Descolonizar la gobernanza de Internet. Algunas reflexiones después de #DecolonizingtheInternet y #lacigf11

En los últimos cinco años, los reportes sobre conectividad en el mundo muestran impresionantes avances: los informes de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) registran un aumento del 9% y del 20% anual de las suscripciones a banda ancha fija y móvil respectivamente, y este crecimiento es más fuerte aún en el sur global.

A la vez, conforme avanzan los niveles de acceso a la red, aumenta la preocupación por la brecha digital persistente. Con un 51% de la población con acceso a internet, la gran pregunta parece ser: ¿cómo se conectará la “segunda mitad”? Considerando en esta segunda mitad muy especialmente a la población rural y de las periferias urbanas, a los pobres y a las mujeres de los países con marcadas brechas de género.

La construcción de indicadores de conectividad en el mundo viene acompañada de un discurso de progreso. Un discurso que habla de expansión de los negocios, modernización del Estado, aumento del empleo, acceso a las finanzas, transformación de la educación y globalización de la oferta de cultura y entretenimiento. Parece que internet es la puerta de entrada de las condiciones de desarrollo, hacia la que hay que traer a la población «offline» que todavía vive en un mundo desconectado, apagado, apartado de estas oportunidades de progreso.

El discurso de progreso y el acceso a internet

En este artículo propongo reflexionar críticamente sobre el discurso de progreso o desarrollo lineal, después de participar en la primera conferencia Descolonizar internet , en Ciudad del Cabo, y más tarde, seguir por streaming la 11º edición del Foro de Gobernanza de Internet, región América Latina y Caribe (LACIGF) que tuvo lugar en Buenos Aires. El eje de mi reflexión es cómo un marco de pensamiento descolonial permitiría repensar la gobernanza global de internet, un asunto que se ha ampliado con el tiempo y que no se refiere únicamente a las cuestiones técnicas, sino a aspectos profundamente políticos. Cuando se discuten asuntos como las regulaciones que afectan a internet, la neutralidad de la red, el uso de los datos y contenidos, ¿qué internet se discute? ¿internet de quiénes y para quiénes? ¿Qué internet es la que se está promoviendo para el 49% todavía no conectado?

Mi reflexión es cómo un marco de pensamiento descolonial permitiría repensar la gobernanza global de internet, un asunto que se ha ampliado con el tiempo y que no se refiere únicamente a las cuestiones técnicas, sino a aspectos profundamente políticos

La brecha digital, así como toda brecha de desarrollo, no se da en un camino lineal de progreso, donde hay una meta final a alcanzar y solamente hace falta impulsar la transición de las naciones menos adelantadas. En cambio, la incorporación de nuevos territorios y poblaciones a internet es como la incorporación al capitalismo: ocurre en un esquema colonial de dependencia y subordinación. Como dice Renata Ávila en un ensayo reciente: «las poblaciones del mundo que todavía están desconectadas son el territorio en disputa de los imperios tecnológicos».

Esta «segunda mitad» va a llegar a una internet cada vez más concentrada en pocos monopolios muy influyentes. Las nuevas generaciones de usuarias y usuarios, que acceden desde sus móviles, se están encontrando con un conjunto de servicios online, antes que una red abierta, libre y distribuida. Están llegando tardíamente a los debates sobre regulación y políticas de internet, porque las reglas están moldeadas desde los intereses de corporaciones y países centrales (copyright, ciberdelitos, responsabilidad de intermediarios, protección de datos, comercio de servicios, etc.).

Derechos humanos, poder corporativo y democracia real en la red

La discusión sobre la gobernanza de internet en foros como el FGI tiene que ir más allá de la preocupación por las diferencias de acceso y uso de las tecnologías, para entrar en los conflictos entre derechos humanos y poder corporativo. De lo contrario, se impone a estas nuevas poblaciones online una agenda colonial de internet. Una agenda que requiere conectar aceleradamente a la población que todavía no tiene acceso a internet, pero que a la vez exige libertad para hacer negocios sobre la base del extractivismo de datos en todo el mundo, e impone barreras para el uso local del conocimiento y la tecnología, bajo la forma de protección de la propiedad intelectual.

