Por: Piedad Ortega Valencia/ las2orillas.co/17-10-2018
¿Por qué tiene ese gesto en la cara cuando a las universidades públicas se les está hipotecando el porvenir?
eñora Angulo, usted tan glamurosa, tan bien preparada, que ha ejercido como exdirectora ejecutiva de la Fundación Empresarios por la Educación, como exrepresentante de la presidencia en el Consejo Superior de la Universidad Pedagógica Nacional, como exsecretaria de educación en la alcaldía de Peñalosa y ahora es ministra de Educación, déjeme que le cuente por qué estudiantes y maestros nos movilizamos y estamos indignados hasta el tuétano.
Para empezar, ¿sabe usted a qué sabe la indignación de estos tiempos?
Sabe a derechos urgentes e impostergables. Sabe a este grito en la garganta que atraviesa la piel de centenares de estudiantes y maestros. Sabe a esta angustia que a veces se queda pegada en las manos, pero que también es aire, es trigo, es huesos, y que se pega al lomo del viento para poder respirar y tomar aliento. Un aliento compartido. Un aliento colectivo.
Señora ministra, nuestro derecho a una educación pública está pendiente en un Estado ausente. Hay tantas y bellas declaraciones sobre la afirmación de nuestros derechos sin materializaciones de justicia, dignidad y equidad, que ya nos repele tanto discurso refinado y apalancado en el marco jurídico del “no se puede”.
Necesitamos descolocar y deslocalizar el lenguaje con el que hoy se nombra a la formación de una generación de jóvenes estudiantes universitarios: los leemos, los evaluamos, les construimos unos perfiles desde las 4E (eficientes, eficaces, emprendedores y exitosos), los metemos en un formato con un exceso de moral y los estamos acostumbrando a tener los labios sellados por el miedo, por el ahogo, la pesadumbre y tanta cínica mentira que se formula desde las políticas educativas.
¿Qué los profesores estamos precarizados? Usted lo sabe, pero más que saberlo, le decimos que lo sentimos en nuestra corporeidad. A nivel nacional suman más de 25 mil (25.000) profesores de universidades que los recluyen y expulsan del sistema nacional de formación de profesores y de los reconocimientos propios en cada una de las 32 universidades. Están ausentes en los programas de bienestar universitario. Están ausentes en las estrategias de reconocimiento académico, están ausentes en la formalización y estabilidad laboral. Suman en las estadísticas, pero los borran del presupuesto.
La condición de profesores, mal llamados ocasionales, significa que son contingentes, eventuales, circunstanciales, coyunturales, intermitentes. Adjetivaciones que tienen que firmar en sus contratos con un salario decorativo porque no les alcanza sino para 8 meses de vida laboral al año. Es decir, 4 meses quedan como desempleados estructurales.
Profesores que no cuentan con las garantías salariales y de protección social, porque su inserción en el mercado universitario se inscribe hoy en la categoría de excedente laboral, ejemplificado en los cuatro meses que “sobran en la universidad”, que “están por fuera”. No existen simbólica ni materialmente en las estadísticas, en el juego de la democracia, en las agendas educativas, en el inventario de recursos, etc.
Es decir, excluidos son nuestros colegas con contratos ocasionales que, dadas las transformaciones en el mercado laboral universitario, se están convirtiendo en subempleados en condiciones precarias; autoempleados en situaciones de miseria; técnicos en estándares y competencias, líderes de apoyo, gestores de currículos… en suma, desempleados crónicos.
La “ocasionalidad” del profesor se expresa también en su orfandad, en la desvalorización de su trabajo. Asfixiado por las legislaciones y en las prescripciones permanentes sobre su práctica pedagógica. Un profesional ocasional es un profesor desterritorializado, pues se le excluye simbólica y materialmente de la comunidad académica universitaria. Es un profesor que está en la intemperie.
La precarización del trabajo se materializa en la demolición de la protección social, la negación de derechos laborales ante contratos cada vez desregularizados y flexibilizados, que se expresa en bellas declaraciones que conmueven como “seamos emprendedores”, “conviértete en un mini-empresario de tu propia práctica práctica y empleo” y “sigan trabajando en torno a la excelencia, la calidad educativa y la inclusión”.
Le exigimos, señora ministra, que se cierren los circos de las simulaciones y de las mentiras permanentes. Claro que afirmamos los procesos de evaluación y autoevaluación institucional, nos interesan las interlocuciones e interpelaciones entre colegas para no mirarnos siempre en el mismo espejo. Sin embargo, lo que nos tiene agotados son las fotos con “sonrisa de ponqué”, dulzonas, radiantes y esplendorosas que entregamos frente a los procesos de acreditación. Por eso, decimos, es necesario que se muestren ya las fisuras del decorado, que se despinten las fachadas de tanta pintura falsete.
Que la sonrisa de la monalisa nos diga cuánta retórica hemos gastado en bellas alegorías sobre la autonomía universitaria, que se caricaturice su bella sonrisa ante la desconfianza que tiene en nuestra educación pública, que se almidone tanta corbata de burócrata y pragmático que ha sido cómplice en la formulación de las políticas educativas, tanto experto que ha elaborado las planillas de la rentabilidad educativa.
Señora ministra, usted que sabe de competencias en matemáticas y en educación emocional, le contamos que ya nos empalaga su sonrisa y que le exigimos ya financiación plena, digna, suficiente y sostenible para las 32 universidades públicas de nuestro país. Para cerrar, le preguntamos: ¿señora ministra, de qué se ríe cuando a las universidades públicas se les está hipotecando el porvenir?
Nos movilizamos como luciérnagas, con el resplandor colectivo, y nos quitamos la silicona de los labios. Seguiremos insistiendo con nuestras voces y corporeidades en resistencia, estando en la calle y en el aula abierta, en la asamblea y en el paro. Seremos incansables y militantes con la educación pública.
* Recreación del poema de Mario Benedetti en la voz de Nacha Guevara.
Señora Ministra
de qué se ríe
de qué se ríe
Aquí en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse
los estudiantes
y los maestros
ponen los puntos
sobre las íes
Usted conoce
mejor que nadie
la ley amarga
de las políticas educativas
Ustedes duros
con nuestra gente
por qué con la OCDE y el Banco Mundial
son tan serviles.