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Venezuela: ¿Y los transgénicos qué? Educación ambiental y alimentaria

Venezuela, 14 de abril de 2016, Autor: Javier Nouel, Fuente: El Mundo

 

Los Organismos Modificados Genéticamente (GMO por sus siglas en inglés) están en el centro de la discusión de grupos ambientalistas
Una importante discusión con respecto al tema ambiental y alimentario se ha venido suscitando a nivel mundial desde las organizaciones sociales en los últimos años. Los alimentos transgénicos, también conocidos como Organismos Modificados Genéticamente (GMO por sus siglas en inglés), están en el centro de la discusión de grupos ambientalistas.
El tema de los organismos modificados genéticamente ha llegado a tal punto que el 8 de abril se estableció como el día de la lucha contra los transgénicos.
La palabra transgénicos es utilizada para nombrar especies que han sido modificadas por el humano en laboratorios a través de la incorporación de genes de otros organismos para cambiar sus características.
Posiciones encontradas
A pesar de la denuncia insistente contra los transgénicos, importantes sectores científicos y comerciales aseguran que estos alimentos son seguros para los seres humanos y el ambiente.
Empresas de envergadura han publicado trabajos donde se afirma que una de las ventajas de las semillas transgénicas es que los alimentos se podrán hacer más resistentes a los cambios climáticos, según un diseño de ingeniería genética bien direccionado.
Por su parte, instituciones como la Organización de Naciones Unidad para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), tiene una apostura poco crítica y muy permisiva con respecto a los transgénicos.
¿Y qué hay de malo con ello?
Los científicos y organizaciones sociales que luchan en contra de los alimentos modificados genéticamente aseguran que existen una serie de amenazas en su utilización desmedida, entre ellos, importantes problemas ambientales, humanos y culturales.
Con respecto al tema ambiental, recalcan que los alimentos transgénicos se producen en el marco de paquetes tecnológicos donde la empresa vende la semilla en conjunto a los herbicidas, fertilizantes, fungicidas e insecticidas. Un ejemplo interesante de esto es el desarrollo del glifosato, un herbicida poderosísimo, para ser utilizado con la semilla de soya transgénica.
El herbicida acaba con cualquier planta que pueda competir con el cultivo, salvo la soya que ha sido modificada genéticamente para ser resistentes al químico. El herbicida tiene importantes efectos que desequilibran a los delicados ecosistemas, contaminando el suelo, que pronto se hace “adicto” al veneno, ya que pierde sus características y se empobrece, lo que genera que la única forma de producir sea con la incorporación de los paquetes tecnológicos de las grandes empresas.
Así mismo, estos venenos están relacionados a gran cantidad de enfermedades de los campesinos que los vierten directamente, y  muchas investigaciones están vinculando su consumo con los altos niveles de enfermedades crónicas no transmisibles como cáncer, dolencias autoinmunes, etc.
Con respecto a su impacto cultural, la mejor imagen es la usada por la activista y física originaria de la India Vandana Shiva, que asegura que detrás de este modelo, que impulsa el monocultivo, es decir, el cultivo de una misma especie en grandísimas extensiones, que homogeniza las formas de producir en el mundo, y que impactan la salud humana y ambiental, generan una monocultura, es decir, que niega la diversidad cultural agroalimentaria y productiva.
Así, los mercados imponen unos pocos rubros que benefician intereses económicos, pero marginan muchos alimentos tradicionales. En el caso venezolano se han perdido variedades de maíz, de plantas como el lairén, la pericaguara, el cotoperí, entre muchos otros, que fueron hasta mediados del siglo XX, importantes alimentos de nuestra cultura.
La imposición de un solo modelo agroquímico hace altamente dependiente a los productores, a las comunidades y a las naciones del mundo, a una veintena de empresas transnacionales.
Según Carlo Petrini, presidente y fundador del movimiento italiano Slow Food, sólo cinco empresas transnacionales manejan el 80 por ciento de los insumos agrícolas en todo el planeta.
Ante este y otros argumentos, países como China, Rusia y Dinamarca, entre otros, tienen fuertes regulaciones en contra de la incorporación en sus mercados de alimentos derivados de la ingeniería genética; algo que no ocurre en las Américas. Los gigantes productores de alimentos como Estados Unidos, Brasil y Argentina, son a su vez, los grandes productores de alimentos transgénicos del hemisferio.
Transgénico en Venezuela 
Para  2006, el presidente de Venezuela de aquel momento, Hugo Chávez, se pronunció en contra de las semillas transgénicas llamadas terminator, por considerarla un peligro para la vida.
En la ley de Salud Agrícola Integral del 2008 se regula el uso de esta tecnología salvo para estudios científicos y bajo estricta vigilancia del Estado. En diciembre del 2016, luego de varios años de lucha se aprobó la Ley de Semillas, donde se prohíbe taxativamente el uso de semillas transgénicas en el territorio nacional.
Sin embargo, la aprobación de la ley no garantiza la transformación social necesaria. Para ello, se necesita, además de campañas informativas y educativas, formación de técnicos y científicos, así como instituciones gubernamentales que cuenten con la infraestructura y la tecnología, para alcanzar la capacidad de detectar la importación de semillas y alimentos transgénicos.
Esto parece que no se está impulsando con el rigor necesario, sobre todo en el marco de una fuerte situación económica, cuyo reflejo en lo alimentario hace que el énfasis del gobierno y las organizaciones sociales, siga siendo el tema de cantidad, más no de calidad, en el más profundo sentido de la palabra.
Así mismo, los sectores empresariales deben dejar de depender ciegamente de las empresas de otras latitudes, que suelen enviar a nuestros mercados muchos de los productos que en otros países están prohibidos por sus leyes.
Se trata de construir un nuevo paradigma ético, que considere lo ambiental y lo social, para lo cual, exige empresarios inteligentes, informados y no dogmatizados por las ideologías importadas del mercado transnacional.
Leer más en: http://www.elmundo.com.ve/Firmas/Javier-Nouel/-Y-los-transgenicos-que—1-.aspx#ixzz469bUIZZX
Fuente Noticia: http://www.elmundo.com.ve/firmas/javier-nouel/-y-los-transgenicos-que—1-.aspx
Fuente imagen 1: http://diarioelnortino.cl/wp-content/uploads/2013/08/Tomates-transgenicos.jpg
Fuente imagen 2:http://www.eluniverso.com/sites/default/files/styles/nota_ampliada_normal_foto/public/fotos/2014/05/gmo.jpg
Fuente imagen 3: http://2.bp.blogspot.com/-3KMCYQmSUbQ/VI4zvvJuigI/AAAAAAAAaAg/uGrm5AKIUBc/s1600/gmo_apple_squeeze_735_350.jpg
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Vida artificial: ¿qué hay detrás?

