que puede moldear la identidad o la sexualidad del hijo o la de alguien más la ve como algo «demasiado falaz». Madre de una niña transexual de 10 años y un niño de 12, ella dice que cada uno traza su propio camino.

En una de las misas de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, donde sus hijos van todos los domingos a escuchar sus sermones, habla de la libertad de ser. Personas transexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales y drag queen están en las bancas.

La historia Alexya es también la de su familia, que es diversa: Roberto es homosexual, Gabriel es heterosexual, Ana Maria transexual. Cuatro personas diferentes que decidieron «cuidar la una de la otra», según la definición de la Alexya.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/profesora-transexual-en-brasil/536706

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Entrevista a Lucas Platero: “Les hacemos creer a las personas trans que son el problema”

20 marzo 2017/Fuente: El Diario de la Educacion

Hablamos con el sociólogo Lucas Platero sobre la situación de las personas trans en los centros educativos, sobre inclusión y de las dificultades para aceptar que las prácticas deben adecuarse a las personas y no al revés.

Lucas Platero es sociólogo y profesor en un instituto de Madrid, con alumnado adulto. Es referente a la hora de hablar de personas trans y en 2014 publicó, precisamente, el libro Trans*exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos (Bellaterra). En él dedicaba espacio y reflexiones al papel de los centros educativos, los docentes y el sistema a la hora de facilitar la vida del alumnado trans. Hablamos con él pasados unos días de la polémica con Hazte Oír, al tiempo que, hoy, se celebra el Día de la Visibilidad Trans.

¿De qué hablamos cuando hablamos de personas trans en el sistema educativo?

Cuando pensamos en una persona trans en el sistema educativo solemos pensar en un estudiante. Pero puede ser el personal de la limpieza, conserjería, bedeles o las propias familias. Podemos ser los profes. Ahora mismo, la presencia que tiene más visibilidad es la de los chavales, que representan la cara más amable de la realidad trans.

¿Cómo es la primera reacción ante el chico o la chica trans?

Las chicas y chicos no llegan, es que ya están en el sistema educativo. Veo que algunos profes se llevan una gran sorpresa: “Parece tan normal…”, “no puede ser, tú eres un buen estudiante”, “esto es una cosa pasajera, de adolescencia”… Algunos profes que, bienintencionados, dicen cosas como que la gente trans es “muy pesada, que está todo el día hablando de lo suyo”. Y eso, quizás, altera el clima de la clase. Tanto hablar de lo tuyo, hace que haya posiciones enfrentadas… Y los demás no queremos hablar de esto.

Muchos intentan hacerlo lo mejor posible, pero no saben bien cómo y a los chavales les ponen en la obligación de tener una certeza: “¿Pero estás seguro?”, “¿tienes esto clarísimo?”. Se han de enfrentar a una decisión que les cambia la vida, para siempre. ¿Seguro que no cambiarás de idea? ¿seguro de que vas a aguantar el tipo en un centro escolar, donde vas a ser la diana de todos los comentarios? El sistema educativo nos pide exponernos públicamente y no nos olvidemos de lo que es un instituto o un colegio: es un microcosmos bastante salvaje, en el que se están poniendo en tela de juicio y construyendo las personalidades. La adolescencia tiene mucho de ser diferente: no me entiende nadie pero quiero ser igual que tú. Tiene esa dualidad.

¿Cómo debería ser la reacción del personal docente?

En estas situaciones el riesgo es que vivan acoso, que no estén bien para hacer su vida. Como profes, tenemos la obligación de que salgan adelante y les vaya lo mejor posible con respecto a su progresión académica, con su desarrollo personal. Por eso, tendríamos que estar más atentos, como sistema educativo, a todas las cosas que suceden en el espacio escolar.

Con nuestras ideas tan rígidas estamos produciendo que los chavales tengan que ir de un extremo a otro, por las demandas que les hacemos. Cuando alguien te dice: “Yo no soy un chico”, nuestra cabeza registra: “Entonces es una chica”, y puede ser el caso, pero igual es la realidad de todas las personas.

Las rupturas que encarnan tienen que ver con cómo se ha construido este chico o chica adolescente estereotipado: ellos tienen que ser lo más, el primero, el más rápido, el más valiente. Crecen con una gran presión para mostrar esa masculinidad, las voces por los pasillos, los empujones… y toda la socialización “apropiada de los chicos”. Las chicas por su parte, se les exige ser de maneras muy estereotipadas con respecto a la feminidad, amables, mediadoras, simpáticas.

