Deberes en verano, sí o no: el debate que nunca se va a acabar

Por: LAURA PERAITA

Varias expertas en educación exponen los pros y contras de realizar tareas escolares en vacaciones.

Cuando Eva Bailén era pequeña le encantaba estudiar y hacer deberes, ¡incluso en verano! Sin embargo, su apreciación sobre estas tareas cambió radicalmente al tener a sus tres hijos. «Me parecía absurdo que tuvieran que llegar de clase y seguir delante de los libros cuando era un suplicio para ellos y, más aún, que en verano les obligaran a hacer ejercicios aburridos y repetitivos carentes de creatividad que lo único que conseguían es que no tuvieran ganas de volver al colegio en septiembre».

Esta madre emprendió en 2015 una intensa campaña de recogida de firmas por la racionalización de los deberes escolares. Logró 200.000 adhesiones, al tiempo que avivó un debate que afecta a muchas familias. Hoy, Bailén es responsable de la Escuela de Familias del Observatorio de Educación de la Universidad Rey Juan Carlos y sigue pensando que no debería haber deberes en verano o, de serlo, que sean voluntarios. «Obligar a los niños a hacerlos es trasladar a las familias la responsabilidad de que los realicen. Hay muchos padres que para poder conciliar dejan a los niños con los abuelos, pero ellos no saben ayudar a los nietos, ni tienen por qué asumir ese rol».

Añade que «cuando los padres aún no están de vacaciones lo que menos les apetece al llegar de la oficina y tener un conflicto con los hijos que no tienen ganas de hacer deberes. Tampoco es justo que al estar los padres unos días de vacaciones, se tengan que llevar los libros a la playa para finalizarlas. Además, se suma la paradoja de que en el instituto ya no se les mandan tareas de verano a los alumnos, justo cuando ya son autónomos y saben organizar su tiempo sin tener a sus padres detrás».

Begoña Ladrón de Guevara, presidenta de Cofapa y profesora de Educación en la Universidad Villanueva, defiende la idoneidad de hacer deberes en verano de manera voluntaria y ajustados a la edades de los alumnos, pero disiente al considerar que «estas tareas deben realizarlas los hijos de forma autónoma, sin necesidad de tener a sus padres al lado. Lo que está claro es que si no se ha trabajado en esta autonomía durante el curso, no será posible que en verano los hagan ellos solos. Además, las vacaciones son muy largas y muchos progenitores agradecen que se les oriente desde las escuelas sobre este tipo de tareas para que sus hijos ocupen el tiempo en algo productivo que les beneficie en su desarrollo».

Aún así, Bailén añade que «las familias no deben hacerse cargo de las carencias del sistema educativo. Si los alumnos han aprendido bien no tienen por qué repasar en verano y si tienen que hacerlo es porque no se les ha trasladado correctamente el contenido».

En este aspecto, la presidenta de Cofapa apostilla que «los deberes no son para que aprendan más, sino para reforzar y fomentar la inquietud por el aprendizaje, para que investiguen sobre aquello que les guste y les ayude para el curso siguiente».

Ladrón de Guevara señala que en toda maleta «debería haber un libro, al igual que lo hay en la de muchos adultos, así como cuadernos para pintar o escribir redacciones de lo que ven —porque viajar es ya un aprendizaje—, o lo que les cuentan los abuelos cuando están con ellos. Las matemáticas también se pueden repasar viendo los tiques de la compra o calculando las medidas de ingredientes de recetas de cocina… En opinión de esta profesora, «el debate de deberes sí o deberes no, no se va a acabar nunca, solo se lograría calmar esta polémica si los padres pudieran elegir entre colegios que mandan o no estas tareas. Lo curioso es que lo que le va bien a un hijo igual al hermano no le va bien. hay que evaluar cada caso», concluye la presidenta de Cofapa.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/deberes-verano-debate-nunca-acabar-20220713163346-nt.html

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Llegó el verano. ¿Cómo fomentar la lectura entre nuestros hijos?

