Claudio Naranjo: Cómo cambiar el sistema educativo para transformar el mundo

Redacción: Laboratorio de Felicidad

Claudio Naranjo, impulsor del eneagrama de la personalidad, propone un nuevo modelo formativo para producir mentes despiertas.

“Si queremos mejorar nuestra sociedad, necesitamos personas más completas. Eso es algo que solo conseguiremos si cambiamos la educación”, reconoce el chileno Claudio Naranjo, de 87 años, exprofesor de la Universidad de Berkeley, psiquiatra, escritor prolijo y, posiblemente, uno de los grandes sabios sobre el conocimiento del ser humano. Hace décadas que inició una cruzada para conseguir que la educación sea más humanista y permita el desarrollo integral del ser humano. Ese propósito lo desarrolla a través de una formación en el autoconocimiento por la que han pasado en las últimas décadas más de 100.000 personas en 10 países. Su pasión se centra en impulsar la transformación del sistema educativo y pasar del modelo actual, patriarcal y jerárquico, en el que prima todo lo relacionado con lo intelectual, a otro sistema integral que fomente el humanismo. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.

En la educación actual, los niños y los jóvenes son tratados como meros espectadores que deben ceñirse a unos estándares. En contadas ocasiones se les ofrece la posibilidad de descubrir todo su potencial. Naranjo lo evidencia con una metáfora: “La educación se parece más a la jardinería que a la carpintería”. En su opinión, mientras un carpintero sigue un plano preestablecido y no se sale del mismo, el jardinero se enfrenta al misterio. Desconoce cuál va a ser el resultado final de su trabajo y deja los espacios de libertad al ser que acompaña y ayuda. Cuando se educa en libertad se producen mentes despiertas, creativas, que no viven a medias y que no van al colegio solo a aprobar un examen o a cumplir un mero trámite. Pero para dar ese paso se requiere tomar decisiones importantes y valientes que dependen de cada uno de nosotros. Veamos algunas de las que propone nuestro experto.

1. Educar a los educadores: Naranjo no se refiere a la formación en conocimientos técnicos como las matemáticas o las lenguas, sino a aspectos más profundos. Para ello propone que los profesores se adentren en el mundo del desarrollo personal. Que vivan su propio proceso de transformación, aunque enseñen asignaturas de ciencias puras. Es difícil ayudar a alguien a aceptar el error, a superar sus conflictos o a no etiquetar a la primera de cambio si no trabaja primero sus propias dificultades. Por eso, no es de extrañar que Naranjo creara el programa SAT (ser y verdad en sánscrito), formación que imparte a través de su fundación. En ella utiliza diferentes herramientas. Una de ellas es el eneagrama, de la que Claudio es el mayor estudioso e impulsor mundial. Se trata de uno de los mapas humanos más minuciosos. Gracias al eneagrama es posible clasificar la personalidad en nueve tipos con sus subtipos correspondientes.

2. Integrar los tres cerebros en la educación. Somos algo más que intelecto, sin embargo, la mayoría de los sistemas educativos se centran en esa parte. Naranjo propone incluir una vertiente espiritual que nada tiene que ver con la religiosidad, sino con las emociones y el instinto, que ha sido profundamente penalizado, cuando lo más apropiado sería darle su espacio, aliarnos con él. Cuando conseguimos hacerlo, alcanzamos niveles mayores de energía que nos ayudan a comprendernos de una manera más completa.

3. Educar en el humanismo. En un mundo tan tecnológico como el actual es más importante que nunca regresar a aspectos esencialmente humanos, como el cultivo de la paz interior, la generosidad o el amor por uno mismo. Solo así podemos querer a los demás. La sociedad pone el foco en superar exámenes y en adquirir conocimientos del mundo exterior, pero no en aprender a aceptar nuestras sombras. Como resume Naranjo: “¿Cuánta vida perdemos metiéndonos en la cabeza cosas que no sirven para nada?”.