La discusión sobre la gobernanza de internet en foros como el FGI tiene que ir más allá de la preocupación por las diferencias de acceso y uso de las tecnologías, para entrar en los conflictos entre derechos humanos y poder corporativo

Pero incluso los proyectos que representan una alternativa real a la internet mercantilizada, no escapan de la reproducción de patrones de poder y dominación. Un ejemplo de ello es Wikipedia, o las comunidades de software libre, donde encontramos que el conocimiento es construido desde grupos privilegiados, por varones blancos, con acceso a la tecnología y a la formación técnica, en países centrales.
Aun cuando el 75% de la población online se encuentra en el sur global, y por lo menos la mitad somos mujeres. La conferencia Descolonizar internet hizo foco precisamente en quién y cómo se construye el conocimiento que llega a estar online, para plantear que hay una brecha más compleja, que no es solamente de acceso al conocimiento. Es una brecha en el conocimiento.

Para pensarlo desde un ejemplo, tomemos el tema de las “fake news” y la desinformación (un asunto que está de moda y que tuvo su panel en el LACIFG). ¿Cómo determinarán las plataformas como Facebook cuál es el conocimiento supuestamente «fiable», que es la base para «detectar» noticias falsas? Se está encomendando esta tarea a una combinación de redes de chequeadores de noticias y herramientas de machine learning. Sin embargo, es altamente probable que queden por fuera del alcance y los criterios de este aparato de la verdad, los conocimientos de comunidades marginalizadas que no están online, o que, estando online, son sistemáticamente invisibilizados o afectados por sesgos sistemáticos.

Internet opera en un mundo globalizado e interconectado y su mapa está configurado por esa realidad. Pero internet también entraña un proyecto internacionalista, y es un bien común de la humanidad

¿Cómo cuestionamos entonces las asimetrías de poder y el colonialismo digital, en el marco de la gobernanza de internet? internet opera en un mundo globalizado e interconectado y su mapa está configurado por esa realidad. Pero internet también entraña un proyecto internacionalista, y es un bien común de la humanidad. Hoy opera bajo reglas capitalistas, coloniales y patriarcales que expresan el poder de pocas empresas y de una infraestructura basada prácticamente en un solo país, pero moviendo capitales por todo el mundo.

La respuesta no es un repliegue en lo local, en la soberanía estatal o en la autonomía individual. Tampoco es suficiente con exigir adaptaciones y enfoques localistas a las corporaciones globales, porque de hecho Facebook, Google y otras corporaciones tienen enfoques locales, nacionales y regionales, que les resultan muy útiles para ampliar sus mercados.

Lo que necesitamos es una democracia real en la red, que le permita a la población ya conectada y a los que vendrán, decidir cómo se conectarán y participar en igualdad de condiciones en la definición de las reglas de un mundo inevitablemente interconectado, pero no inevitablemente injusto y desigual.

fUENTE: https://www.genderit.org/es/articles/descolonizar-la-gobernanza-de-internet

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La matemática Cathy O ´Neil : “Se está usando el big data para propagar errores del pasado que aumentan la desigualdad»

Cada vez que navegamos por internet, contestamos un whatsapp o vemos el capítulo de nuestra serie favorita hay empresas que utilizan esta información para vendernos algo en el futuro. Es una realidad que damos por sentada, pensando que, al fin y al cabo, no es tan malo que nos ofrezcan anuncios personalizados.

El problema es que los modelos matemáticos que sirven para ofrecerte una habitación en la ciudad que planeas visitar, adaptada a tu condición socioeconómica, también pueden utilizarse para decidir si tus hijos podrán estudiar en la universidad o si es conveniente subir la prima de tu seguro. Y eso no nos hace tanta gracia.

Cathy O ´Neil (EEUU, 1972) es un cerebro privilegiado para las matemáticas y, como la mayoría de sus colegas, acabó trabajando en el mundo de las finanzas, en concreto, en un fondo de cobertura. Allí vio cómo los modelos matemáticos podían utilizarse de forma totalmente sesgada en beneficio de los sectores más privilegiados de la sociedad y es por ello que abandonó su trabajo y se involucró activamente en el movimiento Occupy Wall Street, participando en su Grupo de Banca Alternativa.

“La crisis financiera dejó bien claro que las matemáticas, que una vez habían sido mi refugio, no solo estaban profundamente involucradas en los problemas del mundo, sino que además agravaban muchos de ellos”, asegura O’Neil en su libro Armas de destrucción matemática, que acaba de editar en España Capitán Swing.

Con motivo del ensayo, que fue nominado para el National Book Award 2016, O’Neil responde a las preguntas de La Información.