Como profes, por una parte, tenemos que abordar y proteger a los chavales trans y, por otra, las maneras estereotipadas de masculinidad o feminidad,  bastante dañinas para todo el mundo, la producción del binarismo de género, los modelos cerrados, la dificultad para cuestionar cómo hablamos de las cosas. Son dos tareas, entrelazadas, pero distintas.

No es una cuestión de las personas trans

Les hacemos creer a las personas trans de todas las edades que ellas son el problema. Igual que en una situación de acoso: la persona acosada se convierte en el problema y por eso se la cambia de centro. Porque encarnan el problema. Entras por la puerta del centro y todo el mundo dice: “Vigilamos a este chaval o chavala para que no le pase nada”. Pero nadie vigila el entorno, no lo transformamos. Eres tú, que tienes un problema, que no se ha sabido defender. Mientras que los demás se enfrentan a violencias similares, “pero se han sabido defender”. Este enfoque es muy problemático, no impulsa una transformación.

¿Cómo identifica un docente a un alumno trans? ¿cómo ha de actuar?

A veces ves que un chaval o una chavala tiene una expresión de género que no es como la de los demás. En educación infantil el profesorado puede estar más atento, ofrecer más espacios de expresión y juego, como el cajón de disfraces, el juego simbólico… Entonces ves que hay una persona que adopta un rol que no se espera de ella, con insistencia. O te piden que utilices otro nombre, expresan cosas y hay que estar atentos. Si son personas mayores, te lo dicen ellas.

Me contaba una compañera de FOL que tuvo una chica trans en su aula, que le dijo que necesitaba decirlo a sus compis, cuando tuvo un informe de disforia de género. Los profes hicieron un acompañamiento.  Y en un momento dado, ante la presión, la alumna pide ir más despacio, en relación al uso del nombre femenino, su apariencia…  Entonces, los profes que han hecho un esfuerzo por salir de su marco tradicional se sienten engañados, porque creen que se trata de ir muy rápido de A a B, sin darle su tiempo a su proceso.

En nuestra sociedad hay una presión muy grande por conformar las normas, y los chavales a veces están mejor, a veces están peor. Hay muchas experiencias distintas, a menudo atravesadas por el acoso y los diferentes apoyos que reciben. En secundaria hay quienes vienen ya bastante dañados, y se podría decir: “Claro, es que la gente trans es problemática, están todos fatal…”. No, es el impacto del acoso y la falta de apoyo de tu familia. Esas son las causas de su dolor. Tendríamos que pensar cómo son nuestros entornos escolares para que no fueran tan difíciles y que apoyasen a quienes más lo necesitan.

Fotografía: Toxic Lesbian

¿Se las ve como personas incómodas dentro del sistema?

Acabo de cambiar de instituto tras muchos años en otro centro. Y al principio escuchas cosas por el pasillo como: “Si quisiera ser un chico de verdad debería tener pelo en la cara” o “es que… se le nota mucho”. De fondo, te das cuenta de que la diferencia puede generar incomodidad a alguna gente. El feminismo incomoda, los niños mariquitas incomodan, los chavales trans incomodan, los niños inmigrantes incomodan, las que tienen discapacidad incomodan… Nos hacen plantearnos, aunque no quieras, hacer una reflexión muy profunda: “Es que mi centro no es accesible”, “es que mi vida no es accesible”, “es que mi vida podría ser otra”, “es que estoy todo el día hablando de mi familia heterosexual”. Me incomoda que esté este niño porque tengo que empezar a hablar de ciertas cosas, y hacerlo de otra manera.

Una vez vino una alumna a mi clase que era invidente, gitana y con un problema cardiaco, en ese centro le daban largas para que no se matriculara, porque tendríamos que adaptarnos, por ejemplo, explicar todo lo que escribíamos en la pizarra dado que ella no lo veía. Y era incómodo para algunas personas. Generas una incomodidad extrema al no dejar hacer las cosas como siempre se han hecho. Rompes lo que se supone que es “normal”.

Las personas que tenemos alguna diferencia interseccional aportamos cosas importantes, desde una madurez temprana, autoreflexión y un lenguaje específico, así como cuestionar que esas cosas que tú siempre has hecho así, se pueden hacer de otra manera. Por ejemplo, cuando tienes un chaval que no puede hacer un examen escrito, es un buen momento preguntarte ¿de verdad tengo que hacer un examen? ¿por qué hacemos tantos? Podríamos pensar, por ejemplo, cómo la organización escolar está articulada sobre la diferencia binaria entre hombres y mujeres, la propuesta es darnos la oportunidad para repensar la escuela, cuestionar lo que damos por habitual.