4. Eliminar la sobreprotección. El exceso de perfeccionismo nos ha llevado a generar un sinfín de normas sobre cómo deberían ser nuestros hijos o alumnos. Muchas veces las aplicamos inconscientemente. El modelo educativo que propone Naranjo se basa en reconocer a los niños como personas independientemente de su edad, con derecho a opinar y a expresar aquello que sienten. Eso les ayuda a descubrir su potencial sin estereotipos impuestos.

5. Foco en la comunidad. La educación es más amplia que aprender conceptos en una escuela. Es el trabajo de la sociedad en su conjunto, donde todos actuamos y somos responsables de una u otra forma. La labor de impulsar un cambio en la educación que sirva para transformar el mundo depende de cada uno de nosotros.

En definitiva, educar en libertad requiere romper esquemas y creencias tradicionales sobre los niños y jóvenes, pero también sobre la educación en sí misma. El paso a la transformación comienza en educadores, padres, maestros y la sociedad en su conjunto, que debe asumir el desafío y comenzar un crecimiento interior. Esta es la propuesta de Naranjo, una persona muy querida y reconocida que contribuye desde hace décadas a que este mundo sea un poco mejor.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/07/07/laboratorio_de_felicidad/1562533562_516197.html

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¿Topos Huraños?

Por: Fernando Buen Abad

Así como nos asiste la razón nos asiste la alegría. Si somos militantes a tiempo completo, como debe ser, nos anima el buen talente de las buenas ideas en las que confiamos porque las conocemos y las perfeccionamos con el ritmo de la lucha y el rigor de la ciencia. Que también es una alegría. El pesimismo es el purgatorio que quieren imponernos algunos decadentes.

Ser militante, henchido de entusiasmo y alegría, no significa olvido de los dolores ni las angustias con que el capitalismo tiñe nuestras vidas a cada día. Implica desarrollar una actitud proactiva y madurar en la cabeza y en los corazones esa energía de la lucha que imanta los vínculos y fecunda la confianza. Todo lo contrario a esa pose amarga de algunos sabelotodo que, incluso entre filas hermanas, pontifican en tono funerario conceptos poderosos pero amortajados con maneras ríspidas. ¡Y hay cada plomo…! Se piensan que exhibirse como “almas en pena” o dolientes de la desgracia, convence más a los pueblos que la sonrisa franca, el humor inteligente y las ideas presentadas como fuentes frescas de motivación y entusiasmo para la acción de todos.

Ya bastante hemos sufrido el arsenal histriónico de los compungidos. Su forma es, también, su fondo. Y el problema no es sólo por el estilo, el problema es por la defraudación estratégica que implica contar la historia de la esperanza revolucionaria como si fuese una misa de difuntos.

El problema es por la circunspección estereotipada para traficar poses “dolorosas” que nada tienen que ver con las mejores tesis emancipadoras. El problema es por la cantidad de personas que se alejan, y se alejaron, de la praxis para romper la hegemonía de los opresores por culpa de algunos militantes mal formados (o deformados) en las refriegas de la comunicación revolucionaria que no es otra cosa que la red de los vínculos necesarios para la unidad de la clase.

Y no es que todo deba tratarse en chunga ni como torneo de payasadas, hay temas duros y situaciones dolorosas que no admiten chacoteo ni humoradas de pobreza ética pero, incluso, cuando las agendas transitan por terrenos de dolor, de miedos, de angustias o depresiones… más debe estudiar un militante sus estrategias de comunicación si no desea quedar en ridículo, ser un impertinente o condenarse a ser silenciado incluso por el olvido. Comunicación significa, también, construir comunidad y eso es una materia generalmente olvidada o subestimada en casi todas las formaciones políticas y en casi toda estrategia de educación para la militancia.

