Por: Cuba debate
En Europa existe desde hace años una preocupación creciente por el uso de los datos de sus ciudadanos que realizan las grandes corporaciones tecnológicas; más aún cuando afecta a menores. Por eso, de manera aislada, se fueron tomando algunas decisiones a nivel regional en materia de plataformas educativas: una de las que lo hizo es Cataluña, que terminó abandonando Google Classroom en beneficio de otras plataformas que den más garantías.
Pero ya hay señales de un cambio sistemático desde la implementación de la nueva Regulación General de Protección de Datos (conocida como GDPR, por su sigla en inglés) que busca reducir la cantidad de datos que se almacenan con fines comerciales en servidores de las grandes corporaciones, sobre todo estadounidenses. En este conflicto se cruzan cuestiones vinculadas con la privacidad, pero también pedagógicas y de desarrollo local.
Datos, datos y más datos
Las grandes corporaciones tecnológicas necesitan expandirse permanentemente hacia nuevos espacios para seguir creciendo. Por eso avanzan hacia sectores con recursos, y la educación es uno de ellos: allí los Estados invierten fortunas y tienen problemas para modernizarse. Por ese motivo las empresas ofrecen sus plataformas educativas: Google Classroom, Apple Classroom y Schoolwork de Microsoft son algunas de ellas, a las que se suma Amazon con sus servicios de alojamiento y procesamiento en AWS.
Todas estas empresas no solo ofrecen un servicio llave en mano, sino que también permiten automatizar tareas con inteligencia artificial (IA) para, por ejemplo, detectar tempranamente dificultades de aprendizaje o potenciales abandonos escolares.
Más allá de las dudas que existen sobre la precisión y confiabilidad de la IA para tareas tan delicadas con menores, existe preocupación porque los datos de millones de niños pueden usarse para otros fines. Por ejemplo, al procesarlos con IA se detectan patrones que indican con cierta precisión qué, cuándo y cómo vender un producto, pero también calcular un precio o hacer más rentable un juego. La cantidad de datos es importante, pero la variedad es fundamental para hacer perfiles más detallados y, por lo tanto, más útiles, es decir, más rentables para estas empresas.
Por otro lado, las tecnológicas pueden ofrecer precios muy bajos para así ser elegidas y acostumbrar a los usuarios desde pequeños a las herramientas de una empresa. Las plataformas están vinculadas a su vez con un hardware determinado (como iPads o Chromebooks), sistemas operativos (como iOS, Windows o ChromeOS) y, obviamente, a empresas que quieren atraer nuevos usuarios desde temprano a sus jardines cerrados para mantenerlos allí.
Por otro lado, la pandemia aceleró la necesidad de resolver instancias de virtualización de la educación como nunca antes, una oportunidad que las grandes corporaciones aprovecharon de manera masiva, pero no sin resistencias.
Nueva regulación
En ese contexto, Europa aprobó en 2016 la ley que regula el uso de los datos privados de sus ciudadanos. Si bien entró en funcionamiento en 2018, los mecanismos de las grandes empresas para recolectar datos son muy variados y opacos, por lo que no resulta simple comprender, detectar y hacer recomendaciones específicas para cada área. Una de las normas establecidas en la GDPR es que los menores de 13 años no pueden consentir en que sus datos sean recopilados. Europa también necesita proteger a sus empresas del crecimiento veloz de las grandes corporaciones de los Estados Unidos.
En este marco surgen iniciativas aisladas, pero recurrentes. Por ejemplo, el Ministerio de Educación de Francia pidió a las escuelas que no usen más la suite de Microsoft Office 365 debido a que no está claro si da las garantías previstas por la nueva normativa. Además menciona el riesgo de que la información que se acumula en los servidores pueda ser utilizada para tareas de inteligencia, algo probable como hizo saber el exespía de la NSA, Edward Snowden.
En 2021, el Gobierno de los Países Bajos publicó un reporte con los diez riesgos principales para los usuarios del Workspace de Google. Este año el Ministerio de Educación decidió imponer restricciones al uso del sistema operativo de Chrome, que hace la mayoría de las operaciones en servidores de Google con el usuario permanentemente identificado. Debido a la falta de garantías acerca de que la empresa cumple con lo previsto por la nueva legislación y de cuestiones de ciberseguridad, a partir de agosto de 2023 el uso de esta herramienta será restringido. El Gobierno también mantuvo reuniones con Microsoft y Zoom para analizar estas cuestiones.
En noviembre de este año, la autoridad alemana responsable de la protección de datos también expresó preocupación en un informe acerca de la compatibilidad de Microsoft 365 con las normativas vigentes. Microsoft cuestionó la validez de la investigación.
¿Se trata de una tendencia? Ben Williamson, investigador de la Universidad de Edimburgo y especialista en el tema, explicó a Acción: “Incluso con el GDPR como instrumento regulador europeo, en este momento solo estamos viendo intervenciones nacionales dirigidas por agencias gubernamentales o de protección de datos individuales, en lugar de enfoques de toda la UE para controlar las grandes tecnológicas en la educación”. Sin embargo, para Williamson, el tiempo juega en contra: “Mientras tanto, los operadores de Big Tech se están afianzando cada vez más en los sistemas educativos y las escuelas dependen cada vez más de ellos”.
Alternativas
Debido a la pandemia se amplió la reflexión acerca de la “plataformización” de la educación. El debate acerca de la privacidad es candente en Europa y es probable que repercuta en otros países del mundo.
Pero, ¿existen alternativas? La mayoría provienen del software libre (SL), que cuenta con numerosas ventajas aunque puede resultar más trabajoso de implementar en un primer momento.
El SL da mayores de garantías de privacidad porque puede instalarse en servidores propios y controlar el acceso de manera directa. Otra de sus características es que permite adaptarlo a las particularidades de una escuela o un curso. No menor es también la cuestión de que todo ese trabajo se puede hacer localmente, preservando divisas, generando trabajo y, sobre todo, conocimiento.
Otro aspecto relevante es que ya existen plataformas educativas que se pueden utilizar sin necesidad de pagar licencias. Una de las más conocidas es Moodle, que además se puede integrar con sistemas propios para administrar los trámites de estudiantes, docentes e instituciones, como ocurre, por ejemplo, con el Sistema Informático Universitario utilizado en Argentina.
En resumen, también la educación está experimentando la presión de las corporaciones tecnológicas para transformarlas en otro mercado propio.
Mientras tanto, los operadores de Big Tech se están afianzando cada vez más en los sistemas educativos y las escuelas dependen cada vez más de ellos.
(Con información de Acción)
Fuente de la información e imagen: http://www.cubadebate.cu