Kaosenlared/10 de abril de 2016/Por: Craig Venter

La construcción de organismos vivos, creados por computadora y a partir de unos cuantos químicos, avanza a un ritmo mucho más rápido que la capacidad de la sociedad para comprender y debatir sus implicaciones o elaborar mínimas regulaciones de bioseguridad para prevenir sus impactos. Urge también entender qué intereses comerciales hay por detrás, que actúan para liberar al ambiente y poner en los mercados, sin supervisión independiente ni regulación, los productos que se derivan de estas nuevas formas de vida artificial.

El 24 de marzo 2016, el controvertido científico y empresario Craig Venter anunció la creación en su laboratorio de una nueva forma de vida, una bacteria cuyo genoma fue construido totalmente en forma artificial y que bautizó JCVI-Syn 3.0. La revista Science publicó un artículo refiriendo el proceso el 25 de marzo. (http://goo.gl/PvMrfu).

Sintia 3.0, como la apodamos en el Grupo ETC desde sus orígenes, se diferencia de la primera versión, Sintia 1.0, creada en 2010, en varios aspectos. (Aquí una historia popular de Sintia, http://goo.gl/F3t0Y9 y quiénes estaban detrás de ésta http://goo.gl/FUWJIe).

La diferencia más notoria con Sintia 3.0 es que según sus creadores ahora lograron un genoma mínimo funcional, es decir, no copiaron en su totalidad el genoma de un organismo existente (la bacteria Mycoplasma mycoides) sino que lo redujeron a la mínima cantidad posible de genes para que una vez trasplantado en una bacteria vaciada de su genoma original, sobreviviera y mantuviera la capacidad de auto-replicación. A diferencia de Sintia 1.0 que tomaba semanas en replicarse, Sintia 3.0 se replica en tres horas.