Por eso, y muchas razones más, el tema de la comunicación sigue siendo uno de los flancos más débiles y no sólo porque no logramos construir blindajes contra los ataques de la burguesía sino porque no logramos desplegar, ni en calidad ni en cantidad, la comunicación revolucionaria con que debemos ayudarnos en la batalla para derrotar al capitalismo que no es sólo un sistema económico sino que también es una sistema de ideas, valores, creencias y cultura impregnado por la necedad de adueñarse de toda riqueza. No te engañes, el objetivo ideológico burgués es que agradezcas que te exploten y saqueen, que les aplaudas cuando te humillen y reconozcas que ellos siempre han tenido la razón. Y que todo eso junto, lo atesores y lo conviertas en la mayor herencia para tu prole.

Parte del trabajo de un militante serio radica en comprender las tácticas del bueno humor y las estrategias de su narrativa política. Estudiar y entrenar los énfasis, los acentos, la dicción y la inelegibilidad de sus propuestas. Un militante debe ser maestro de los adjetivos pero no solamente, debe ser una correa de transmisión entre el programa consensuado desde las bases y que nos conducirá la derrota del capitalismo y muchos compañeros que, más o menos convencidos, constituyen la res de vínculos indispensables de la unidad que necesitamos para la victoria. Descuidar este trabajo minucioso y trascendental suele producir militantes cargados con grandes y buenas tesis transformadoras pero siendo tediosos en los relatos o pretensioso o insufrible… al que sus deficiencias comunicaciones le impiden entender cuán petulante es su pobreza comunicacional. Y los compañeros interlocutores lo recienten aunque no siempre lo expresen. Nada más lamentable que las grandes conquistas de la teoría y la práctica sean expresadas con vocabularios paupérrimos o desaprensión narrativa. Es irritante.

No se trata de exquisiteces retóricas. No se trata de artificios culteranos. No se trata de virtuosismos verbales… nada de eso. Se trata de eficacia y eficiencia, amplitud y profundidad comunicacional capaz de tejer las buenas muchas razones revolucionarias que nos asisten para destruir al sistema más criminal que la humanidad ha padecido y, al mismo tiempo, construir la moral y el pensamiento superadores con que hay que dar curso a una etapa nueva. Se trata de la comunicación (o palabra) confiable basada en hechos y basada en vínculos de respeto e infalibilidad solidaria. Se trata de consolidar los arsenales necesarios para expresarnos con claridad al mismo tiempo que con hondura y calidez humana. Ser como son las personas más sencillas, tener la sonrisa y el afecto a flor de piel y contribuir denodadamente a ver nuestra lucha, objetivamente, con sus desafíos y limitaciones… con sus virtudes y sus emociones revolucionarias. Es decir el peldaño más alto de la especie humana.

No es con gritos ni con exageraciones ripiosas, no es con histrionismos, exageraciones efectistas ni con exhibicionismos; no es con exquisiteces ni con vulgaridades como mejor se comunica el contenido y el espíritu de la lucha revolucionaria. De eso estamos hartos. Con el empobrecimiento generalizado que el capitalismo nos va imponiendo, también nos llega el empobrecimiento de la cultura, de la comunicación y de la palabra. Todos somos víctimas de sus estragos, sus vicios y de sus manías paupérrimas. Por eso es fundamental romper con las manías hurañas y los tonos “didácticos” de los “esclarecidos” que, trepados en las cumbres de su mediocridad, sermonean adustamente a quienes creen que deben “educar”. Muy flaco favor le han hecho a la lucha de la clase trabajadora y de todos los frentes anhelantes de un mundo mejor con mejores relaciones entre los seres humanos. Y a todos nos viene bien una dosis de autocritica fraterna, pero correctiva, desde donde elaboremos un programa de comunicación militante nueva, refrescante, propositiva y entusiasta que sea capaz de ayudar a la organización de todas nuestras fuerzas y a la unidad, conscientes de la necesidad inmediata por transformar al mundo. Eso nos pondrá de buen humor a todos, comenzando por los “Topos”, viejos y nuevos.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Topos-Huranos-20190322-0003.html

