El Saber Pedagógico

Una Reconstrucción Social de la Praxis Educativa. II parte

Autora: Arlene Vergaras

Hoy día, en los escenarios educativos, se observa con más preocupación las acciones que el docente realiza para cumplir su labor profesional. De ahí, que la construcción del saber pedagógico se considera una responsabilidad de los intelectuales colectivos de la educación, y ello se logra no solo por la vía de la reconceptualización de las prácticas pedagógicas, también se alcanza a través de la crítica severa a las formas de existencia instrumental de la pedagogía. En este sentido, el saber pedagógico y la praxis educativa, desde la diversidad, son elementos muy significativos en la vida del educador.

Por consiguiente,se debe analizar el alcance conceptual y el ámbito del saber pedagógico, entendido desde la complejidad de situaciones escolares y en correspondencia con los planteamientos epistémicos de diferentes autores. Es importante resaltar que este nuevo término comienza a fortalecerse en los escenarios educativos, un hilo conductor que se despliega del saber docente y se conjuga con la multiplicidad de factores que subyacen en el proceso de formación continua. Se experimentan procesos reflexivos y de análisis de la praxis educativa así como la confrontación de la teoría en la práctica. Antes de entrar en las especificidades del alcance del saber pedagógico. Reflexionar sobre el saber, implica detenerse y pensar en su alcance etimológico, pues éste va mucho más allá que el poseer un conocimiento. Se puede tener sabiduría de algo que no se conoce; esto explica el cómo las madres sin haber recibido instrucción específica cómo ser mamás, cumplen con la misión encomendada por la naturaleza.

Al respecto, Tardif (2004), afirma que “saber”, es siempre el saber de alguien que trabaja en algo concreto, con la intención de lograr un objetivo. No obstante, en lo tocante al estudio pedagógico, éste no puede ser entendido o desligado de los conocimientos y las teorías del campo de estudio educativo. Con referencia a lo anterior,  Quevedo (2006), plantea las siguientes consideraciones: El concepto de saber es muy complejo, esta cualidad se enmarca en contexto de aplicabilidad, por ello existen tantos tipos de saberes como diferencias específicas sean construidas desde los contextos donde se utiliza, por consiguiente, existen tantas definiciones del saber. En el ámbito de estudio de la educación se denomina: saber pedagógico.

En el campo educativo, es donde se construye el saber pedagógico, un saber específico, personal e individual; reconstruido desde la cotidianidad de la praxis, articulado a las estrategias didácticas coherentes con la realidad educativa, en un momento específico de la historia, así como a las características delineadas en los contextos donde se desarrolla el acto pedagógico. Reflexionar sobre el saber, es definir que el saber es “un conocimiento profundo sobre algo”, cuya diferencia se enmarca en lo pedagógico. El saber pedagógico es un saber específico. Comprender el ámbito de alcance, implica determinar la complejidad del proceso que se da por la vinculación de los actores que estructuran el proceso educativo, desde los diferentes escenarios educativos formales e informales. En ellos se genera el accionar cotidiano, que define lo pedagógico y el acto pedagógico.

En este orden de ideas, el término: saber pedagógico, según Zuluaga (2003, p. 15), “…no es el nombre de ninguna teoría que reemplace a la pedagogía, la educación, la didáctica, la ciencia de la educación, el currículo”. Desde esta perspectiva, el autor antes citado  pretende que  cada docente se ubique en el conocimiento como si estuviera en un espacio abierto, donde interactúa y se orienta; en ese proceso dinámico, se interioriza un saber específico que no solo es inherente a una disciplina. El saber pedagógico, como proceso, está en constante transformación, mientras que las disciplinas son estáticas. Las teorías o concepciones epistémicos, al concebirse, se mantiene, permanecen según los planteamientos de cualquier autor.

