Por Irvine Welsh
La mayoría de la gente con mentalidad progresista comparte la convicción inherente de que la educación debería ser gratis y un derecho universal, y no el privilegio de unos pocos adinerados. Para la derecha, es un artículo de fe. Es la manera en que podemos progresar en la vida, ampliando nuestro deleite con las cosas maravillosas que ofrece el mundo. Es la manera en que vivimos una existencia más iluminada como ciudadanos libres e informados en una democracia participativa, y eso no termina cuando te expulsan de la escuela. Disculparas el cliché de este cabrón amargado, pero sí, fui el primero en mi familia que fue a la universidad, una situación que compartí con muchos de los que nacieron en época del punk. Cual rufianes en una tienda de dulces, nos paseábamos por el campus de nuestras universidades durante la época previa al SIDA, fortalecidos por la noción de que éramos pioneros que estaban rompiendo la estructura social arcaica de un Reino Unido conservador.
La derecha rara vez ha expresado tan alto aprecio a la educación. Desde luego, es natural que algunas élites aspiren a la excelencia, pero ¿qué hay de una población con estudios que haga preguntas sobre el mundo donde vivimos y cuestione la apropiación y control de sus recursos? No es lo que tienen en mente. Su preferencia fue, y sigue siendo, una población obediente y dócil que se asusta o enfurece fácilmente con cualquier amenaza señalada por los medios de comunicación, que supuestamente «amenaza nuestro estilo de vida». El amor que le tiene Donald Trump a «la gente sin estudios» no sorprende.
Aun así, las élites de la sociedad occidental, podrían tolerar, incluso apoyar el crecimiento de la educación universal, mientras el capitalismo fuera fuerte y produjera porcentajes altos de crecimiento económico. Eso fue exactamente lo que hicieron en Gran Bretaña, tras el establecimiento del estado de bienestar durante la posguerra. Teníamos las grandes industrias (nacionalizadas) mineras y ferroviarias, el Servicio Nacional de Salud y sobretodo una reforma educativa. Hubo un crecimiento de la enseñanza media, una idea meritocráticas de que el sistema de que el sistema de enseñanza no tenía por qué reflejar servilmente la estructura social, de que simplemente debía haber escuelas para que los niños fueran a aprender independientemente de su clase social o su condición económica.
De aquí surgió la expansión de la educación superior. Después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las Autoridades Educativas Locales (AEL) le pagaban a los estudiantes sus matrículas y les brindaban becas para pagar su manutención la Ley de Educación de 1962 hizo que el subsidio de matrículas y becas por parte del estado fuera obligatorio. Ellos se encargaron de pagar mis matrículas y recibí una beca completa, que era como dos tercios de lo que mi padre ganaba en una semana laboral de 35 horas. También conseguí un empleo de verano. Así fueron esos días infernales plagados de huelgas en la Gran Bretaña de finales de los 70. Había empleo para todos, una economía de alta productividad y buenas condiciones laborales. Cuando era joven, los mayores se quejaban y nos decían que teníamos mucha suerte y que nunca nos había ido tan bien. Sólo la gente más descerebrada puede hacerle la misma declaración en serio a los jóvenes de hoy.
Pero ahora nos estamos alejando de ese momento culminante para el capitalismo industrial. El otrora monstruo es ahora un viejo decrépito y jadeante que aún no da sus últimos pasos, pero que definitivamente ya no posee el dinamismo necesario para un elevado nivel de crecimiento económico. Cuando surgió el ataque al consenso de la posguerra, los malos, aquellos que apoyaban la riqueza y los privilegios, ganaron la guerra de clases y la batalla de las ideas. Pero la retórica de una democracia propietario no duró mucho tiempo, al igual que el capitalismo de libre mercado que supuestamente debía acompañar, fue sustituido por una mutación más empresarial y con más más aversión a los riesgos. En Gran Bretaña, no sólo aceptaba los principios fundamentales del neoliberalismo , sino que, tal como el gobierno de Bill Clinton había hecho en Estados Unidos, Gordon Brown le hizo caso a los banqueros, dando fin de esta manera a la división entre banca comercial y banca de de inversión, y preparó el terreno para la crisis de 2008.