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Abolición de la esclavitud semántica

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

Suele ser una manía el secuestro de significados para conformar un lenguaje hegemónico cuyo plan semántico se impone, con el reloj de la lucha de clases, en sus “definiciones”, sus paradigmas, su interpretación y su uso. Así lo hacen los poderes sectarios -de todas las áreas- que se adueñan de nociones y usos para reinar a sus anchas en los territorios semánticos. “La cortesía del filósofo es la claridad” decía Adolfo Sánchez Vázquez.

Casi cualquiera, con suficiente egolatría, inventa terminajos y jergas, a diestra y siniestra, para caracterizar eso que él cree descubrir u ordenar, como nadie antes lo ha hecho. Como un Cristóbal Colón de los saberes, inaugura continentes del conocimiento, los da por inventados y los bautiza según el antojo y las pleitesías de ocasión. Y la proliferación de esos genios de la terminología termina produciendo oscurantismos tipológicos nuevos muy caros al esnobismo burgués y a la balcanización de los saberes. Pocas, muy pocas, son las excepciones. “… todo lo que conduzca a la superioridad de un idioma sobre otro –ya sea intencionalmente o no- crea graves problemas …” Informe MacBride p.141

Al contrario de lo que se necesita (claridad e inteligibilidad) para comprender al mundo y todas sus complejidades, tenemos en el escenario de las explicaciones un circo abigarrado, generalmente tramposo, empeñado en secuestrar el conocimiento para enjaularlo en terminologías de “expertos”. Incluso para las cosas más sencillas, siempre aparece un grupo sabelotodo dispuesto a proferir jerigonzas a granel mientras comercia con lo que dice saber. Se hacen pasar (y se hacen pagar) como iluminados del saber con quienes sólo se puede interactuar bajo los efluvios de cierta fe fabricada a media del negocio. Y, como hablan enredoso, hay que creerles y obedecerles. Algunos se hacen llamar científicos, expertos o técnicos.

Este no es un problema sólo de comprensión es, particularmente un problema ético. Complicar el saber, que es en suma un producto social y un derecho humano fundamental, no parece ser el mejor método para su democratización. La invención desaforada de terminajos sectarios sólo produce “grietas”, abismos. Y no se trata de negar el valor de conceptos cuya capacidad de síntesis facilita la ordenación de categorías propias en la lógica que el conocimiento requiere para su consolidación científica. Se trata de exigirle, a tal capacidad, la destreza indispensable de hacerse accesible, inteligible para la satisfacción de las necesidades colectivas en la resolución de los problemas más disímbolos. No es lo mismo investigar que divulgar pero ambas fases del saber son indisociables e indispensables en la dialéctica del conocimiento material y concreto, objetivo y subjetivo. No es mucho pedir.

Así, la erudición que es un valor social fundamental, se garantiza un poderío colectivo que hasta ahora ha sido mayormente reducido a diálogos ineluctables entre interlocutores más enamorados de su prosa, y sus egos, que del aporte social para la producción social del conocimiento al alcance de todos. Es decir la democratización de la inteligencia. Necio sería descalificar el aporte de nomenclaturas científicas, de lo que se trata es de completar su valor con el valor de la extensión y el poderío del conocimiento movilizado socialmente. Abolir las cadenas terminológicas. Peor es cuando las explicaciones de los “expertos” se presentan en idiomas extranjeros.

Un análisis panorámico, demostraría fácilmente cómo la invención de términos el impuesta por una dinámica ideológica hegemónica creada para imitar a ciertos formatos descriptivos empeñados en exhibirse como progreso científico de unos cuantos. Eso trae consigo otros problemas en la instrumentación de pol ít icas democratizadoras de la Ciencia y la Tecnología. Son reductos cuya lógica se impone, desde afuera de una sociedad, para profundizar las brechas entre el que sabe y el que no. No pocas veces comerciando con eso.

