Así lo afirma una experta en educación y psicología, quien propone otras técnicas para hacer que un niño aprenda de manera más efectiva y didáctica.
Los niños acaban de volver a clases, donde copiar del pizarrón, memorizar fórmulas y materias, y rendir pruebas escritas son acciones frecuentes en el contexto de una escuela de enseñanza básica y media. Pero, ¿son realmente ésos los métodos más adecuados para que los niños aprendan?
“Hoy en día el colegio dejó de ser el centro de la información. Este tipo de escuela tenía sentido cuando había especialistas centrados en ellas que tenían información, que poseían un bagaje cultural mayor al de los alumnos y sus familias, y que describían o relataban esas experiencias a los estudiantes. Pero hoy la información está en todas partes y las personas acceden o no a ella de acuerdo a la forma en que interactúan con la sociedad. Así, la escuela pierde sentido en la actualidad, porque aún está estancada en unas formas de organización de la clase y métodos que trabajan solamente un dominio de habilidades cognitivas, que le permiten al sujeto recordar la información, pero no operar con ella”, indica Olga Carmelita González, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
Según la Doctora en Ciencias de la Educación, el sistema educacional chileno está basado en ‘entrenar’ personas para que sirvan en un modelo socioeconómico anterior, y no para crear e innovar, propiciando su perfeccionamiento continuo desde el perfeccionamiento de los aprendices, que somos todos.
“La institucionalización del sistema de aprendizaje responde a los requerimientos de un determinado modelo socioeconómico, es decir, que el fin de la educación es y ha sido formar a un sujeto que sea capaz de responder a las exigencias de la sociedad en la que está inserto. Muchas veces los profesores y padres están felices con que los niños sepan seguir instrucciones, pero lo que hay que preguntarse es si acaso la escuela, en su modelo formativo, o la organización de la clase, ofrece al estudiante la posibilidad de pensar y crear, luego de analizar su entorno con ojo crítico”, cuestiona la Licenciada en Psicología y Pedagogía.
La académica de la U. del Pacífico explica que más allá de las múltiples tareas y urgencia por la memorización de contenidos, las escuelas y los padres deberían preocuparse de que el niño aprenda realmente a través de las experiencias. “La mejor herramienta que existe para poder interpretar la vida, para poder hacer lecturas de los eventos, lo cual es el aprendizaje, es precisamente vivir. El ser humano es un sujeto que, dada su dotación neurológica, continuamente está aprendiendo, por lo tanto la escuela como institución es posterior al aprendizaje; aprender es propio de la condición humana”, señala González.
Por ello, en estas vacaciones de invierno lo mejor sería interactuar con el niño y dejar que experimente nuevos lugares o repasar los lugares ya vistos anteriormente con una nueva propuesta, animarlos a explorarlos, describirlos y construir nuevos saberes.
“Si los padres se están preguntando qué hacer con los niños en vacaciones, la respuesta es vivir y disfrutar la mutua compañía. Sería bueno ofrecer, por ejemplo, un escenario que esté rico en vivencias, ya que no hay aprendizaje que pueda internalizarse al margen de lo emocional. Sería muy beneficioso una salida a la naturaleza (desde el patio de la casa hasta otra ciudad), que visiten entornos donde puedan interactuar con ellos, que el niño pueda ‘ser él’. En realidad, sirve toda experiencia concreta del vivir, como cocinar, amasar, tejer, jugar, cuidar animales o mascotas, seleccionar semillas, sembrar plantas, cosechar frutos, etc.”, asegura González.
“Nada sustituye la experiencia a través del contacto concreto con la vida. El camino del aprendizaje va desde la contemplación y contacto vivo con el elemento como tal hacia la abstracción que soy capaz de hacer, de acuerdo a las representaciones que el contacto con la realidad me ha permitido construir”, complementa Olga Carmelita González, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
El juego como método de aprendizaje
Lo más recordado del periodo de infancia es la gran cantidad de tiempo libre disponible para jugar con amigos y familiares. Pero, cuando el niño entra al colegio, los cuadernos y largas tardes de estudio llegan a cambiarle la vida. ¿Es correcto alejar el juego de los pequeños?
“Para los niños en edad pre escolar y hasta cuatro básico, el método más favorable de enseñanza y de aprendizaje es a través del juego, ya que es el mismo menor el que concibe jugar como la manera natural en la que conoce el mundo. Lamentablemente hoy en día en la escuela no se juega y se les ordena estar quietos o ‘normalizados’, lo que es muy grave, ya que si a los adultos nos cuesta mucho estar sentados en una reunión durante horas sin movernos, para el niño el esfuerzo es el doble y francamente va ‘contra natura’”, comenta la especialista de la U. del Pacífico.
González asegura que los juegos de mayor o menor complejidad, e incluso los de mesa como las damas o el ajedrez, son excelentes para que los niños comprendan la importancia de las normas, y que las demás formas de interacción y comportamientos de la niñez deben tratarse como normales y los adultos deben ofrecerle posibilidades de adecuarlas a formas más seguras, y no con una prohibición absoluta.
“Un niño que está lleno de prohibiciones como ‘no corras’, ‘no te ensucies’, ‘no grites’, ‘no salgas’, no ha interactuado con su mundo circundante. La recomendación es que por cada ‘no’ debe haber tres propuestas anteriores con entornos o circunstancias más favorables. Por ejemplo, cuando un niño toma un palo filudo de la calle y se pone a jugar con un hermano a las espadas, en vez de decirle ‘suelta el palo que le vas a sacar un ojo a tu hermano’, puedes darle otro palo más seguro, o sea, ofrecer más posibilidades, y si insiste, deja que con su dedo toque la punta. No puedes dar tres ‘no’ sin dar unas posibilidades anteriores”, concluye Olga Carmelita González, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.