Afirma Ibarra (2004), que emplea el término: saber pedagógico, para no asumir la pedagogía como un saber preexistente, formalizado, ante toda mirada histórica. Este término conlleva avanzar con sentido crítico más allá de las concepciones epistémicos, centrando la acción y reflexión docente desde los espacios  educativos donde se desarrolla la praxis. Desde esta perspectiva, se concibe el saber pedagógico, como un proceso dinámico que se gesta desde escenarios múltiples no siendo una disciplina específica. El saber se produce en diferentes circunstancias generadas en la cotidianidad de la praxis educativa, y desde ahí, el docente construye y reconstruye el saber pedagógico propio. Éste, le permite reorientar la acción docente desde otra óptica didáctica con sentido, consolidándose en un saber hacer especializado.

El saber pedagógico, como herramienta didáctica particular, que se contextualiza en un escenario o ambiente de aprendizaje socializador,  conlleva al docente a mirar con detenimiento, a observar. Así, es consciente de su praxis, cómo desarrolla las estrategias metodológicas, cómo las implementa, para mediar procesos de enseñanza y aprendizaje en correspondencia con la naturaleza de sus estudiantes y, en particular, con la realidad educativa donde se desarrolla el acto educativo: en el ámbito de la escuela o en otros escenarios de aprendizaje.

En este sentido, Ibarra (Ob. cit.), plantea que el saber pedagógico no es una metodología de análisis sino una forma de entender el conocimiento, la ciencia y el concepto; es un espacio del saber donde las conceptualizaciones, metodologías,  teorías, conceptos sobre enseñanza, formación, aprendizaje e instrucción, adquieren sentido.

Desde esta perspectiva, el saber pedagógico se va definiendo desde los diversos escenarios donde se gestan importantes procesos de reflexión y análisis de la praxis. En ese momento, estar frente de una nueva forma de desarrollar la praxis educativa, se potencia un nuevo hacer, un motivador que impulsa el desarrollo de estrategias validadas en la práctica. Ahí nace, se gesta, se origina la forma de una nueva creación. Donde se promueven estrategias didácticas motivadoras, que mantienen el interés de experimentar nuevas formas de acción pedagógica, cuya consecuencia inmediata se traduce en un saber hacer particular. Esta disposición, permite el desarrollo profesional del docente donde se moldean las habilidades y destrezas didácticas que se operacionalizan en el hacer docente, nuevas forma de enseñar y educar, lo cual va mucho más allá de lo que plantean las disciplinas del campo de la pedagogía y la didáctica.

Es importante indicar que posiciones epistémicas permiten al docente disponer de un marco referencial curricular regulador de la forma de conducir el proceso educativo. Desde estas concepciones curriculares, en el ámbito institucional, el docente asume compromisos laborales y profesionales, conduciéndolo a ensayar y desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje, con el criterio de probar y validar qué tan efectivas son, pudiendo medir el nivel de impacto educativo en sus estudiantes, como su efectividad y alcance en función del propósito educativo que se ha planteado.

Con referencia a lo anterior, Zuluoaga y otros (2005), en la obra La Pedagogía y la Educación. Pensar de otro modo. Interpretan el saber pedagógico desde el punto de vista de otros autores. Refiere que toda disciplina es un saber que está presente en la ciencia de la educación, en la pedagogía; que afecta a la escuela, pues en ese lugar de encierro para la normalización, cuando la pedagogía sea considerada como una disciplina, un saber; estamos presente ante un saber pedagógico, cuya misión epistémica es determinar teorías, procedimientos y estrategias.

Sin embargo, uno de los esbozos radicales del autor es definir que la pedagogía es saber cuando es ciencia. Cuando la pedagogía se humaniza, cuando se establece y explica en teorías, cuando norma, vigila y plantea objetivos racionales se convierte en un saber y ciencia. El autor precitado, piensa que existen dos pedagogías: una que quiere producir el sujeto y otra que quiere transformar el sujeto; por ello estamos presentes ante una bipolaridad de la educación.

El saber pedagógico según lo planteado por Goethe (citado por Zuloaga y otros, Ob. cit.),  refiere claramente que “él no quería definir una pedagogía, no quería producir un saber específico, ni establecer objetivos que demostraran su existencia  de un objeto del cual muchos pudieran hablar y reconocer como válido y universal” (p.78).