En general los modelos de producción terminológica son estrategias para presentarse como saber universal e independiente de una comunidad específica, pero semejante ambición deja fuera de lugar a la diversidad de problemáticas educativas en una sociedad donde debieran servir para la apropiación colectiva de una determinada riqueza semántica. En consecuencia la democratización de los saberes se convierte en una imposibilidad porque los conocimientos in-inteligibles pierden su carácter formativo, dislocados de su pertenencia social.

Dotar de comprensión social-contextual, al conocimiento multiplica el desarrollo de una cultura que se adueña de la ciencia, de la tecnología y de la libertad de expresarlas diseminándolas más allá de los ámbitos formales de producción de conocimiento. La democratización del conocimiento, con todos sus significados con sus vocablos básicos, permite además abrirle opciones a la cultura misma para reconocer las variedad de las estructuras semánticas que, en general, no se perciben como algo propio de los pueblos y que, por el contrario, se presentan como un universo esotérico de espaldas a la inteligencia social. Facilitar la comprensión de los conceptos acarrea beneficios múltiples y enriquece también al espíritu científico, que corre riesgos si no logra abrirse a un modo colectivo, necesitado de conocer el sistema de los saberes y enriquecer otras formas de saberse.

Desde un enfoque crítico de las terminologías y las jergas, es posible desarrollar un abordaje democrático de los métodos de nominación tradicionales y de la proliferación misma del conocimiento. Eso permite impulsar cambios a la valoración de la inteligencia vinculada con la transformación profunda de la sociedad, no porque esté imposibilitada para entender conceptos complejos sino por la necesidad de esclarecer sus contenidos hasta ponerlos al alcance de la mayor cantidad posible de personas. Por cierto, no caigamos en la emboscada ideológica del “cuanto más sencillo” más alcance tendrá, se trata de que lo profundo, lo complejo y lo rico estén a la mano de todos.

Toda capacidad crítica, frente a las terminologías incomprensibles, debe ser decisiva para revolucionar el conocimiento y emancipar a la semántica, eso implica liberarla y convertirla en fuerza de creación necesaria para terminar con los vicios de cierta “comunidad de iluminados” que se apropia de los saberes en todas sus ramas. También, hay que desplegar una lucha incansable que sea capaz de romper con los “diccionarios” del oscurantismo y afrontar la urgencia social de poner el conocimiento al servicio de la transformación del mundo. Para que se entienda.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247664

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La subjetividad y la praxis como fundamentos de la ética

Por: Alberto Quiñónez

  1. La subjetividad, la praxis y la ética.

Como ha sido señalado por otros autores1, la obra de Georg Lukács es un intento por recuperar la dimensión subjetiva que subyace al proyecto de transformación del mundo propio del marxismo. Esto debe entenderse en un doble sentido que, por un lado, implica la amplificación de la problemática sobre la subjetividad en el seno de la teoría marxista y, por otro lado, las tareas que el marxismo mismo debe asumir para fecundar la subjetividad humana con un carácter eminentemente revolucionario o, siendo más explícitos, una subjetividad comprometida radicalmente con la construcción de una sociedad más justa y digna, compromiso y radicalidad que se expresarían en la coherencia del pensamiento y la acción.

Ahora, si la subjetividad asume una importancia capital en la transformación de la realidad, siendo esta última no sólo el resultado del desarrollo inercial de unas leyes históricas, el sentido que aquélla asuma será determinante para llevar a cabo la tarea transformadora en un sentido emancipatorio. En otras palabras, dado que la historia no está preestablecida por ninguna entidad trascendente, la acción humana concreta y la voluntad que sostiene dicha acción se vuelven fundamentales para empujar el desenvolvimiento de la historia. Esto desemboca inevitablemente en preocupaciones morales y éticas atinentes tanto a la filosofía como a la política y, por ello, de necesario abordaje teórico y práctico.