Si quieres que los niños no se pasen las vacaciones pegados a las pantallas, la lectura puede ser una solución entretenida y didáctica para el verano. Te contamos cómo fomentar este hábito

Además de los juegos y deportes, que son un must del verano, existe otra actividad que los niños pueden disfrutar y que les hará entretenerse en las muchas horas libres que tendrán en la época vacacional. Se trata de la lectura y fomentar este hábito entre nuestros hijos es parte de la responsabilidad de los padres. «Debemos transmitir a los niños que la lectura es buena en sí misma. Que no hay un “para qué” en la lectura, y reafirmar así que el tiempo de verano (ese que llamamos tiempo libre) es el más importante del año, porque uno es libre para hacer lo que desea, para aquello a donde el corazón se nos va cuando lo dejamos suelto», afirma Pablo Velasco Quintana, editor de CEU Ediciones.

Leer al aire libre

Pero ¿y si además de leer y culturizarse, los niños pueden disfrutar del buen tiempo reinante en verano? Es entonces cuando la lectura al aire libre toma sentido. Solo tienen que meter un libro en la maleta y buscar el lugar apropiado para comenzar a leer al aire libre. Al preguntar a nuestro experto, Pablo Velasco, acude a sus recuerdos de la infancia: «Un campo de Castilla, la sombra de un castaño, y no poder despegarme de aquel libro. Ah, y el partido de fútbol que había jugado antes fue antológico».

La lectura en el jardín o en la playa pone en contacto directo con la naturaleza a los niños. Y una buena idea es leer en voz alta (tanto ellos como nosotros), ya que estimula la mente de los niños y fomenta su creatividad. Además, la lectura ejercita el cerebro de nuestros pequeños y fomenta su creatividad y habilidades lingüísticas.

Actualmente, la competencia que tiene el libro es dificil de igualar porque la televisión, los videojuegos y las tabletas estimulan también otros sentidos. Solo podremos transmitir a nuestros hijos la pasión por la lectura si nosotros mismos la amamos. Tenemos que dedicarle horas y compartir este hábito con ellos: ahí está la clave del éxito. Tenemos que implicarnos más para que la lectura sea una actividad elegida por ellos y que además la vivan de manera natural, sin forzar.

«Tradicionalmente ha funcionado eso de poner los libros «a tiro». Así, como quién no quiere la cosa uno se encuentra con Huckleberry Finn y se le transforma el verano», comenta el editor de CEU ediciones. « También es un planazo lo de ir toda la familia a una librería los primeros días de vacaciones, y elegir cada uno una lectura», añade.

Elegir un libro adaptado para cada etapa y edad es una buena forma de que se sientan cómodos con la actividad. Si además, dentro de los libros que se adapten a su edad, ellos mismos pueden seleccionarlo, se sentirán partícipes de la elección y estarán más motivados con la lectura.

«Desgraciadamente se ha puesto de moda un tipo de libro que responde a ‘lo que un adulto piensa que le gusta a un niño’, y se han obviado o retirado algunas grandes historias. Es decir, que muchas coloridas novedades de literatura infantil y juvenil tratan a estos lectores (que según las estadísticas son el grupo más numeroso) de tontos. Y desde luego que no lo son. Tienen un corazón que sabe perfectamente detectar aventuras apasionantes y verdaderas. ¡Qué momento tan bueno es el verano para echar la vista atrás y proponer a nuestros hijos esas lecturas que a nosotros nos fascinaron!», concluye Pablo Velasco Quintana.

Fuente de la información  e imagen:  https://www.abc.es/

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La mochila se prepara entre todos.

Centro América/Cuba/Fuente: http://www.granma.cu/

Por:  Leydis Maria Labrador Herrera.

El mes de agosto se despide. Un intenso verano ha transcurrido, sumando alegrías a lo largo y ancho del país; pero se avecina un momento crucial y para él, debemos prepararnos todos.

