Seis errores en la educación de los niños que dificultan el aprendizaje

Por: Álvaro Bilbao.

La educación infantil academicista y excesivamente volcada hacia las nuevas tecnologías puede perjudicar el desarrollo de los niños y niñas de menos de tres años. Así lo explicó el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor de «El cerebro de los niños explicado a los padre», en el pasado congreso de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) celebrado en Madrid con la presencia de medio millar de maestros.

El principal objetivo de este congreso, que tiene dos ediciones al año, es poner en común nuevas técnicas de trabajo en el aula y reivindicar el papel que tiene esta primera etapa educativa en la formación de la personalidad de los más pequeños. Según Bilbao, el papel del educador es respetar y potenciar las diferencias genéticas de cada niño y niña, ayudando a construir mejores cerebros y a modular sus rasgos, fomentando la confianza en ellos mismos.

Según Juan Sánchez Muliterno, presidente de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI), «el desarrollo del cerebro del niño para que afronte con plenas garantías la etapa adulta tiene entre los 0 y los 3 años su momento más decisivo. Como asociación, reclamamos que los gobiernos reconozcan de una vez por todas la importancia de la educación infantil y que frenen el intrusismo en el sector con madres de día o guarderías ilegales que no acogen bien a los más pequeños. Por el contrario, defendemos la máxima excelencia profesional de los educadores».

Durante su ponencia en el congreso de AMEI, Álvaro Bilbao alertó de seis puntos negros en la educación de los más pequeños que, si no se tienen en cuenta y se evitan, pueden limitar el desarrollo de todas las capacidades de niños y niñas:

1. No utilizar el refuerzo positivo: Reconocer las cosas que el niño hace bien le ayuda en su proceso de aprendizaje al igual que la propia maduración cerebral, la experimentación, la observación y la instrucción recibida en la escuela. Según Bilbao, lo que importa es el proceso, más que la meta, así que hay que valorar el esfuerzo que hacen las criaturas cuando se intentan concentrar o piden una cosa por favor. Aunque el resultado no sea 100% satisfactorio en ese momento, es importante celebrar la evolución para que el niño no relacione esfuerzo con frustración.

2. Dar mensajes negativos: Repetirle a un niño que es gruñón, vago o agresivo acaba sedimentándose en el hipocampo, la parte del cerebro que almacena la memoria y los conocimientos. El efecto pedagógico de esto es contraproducente, ya que el pequeño puede acabar creyéndose lo que le dicen que es y aceptar ese rol.

3. Sobreproteger: Según Bilbao, los niños hacen lo que sienten que es fundamental en la familia. Por ejemplo, leer, no dejar comida en el plato o respetar a los demás. Su alta capacidad de observación del comportamiento de los adultos les hace aprender. Si su educador o familia se muestra inseguro y sobreprotector con respecto a él, estará estimulando la amígdala del niño, que activa el miedo y la inseguridad, en vez de la corteza prefrontal, que alberga la confianza y el afrontamiento.

4. Adulterar el ritmo madurativo natural: Es, para Álvaro Bilbao, uno de los problemas más comunes en la actualidad. «Los sistemas excesivamente academicistas provocan desmotivación porque no han desarrollado el instinto por aprender, que viene del disfrute», afirmó. En este sentido, recomendó a los maestros encontrar qué hace a cada niño especial para que “aprenda a aprender en función de las aficiones”.

5. Sobreestimular en la era digital: los niños necesitan pocos estímulos y bien desarrollados, abundó Bilbao, pero la sociedad de consumo actual no da lugar al reposo y provoca niños sobreestimulados. Puso como ejemplo el mundo digital, donde se multiplican los refuerzos positivos: puntuaciones, adrenalina, diseño gráfico de alta calidad… Además, para Bilbao, las tablets impiden que los niños aprendan a través del tacto, algo que sigue siendo fundamental porque, en edades tempranas, no tienen desasociados el mundo físico y mental como un adulto.

6. Caer en el no educar como forma de educar: las criaturas requieren mucho afecto, un ritmo tranquilo y confianza en ellos mismos. Según el experto, los educadores, tanto maestros como familiares, tienen que ayudar a los más pequeños a conectar los tres cerebros del ser humano: el cerebro reptil, que es el más instintivo; el mamífero o emocional, que se basa en la motivación y la memoria y busca acercarse a las cosas que han provocado satisfacción con anterioridad, y el racional, en el que se engloban la escritura, el razonamiento o la creatividad. Para Bilbao, la empatía y el juego son formas idóneas para conectar estos mundos mentales y educar.

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