Sin embargo, es sabido que Lukács no publicó ni ejecutó -hasta donde se sabe- alguna reflexión sistemática sobre ética, más allá de algunos escritos breves. En tal sentido, el propósito de este escrito es sondear “arqueológicamente” algunas obras de Lukács y resaltar de ellas los elementos rudimentarios de un proyecto ético inconcluso; elementos que no carecen de utilidad a pesar de ser vestigios de algo inacabado, pues la construcción de una ética marxista sistemática es una tarea aún pendiente2. En ese sentido, se exploran dos categorías que son fundamentales para la ética: la subjetividad y la praxis como columnas sobre las que habrá de tejerse posteriormente un determinado marco axiológico.

  1. Los vestigios de una ética posible.

Para el marxismo entendido como una filosofía que debe hacerse cargo de la historia desde el sitio de las clases dominadas, en condiciones adversas y con una perspectiva emancipatoria, resulta contraproducente vaciar su aspiración teórica y política en la demostración positiva de unas leyes históricas. Tales leyes desembocan casi de forma ineluctable en la sustitución del sujeto histórico por un sujeto abstracto o trascendente (dios, el espíritu absoluto, la historia). Asumir la tarea de transformación de la historia que ya pregonaba Marx en las Tesis sobre Feuerbach, implica dimensionar y valorizar dos instancias fundamentales: la subjetividad y la praxis3. Estos a su vez son elementos que pueden formar parte de una ética sistemática en la medida en que permitirían reflexionar sobre el comportamiento humano concreto, en el plano de realidades históricas determinadas y de cara a la emancipación humana, es decir, de los elementos comportamentales que hacen de la emancipación humana un hecho realizable. Como se adelantó en la introducción, una reflexión de ese tipo no fue llevado a cabo por la Lukács y de hecho es un campo de relativa poca exploración desde una perspectiva marxista; no obstante, es posible relevar algunos puntos sobre las categorías de subjetividad y praxis atinentes al campo de la ética.

    1. Subjetividad.

Puede decirse que es Lukács uno de los primeros teóricos que rehabilitan en el seno del marxismo la noción de subjetividad. Ya Marx había sostenido, frente al materialismo de Feuerbach, que el idealismo filosófico se encontraba un paso adelante en la asunción del sujeto como entidad hacedora de la historia. No obstante el pensamiento de Marx, la versión oficialista del marxismo que se fraguó al amparo de la Segunda Internacional hasta consolidarse en la Tercera Internacional, recreó las falencias filosóficas y políticas que Marx había combatido. La subjetividad, en dicho planteamiento, estaba subsumida a la operación de las leyes históricas, por lo que su influencia sobre los procesos sociales, políticos, económicos, entre otros, estaba ya determinado por dichas leyes.

Sin embargo, Lukács sostiene que en el marco de operación de las leyes históricas, es decir, de las cotas que el desenvolvimiento histórico impone a la actividad de los seres humanos, estos son individuos libres que a través de sus acciones o, más precisamente a través de su praxis, hacen la historia. La subjetividad, entendida como el ímpetu y la voluntad del individuo, no es sólo una forma de manifestación de la historia, sino un ámbito que posee la capacidad de intervenir sobre la historia. La dialéctica así entendida no es sólo la forma en que la historia, como un ente abstracto, se niega a sí misma, sino la forma en que las fuerzas individuales, subjetivas, se convierten en palanca de negación de un momento histórico y, por ello, en fuerza motriz de la transformación.

La ética que se desprendería de una recuperación de la subjetividad, opone al carácter instrumental del ser humano propio de la absolutización de las leyes históricas, la noción de sujeto libre y consciente y, por ello, llamado a responsabilizarse de la realidad y de sí mismo. Este individuo está vinculado a los otros, a su clase, a su momento histórico, entre otros, como instancias de realidad de las que debe hacerse responsable. Es decir, a pesar del reconocimiento del individuo como una de las fuentes del quehacer histórico, éste no es reivindicado como un ente sin responsabilidad por su realidad, de ahí que propenda hacia la prescripción moral.

