El misterio de los niños que no despiertan intriga a la ciencia

Niños que caen en un profundo letargo como consecuencia de procedimientos de asilo ponen de manifiesto la cruda experiencia que afecta a determinados grupos étnicos y el extraño vínculo entre el cerebro y el cuerpo.

Que determinados niños caigan en un profundo sueño interminable es un fenómeno que sorprende a los científicos desde que, en 2017, una niña de nueve años residente en Suecia cayera en un estado de inconsciencia permanente.

No era el único caso: había más niños como ella, todos en Suecia e hijos de solicitantes de asilo. Daba la impresión de que, debido a su experiencia traumática, habían decidido retirarse de la vida: lo han llamado síndrome de resignación.

Este síndrome afecta a niños y adolescentes, preferentemente de entre siete y 13 años, y se manifiesta mediante apatía, depresión y aislamiento. Dejan de hablar, de comer y beber, caen en cama y no responden a los estímulos.

Necesitan una sonda para comer, así como cuidados constantes para evitar fallos de los órganos debido a la falta de movimiento o de hidratación.

El síndrome sume a los niños en una especie de coma que, a pesar de que no presentan ningún problema físico, les impide realizar las funciones corporales y la comunicación con su alrededor, explica la psiquiatra de Médicos Sin Fronteras, Beth O’Connor.

Se cree que el fenómeno apareció en la década de 1990, pero el número de niños afectados se disparó hacia el cambio de siglo. Solo de 2003 a 2005, se contabilizaron 424 casos. Desde entonces, han aparecido varios cientos más, escribe la neuróloga Suzanne O’Sullivan en The Sunday Times.

O’Sullivan, especializada en epilepsia compleja y trastornos psicógenos, ha investigado estos episodios y publicado un libro que recoge los resultados de su trabajo: The Sleeping Beauties.

Explicación insuficiente

Explica que varias teorías incompletas intentan arrojar luz sobre cómo funciona este trastorno. Se basan en indicadores fisiológicos, como una frecuencia cardíaca y una temperatura corporal elevadas, para considerarlo una respuesta al estrés inducida por hormonas o el sistema nervioso autónomo.

Sin embargo, matiza O’Sullivan, el problema de las observaciones realizadas y las teorías planteadas, es que ni las hormonas del estrés, ni el sistema nervioso autónomo, ni el deficiente desarrollo cerebral, pueden explicar la duración e intensidad anormal de las manifestaciones fisiológicas de esta enfermedad, ni su sorprendente distribución geográfica.

Considera que todos estos niños, entre los que predominan las niñas, sufrieron traumas antes de caer en este trastorno, por lo que podría tratarse de una forma de estrés postraumático, reforzado, tal vez, por la incapacidad de los padres de atenderlos adecuadamente en un contexto familiar tan caótico.

Sugiere asimismo la posibilidad de la dimensión cultural del síndrome de resignación: no afecta a todos los grupos étnicos con problemas de asilo en países extraños, sino a muy pocos colectivos específicos de refugiados.

La selectividad de este trastorno muestra claramente que no puede considerarse como algo puramente biológico, provocado por hormonas y neurotransmisores, ni tampoco como un mal estrictamente psicológico y, por tanto, vinculado a la personalidad del paciente, destaca al respecto O’Sullivan.

Factor social, clave

Añade que, seguramente, el detonante puede ser la desesperación relacionada por el procedimiento de asilo, que representa una amenaza para las familias afectadas.

Considera, por tanto, que el contexto social es un factor clave en la búsqueda de las causas de esta enfermedad, más importante que los análisis fisiológicos y biológicos.

Un dato apoya esta hipótesis: los niños suelen despertarse cuando su familia recibe un permiso de residencia. No es un proceso rápido e instantáneo, sino gradual, que puede durar meses, dependiendo del tiempo que han estado dormidos.

O’Sullivan es bastante concluyente en su diagnóstico de un problema que la medicina está lejos todavía de resolver: «Ante una avalancha de información, el cerebro está en un estado constante de predecir, descartar, evaluar y reevaluar, hacer inferencias y aprender», escribe en su libro.

