17 de agosto de 2016 / Por: Aurora Lacueva / Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/
El mundo de hoy plantea enormes retos a la humanidad, a los cuales no podemos responder con las soluciones educativas del pasado, que ni aun entonces eran muy positivas
La propuesta de transformación curricular que ensayó hasta julio pasado el Ministerio de Educación es buena y merece ser bien explicada y ampliamente difundida, así como cuidadosamente preparada en sus rasgos concretos, tomándose para ello este año escolar que comienza.
Poco se gana generalizándola apresuradamente, entre la confusión y la desinformación, y sin contar con las condiciones suficientes para el trabajo de nuevo tipo que supone. Se trata de una propuesta bien fundamentada, coherente con lo que la mejor investigación y las más ricas experiencias en pedagogía, neurociencias y ciencias sociales nos enseñan acerca de cómo aprenden los seres humanos y cómo la educación puede ayudar a construir una sociedad más justa y feliz. Desde luego, a medida que se discuta y aplique podrá irse perfilando su diseño, subsanando lagunas y errores, y facilitando de modo creciente la expresión en la vida real de los planteles de los grandes referentes y lineamientos establecidos. Pero su enfoque es estimulante y nos abre nuevas perspectivas.
Su amplia discusión nos pondría a pensar sobre la educación que necesitamos para avanzar como país y para desarrollar, como dice la Constitución, el potencial creativo de todas y todos. Sabemos que la coyuntura económica es difícil, y requerimos del gobierno políticas cada vez mejores para afrontarla, tanto medidas rápidas, a corto plazo, como otras de gran aliento. Pero mientras todo eso sucede, no hemos de parar los avances en otras áreas, como la educativa. Es más, ella es parte de la solución a nuestras dificultades actuales.
El mundo de hoy plantea enormes retos a la humanidad, a los cuales no podemos responder con las soluciones educativas del pasado, que ni aun entonces eran muy positivas: el libro de texto, los pupitres en fila, los ejercicios rutinarios, la desvinculación de los contenidos escolares con los grandes problemas vitales… Y no nos sirven los intentos adoctrinadores copiados de todos los autoritarismos del siglo XX: la obligatoria aclamación acrítica de la acción de un gobierno o de un líder, la necia propaganda y el pensamiento único. Por el contrario, la propuesta curricular nos reta a salir de lo trillado y discutir los principios y acciones para una educación transformadora.
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