    1. Praxis.

Por otro lado, la praxis, como luego desarrollarán pensadores marxistas como Gramsci, Kosík o Sánchez Vázquez, es el eje sobre el que se estructura la especificidad del ser humano, lo cual es válido tanto en un sentido ontológico como epistemológico y ético; de ahí que la categoría de praxis trasvase cada uno de esos campos filosóficos y pueda servir para fundamentar una opción teórica y política enraizada en el mejor conocimiento del ser humano y de la historia. La categoría de praxis en Lukács sirve de asidero a la subjetividad. Con esto se quiere decir que la subjetividad entra en la historia precisamente porque es con su práctica que puede modificar la realidad, en la medida en que ello sea posible en las diferentes instancias de realidad que se presentan ante la subjetividad humana. Ello supone, a su vez, que el desenvolvimiento histórico no es una entelequia metafísica, que se suceda por la interacción de sustancias abstractas, sino que se desarrolla por las acciones eminentemente materiales de los individuos.

Pese al reconocimiento de la praxis como un eje constitutivo del ser humano, nuestra valoración es que no existe en Lukács un análisis sistemático de esta categoría, de cara a fundamentar su importancia filosófica para el marxismo. Ello no desdice la importancia capital que sus escritos tuvieron en la formación de un marxismo crítico, frente al dogmatismo del marxismo oficial de la URSS, pues es sobre esta base teórica que se remontan los aportes de Gramsci, por mencionar sólo uno de los más prolíficos teóricos del marxismo crítico o Sánchez Vázquez, que ha dedicado muchas de sus obras al esclarecimiento de la praxis como pieza fundamental del marxismo.

  1. Conclusión

Como se ha tratado de señalar, las categorías de subjetividad y de praxis son fundamentales para comprender las tareas que el marxismo asume frente a la realidad y los fines que persigue. Pero además, estas categorías ayudan a reflexionar sobre la acción del ser humano en su situación histórica y en su desenvolvimiento cotidiano, por ello, son esenciales en el trasfondo de toda construcción ética hecha en el marco del pensamiento crítico. Estas categorías se encuentran presentes, aunque no expresamente bajo una premisa ética, a lo largo de la obra de Georg Lukács. Tal presencia indica la actualidad que el pensamiento de Lukács puede tener para el quehacer teórico y político de izquierdas.

Para Lukács la subjetividad es imprescindible para comprender -y apuntalar- los procesos históricos. Esto sin desmedro de las condiciones objetivas, supone reconocer en la dialéctica de la subjetividad y la objetividad uno de los motores del desenvolvimiento histórico. La forma en que el individuo entra en la historia, está en la historia y hace la historia, sólo amplifica y complejiza la operación de las condiciones objetivas, pero no niega estas condiciones ni las anula. Si la subjetividad es primordial para hacer avanzar la historia –pese a cualquier mediación-, la ética se convierte en una reflexión necesaria para comprender la justeza de los códigos morales de cara al proyecto de realización humana.

Por su parte, la praxis como categoría que resume el carácter eminentemente interactuante del ser humano con la realidad, establece en el plano de la ética el ámbito sobre el cual todo comportamiento debe interpretarse. Es decir, no es sobre la base de una axiología abstracta y apriorística sino en el plano de las condiciones reales del ser humano, de sus necesidades de emancipación y de sus posibilidades de actuar libertariamente desde donde se deben pensar, comprender y juzgar los códigos morales que delimitan el contenido de los comportamientos humanos. En tal sentido, la praxis es tanto el vehículo de materialización de una ética prescriptiva como también el trasfondo de toda ética descriptiva que pretenda interpretar la moral.

