Por: Kepa Azarloza Goira
Antes de la colonización, en África existían diferentes formas de educación, dependiendo de cada pueblo o tribu, pero en general se enseñaba a los jóvenes para una integración armónica en la vida social de su comunidad. Obviamente, no existen estadísticas de los resultados de dicha enseñanza, pero el indígena entendió la educación importada de Europa, e impartida principalmente por misiones cristianas y musulmanas, como un elemento cultural alienante, impuesto por el concepto de vida del hombre blanco sobre las tradiciones africanas.
Durante la colonización, las potencias extranjeras occidentalizaron al sector más preparado e influyente de la población autóctona mediante la educación en valores y criterios europeos, así como con la enseñanza de las lenguas de las metrópolis a fin de que la élite local administrara las colonias con mentalidad proeuropea. Por el contrario, al resto de los niños, a los pobres, se les orientó a estudiar materias prácticas, sobre todo agrícolas, y hacia oficios manuales en general.
Dicha política conllevó la presentación de la civilización africana, su cultura y conceptos sociológicos, como una tendencia atrasada y primitiva, que crearon en el indígena complejos que influyeron en la personalidad del africano subsahariano. Las frustraciones en las que viven muchos africanos rompen la cohesión nacional y les alejan de la construcción del Estado y la fuerte emigración hacia otros países son prueba de esta realidad. Aunque resulte increíble, muchos africanos consideran al Estado como una propiedad de las élites que detentan el poder.
La colonización conllevó la presentación de la civilización propia, sus culturas y conceptos sociológicos como una tendencia atrasada y primitiva, lo que creó complejos e influyó en la personalidad del africano
A raíz de la descolonización, los gobiernos nacionales hicieron un gran esfuerzo para escolarizar a todos los niños. Así, entre los años 1960 y 1990 se duplicó la enseñanza primaria. Sin embargo, es criterio generalmente admitido que los intereses de las potencias extranjeras en los recursos del suelo africano promovieron las llamadas “guerras de poca intensidad” con grupos rebeldes armados con financiación extranjera, que forzaron a los gobiernos establecidos a la compra de armas, importante gasto que, sumado al pago de la deuda externa contraída, imposibilitó la atención de aquellos a la educación, alimentación y asistencia sanitaria.
UN EJEMPLO: KENIA En Kenia, actualmente, la enseñanza preescolar y primaria pública da acceso a la mayoría de los niños; enseñanza que también comparten escuelas privadas de misiones religiosas establecidas en el país. Sin embargo, la enseñanza pública a partir de los 14 años (High School) tiene un precio de unos 100.000 KS (1.000 euros) para una renta per cápita de 1.500 euros anuales, lo que imposibilita la escolarización. Es cierto que existen escuelas privadas dirigidas por órdenes religiosas que facilitan esta enseñanza a precios moderados: 25.000 KS (250 euros), pero la realidad es que un alto porcentaje de jóvenes de 14 años no puede continuar sus estudios. El Estado ofrece muy poca enseñanza politécnica y de nuevo son las misiones religiosas las que tratan de cubrir el déficit en alguna medida; pero son muchos los jóvenes que con 14 años quedan descolgados de toda educación.
Un informe reciente sobre las tendencias y retos para el desarrollo de la enseñanza en Sudáfrica y Zimbabue, indicaba que la enseñanza primaria tenía un índice de éxito cercano al 90%. Y la
razón era la utilización de la lengua materna, lo que significa que el niño se comunica en casa, en su entorno y en la escuela en su idioma y ello rompe el esquema de la superioridad de los idiomas occidentales, aunque el informe los admite como un recurso para una vida mejor, pero nunca como clave para el desarrollo integral de la persona. Un taxista de la tribu kikuyu nos confirmaba que sus hijos hablaban la lengua kikuyu en casa y swahili e inglés como segunda y tercera lengua.
ALGUNAS LUCES Pero no todo son sombras, hay también luces de esperanza en África, donde existe una sociedad joven que lejos de seguir esperando que su desarrollo les llegue de fuera, luchan por mejorar sus condiciones de vida basándose en los pocos medios que tienen a su alcance. No son pocas las africanas y africanos que aceptan hacer los sacrificios necesarios para conseguir una vida más digna.
Es reciente (2014), lo acaecido en Burkina Faso, cuando movimientos de jóvenes apoyándose en los avances que brindan las tecnologías de la comunicación, pusieron fuerte oposición a los cambios que propugnaba el dictador presidente Blaise Compaoré, que ante la resistencia callejera, el deterioro social y los riesgos de una guerra civil, tuvo que abandonar el país.
Hace unos días asistíamos a misa en Kakuma, al norte de Kenia, donde hay cuatro campos de refugiados que albergan a unas doscientas mil personas procedentes de once países africanos, y era admirable contemplar dentro de tantísima adversidad una iglesia repleta de jóvenes madres vestidas con ropas de colores vivos y anchos collares turcaneses y con bebés colgando de ellas, cantando y bailando con increíble energía y fé. También hace unos pocos días, en otra ciudad keniata, oíamos al almuecín al atardecer, quien desde el minarete de la mezquita llamaba a sus fieles a la oración y terminaba repitiendo con voz profunda y serena “Alá… Alá… Alá…,” como clamando: Noiz arte jarraituko da Afrika horrela?
Fuente: http://www.deia.com/2016/12/09/opinion/tribuna-abierta/la-ensenanza-en-africa