¿Qué elementos debe tener un centro para ser seguro?

Debe ser un centro en el que haya una tasa muy baja de acoso. Un sitio que sea más amable, en el que veas que a la gente adulta le importan los estudiantes. Esto no es tan obvio. He trabajado en sitios en donde los estudiantes son percibidos como un problema, molestan, son pesados, hacen ruido. Hay que percibir a los estudiantes como parte de la vida escolar, no como un accidente. A los profes, de alguna manera, nos gustaría tener alumnos listísimos, que nos dijeran lo bien que lo hacemos todo… Pero no va de eso, no va de la autoestima del profe, va del desarrollo académico, personal, del crecimiento de los estudiantes. Creo que una escuela segura encarna un espacio en el que tú puedes crecer, con apoyos para avanzar. Donde se hacen visibles las diferencias, no como un problema, sino como un activo, como un valor.

Sobre el profesorado, hay algo de encarnar tú la diferencia que hace que los chavales se miren en ti. Vienen a hablar contigo, y tienes que ser accesible, con quien se puede hablar de las cosas importantes. No sólo sobre el género o la sexualidad, sobre los trastornos de alimentación, de las drogas, del absentismo. De lo que quieras. La relación que estableces con los chavales es muy importante, hará que te cuenten cosas y busquemos soluciones. A veces, estamos tan metidos en las materias que no nos damos el tiempo para crear una buena relación con los chavales.

¿Es falta de tiempo, de interés?

Bueno, puedes tener tiempo o no, pero es tu trabajo. Nos gustaría tener una clase perfecta, encender tu powerpoint perfecto y que todo el mundo haya estudiado y  saque un ocho y que tú digas: “Qué alumnado tan bueno tengo”. Pero el proceso escolar son muchas más cosas. No sé, por ejemplo, el pasado fin de semana ha muerto el padre de una alumna mía. ¿Qué hago? ¿le pido los deberes al mismo tiempo que los demás? ¿su duelo no es parte de lo que aprendemos? Para aprender, necesitamos tener un vínculo emocional y establecer interacciones múltiples y significativas, entre iguales y con los profes, que aborden los contenidos académicos, pero también sobre lo que nos pasa y quiénes somos. Es otro elemento de la escuela segura: la interacción con muchas personas, donde esa interacción no está filtrada por la violencia que voy a recibir o condicionada a si me acepta mi entorno, si me percibe como una persona molesta o imposible, o alguien que incomoda.

La escuela segura supone identificarte, tener un clima agradable, no consentir el acoso, donde los profesores no humillan a los chavales, donde no les insultan y sí nos preocupamos por cómo están, donde hablamos de los contenidos académicos de muchas maneras.

Quizás es un ideal tramposo, porque la escuela segura no existe. Pero es un ideal y la utopía tiene la función de guiarnos hacia qué dirección caminamos. Pero si nuestro camino está interrumpido por el informe PISA, la PAU, el bilingüismo mal implantado…

El sistema es muy rígido y hay mucha gente que le molesta.

Parece que en el fondo nos molestan los estudiantes y los profes que no son obedientes. Tendremos que cambiar eso. Si te dedicas a la docencia es porque te gusta, y si no te gusta, mejor vete.

¿Hay mucha gente a quien no le gusta?

Hay gente que percibe la docencia sólo como un trabajo y yo creo que la vocación docente tiene que tener algo más. Tiene que haber una diferencia significativa entre ser profe y ser otra cosa. Tiene que haber una parte de que te apetezca, que se te dé bien…

Y tener una sensibilidad hacia la diferencia…

Vivimos en una falacia: hay que tratar a todos igual. No, no hay que tratar a todos los chavales igual. Les tendré que tratar en función de sus necesidades. Y esto se da de bruces con la idea del currículum único, de un único ritmo de aprendizaje.

Hablamos de la plena inclusión, eso exige aprovecharnos y aprender de la diferencia. Y no siempre percibimos a las personas que encarnamos alguna diferencia como un activo. Traemos algo que los demás no tienen. Los chavales trans, o LGTB son mucho más flexibles para cuestiones de género, tienen un vocabulario, un conocimiento y una autoreflexión encarnada que los demás no tienen. Han hecho un trabajo con sus familias, aunque les haya salido más o menos bien, han tenido que luchar por su propia identidad en edades muy tempranas, con lo que hay un trabajo de autodeterminación y de búsqueda de su camino. Los demás no han tenido que madurar en esa dirección. Tienen un valor activo y no lo vemos. Los percibimos como un problema. Tenemos que ser capaces de ver un poco más allá de la norma, del protocolo.