No resulta extraño, a la luz de dicha rehabilitación de la subjetividad, que para Lukács la “ortodoxia marxista” sea más bien una cuestión de método y no un decálogo de principios inamovibles y mucho menos incuestionables que deban ser asumidos. Es este marxismo un marxismo abierto que, girando en torno a la totalidad de la realidad histórica, entiende que tanto el ámbito de la objetividad como el de la subjetividad interaccionan y van creando el desenvolvimiento de dicha realidad y que, por ello, no es atribuible a ninguno de esos ámbitos la exclusividad en la determinación de la dialéctica histórica. Más bien, es de la compleja interrelación de esos dos ámbitos que la dinámica de la historia va conformándose.

La conformación de una ética de corte marxista es una labor aún en curso. A pesar de los aportes que han avanzado diversos autores en este campo, quedan aún espacios que no han sido satisfactoriamente llenados por la reflexión materialista histórica y, sobre todo, hace falta también mellar sobre el pensamiento hegemónico desde una praxis que sea consecuente con tal ética marxista y que debe, por su misma naturaleza, estar asentada sobre las premisas más universales posibles de justicia e igualdad, tener su asidero en la diversidad que hoy conforman las clases oprimidas por los diversos esquemas de dominación vigentes y reconocer en el crisol de esas clases oprimidas al sujeto histórico de la emancipación humana.

  1. Bibliografía
  • Bruno, D. “Las condiciones objetivas y subjetivas. El derrumbe capitalista y la acción revolucionaria en el joven Lukács”. En: En defensa del marxismo. No 44. Buenos Aires, Argentina. Disponible en: https://goo.gl/3sH8qq. Rec. el 25-05-2017.
  • Lukács, G. Historia y conciencia de clase. Editorial Quimantú. Santiago de Chile, Chile. 2008.
  • Lukács, G. Lenin, la coherencia de su pensamiento. Ocean Sur. 2014.

  • Lukács, G. La crisis de la filosofía burguesa. Versión digitalizada de Ediciones elaleph.com. 2000.
  • Marx, K. Los manuscritos de 1844. UCA Editores. San Salvador, El Salvador. 1987.
  • Sánchez Vázquez, A. Ética. Editorial Crítica. Barcelona, España. 1981.
  • Shishkin, F. Ética marxista. Ediciones pueblo. 1972.

Notas:

1 Bruno, D. “Las condiciones objetivas y subjetivas. El derrumbe capitalista y la acción revolucionaria en el joven Lukács”. En: En defensa del marxismo. No 44. Buenos Aires, Argentina. Sin fecha. Disponible en: http://www.po.org.ar/publicaciones/verNotaRevistaTeorica/44/las-condiciones-objetivas-y-subjetivas-el-derrumbe-capitalista-y-la-accion-revolucionaria-en-el-joven-lukacs. Recuperado el 07-06-2017.

2 De hecho, la ética y la estética –ambas preocupaciones lukacsianas- han sido los campos de la filosofía menos trabajadas desde el marxismo. Una de las primeras exposiciones sistemáticas fue la Ética marxista de Shishkin, aunque muy preñada del esquematismo propio del dogmatismo soviético; un planteamiento mucho más rico y abierto es el de Sánchez Vázquez en sus libros ÉticaEl valor del socialismo y Ética y política, Entre la realidad y la utopía, entre otros.

3 Precisamente estas dos instancias son cruciales en las Tesis sobre Feuerbach. La subjetividad, por un lado, denunciada por Marx como abandonada por el materialismo filosófico y los planteamientos mecanicistas y la praxis, por otro lado, como elemento que permite en última instancia la incidencia del ser humano sobre todos los ámbitos de la realidad social que constituyen la historia y, como tal, el puente de comunicación entre la mera objetividad y la subjetividad.

 Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240646&titular=la-subjetividad-y-la-praxis-como-fundamentos-de-la-%E9tica-

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