La educación superior también tuvo el mismo destino que la economía. Thatcher estableció la Compañía de Préstamos Estudiantiles, pero fue el gobierno de Blair el que introdujo los gastos de matrícula con la Ley de Enseñanza Superior y Docencia de 1998. A esta le siguió la severa ley de 2004, que incrementó las cuotas de matrícula de 1000 libras (25,173 pesos) a 3000 libras (75,520 pesos). Desde entonces, la educación superior de paga se ha mantenido como consenso político en la política inglesa (el juramento liberal demócrata de abolir las cuotas de matrícula en coalición y asociación con los conservadores fue simplemente descartado), aunque no en la escocesa, donde asombrosamente, el Partido Nacional Escocés, en el parlamento descentralizado aún apoya la educación gratuita.
En 2014, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) predijo que el crecimiento global disminuiría 2.7 por ciento de aquí al año 2060. Alguno economistas lo reconocen como extremadamente optimista, y hay bastantes especulado que será menor, pero el consenso general tanto a largo como a mediano plazo es que el crecimiento va a ser lento.
Para que estas cuatro décadas de estancamiento se consoliden, Europa y Estados Unidos necesitan acoger a 50 millones de inmigrantes por su parte. Sin ellos, la base imponible se reduciría a tal punto que los países simplemente se irían a la quiebra. Nada en la vida es seguro, pero en el caso de futuro previsible, la lógica sugiere que la economía occidental se estancará debido a empleos mal pagados en el sector terciario.
Por consiguiente, los préstamos y deudas estudiantiles no son una estrategia incidental. Representan el punto de partida para inducir a la gente en un ciclo de deuda y esclavitud, que incluye préstamos para coches e hipotecas. En épocas de mayor inocencia y prosperidad económica, les llamábamos créditos. El destacado crítico y teórico social estadounidense-canadiense Henry Giroux explica que: «Los apóstoles del fundamentalismo de mercado ven la educación superior como un espacio para producir ganancias, al educar una fuerza laboral dócil y una institución poderosa que adoctrine a los estudiantes para que acepten la obediencia que les exige el orden corporativo».
Cuando los medios de Estados Unidos, como los periódicos New York Times y el Wall Street Journal, debaten sobre la deuda estudiantil, lo hacen desde una perspectiva neoliberal, con la siguiente pregunta: ¿cómo pueden evitar los políticos que los bancos pierdan dinero en estas deudas? La respuesta permanente es: ser más severos con los deudores. Los bancos hacen que el gobierno garantice dichos préstamos y eso le da a los políticos el prestigio para afirmar su deber de proteger a los contribuyentes y hacer que estos estudiantes holgazanes paguen. Incluso si los contribuyentes en cuestión a menudo resultan ser los padres de los estudiantes endeudados.
El «socialismo» de Barack Obama’s es el responsable de los préstamos estudiantiles.
El periódico Wall Street Journal recientemente describió recientemente préstamos estudiantiles como otro ejemplo del socialismo de Obama. Un argumento bastante absurdo, dado que el gobierno estadounidense no dirige el sistema educativo ni le brinda financiamiento. Igual que en Reino Unido, las cuotas de matrícula de Estados Unidos se han elevado drásticamente en la última década. El socialismo está reservado para los bancos que se benefician de esa y otras estafas, dado que el capitalismo anglo-estadunidense las considera «demasiado grandes para fracasar». Para todos aquellos que sí trabajan en el sistema educativo, la historia es de privatización y financiarización.