Según lo citado por los autores antes referido,  la pedagogía era una cultura abierta, personal, una experiencia que se construye entre el hombre, su ser y el de la naturaleza. El autor reconoce que la pedagogía busca conducir al hombre, ya sea por medio de una institución, otro hombre o por medio de un saber.  Interpretando lo antes dicho, es importante destacar que si bien es cierto que la pedagogía se considera un saber disciplinar, por ser ella la disciplina científica de la educación, la cual norma y regula en parte el acto pedagógico, no se asume como punto de referencia o complementaria en el saber pedagógico, pues es parte fundamental en el hacer docente.

Por consiguiente, el saber pedagógico no aparece como una sabiduría, sino como experiencia, y el sujeto que lleva a cabo esa experiencia no es el hombre o individuo sino las fuerzas de la naturaleza. El autor pretende crear a un sujeto capaz de recrear su representación del saber cónsona con la naturaleza del contexto donde se desarrolla la praxis educativa. Donde hay consciencia, hay un saber. Éste, debe ser reconocido, instalado y reconvertido, cuando el propio sujeto lo asume como una forma de verdad y pauta de conducta.

Interpretando el pensamiento de Nietzche, (citado por Zuluaga y otros 2005),  sobrevolar al campo de la pedagogía en la construcción del saber pedagógico, en su enfoque ontoepistemológicos refiere: desviar la mirada hacia nosotros mismos, es hacernos consciente del proceso interno que nos lleva a buscar, a dar respuesta a las expectativas que emergen en el campo de la pedagogía, es revisar si realmente los ideales del Estado y de la ciencia de la educación son los nuestros, si nos identificamos con ellos o por el contrario, si somos capaces de asumir una pedagogía particular, la cual argumentamos sobre bases epistémicas que sustentan esos planteamientos, puesto que cada docente debe tener un fin, un ideal.

Hay que reconocer la posibilidad del docente en el proceso de formación permanente, al percibirse éste con mirada introspectiva y en esa constante búsqueda del yo interno, sobreponerse a las imposiciones externas, búsqueda que lo mueve hacia el camino de la liberación. En ese proceso, cada individuo mantiene valores e ideales, los fines que persigue, lo que lo hace moverse con sentido pedagógico en otras direcciones, con el fin de establecer un estilo personal correspondiente con la realidad educativa, valorando la experiencia socioeducativa, apropiándose de un saber pedagógico específico, perdurable, basado conocimientos previos.

Desde los enfoques teóricos de diferentes autores que a continuación se especifican: Quevedo (2006), hace una clara delimitación del saber teórico y del saber institucionalizado. El saber teórico, como su nombre lo indica, proviene de las concepciones epistémicas. Define y norma cómo debe ser la praxis docente, justifica y fundamenta el acto pedagógico cuando proyecta la misión y visión  de la pedagogía. Basado en el saber teórico, el docente estructura, con actitud crítica, su labor y el modo como realizar lo prescrito.

La autora precitada hace referencia al saber institucionalizado, que lo denomina saber práctico. Es la fuerza que impulsa la intencionalidad del docente a experimentar formas de enseñar y promover los procesos de aprendizajes, a partir de un desarrollo reflexivo y crítico de qué enseñar, interpretado con enfoque multidireccional que valora el enfoque globalizado. De allí, el saber pedagógico se conjuga con el saber teórico y el saber práctico, y en ambos casos, generan y estructuran el acto pedagógico.  La diferencia que regula el acto pedagógico está en la habilidad del docente de emprender el hacer cotidiano desde la  autorreflexión, de manera sistemática e intencional el complejo proceso de educar y enseñar. El saber teórico se enriquece desde la práctica docente, ella es fuente invalorable que gesta el saber pedagógico.

