Por Marcela Isaias /La Capital.com
«Olga Cossettini es una más de las tantas maestras y maestros de las que deberíamos estar orgullosos en la Patria Grande, en Latinoamérica. Es importante recuperar su palabra y su experiencia. Pensarnos, porque si no nos piensan». Es lo primero que dice la educadora Amanda Paccotti para invitar a participar de las V Jornadas Latinoamericanas Cossettini. Se realizan en Rosario el viernes y sábado de la semana que viene, habrá paneles, talleres y un cierre cargado de emoción: será con una mateada en la que fue la casa de las hermanas Olga y Leticia Cossettini.
Amanda Paccotti conoció como alumna la experiencia de la Escuela Serena, el proyecto pedagógico que lideraron las hermanas Olga y Leticia Cossetini entre 1935 y 1950. Hija única y mimada de una familia de ferroviarios llegó a la ciudad desde Río Cuarto. Sus padres no pudieron terminar la primaria, pero le dieron la mejor educación. Ya instalados en barrio Alberdi, los vecinos les contaron que «los chicos iban contentos a la Escuela Carrasco». Y allí fue Amanda.
En 1950 cuando estaba en segundo grado (en tiempos que había primer grado inferior y primero superior) desplazan a Olga Cossettini de su cargo de directora. Recuerda que el director que la reemplazó no terminó con la experiencia innovadora de un día para otro, la dejó caer. «La experiencia agonizó. Así que en medio de tanta desgracia pude seguir unos años más gozando del laboratorio, de la mesa hexagonal, del patio de tierra…».
Amanda Paccotti se recibió de maestra en la Normal 1. El primer trabajo en el oficio lo tuvo como reemplazante —durante dos años— en la Escuela Carrasco; mientras tanto estudiaba el profesorado en jardín de infantes. Siempre mantuvo una relación cercana con Olga y Leticia porque, además, eran sus vecinas.
»Me di cuenta del valor de Olga el día de su muerte (23 de mayo de 1987), cuántas cosas que hoy hago porque las viví, las aprendí con ella. El día de su velatorio, que fue en su casa, Leticia nos muestra las cajas que Olga guardaba en su dormitorio con todo el material que hoy está en el Irice. Tenía tanta claridad, sabía lo que iba a pasar». El material al que refiere Amanda (registros, fotos, cuadernos, entre otros) es el que hoy conforma el Archivo Cossettini del Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice).
Hoy la educadora es una activa impulsora de la pedagogía de la Escuela Serena y de los proyectos que se inscriben en estos mismos principios, a través de la Red Cossettini. Desde hace cinco años esta Red promueve unas jornadas para poner en común prácticas de enseñanza diferentes. A ese encuentro están invitados docentes, estudiantes, investigadores y todos los interesados en aprender de la propuesta. Este año, las jornadas (abiertas y gratuitas) se realizan el viernes 14 y el sábado 15, las organizan la Red, el Instituto de Educación Superior Nº 28 Olga Cossettini y la Escuela Nº 69 Gabriel Carrasco.
—¿Por qué es importante en este momento volver a mirar la experiencia Cossettini?
—Olga Cossettini es una más de las tantas maestras y maestros de las que deberíamos estar orgullosos en la Patria Grande, en Latinoamérica. Es importante recuperar su palabra y su experiencia. Pensarnos porque sino nos piensan, por que sino estamos comprando todo lo que nos viene de afuera. Olga es un maestro Iglesias, un Jesualdo de Uruguay, una Olga Blinder de Paraguay, un maestro Encinas de Perú. Personas que pasan inadvertidas en los planes de estudio. Olga estudia a (María) Montessori, la toma como referencia, mira su entorno y la adapta a esa realidad. Tuvo la gran virtud de escribir, de pluralizar, es el gran regalo que nos hizo. Sus trabajos nos sirven como pilares para poder sostenernos. Hoy nos engolosina el producto estético, y ellas (Olga y Leticia) no buscaron eso, sino civilidad, formar ciudadanos que pudieran expresarse de distintas maneras, con distintos lenguajes. Leticia lo decía muy claro: «En nuestra escuela el arte estaba en el vivir cotidiano». Por supuesto que hoy las cosas son muy distintas, no desconocemos el trabajo de las maestras en las villas, en los lugares más difíciles. Pero tenemos que recuperar el orgullo y el respeto por el oficio.
—¿Se trata entonces de recuperar, conocer el trabajo innovador que hoy hacen muchas maestras?
. —Ahí está la importancia de la Red Cossettini. Hay gente que nos escribe porque se siente muy sola o porque el sistema las absorbió. Sienten un poco de temor, un poco de rechazo hasta por sus propios compañeros. Quieren hacer algo distinto y no siempre pueden.
—¿En qué ponen el acento estas jornadas latinoamericanas?
—Estamos intentando recuperar el famoso Clea (Consejo Latinoamericano de Educación por el Arte), para eso viene la chilena Patricia Raquiman. Llega otra joven uruguaya, María Cecilia Canale, muy batalladora, que trabaja creativamente con la luz y el color; también un brasileño, Sidney Peterson Ferreira de Lima, que está haciendo una investigación con la Universidad de San Pablo (sobre líneas de educación por el arte). Estará Maricha Heisecke, una educadora paraguaya y sus muñecos de Alicia en el País de las Maravillas; además de otra educadora de Paraguay que llega con muñecos hechos en caña y papel pero con sus manifiestos. Y ahí está el secreto: no sólo son bonitos, sino que tienen sus manifiestos sociales. Una propuesta que de paso invita a dejarse de embromar con tanta fotocopia en la escuela. Pero además están las estudiantes del Instituto Cossettini con muchas propuestas. Y un panel muy fuerte con Elisa Welti y Marcela Pelanda. Son muchas experiencias y educadoras bien interesantes que estarán presentes. Las jornadas cierran el sábado a las tres de la tarde en la que fuera la casa de las Cossettini, que hoy alquilan los Amigos del Paraná (una entidad civil). Queremos hacer visible ese patrimonio, que aparezca algún mecenas, que la Provincia o la Municipalidad la compren. El cierre no será nada formal, nos juntaremos a tomar mates y haremos como un gran recreo, que sea un Hasta luego!
—¿Qué más representan estas jornadas?
—Para mí, la importancia de encontrarnos. Nadie quiere ni copiar ni quedarse en el elogio de lo pasó, sino reconocernos en ese pasado, que es plural. Tenemos la suerte de tener una Olga aquí, pero ha habido muchas Olgas, lamentablemente ignoradas… Amanda Arias, Angela Peralta Pino… valiosas, que se la han jugado. Tenemos que apuntar a recuperar sentir el orgullo de nuestro oficio. Es importante el salario, pero también hay que exigir otras cosas: nadie puede trabajar con más de 30 chicos en el aula ni manejar una escuela de mil cien alumnos, así las escuelas terminan siendo cárceles u hospitales. Tampoco puede haber excusas para trabajar con las nuevas tecnologías en el aula o usar, las escuelas que los tienen, los laboratorios de ciencias. También hace falta una autocrítica.
Fuente: http://www.lacapital.com.ar/es-importante-pensarnos-porque-si-no-nos-piensan-n1258353.html