¿Hay protocolos suficientes? En algunas CCAA los hay, pero no en todas.

Los protocolos son la estandarización del sentido común, que evitan que se hagan cosas sólo si se tiene “sensibilidad” para cubrir las necesidades de una persona determinada. El hecho de tener que implantar protocolos te dice que hay lugares donde hay resistencias a utilizar el sentido común, por ejemplo, para usar el nombre de pila de una persona como ella quiere. Siempre pongo el ejemplo de mi amigo Curro. En el DNI se llamaba Francisco. Y no tenían ningún problema en la escuela para llamarle Curro. El sentido común te dice: “A lo mejor no se pudo poner Curro en el DNI, pero él se llama Curro”. En la lista, donde pone Francisco, tú tachas y pones Curro. ¿Esto es muy distinto en las personas trans? Es lo mismo, pero nos cuesta más. Es el nombre, el uniforme, el baño, los espacios segregados… Es nuestra manera de concebir el proceso de enseñanza y aprendizaje.

El temor a los baños mixtos ¿Tiene más que ver con el posible acoso?

Es un miedo que se materializa en un lugar concreto. El cuarto de baño encierra todo lo sucio, todo lo íntimo; el baño es la metáfora. Es el lugar que encarna todos los miedos de la persona adulta: “A saber lo que hacen allí”. Pues contarse un secreto, hacer pis, lavarse las manos, salir de clase un rato que te has cansado de estar allí… Lo mismo que las personas adultas.

Y hay otros espacios de conflicto…

Según entras por la puerta. El patio, el recreo. La entrada del instituto es un sitio bastante difícil porque tienes que pasar por delante de todo el mundo, vas escuchando lo que la gente dice de ti. Es un sitio difícil. O los grupitos que tienes que atravesar. Puede generar bastante miedo. Y ya ves tú, está todo el mundo delante.

A lo mejor nos toca hacer una cosa que decimos mucho en educación infantil: todos los espacios escolares son lugares educativos. Vamos a educar sobre cómo se está en la entrada, sobre cómo son los pasillos, el espacio del recreo. ¿Hacemos que los lugares comunes sean amables o ásperos? Creo que nos toca pensar cómo son las relaciones que se establecen en ellos y cuál es nuestro papel como escuela.

A veces esperamos que ocurran cosas que si no es por un protocolo no van a ocurrir…

Tanto si hay un protocolo como si no, necesitas la implicación del profesorado para hacer lo que hay que hacer. Incluso si hay protocolo ¿hay posibilidades de boicotearlo? Todas. En estas cuestiones, al final, lo que quieres es que haya un cambio de actitud y que sea algo socialmente mayoritario. Y esto enlaza con lo que estamos viviendo con el autobús de Hazte Oír. Cada vez hay más personas que se alarman con la frecuencia del acoso escolar y lo rechazan, que aceptan que hay personas trans, al menos más que hace una década.

Yo creo mucho en los efectos de los cambios sociales, que me parecen más duraderos. Los protocolos o las leyes son importantes, pero somos las personas las que con nuestras acciones cambiamos la sociedad. Este autobús ha incomodado a muchas personas, que no desean problematizar a los niños y las niñas, que no quieren ser cómplices con el acoso.

Los niños y las niñas necesitan saber que son posibles, con sus cuerpos y con sus vidas. Esa es nuestra responsabilidad como sociedad.

¿Dónde debería estar el debate?

Para mí, es importante hacer un cuestionamiento del deseo de normalidad que tenemos. Es una idea problemática, porque encierra varios significados, desde lo más habitual hasta lo más deseable, no es lo mismo. No todas las personas podemos o queremos “ser más normales”. Mi alumna no puede ni debe dejar de ser gitana, invidente o tener una cardiopatía, para poder desarrollarse como estudiante, como persona o como trabajadora. Este deseo de normalidad nos hacer sufrir, y debemos cuestionarlo. El profesorado tenemos que pensar cómo hablamos, no por censurar o estar súper vigilantes, sino porque estamos conformando la realidad a través de nuestras palabras.

 Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/15/les-hacemos-creer-a-las-personas-trans-que-son-el-problema/
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