Por: Heriberto Rivera.
El cine sigue siendo una poderosa herramienta para colocar en claro la realidad de los pueblos, sus luchas, sus anhelos, sus frustraciones y sus esperanzas; es una instrumento de la comunicación que tiene entre sus fines mantener viva la memoria colectiva para no olvidar momentos transcendentales en la existencia del hombre.
El docudrama, así llamado por sus creadores, Almelina, es una combinación de la realidad y la ficción, de la captura de la realidad a través de los hechos y eventos que se producen en la cotidianidad y que le dan sentido a la existencia, que logran generar gran impacto en el espectador que lo es por partida doble ya que refleja la vida de cada uno de nosotros.
Actualmente Venezuela viene siendo sometida a una guerra fratricida, a una guerra de sexta generación donde los escenarios de la violencia ya no son las montañas ni la extensa llanura, ni las mesetas y valles topográficos, no son ya como se conoce a los espacios naturales de una guerra convencional.
Es una guerra, en cual todos sus habitantes están sometidos y son actores de primera línea, son protagonistas que sufren y padecen los rigores de una confrontación sin cuartel, una guerra que ocurre a nivel del cerebro, donde las llamadas redes sociales inducen el odio hasta hacerlo viral, donde se satisfacen los deseos sanguinarios de quienes ocultos bajo la tecnología puesta al servicio del crimen generan la caotización de la sociedad, creando desasosiego y situaciones de inestabilidad emocional para hacerla presa fácil del crimen, de la violación de las normas más elementales de convivencia.
Para que esta estrategia imperialista de la Guerra de sexta generación logre resultados positivos es necesario contar con lo que llaman “Alienado Programado” (AP) o “individuo‐masa”, sujeto manipulado que responde a la realidad virtual que reflejan los medios y que actúa en consecuencia con lo que ve, sin meditar, o cuestionar la falsedad o realidad de lo que recibe. Echar un vistazo a la TV o mi Facebook, luego existo. Veo mi twitter, luego existo. Miro mi WhatsApp luego vivo. Así los medios cercenan la capacidad de pensamiento, en esto no hay posibilidad para el pensar reflexivo.
Esa guerra, que lamentablemente se debe reconocer que esta bien diseñada dentro de las imperfecciones del ser humano utiliza las redes sociales para estimular la activación del cerebro reptiliano, de la parte irracional del “CPU” humano que lo induce a tomar decisiones que escapan del control de sus emociones y sentimientos.
Las redes sociales incentivan la violencia verbal lo cual tal vez sea menos perceptible que la violencia física, pero con efectos más graves y nocivos trasmiten la cultura necrófila, que en manos de psicópatas pueden llegar a transformarlas en armas de destrucción masiva.
El lenguaje va más allá, pues su contenido cargado de violencia es expresado y “retituar” sin meditar tiene un poder de penetración en el inconsciente, es tanto reflejo de la mente humana como canal de trasmisión de pensamiento y emociones las palabras tienen efectos en la vida diaria. Las palabras tienen efectos en la vida diaria, con ellas podemos construir pero también destruir, edificar o derrumbar, levantar o aplastar, y declarar o finalizar una contienda. Todo depende del uso que le demos.
Esta guerra tiene a los medios de comunicación y sus instrumentos como su mejor apéndice y juegan un papel fundamental por su alcance, siendo utilizados por la lógica de la violencia establecida como mercado que domina sobre la solidaridad en la información.
En ese contexto transcurre Almelina, la película que actualmente se exhibe en los escenarios públicos donde se refleja el ambiente de la barbarie belicosa de la manipulación mediática al cual esta sometida la población.
Almelina, la película nace en una realidad violenta que describe y narra de forma extraordinaria-con formato bien logrado, excelente fotografía, guion y parlamento, excelente plano actoral- los momentos por los cuales atraviesa las ciudades y pueblos de Venezuela, que se viene convirtiendo en ese movilizador de la memoria colectiva donde en cada cine-foro se pone de manifiesto la expresión y la gallardía de la madurez y el compromiso de la gente en este momento tan crucial para la revolución Bolivariana.
El docudrama Almelina, refleja con claridad pero a la vez plantea interrogantes sobre la lucha de clases que se adelanta en Venezuela, donde se viene aplicando libretos y guiones que hasta ahora-y se espera que no se logre su objetivo-han cumplido la meta de acabar con gobiernos y proyectos legitimados por la voluntad popular. Socavando las bases de la sociedad.
Si bien, el docudrama, si acaso lo llegasen a ver los de la otra orilla, no ejercerá ninguna influencia pues esa gente esta programada para el odio y el desprecio hacia los humildes; en el caso de la orilla irreductible, sirve pa reafirmar su compromiso, su lealtad y fe en el porvenir que se construye en el presente, que si pasa por momento de violencia inducida en lo económico, social y política, llegara el momento para la paz; Almelina tiene esa fortaleza, partiendo de un momento de violencia seguramente que es un catalizador a futuro para encontrar la paz.
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