Solemos pensar en las matemáticas como una ciencia prístina. Los datos no emiten juicios morales. Pero en su libro afirma que las matemáticas están profundamente involucradas en los problemas del mundo. ¿Por qué?

Bueno, seamos cuidadosos. Las matemáticas en sí no están tan involucradas, pero sí su nombre. La gente usa algoritmos de inteligencia artificial y big data como armas matemáticas porque sabe que las matemáticas inspiran confianza y miedo. Es una táctica que sirve para imponer silencio a las personas porque no son “expertos” en matemáticas y, por lo tanto, no pueden entender nada. Es una vergüenza.

Pero, para ser claros, los algoritmos del big data no son matemáticas. En el mejor de los casos son ciencia. Digo esto porque no prueban cosas, prueban hipótesis con datos y hacen predicciones imperfectas. Y si son ciencia, de nuevo en el mejor de los casos, deben someterse a todo tipo de pruebas científicas. Eso implica tener evidencias.

Ya que se utilizan cada vez más para cualquier decisión burocrática que podamos encontrar en nuestras vidas, como el límite de nuestra tarjeta de crédito, qué tipo de préstamos obtenemos para las hipotecas, qué clase de anuncios vemos o a qué tipo de información política estamos expuestos, debemos saber cómo funcionan y cómo no funcionan. Si discriminan a las mujeres, debemos saberlo a través de las pruebas. Si aumentan la desigualdad o amenazan la democracia, deberíamos saberlo también. Pero en la actualidad consideramos que son herramientas perfectas, objetivas y científicas. No es así como se hace la ciencia.

Las grandes empresas siempre dicen que una cosa u otra está controlada por un algoritmo. ¿En qué consisten estos realmente?

Son versiones automatizadas y simplificadas de cualquier proceso humano burocrático que hayan reemplazado. Los algoritmos están entrenados en los datos históricos que produjo ese proceso. Eso significa que si el proceso estaba sesgado sistemáticamente a favor de cierto grupo, el algoritmo resultante normalmente también lo estará.

¿Cuáles son las decisiones que toman los algoritmos que podemos no conocer?

No estoy seguro acerca de España, pero en los EEUU están en todas partes, y deciden desde qué estudiantes de secundaria tendrán éxito en la universidad –y podrán pagar la matricula en su totalidad, en lugar de ser tentados a inscribirse con una beca parcial–, hasta cuánto tiempo esperamos cuando llamamos al servicio de atención al cliente o los años que alguien permanece en prisión. Algunas de las formas en que se usan los algoritmos son importantes, algunas no tan importantes. Me gusta enfocarme en las decisiones verdaderamente importantes. Es en estos casos cuando los fallos del algoritmo deben ser expuestos. Y para ser claros, a veces es peor que un simple error, porque se les hace tanto caso que los malos algoritmos tienden a empeorar las cosas o incluso desencadenan ciclos de retroalimentación destructivos en toda la sociedad.

En el libro señala que algunos modelos matemáticos se convierten en armas de destrucción matemática. ¿En qué consisten exactamente? 

[Son armas de destrucción matemática] cuando son importantes, generalizados, secretos, inexplicables e injustos. Eso significa que tienen un impacto negativo, o incluso destructivo, en las vidas de las personas debido a algún sistema secreto de puntuación que no entienden y al que no pueden apelar.

¿Cree que a medida que avanza nuestro conocimiento de la inteligencia artificial, las armas de destrucción matemática serán cada vez más peligrosas?

Solo si continuamos usándola sin probar que no comete errores. Definitivamente, tenemos el poder en nuestras manos, solo debemos preguntarnos si lo usaremos o no. No quiero simplificarlo, pero es un problema político, no matemático. Si mañana todas las personas que están haciendo toneladas de dinero con algoritmos decidieran preocuparse por sus errores no habría ningún problema. El problema es que mientras se salgan con la suya, mientras confiemos ciegamente en los algoritmos, ganarán tanto dinero que no van a querer cambiar nada. Es una cuestión política, no matemática ni científica.

Cathy O'Neil durante una de sus charlas / Stiftelsen
Cathy O’Neil durante una de sus charlas / Stiftelsen

Como sabe, muchas de las políticas públicas actuales se basan principalmente en informes estadísticos de organizaciones como la OCDE o la Fundación Bill y Melinda Gates. Damos por hecho que analizar los problemas basándose en los datos que tenemos es la mejor forma de solucionarlos. ¿Nos equivocamos?