Como respuesta a la crisis de las deudas, Reino Unido adoptó una estrategia estadounidense: vender deudas estudiantiles a una fracción de su valor a empresas privadas como CarVal Investors y Erudio. El segundo está asociado con Arrow Global, una empresa especializada en recuperación de deudas que le compra préstamos morosos a los bancos y a las compañías de tarjetas de crédito. El director ejecutivo de esta compañía declaró: «Este es un paso importante para alcanzar las metas financieras de este año y posicionar el negocio para crecimiento futuro». Esto quiere decir que la deuda de un estudiante es más que una oportunidad de hacer negocios; es la razón de ser de las compañías a las que el gobierno les otorga estos contratos. En Estados Unidos, como en Reino Unido, la deuda estudiantil es un nuevo e importante sector de crecimiento para los ingresos bancarios. Como no se permite la deuda estudiantil, esto es similar a un flujo de ingresos de bajo riesgo para la industria financiera, y ahora es el segundo en extensión después de la deuda hipotecaria.
Ahora, el sistema puede apoderarse y monetizar el potencial de los estudiantes. Hace mucho que le ganaron la guerra a los pobres; los recortes de asistencia social sólo están enterrando a aquellos derrotados. Ahora el ataque más insidioso es para la clase media, pues ese uno por ciento, representado por el gobierno, los bancos y las instituciones financieras, expropian su riqueza. Y lo hacen principalmente a través del sistema de educación superior.
La naturaleza de las personas con pocos medios es afirmar que la educación es la clave para un buena vida. Ese ya no es el caso, pero eso no lo sospecharías viendo un folleto de universidad y sus fotos donde aparecen sus guapos estudiantes sonrientes sentados en una cafetería, inclinados sobre una laptop en la biblioteca, haciendo algún deporte, o vestidos con togas y birretes con su título en mano. El deseo loable por conocimiento y preparación se convierte en propaganda de un sistema de educación corrupto que engaña a la gente para que se inscriba a sus cursos (a menudo de aplicación cuestionable para el individuo) y fuera del registro de empleos, mientras perpetúan el régimen de intercambio de deuda total a activos totales. El fraude es muy simple. Los padres mandan a sus hijos a la escuela, utilizando ahorros o, cómo es más probable hoy en día, endeudándose. El estudiante entonces acumula más deuda cuando ya ha iniciado su vida laboral postuniversitaria. Cuando los padres hacen recortes, se retiran o mueren, lo que debió ser una herencia para sus hijos se va directo al banco para pagar esas deudas.
Una investigación realizada a petición de Sutton Trust en 2014 revela que la mayoría de los ciudadanos seguirán pagando sus préstamos estudiantiles a los 40 y 50 años de edad, y muchos de ellos nunca van a terminar de pagar su deuda. Por lo tanto, poniéndole de esta forma, si aceptas el concepto de la deuda estudiantil como el nuevo contrato de trabajador no abonado, es muy probable que estés firmando, a largo plazo, un contrato de esclavitud por el resto de tu vida en una economía agonizante simplemente al inscribirse en una universidad.
En los últimos 30 años, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria calcula que el costo del pago de deudas estudiantiles se va a elevar a miles de millones de libras esterilnas para Reino Unido. Se cree que va a ser igual a todo el presupuesto de la educación superior. Los intereses de los prestamos pendientes van a aumentar, lo cual significa que el costo será equivalente a casi el uno por ciento del PIB. En 2009, una Comisión Independiente de Educación Superior describió el sistema de financiamiento actual como «insostenible» porque deja al 75 por ciento de los estudiantes sin la posibilidad de pagar sus préstamos.
Al otro lado del mundo, más de 40 millones de estadounidenses están estancados con algún tipo de deuda estudiantil. En conjunto, deben más de 1.2 billones de dólares. Las personas tituladas sacrifican entre el 25 y el 30 por ciento de sus ingresos para pagar esta deuda. Como renuncian a una proporción tan alta de su salario para dársela al banco, esto produce una deflación en las deudas, que a su vez provoca un retroceso en los mercados y un aumento en el desempleo.