Aunque en la mayoría de los hogares cubanos donde residen educandos, los preparativos comienzan mucho antes de la llegada de septiembre; casi siempre esos aspectos organizativos se limitan a la compra y arreglo del uniforme, la realización de matrículas o el forrado de la base material de estudio. Sin embargo, el inicio de un nuevo curso representa mucho más, sobre todo en el orden de las subjetividades.

El primer día de clases es solo el paso inaugural de una carrera de diez meses, donde llegar con éxito a la meta depende de la unidad indisoluble de tres factores, comunidad, familia y escuela. Esa trilogía, se sustenta sobre una comunicación constante, un entendimiento mutuo y un acompañamiento que debe romper los límites entre el centro educacional y la casa.

Dicho de esta manera, parece una secuencia muy sencilla, pero en esa concepción simplista radican muchos peligros. Tal vez alguien pudiera pensar, ¿por qué hablar de eso ahora, si el curso aún no comienza?, por una razón impostergable, de un buen comienzo puede depender un buen final y a veces, las pequeñas grietas que aparecen en el camino, si no son selladas a tiempo, pueden convertirse en pozos infranqueables. Ejemplos que respalden esa afirmación existen miles.

En no pocas ocasiones he escuchado a los padres decir, “esa maestra (o) nos tiene locos, quiere que vivamos metidos en la escuela, como si uno no tuviera nada que hacer”. Y qué decir de los que buscan la más mínima justificación para no asistir a las reuniones programadas con la familia, que como objetivo primordial tienen dialogar sobre la situación real de sus hijos. Defiendo la tesis popular de que ningún extremo es bueno, pero algo es seguro, cuando los tutores de un educando se divorcian del proceso docente educativo, las consecuencias pueden ser catastróficas y, al final, de nada sirve ponerse las manos en la cabeza.

Lógicamente, párrafos atrás hablé de trilogía, porque no siempre los escollos en el aprendizaje dependen de la familia.

Aunque sea doloroso decirlo, no existen en nuestras aulas todas las Carmelas (personaje del filme cubano Conducta) que quisiéramos. Eso significa que algunos de los que hoy llevan sobre sus hombros la tarea de educar, olvidan que la vida de un estudiante fuera de la escuela puede determinar en gran medida su rendimiento y actitudes dentro de ella. ¿Cómo es posible que cualquiera de los educadores formados por nuestro sistema social, desconozca la realidad que se esconde tras los rostros que ve cada día en el aula? Ese es un error imperdonable.

Sin embargo, de nada sirve que familia y escuela funcionen al unísono, con líneas y discursos educativos similares, si el entorno en el que se desarrolla el niño, el adolescente o joven le es adverso. Aunque a veces se disminuya su importancia, la comunidad es también un espacio formador de valores, que establece conductas y ejemplos (que en ocasiones no son positivos) para imitar. Lamentablemente, no siempre el miembro más joven del hogar encuentra allí el ambiente propicio, para su pleno crecimiento y desarrollo.

Las reflexiones de estos temas no son nuevas, pero siguen siendo necesarias. La formación plena del ser humano en una sociedad como la nuestra, implica un discurso coherente entre todos los factores que ejercen influencia sobre él. De lo contrario, se genera la contradicción de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, que generalmente desemboca en el “por aquí que es más derecho”, sin demasiada reflexión implícita.

Mucho se ha logrado en función de que el sistema educacional cubano salga del ámbito escolar y que la escuela se convierta en un centro formador de todos aquellos que la circundan, pero aún son muchas las deudas por saldar al respecto y es enorme la responsabilidad de todos para mantener esa conquista innegable de nuestra sociedad.

Dediquemos entonces un espacio a estas cuestiones, y preparemos juntos la mochila que este 5 de septiembre llevará algo más que libros. Echemos en ella el deber sagrado, que tenemos todos con la formación del futuro, en el que cada nuevo curso es un eslabón imprescindible.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-08-25/la-mochila-se-prepara-entre-todos-25-08-2016-21-08-28

Imagen: http://www.elcomercio.com/files/image_video/uploads/2015/08/14/55ce61270524b.jpeg

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