Podemos confiar en la ciencia. Y cuando las estadísticas son de fiar y nos cuentan toda la historia debemos creer en ellas. Pero la mayoría de las armas de destrucción matemática que menciono tienen datos incompletos o sesgados, que reflejan prejuicios o prácticas injustas bien consolidadas, y se están usando estos datos para propagar errores del pasado más que para corregirlos.

En otras palabras, debemos entender cuando es necesario intervenir. Si construimos un algoritmo que se basa en las muertes pasadas por malaria, algunas personas lo usarían como una herramienta para incrementar las ganancias, por ejemplo, evitando educar a ciertas poblaciones porque de todos modos se predice que morirán de malaria. Si consideramos las muertes por malaria como una oportunidad para salvar vidas a través de la distribución de mosquiteros, entonces estamos haciendo algo bueno con los mismos datos e incluso con el mismo algoritmo.

¿En qué medida los gobiernos o empresas justifican con datos sesgados decisiones que incluso están tomadas de ante mano para reducir así las críticas?

No voy a arriesgarme a inventar nada, pero diría que la mayor parte del tiempo. Aun así, esa no es una razón para dejar de usar estadísticas, sino para asegurarnos de que las estadísticas que utilizamos estén lo más investigadas posible.

Desde hace un tiempo, las personas están preocupadas por la constante violación de su privacidad, pero las empresas insisten una y otra vez en que sus datos están seguros. ¿Hasta qué punto es esto cierto?

No lo es en ningún modo. Por ejemplo, tenemos una ley de privacidad de datos médicos en EEUU que protege nuestros datos médicos oficiales, pero las nuevas técnicas de big data a menudo pueden omitir dichos datos específicos y generar una puntuación de nuestro estado de salud sin violar las leyes. Las empresas pretenden ganar dinero con esto, por lo que, por supuesto, nos dicen que no nos preocupemos.

Por mi parte, creo que las leyes deberían concentrarse en cómo se usan los datos en nuestra contra.

Las compañías de telecomunicaciones pueden conocer el comportamiento exacto de cualquiera de sus clientes: sus mensajes, sus conversaciones, lo que ven en la televisión, lo que compran… Dicen que estos los datos solo se usan de forma anónima, pero ¿es cierto?

Para ser honesta, ya no estoy segura de qué significa anónimo. SI saben lo suficiente de nuestro comportamiento para adaptar los anuncios a cada persona diría que no es anónimo.

Como cuenta en el libro, ha dejado varios trabajos porque sentía que lo que hacía no era moralmente correcto. ¿Cree que los matemáticos que trabajan en el análisis de datos son conscientes de que su trabajo puede dañar a la gente?

Definitivamente están comenzando a ser conscientes. Pero eso no es suficiente, ya que las corporaciones son las que tienen el poder real.

¿Cómo podemos asegurarnos de que las matemáticas se usen para el bien común?

Necesitamos que la ciencia de los datos sea verdaderamente científica y comenzar a pedir pruebas de que las cosas funcionan, son jutas y no producen ciclos de retroalimentación negativa a largo plazo que perjudiquen a la sociedad.

Fuente: https://www.lainformacion.com/management/big-data-matematicas-errores-algoritmo-cathy-oneil/6343044

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Anamhoo: Los algoritmos en internet al final están reflejando valores y prejuicios de una sociedad occidental, blanca y masculina. 

Apuntes sobre los desafíos en la era de internet

“Todos esos algoritmos son procesos que han sido generados por seres humanos y reflejan lo que son también sus creencias, historia, posición… ”, explica la transhackfeminista, autodenominada Anamhoo.

Por  Ida Peñaranda 

En un encuentro feminista de tecnología tuvimos el grato placer de poder encontramos a Anamhoo, una mujer sencilla y risueña que tiene mucho conocimiento para compartir, y lo hace de la forma más amable y horizontal. Y, ojo, es una experta de ese mundo informático que creemos demasiado “rudo” y que a veces nos espanta.