En lo concerniente al saber pedagógico, Tardif (2004), ofrece una clasificación que delinea así: Saberes disciplinarios, son los producidos por las ciencias de la educación. Los saberes pedagógicos y la práctica docente incorporan nuevos saberes sociales definidos y seleccionados por la academia universitaria, en respaldo del proceso de formación docente. Estos saberes se imponen a través de las teorías, son los que se transmiten o se socializan en los procesos de formación docente. Los saberes de las disciplinas surgen de la tradición cultural, de los grupos sociales productores de saberes.

En el mismo orden de ideas, los saberes curriculares son los normados y establecidos en las orientaciones curriculares, metodologías, programas; definen objetivos, contenidos, métodos y procedimientos que se cumplen y aplican en  la institución escolar, son los que regulan el trabajo cotidiano al pautar o normar el estilo curricular que conduce el acto pedagógico.

Por último Tardif (Ob. cit.), delimita un saber experiencial, supeditado al trabajo cotidiano, al ejercicio de la práctica docente, materializado en saber hacer, validado en el contexto de aprendizaje de los estudiantes y de las teorías pedagógicas. Por ello, los saberes son elementos constitutivos integrales de la práctica docente. Es  una dimensión de la profesión docente, que respalda y reconoce que el acto pedagógico es un elemento complementario, articulado al saber docente, el cual facilita transformar la praxis escolar a través de la trilogía: saberes disciplinarios, saberes curriculares y saberes experienciales.

El docente debe equilibrar estos tres saberes, asumiendo el saber pedagógico como un saber práctico que le permite concienciar el acto educativo, reconstructor del saber pedagógico que da acceso a enseñar en vez de informar. De esta manera, evaluando cada una de sus acciones, así como el contexto globalizado donde se gesta un saber pedagógico como resultado de un proceso dinámico e interactivo.

Al respecto, García (2005), puntualiza que el saber experiencial o práctico, es el  que se construye día a día, en el transcurso del ejercicio de la  función docente  y en la práctica de su profesión. Saber que los docentes desarrollan en saberes específicos, basados en el trabajo cotidiano y el conocimiento de su medio; así, se convierten en el fundamento básico de la práctica diaria del docente, que están presentes diversidad de saberes: sociales, disciplinares, curriculares, pedagógicos entre otros. Éstos, se reconocen como saberes profesionales.

A partir de los referentes teóricos citados, es preciso admitir que el saber pedagógico va mucho más allá de ser un saber práctico. Se asume como un proceso trascendental, activado por el análisis crítico de la labor docente concretada desde la diversidad de escenarios educativos. El acto pedagógico es un proceso globalizado donde se conjuga un saber hacer, interpretado a través de una visión crítica, autoreflexiva,  que permite al docente cambiar la praxis mediante la reconstrucción del saber pedagógico, transformándolo en un saber hacer especializado, consensuado, armónico, dinámico y creativo; el cual se ajusta y reajusta en función a la realidad de los  escenarios educativo donde se sistematiza la labor docente.

Fuente: Segmento teórico del libro El Saber Pedagógico. Una reconstrucción social de la praxis educativa. Autora Arlene Vergaras.  Caracas – Venezuela 2015

Fuente de la imagen:www.google.co.ve

Referencias:

García, M.  (2005).El Saber Docente: Una Construcción Intersubjetiva para Pensar la Práctica Pedagógica.Revista Electrónica de Investigación del Instituto Pedagógico. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Venezuela.

Ibarra, R.  (2004). Saber Pedagógico y Saber Disciplinar. Seminario Internacional “Modelo de Formación Docente”. Universidad Pedagógica Nacional. Colombia.

Quevedo, M. (2006). Saber Pedagógico y Saber Disciplinar. Un Camino en Reconstrucción. Ponencia Publicada Disponible en www.face.ubiobio.cl/webfle/media/143/descargas/doc/ponencia%20Saber%20Pedagogico%20Marcela%20Quevedo.do

 

Tardiff, M. (2004). Los Saberes del Docente y su Desarrollo Profesional. España. Editorial  Narcea.

Zuluaga, G. (2003). Una Lectura de la Práctica Pedagógica. Colección Pedagogía e Historia. Editorial Magisterio. Colombia.

arlenevergarasm@gmail.com

Barinas – Venezuela

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