La versión Sintia 2.0, fue el resultado de sintetizar el genoma de M. Mycoides y trasplantarlo a una bacteria diferente, Mycoplasma Capricolum, para mostrar que un genoma artificial podía insertarse en otro organismo y comandar allí las funciones de esa célula según el genoma de otra.

La búsqueda del genoma mínimo necesario para la vida no es nueva. ¿Por qué buscar tal cosa? Por un lado, para investigación. Un genoma mínimo podría usarse como plataforma para experimentar la función de genes específicos que se le agregaran.

Pero en el caso de Craig Venter, sus emprendimientos siempre han tenido un componente igual o mayor para obtener logros comerciales. Venter se hizo famoso por liderar el secuenciamiento del genoma humano por parte del sector privado, cuya concreción se anunció en conjunto con el mapa del consorcio público Proyecto Genoma Humano. Venter era parte de ese proyecto público, pero se retiró en medio del proceso, se llevó la información obtenida, se asoció con una empresa y luego fundó la suya propia, tratando en el camino de patentar los genes humanos que iban conociendo. Es sólo un ejemplo de los muchos en que Venter ha buscado privatizar conocimiento y bienes comunes de la humanidad.

Con Sintia, el objetivo de Venter es crear un chasis genético, al que se le puedan agregar genes con diferentes funciones para usos industriales y comerciales. Venter menciona que Sintia 3.0 también se puede usar para investigación científica, pero habrá qué ver a qué costo, ya que a este personaje le es totalmente ajeno hacer nada por interés público o sin fines de lucro.

A esta carrocería biológica se le podrían colocar genes de funciones como, por ejemplo, digerir celulosa y azúcares para ensamblar a partir de sus componentes, nuevas combinaciones químicas que produzcan combustibles, plásticos u otras sustancias industriales. Venter ya tuvo contratos con las petroleras BP y Exxon para desarrollar combustibles con biología sintética. No es el único, las mayores trasnacionales de energía, agronegocios, farmacéutica y química están en la carrera industrial de la biología sintética. La industria no ha logrado escalar la producción de combustibles, pero ya hay productos como saborizantes, fragancias y cosméticos (vainilla, vetiver, azafrán, aceite de coco, stevia y otros) que están en el mercado o en camino.

Significativamente, del genoma artificial de Sintia 3.0, que quedó en 473 genes, los que la construyeron no saben para qué sirven 149 de éstos, toda una tercera parte, pese a intensos estudios. Reconocen también que el genoma creado se replica, pero no saben si tiene los genes necesarios para sobrevivir en otros ambientes. Digamos, Sintia está viva, pero no saben bien cómo.

Estas y otras lagunas que abundan en el campo de la biología sintética serían interesantes si sólo se refirieran a experimentos en laboratorio, pero se vuelven seriamente preocupantes cuando ya hay productos en mercados y al consumo. Su producción no sigue normas adecuadas para esta potente tecnología (no existen), sino que en muchos casos, se fermenta con el nivel de seguridad de la fermentación de cerveza, con alto riesgo de escapes al ambiente, como ya sucedió en Brasil.

Por estas y más razones, varias organizaciones internacionales, junto a científicos críticos, planteamos en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), desde 2010, la necesidad de una moratoria internacional a la liberación y uso comercial de la biología sintética, para permitir a la sociedad informarse y debatir sobre ella. Los países que primero se opusieron a aplicar el principio de precaución fueron México y Canadá, luego apoyados por científicos afines a las trasnacionales y otros pocos países. El tema sigue en debate en el CBD y será uno de los puntos centrales de discusión de la próxima conferencia de las partes (COP 13) que se realizará en Cancún en diciembre de este año.