Anamhoo se autodenomina transhackfeminista y reivindica este denominativo porque habla de una propuesta que se va construyendo reconociendo los diversos feminismos. Mientras que la palabra “trans” nos habla de esa oportunidad de “transgredir, traspasar, transitar, travestir, trans todo”, este se vuelve un buen escenario para soñar y tratar de hackear el mundo, sin olvidar el “cuidado mutuo” (para los que quieran saber más sobre el movimiento ciberfeminsita recomiendo leer Santoral Digital, #AquelarreCiferfeminista2017)

Aprovechamos este encuentro para dialogar sobre los desafíos que hoy nos propone internet, sobre la relación que crece cada día entre mujeres y tecnología, que hoy es tan importante porque los feminismos han encontrado en internet un lugar para movilizar, para crear nuevas prácticas para, luego, recién teorizar.

-¿Por qué crees que es importante la relación mujer y tecnología?

-Creo que, como seres humanos, la tecnología es algo que ha estado presente en nuestra evolución como sociedad. Al estar presente en muchos momentos, la relación que hay entre hombres-mujeres con estas tecnologías, en su uso, ha permitido facilitar el trabajo, hacer las cosas de formas creativas. La creación de tecnología y su uso siempre ha sido importante para la humanidad. Pero, vemos que en un sistema capitalista y patriarcal esta relación se rompe, ahora las mujeres son consideradas principalmente usarías y no son consideradas creadoras.

También existe un fuerte problema de clase en cuanto al acceso de tecnologías, entonces vemos que hay mujeres de países como los nuestros, donde se ven limitadas en el tipo de tecnología que pueden usar.

-¿Nos puedes explicar esta idea de que los algoritmos tienen valores de clase, género, entre otros, implícitos?

-Al final todos los programas que utilizamos son creados por el hombre (o mujeres que frecuentemente son invisibilizadas), es decir, por las personas y el tipo de lógica que se va utilizar a la hora de crear los programas.

En el caso del Internet y los algoritmos que se están usando para hacer búsquedas, estos algoritmos se pretenden como neutros, pero, existen investigaciones -las de Cathy O’Neil, por ejemplo- que han probado que estos algoritmos al final están reflejando valores y prejuicios de una sociedad occidental, blanca y masculina.

Estamos hablando de heteropatriarcado y capitalismo. Entonces, es muy común que si tu pruebas hacer una búsqueda en Google de “hombres en la tecnología” y “mujeres en la tecnología”, te encuentres con una serie de imágenes totalmente distintas.

Si tú buscas “hombre negro” en el buscador u “hombre blanco”, te vas a encontrar imágenes distintas (muchas veces sexistas o racistas,etc). Todos esos algoritmos son procesos que han sido generados por seres humanos y reflejan lo que son, es decir, sus creencias, historia, posición, etcétera.

-¿Nos puedes explicar sobre la delgada línea que divide la censura y libertad de expresión en internet?

-Siempre es un tema sensible, porque muchas veces cuando pasan cosas terribles como difamación (donde se ha utilizado internet para prácticas nocivas para otros seres humanos), a veces una de las reacciones es tratar de contener lo que pasa en Internet. Y eso es: no visibilizar que lo que pasa en Internet, está relacionado directamente con las cosas que están fuera de internet.

Al final, el internet es como un gran centro comercial donde hay compañías que tienen responsabilidades específicas, ante inversionistas, ante gobiernos, porque tienen que responder a legislaciones específicas y seres humanos que estamos dentro de estos centros comerciales, quienes también debemos responder ante los actos que estamos generando –discriminación,violencia, abuso.

Entonces, cuando nosotros estamos pensando las formas en las cuales regular Internet, tal vez sería bueno primero pensar cómo la sociedad se está regulando. ¿Será que nos hacen falta nuevas regulaciones, o, más bien, nos hace falta generar tecnologías autónomas, donde sean las mismas comunidades quienes estemos regulando en un proceso mucho más horizontal?

¿Quién gobierna internet?

Pues, como decía, ahora internet es un gran centro comercial donde lo están gobernando los hipergigantes y las personas. Aunque tenemos cierta capacidad de acción, en realidad, ya es poca. Sobre todo en relación al tema de las legislaciones, lo que nos está haciendo mucha falta es pensar en nuestras infraestructuras.

-En este sentido, ¿cuál es la diferencia entre un software libre y uno privativo?

-El software libre se rige por cuatro libertades: la de poder leer como fue escrito y, lo importante, es que no es relevante si la persona sabe o no hacerlo, sino, más bien, que se puede leer. Las personas que si saben, pueden ver si hay fallos, corregirlos o podrán ver si no hay código malicioso que te está espiando.