En consecuencia, plantea la necesidad de una aproximación más holística a este trastorno, que tenga en cuenta la forma en la que el cerebro y el cuerpo reaccionan conjuntamente ante circunstancias familiares críticas.

Plantea que la disfunción corporal puede tener sus raíces en un trastorno emocional: síntomas físicos producidos, probablemente de manera subconsciente, como una reacción a una presión ambiental, cultural o social externa.

Y que es a ese nivel en el que hay que incidir para entender y solucionar lo que pasa con las bellezas dormidas.

Referencia

The Sleeping Beauties: And Other Stories of Mystery Illness. Suzanne O’Sullivan. Picador Books, 2021.

Fuente: https://tendencias21.levante-emv.com/el-misterio-de-los-ninos-que-no-despiertan-intriga-a-la-ciencia.html

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Primavera y otoño: Tristeza de invierno

Por: Rose Mary Hernández Román

La belleza muchas veces se desdibuja, ¡es cierto!, pero no significa que no siga allí,  aferrada a la vida.

El poder del Estado socialista debe orientarse fundamentalmente a salvaguardar y perfeccionar las conquistas sociales y políticas de la población, para lo cual debe ejecutar como todo Estado su función moderada. Al concebirse el socialismo como una sociedad superior a la capitalista, se presupone que aquél debe superar las conquistas de la sociedad burguesa, por lo que entonces, cada persona debe tener las condiciones reales de acceso a: calidad de vida en correspondencia con su participación individual en el proceso laboral, productivo y social.

Sin embargo, en Venezuela, semana tras semana de los cinco últimos años, nos encontramos con una generación de profesionales con muchas frustraciones porque ha empleado tiempo en una formación y en una educación con recursos propios o de sus familias, y luego las oportunidades laborales y los salarios no se corresponden con las mismas.

La realidad de los jóvenes  coincide con la realidad de  los adultos. En sus experiencia de vida manifiestan: “Nos estamos quedando fuera de una gran época de reforma, expansión y prosperidad que envuelve a muchos otros países del planeta entero”. ¡Es como cuando la energía primavera o la existencia del viejo otoño pierden sentido ante el devastador invierno!

Según la psicóloga Ana Lucía Carrión, en el ambiente climático de la lluvia suele darse un tipo de depresión denominada «estacional» y se encuentra relacionado el Trastorno Afectivo,  donde el momento depresivo se hace más evidente, asociado con la sensación de dolencias y congojas, e incluso, los niveles de actividad bajan en todos. Los motivos pueden ser variados, lo cierto es que ante tal realidad en que nos encontramos, estamos expuestos a factores que influyen en  la realización personal, haciendo vulnerable la estabilidad emocional.

Para los trabajadores del país, se hace normal esta sensación que sentimos, pues hemos visto crecer considerablemente los problemas sociales dado el bajo e incomprensible salario que recibimos en cada quincena como pago por nuestro trabajo, quimera de tranquilidad ante el alto costo de la vida. Hoy, medio se resiste a una secuencia de decepciones y desalientos inducidos por fuerzas externas e internas que hacen vislumbrar un futuro cargado de más y más pesos que cierran incluso la creencia en un porvenir mejor.  Se vive una prolongada y asfixiante declinación que nos ubica entre los países de peor desempeño económico y social en la región. Nuestro empobrecimiento es continuo y acelerado, pero lo que es más grave aún, al abandonar áreas como la educación estamos sembrando las semillas de un futuro peor.

Nada marcha nada bien si no levantamos la alfombra que oculta la creciente desigualdad, la  larga duración de la temporalidad en los salarios bajosLa gravedad de la crisis económica ha dejado y sigue generando secuelas que se deben atajar. Es cuestión de justicia social.  No se puede normalizar en nuestra sociedad algo como una paga con ninguna posibilidad de adquirir productos o costear los servicios. Cuánto más tiempo transcurre, más se encajan  y enquistan los asuntos que hacen difícil  recuperar la confianza de los ciudadanos y ciudadanas.  Es responsabilidad del Estado atender el clamor de su gente, hacer  frente a las agresiones foráneas  y domésticas para convertir  Venezuela un país de primavera.

Referencias:

Ana Lucía Carrión: http://doctoracarrion.blogspot.com/2010/10/catatonia.html

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