Paradójicamente, la deuda abrumadora que enfrentan muchos egresados hace que dejen de aspirar a un empleo lucrativo y acepten puestos de trabajo con salarios bajos con el fin de retrasar sus pagos y congelar los intereses. Igual que en Reino Unido, el impacto de la deuda no solo afecta a los estudiantes, también se vuelve una carga para sus familias que se prolonga por décadas. Esto pone en peligro la capacidad de las generaciones actuales y futuras para construir una trayectoria laboral exitosa y crear empresas que contribuyan al crecimiento, comprar casas, automóviles y otros bienes necesarios para sostener una economía de consumo dinámico. Hace que los jóvenes tarden más en salirse de casa de sus padres y casarse. También hace que las generaciones mayores tarden más en ahorrar para su jubilación, lo cual genera tensiones y conflictos dentro de los hogares.
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La deuda y la depresión han estado asociadas desde hace mucho tiempo. Ahora, un estudio reciente de la Universidad Northwestern en EU reveló que la deuda daña la salud física y mental. «Hay una relación bastante fuerte y consistente entre la deuda y la depresión, y entre la deuda y los pensamientos suicidas», explicó Elizabeth Sweet, autora principal del estudio, para la revistaTime. «Sin embargo, se ha hecho muy poco para analizar el impacto en la salud física». Después de seguir a un grupo de jóvenes adultos en un período de 15 años, el estudio recabó información sobre la deuda y la salud de 8,400 personas. Se centraron en la deuda total de cada individuo, que incluye préstamos estudiantiles (que constituyen la mayor proporción de la deuda no hipotecaria, en especial en el caso de los jóvenes), tarjetas de crédito, créditos automotrices y gastos médicos o legales. Los préstamos inmobiliarios fueron los únicos que se quedaron fuera. Las personas con deudas más grandes sufrieron mayores niveles de estrés y depresión, y su salud en general se vio más afectada, sobre todo si su deuda era mayor al equivalente de sus activos (las viviendas como activos y las hipotecas como las pasivos no entraron en la ecuación). Los que creían que sus deudas superaban el valor de sus activos eran más propensas a tener presión arterial más alta. Este efecto es significativo, ya que incluso un pequeño aumento en la presión arterial puede aumentar fuertemente el riesgo de desarrollar hipertensión y tener un derrame cerebral. La deuda es una asesina.
La deuda destruye la cultura despreocupada de ser un estudiante. En la época en que la gente debe estar disfrutando de la belleza de la irresponsabilidad, ahora muchos jóvenes se sienten temeroso y derrotados, como ancianos prematuros. Igual que las generaciones pasadas, deberían pensar en cómo van a ser capaces de adaptarse a una vida más estructurada y no en cómo le van a hacer para pagarle al banco. De haber sabido que me iba a endeudar a ese nivel, nunca habría entrado a la universidad. Habría hecho algo mucho más racional y económicamente sensato, como vender drogas.
Estamos tan enredados en este sistema económico mundial y en nuestro papel como país deudor que ahora muy difícil saber cómo salir de esta situación. Los políticos, cuando no están muy comprometidos en su grupo de presión, tienden a ser criaturas enfocada en el presente en vez de ser visionarios; se rigen por el ciclo de la elección y la siguiente serie de encuestas. Es poco probable que alguno de ellos recuerde a su electorado sobre la verdad más grande e incómoda, es decir, que hay que prepararnos para un mundo sin trabajo remunerado y sin prestaciones.
Fui el primero en mi familia que fue a la universidad, una situación que compartí con muchos de los que nacieron en época del punk. Cual rufianes en una tienda de dulces, nos paseábamos por el campus de nuestras universidades durante la época previa al SIDA, fortalecidos por la noción de que éramos pioneros que estaban rompiendo la estructura social arcaica.
Sin embargo, ahora es momento de poner a prueba el orden establecido. Cuando un sistema falla, la gente toma medidas, en especial por la desesperación ya que no ven ninguna alternativa. En EU, Debt Collective —lo que queda del movimiento Occupy Wall Street— ha ayudado a miles de deudores a organizarse y entrar en huelga al negarse a pagar los más de 182 millones de dólares en deudas estudiantiles.