Otra libertad que tiene este software es que cuando tú has leído el código, si quieres implementar modificaciones, puedes hacerlo (sin caer en algún tipo de violación al derecho de autor). Es como: “este código es mejorable” y si tu vez como mejorarlo, pues, mejóralo. También, una vez que tú has hecho estas mejoras, puedes compartirlas y distribuirlas.

La última libertad, es que lo puedes usar con cualquier fin, parece bastante absurdo pero imagina que un día te doy un lápiz y te digo que solo sirve para escribir en español. Si tu dijeras “no, pero mira, también puedo escribir en otras lenguas”, yo te respondiera “no, porque si utilizas para escribir en otras lenguas, estás violando las condiciones de uso que yo te estoy haciendo firmar por el uso de este lápiz”. Es absurdo, pero es lo que hacen con los programas, si tu encontraras cualquier otro fin, no puedes usarlo con otro fin porque estás violando los términos y las condiciones de las compañías que los están vendiendo.

El software libre puede ser gratuito o no, no se caracteriza por ser pagado o no, de hecho hay muchos modelos económicos que buscan la sustentabilidad a partir del software libre.

Lo más importante es que es libre y al usarlo, estamos haciendo una defensa de la humanidad, de lo que es la libertad de compartir, crear, hacer… por eso, es importante.

El software privativo -por el contrario- es un software cerrado, que va en contra de la humanidad, porque no te permite compartir. Entonces, imagina, es como las licencias que no te permiten compartir libros, es como si compraras un libro para un examen y tu mejor amiga te lo pide prestado y tú le dijeras “no te lo puedo prestar, porque en el copyright dice que yo no puedo compartir este libro” y que solo lo puede usar quien lo compro. Eso deteriora totalmente los valores sociales. El software libre nos sirve para la defensa de nuestra sociedad como tal.

-En tu perspectiva, ¿cuáles son las diferencias de las comunidades virtuales y de las comunidades reales?

-No podría decir que existen comunidades puramente virtuales. Es verdad, existe mucha gente que se agrupa en internet, creo que en algún momento estas comunidades que se van agrupando por internet pasan también por el cara a cara de alguna forma. Creo que ahí hay una mezcla.

No sé si es la mejor forma de categorizarla como comunidad virtual y comunidad no virtual, pero las comunidades que se van ayudando en internet para poder “hacer”, tienen características de poder comunicarse con gente a distancia, en distintos tiempos, incluso la posibilidad de poder mandar información, y esas son cosas importantes.

Algo interesante del uso político de internet es que tienen la posibilidad de hablar, que es algo que no siempre tienes en el lugar donde vives. Por ejemplo, hay mucho movimiento lésbico feminista que se ha favorecido de poder usar ese espacio donde puedes hablar y encontrar otras personas porque tal vez en tu pequeña comunidad no se permite y puedes ser agredida por hacerlo. Es un lugar donde nos permitimos experimentar y nos permitimos soñar juntas, antes era más sin censura, sin ser vigiladas, actualmente eso es lo que estamos perdiendo, se está perdiendo el espacio de creación, experimentación y de juego.

-¿Cómo ves a Latinoamérica con sus tic´s?

-Para Latinoamérica, las tecnologías de la información han cobrado ya mucha importancia, están empezando a llegar a lugares insospechados ¿no? Creo que aún tenemos tiempo para detenernos y reflexionar qué tecnología son las que queremos y si queremos -o no- estar conectados con otros lugares del mundo, si queremos y de qué forma, en qué condiciones.

En lugares donde no hay Internet, todavía es momento para que lo que se construya sea comunitario. Hay redes que se conocen como de “par a par”, que podrían funcionar en pequeñas comunidades y en donde sí podrías tener una conexión a Internet, pero donde, al menos internamente, pueden haber otras regulaciones.

Igual, como los proyectos de telefonía celular (ya hay ejemplos de hecho, tanto en telefonía como en internet), hay ejemplos de procesos de autogestión, autonomía, sobre este tipo de tecnologías. Parece muy imposible, pero realmente, por el costo, por las capacidades de conocimiento de la gente que no está a favor de ese sistema capitalista patriarcal, son posibilidades reales. En el aquí y en el ahora, podemos comenzar a tener estas otras alternativas que pueden ser mucho más justas, mucho más amigables, mucho más amorosas que las que existen desde los medios predominantes.

Investigadora social – @idaluna

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