“La presión social que crece cada día y las constantes manifestaciones no se detendrán, pues con la crisis por la llegada del Covid-19, lo único que ha puesto en la mesa, es evidenciar los vacíos que aún quedan”
Existen hitos importantes en la historia de la protesta social. El mundo ha sido testigo del levantamiento de los ciudadanos, especialmente, la última década, desde el alzamiento de la primavera árabe; en sus inicios tuvo lugar en Túnez, dando inicio a que muchos países de oriente medio, salieran en su rechazo a la desigualdad en temas sociales, económicos y políticos; como Egipto, Yemen y Libia, donde sus manifestaciones, llegarían al punto de derrocar a sus líderes.
La función principal de un movimiento social es generar cambios, o expresar un descontento. Tradicionalmente se dan en espacios públicos, pero gracias a las redes sociales emergentes, la invitación a la discusión de activistas, diferentes movimientos, o cualquier ciudadano, se trasladan al espacio virtual con una voz, mucho más fuerte y, hasta global. Lo hemos visto con el movimiento MeToo, que inició como una campaña contra la violencia sexual por denuncias contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein; o de las protestas contra el racismo motivadas por la muerte de George Floyd, un exguardia de seguridad asfixiado durante un arresto en Nueva York.
Esta ola de protestas, se permea a lo largo y ancho del planeta. Solo falta hacer memoria. Para no irse tan lejos, tenemos a Latinoamérica; aparece entonces, un movimiento estudiantil que se gestó en Chile, contra el gobierno de Sebastián Piñera en el 2011, donde se buscaba reformar el acceso al ingreso a las universidades, con una educación superior gratuita. Fin que se consiguió después de cinco años de estar en las calles, cuando la presidenta, Michelle Bachelet, puso su fin, con una frase que destacaron todos los medios, la gratuidad universitaria “es un derecho, no un regalo”.
Pero el estallido social no se queda ahí. Esto se propagaría como un virus desde Chile hasta Colombia, donde vemos como la “normalización de las protestas” se desata en la región. Hay que destacar que hoy América Latina es la región más desigual del mundo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), pues se estima que de 2019 a 2020, el desempleo pasará de 8,1% a 13,5%, es decir, que habrá más de 44 millones de personas sin trabajo. Así que no es de extrañarse como se incrementan cada vez más estos actos con Hambre – en mayúscula- por cambios reales.
Deténganse en Colombia. El descontento en el país, se hace cada vez más evidente, a pesar de que se intente desestimar las marchas pacíficas, con actos vandálicos y un uso excesivo de la fuerza por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), no se deja envolver bajo esa cortina de humo. Lo vimos durante las pasadas marchas del 21 de noviembre del año pasado. Este Paro nacional se caracterizó por una unión de los diferentes gremios afectados como campesinos, indígenas, docentes, estudiantes, comunidades afro, mujeres, comunidad LGTBI, pensionados, transportadores, en fin parecía que todo el país obedecería al llamado del paro. Al fin, la marcha como mecanismo de participación ciudadana, tomó su papel, y el país, lograría conmocionarse ante su gente.
La presión social que crece cada día y las constantes manifestaciones no se detendrán, pues con la crisis por la llegada del Covid-19, lo único que ha puesto en la mesa, es evidenciar los vacíos que aún quedan; vemos como la línea que divide a la clase media de la pobreza y la pobreza extrema se ha vuelto más delgada, con un escenario de 20 millones más de personas en pobreza extrema en la región. Informalidad, desigualdad del ingreso, falta en oportunidades de trabajo, acceso a la salud y a la educación eran problemas que América Latina enfrentaba, y salen a luz, por la pandemia como lo explicó Ángel Gurría, secretario General de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Y si los gobiernos acataran las medidas por contrarrestar los efectos que se perciben, junto con todo lo anterior, ya podríamos hablar de reconstruir, (antes de que sea demasiado tarde), nuestra región, con la necesidad de reinventarnos en tiempos de Covid, como podría ser desarrollar nuestro potencial agrícola, sería una oportunidad de crear un impacto positivo, pues como se ha dicho la crisis alimentaria es una realidad. Pero la respuesta podría ser América Latina, señala el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ya que tiene la reserva más grande del planeta en tierras cultivables. La región latinoamericana tiene un enorme potencial para aportar soluciones globales en materia alimentaria.
Hoy podemos elegir si queremos ser las víctimas de un Estado fallido, o podemos buscar soluciones, pues en medio de la tormenta es cuando se conoce al buen piloto. Quizás necesitaremos mejores líderes y, en el futuro pospandemia, pasar a la acción por todos aquellos que han salido a manifestar su descontento, su dolor, su impotencia, de no ver cambios; y terminar por proteger y defender los derechos humanos de las generaciones venideras.
Fuente: https://alponiente.com/movilizacion-social-con-hambre-de-cambios/