 

La biología sintética, según sus promotores, se mueve cinco veces más rápido que la Ley de Moore,[1] duplicando sus capacidades y reduciendo 50% de sus costos cada cuatro meses. Excepto que Craig Venter, el arrogante billonario, conocido como el chico malo de las biociencias, no es Gordon Moore. Venter anunció que su equipo logró producir Syn 3.0, (nosotros la llamamos Sintia), la forma de vida autorreplicante más simple que puede existir, creada totalmente por seres humanos. La primera versión de Sintia “Sintia 1.0” se anunció en 2010 después de años de demora (ver la historia de Sintia aquí) y su segunda versión quedó en suspenso desde entonces. Cuando Sintia 2.0 salió al público no fue noticia, al parecer no había mucho que decir de ella, pero esta nueva versión la promueven como un gran salto tecnológico.

En los seis años transcurridos desde la primera Sintia, Venter y compañía han reducido el tamaño del genoma necesario para crear la forma más simple de vida autoreplicante, de 901 genes a solo 473. Venter asegura que Sintia 3.0 es un gran adelanto, pero casi una tercera parte de sus genes (149), son aún un misterio. Aparentemente está viva pero sus creadores no saben bien cómo.

A pesar del lento progreso de este proyecto, este reciente anuncio tiene serias implicaciones científicas y eventualmente comerciales. El equipo de Venter asegura que Sintia 3.0 constituirá la plataforma tecnológica básica —el bloque de construcción esencial— sobre la cual se pueden agregar muchas otras aplicaciones. Sintia 1.0 tardó semanas en replicarse, mientras que su nieta puede hacerlo en tres horas. Ya es posible realizar mucha más investigación y mucho más rápido.

“Es difícil separar la ciencia de la especulación y del espectáculo en el último anuncio de Venter”, afirmó Jim Thomas, director de programas del Grupo ETC. “Craig Venter es el Donald Trump de las biociencias, proclive a los anuncios espectaculares y las afirmaciones exageradas. Nadie puede estar realmente seguro de que sus logros son éticos desde el punto de vista humano o de los ecosistemas.”

Aunque Craig Venter no ha roto la velocidad de su propio sonido, él y la biología sintética se mueven muchísimo más rápido que los reguladores de los gobiernos y las consideraciones bioéticas. Venter anunció por primera vez en 2003 su intención de “sintetizar la vida”. Sintia 1.0 llegó en mayo de 2010, justo cuando el comité científico intergubernamental del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de la ONU se reunía en Nairobi. La noticia pegó como una piedra y algunos países llamaron a una moratoria inmediata sobre la biología sintética hasta que se pudieran estudiar sus implicaciones sociales, para la salud y ambientales y se pudieran establecer normativas. La moratoria tuvo apoyo abrumador pero el consenso requerido para proponerla a nivel internacional fue bloqueado por solamente dos países: Canadá y México.

También el presidente Obama reaccionó ante el anuncio de Venter en 2010 y convocó a formar una comisión sobre las implicaciones éticas de la biología sintética, que presentó un reporte en 2011. Pero ni siquiera las débiles recomendaciones de esta comisión presidencial se han cumplido. Finalmente, en 2015, la ONU convocó a la formación de un grupo de trabajo ad-hoc sobre biología sintética que está discutiendo recomendaciones para los gobiernos. Este último anuncio de Venter será sin duda un tema candente cuando el comité científico del CBD se reúna en Montreal del 25 al 30 de abril, puesto que la biología sintética es uno de los temas principales en la agenda. Las recomendaciones de ese comité pasarán a los 195 gobiernos miembro del CBD para la toma de decisiones cuando se reúnan posteriormente en Cancún, México en la Conferencia del las Partes del CDB (COP 13), en diciembre de este año. Como mínimo indispensable, urge acordar el establecimiento de un mecanismo de supervisión global del campo de la biología sintética.

 

Fuentes:

Vida artificial: ¿qué hay detrás?

2. Para consultar el análisis e investigación del Grupo ETC sobre biología sintética visitar: http://www.etcgroup.org/es/issues/synthetic-biology

3. Una animación sobre la biología sintética producida por el Grupo ETC (donde aparecen Craig Venter y Sintia) puede verse en línea, en seis idiomas, en

http://www.etcgroup.org/synthetic_biology_explained

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Moore

Temas relacionados:

Biología sintética
Genomics & Biotechnology

Relacionados foros:

Biodiversidad: CDB, OSACTT, IPBES

 

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