En Reino Unido, el informe del Instituto de Estudios Fiscales (IFS, por sus siglas en inglés) reveló que casi tres cuartas partes de los egresados de la universidad van a evadir alguna de sus deudas y el banco las va a dar por perdidas. En otras palabras, los bancos saben que su sistema no funciona. Pero claro, esto no significa que no van a seguir con él.
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Sin embargo, la mayor amenaza para la cultura de la deuda todavía no se ha manifestado, aunque sin duda lo hará en algún momento. Esta amenaza es que, después de hacer los cálculos, los jóvenes van a decidir no ir a la universidad. Para los hijos ambiciosos de la clase media trabajadora, suena un poco contradictorio decir a sus padres: «No quiero ir a la universidad». No obstante, lo que alguna vez fue un rito de paso, un gran capítulo social en la vida de una persona, se ha convertido un proceso mediante el cual el banco se apodera tanto de los bienes de los padres y como de nuestros propios bienes futuros. La lógica es simple: si un trabajo de mierda y mal pagado en una economía estancada es la mejor oferta, al menos déjenme (lo que queda de) el valor de su casa. Sí, esta distopía del capitalismo tardío está muy lejos de la ‘democracia poseedora de propiedades’ de Thatcher. Muchas veces me pregunto si le da gusto que las élites le están sacando todo el jugo posible o si le entristece que los sueños modestos de la pequeña burguesía y los trabajadores cualificados, que ella misma motivó, ahora están destruidos.
Es posible que la disminución en la tasa de inscripción de los estudiantes haga que muchas universidades caras se vuelvan obsoletas y terminen por quedar deshabitadas, lo cual ensuciaría el cinturón verde igual que centros comerciales abandonados en EU.
Todo esto indica que en el futuro, cada vez más gente se va a educar por internet. Seguro está por salir una Wikipedia para educación superior gratuita que funcione siguiendo los principios de la universidad a distancia. Los alumnos no necesitan burocracias universitarias, que ahora no son más que herramientas ineficientes del gobierno, del bancos y de otros patrocinadores corporativos, que ofrecen una experiencia educativa limitada (y que, en la mayoría de los casos, es vocacionalmente inútil). En un futuro, es probable que solo la ingeniería, la medicina, la ciencia y las bellas artes se impartan en las universidad físicas tradicionales. Algunos de los edificios universitarios victorianos en ciudades del Reino Unido ya se vendieron para convertirlos en hoteles o departamentos, y se sustituyeron por instalaciones más baratas y funcionales en zonas no urbanizadas. Esto se debe tanto a las presiones financieras sobre estas instituciones como a la modernización. Y es posible que la disminución en la tasa de inscripción de los estudiantes haga que muchas universidades caras se vuelvan obsoletas y terminen por quedar deshabitadas, lo cual ensuciaría el cinturón verde igual que centros comerciales abandonados en EU. Por supuesto, las universidades más antiguas y prestigiosas van a sobrevivir, ya que los padres ricos de aquellos estudiantes no están pagando por la «educación» como tal, sino por el acceso a la red influyente de la élite gobernante.
Los que se preocupan por dejar de lado el aspecto social si estudian la universidad en línea o en grupos de estudio, recuerden que los ferrocarriles europeos, Ibiza, Miami Beach e India no van a irse a ninguna parte. Todavía podemos emprender aventuras y concentrarnos en el estudio con nuestros grupos conectados en la red. Aunque me tachen de iluso optimista, nunca voy a perder la fe en la capacidad de los jóvenes para encontrar maneras de enfiestar. Y si están buscando una institución autorizada para desquitarse; no se preocupen, los bancos y sus políticos van a seguir aquí, aunque esperemos que su capacidad de influir en nuestras vidas vaya disminuyendo con los años.
El pago de Irvin por este artículo fue donado por The Junction, the-junction.org. Su nuevo libro, The Blade Artist, ya está a la venta y fue publicado por la editorial Penguin.
Articulo tomado de http://www.vice.com/es_mx/read/como-los-bancos-se-apoderaron-de-la-educacion-superiore: