Por Teresa Tovar Samanez
Socióloga, Especialista en Políticas Educativas, Docente de la PUCP
A propósito del artículo “Calidad de la educación o nuevo Paradigma de la educación”, de José Francisco Lacayo”.
El texto de José Lacayo nos invita a de-construir, replantear, cambiar radicalmente el sentido y contenido de lo que se viene entendiendo hoy por “calidad de la educación”. Esta visión cuestionadora sobre “calidad educativa” no se mueve únicamente en el plano de la educación, sino que parte del contexto de la misma, es decir comienza con una mirada crítica a los paradigmas instalados sobre “desarrollo“. Veamos.
¿Debemos seguir hablando de “desarrollo humano”? Lo interesante de la controversia de Lacayo con el actual paradigma de “desarrollo” no se deriva sólo de la constatación de que este desarrollo, e incluso el “desarrollo humano”, no se está produciendo, sino que dicha controversia involucra un cuestionamiento al mismo concepto de desarrollo humano y sostenible.
Así, el pensamiento de Lacayo converge por un lado con diversos autores1 en afirmar que el actual desarrollo se ha equiparado a crecimiento económico y por tanto nos ha conducido a una crisis civilizatoria holística profunda, que coloca la humanidad de una situación límite. Pero, por otro lado, Lacayo, con una radicalidad similar a Freire, emprende una iniciativa de teoría crítica y señala que el concepto de desarrollo es cuestionable, aun cuando se le añadan términos como “desarrollo humano”, “desarrollo sostenible”, “desarrollo con equidad social”. ¿Por qué? Porque en estos términos lo humano ha sido reducido a la calidad y adjetivo en lugar de ser sustantivo. Si invirtiéramos esto y colocamos lo humano como sustantivo, podríamos hablar de humanidad desarrollada, o humanidad plenamente realizada.
Adicionalmente, el “desarrollo” resulta un fin bastante limitado, ya que lo que en realidad tenemos que hoy perseguir y conseguir es la sostenibilidad de la vida, la preservación de la vida, hoy amenazada precisamente por dicho “desarrollo”. Por tanto, si colocamos la vida como cimiento central de un nuevo paradigma teórico, entonces podemos hablar de “buen vivir”, enunciado que dibuja el horizonte deseable según Lacayo y otros pensadores. Por tanto podríamos hablar con propiedad de “humanidad para el buen vivir y la convivencia”.
Es decir, se trata de ir hasta el fondo para buscar los fines y sentidos de la existencia humana. Si estos fines son únicamente la expansión de bienes, lo humano se reduce a parte de los insumos de esta expansión: pasa a denominarse “capital humano”. Si, por el contrario, los fines son la plenitud de la realización humana y la armonía con todo ser vivo, lo humano es lo esencial, y todo lo demás (producción, bienes, son los insumos e instrumentos). Como lo humano es indisociable de la naturaleza, el nuevo paradigma a construir implicará que variemos nuestros modos de producir, de hacer, de trabajar, de consumir, para conseguir una vida plena. Lacayo otra pone en este sentido “buen vivir”, sello del nuevo paradigma, a “vivir mejor”, expresión del antiguo paradigma en declive.
A nuestro parecer, sería interesante establecer vínculos entre esta discusión sobre desarrollo y los planteamientos de Nussbaum sobre la necesidad de replantear el “contrato social”. Nussbaum señala que el actual contrato social se ha erigido sobre la base de la búsqueda del beneficio material, con lo cual han quedado excluidos o perjudicados aquellos sectores y poblaciones que producen menos beneficios. Ella plantea que debe celebrarse un nuevo contrato social basado en la búsqueda de la dignidad de la vida2. En lugar de regirse por la lógica del beneficio equivalente y, por tanto, por la lógica de la producción de ganancias, debe estatuirse por el principio de la armonía y la felicidad, el bien que debe buscarse es el de toda la humanidad.
¿Cuál es entonces el nuevo paradigma educativo? Lacayo señala con acierto que el reto de reinventar un modelo educativo está en directa relación con la reinvención del modelo de sociedad y de desarrollo. Por tanto, si hay un cuestionamiento de fondo del modelo y del concepto de desarrollo, tendría que haber una ruptura de base con el modelo y el concepto de educación. En otras palabras buscar un modelo alternativo de sociedad conduce a la invención de un modelo alternativo de educación.
Es preciso terminar con educación que instrumentaliza a las personas en función de la lógica del beneficio, del crecimiento económico y de la producción sin fin y sin límites. Las personas deben educarse para su realización plena, para la convivencia con la madre tierra, y para el enriquecimiento mutuo a partir de la diversidad humana y natural. Lacayo plantea esto con bastante claridad, convergiendo con el pensamiento internacional actual que enfoca la educación como derecho humano fundamental. Si parafraseamos a Delors podríamos decir que educar es aprender a ser y convivir, no únicamente a hacer (producir). Se trata como remarca Savater de reafirmar la de las personas, nacemos humanos, pero esto no basta, tenemos que llegar a serlo3.
Ahora bien, los paradigmas educativos vienen asociados a una terminología y léxico que se instalan en los sistemas educativos con inusitada fuerza. Por ejemplo el concepto de “competencias” está vinculado al logro de fines de empleo y producción. Se busca que el sistema educativo convierta a los alumnos en más competentes, para que puedan producir más beneficios, y ser en última instancia más competitivos. Así mismo la idea de éxito y logro educativo, también están asociadas a la inserción productiva en el mercado. Sabemos además que en los últimos tiempos para conseguir reformas educativas “eficaces” y exitosas, se ha producido una grave distorsión del sistema educativo, que hoy opera y se organiza en función de elevar los rendimientos y medirlos obsesivamente. Ello va acompañado por una creciente presión tanto alumnos como a docentes para lograrlo, sin importar que ello conduzca una reducción de los contenidos de la enseñanza (a un par de asignaturas), a un serio empobrecimiento del acto mismo de educar
(convertido en adiestramiento uniforme para las pruebas estandarizadas; a una expropiación de los derechos de los estudiantes a jugar, a explorar libremente, a elegir qué aprender, etc.
Considero que es imperativo buscar un nuevo léxico y una nueva terminología para expresar el concepto de calidad educativa que estamos reinventando. En este sentido tengo un matiz con el planteamiento de Lacayo, quien propone un contenido distinto y radical para la educación, utilizando terminología como “educación eficaz”, “aprender a emprender”. Esto es como poner vino nuevo en odres viejos. Si bien este léxico cuestionable es adicionado a otro como “aprender a convivir”, “aprender a reconocer y valorar las diversidades”, etc. creo que el esfuerzo de Lacayo de resignificar términos que están fuertemente impregnados de una ortodoxia conservadora puede ser insuficiente.
Necesitamos recurrir a la radicalidad freiriana de reinventar el mundo y, en consecuencia, plantear una educación emancipatoria. Ello nos conduce a colocar de relieve el aprender a discernir, desarrollar el pensamiento crítico y cultivar la divergencia, como cimientos fundamentales de una educación que efectivamente quiera reinventarse. Al lado de ello, los aprendizajes vinculados al relacionamiento de los seres humanos entre ellos y con la naturaleza son también fundatorios del paradigma emergente, ya que cambian el eje de la relación instrumental hoy imperante: seres humanos-bienes, seres humanos-crecimiento económico, seres humanos-conocimientos instrumentales, seres humanos-éxito individual; para proponer en cambio otro eje de relación: seres humanos-vida, seres humanos-naturaleza, seres humanos-diversidad, seres humanos-emociones, seres humanos-reciprocidad.
En suma, la refundación de un paradigma educativo tendrá que partir, simultáneamente, de un cambio del eje fundacional (las personas y la vida en lugar del beneficio y la ganancia) y, a la vez, de una enorme capacidad crítica frente al sistema educativo, sus conceptos, formatos y procesos (enfoque emancipatorio). Los nuevos procesos educativos buscarán el desarrollo del espíritu crítico en los estudiantes simultáneamente a su reafirmación como seres humanos. De esta manera las nuevas generaciones serán a la vez hijas y gestoras del cambio de paradigma.
Notas
1 Martha Nussbaum, Non for Profit” (2010); Laval y Dardot, La nueva razón del mundo (2013); Leonardo Boff, Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres (2011); Enrique Left, Latin American environmental thinking: a heritage of knowledge for sustainability (2012).
2 Martha Nussbaum, Las fronteras de la justicia, consideraciones sobre la exclusión (2007)
3 Fernando Savater, El valor de educar (1997)
Fuente: http://www.debatebuenaeducacion.org/index.php/entrevistas/42-articulo-vamos-hasta-el-fondo
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