Por. Carlos Cala
Cada vez hay más voces que defienden el juego como método efectivo de aprendizaje en la educación formal. Algo que fascina a los alumnos, pero de lo que desconfían las familias a pesar de su probada eficacia. A veces, ni siquiera los centros o los profesores están dispuestos a aceptarlo.
Seamos claros: en los colegios e institutos españoles, dentro de la educación formal, se juega poco. Y ello, a pesar de que hay infinidad de estudios que no sólo reconocen, sino que recomiendan el juego como método efectivo de aprendizaje en todas las etapas educativas, desde la más tierna infancia hasta la Universidad. ¿Qué ocurre, entonces, para que el aspecto lúdico tenga tanta ‘mala prensa’ en la enseñanza?
Sergio García Cabezas, doctor en Educación y Consultor de la UNESCO para asuntos de discapacidad y tecología en relación con la educación, reconoce que, en España, hay muy pocos colegios que estén apostando por metodologías realmente activas que incluyan el juego dentro de sus programaciones. Esto se debe, según él, a que «el colegio sigue siendo el mismo que tenía mi abuela. Mi abuela era profesora y las aulas han cambiado poco en cuanto a metodología. Los centros no están preparados, y la mayor parte de los profesores no están formados en ese sentido. Para hacer una metodología basada en el juego, hay que preparar mucho las clases. Un libro de texto no sirve absolutamente para nada en este tipo de pedagogía. Esto requiere un trabajo que no todo el mundo quiere hacer y para el que tampoco todo el mundo está preparado».
En muchas facultades sí se enseñan esas nuevas metodologías. El obstáculo aparece cuando esos nuevos maestros o profesores pisan la calle y llegan a su centro educativo, en el que tienen que convencer a todo el mundo de las bondades del juego. Junto a este, hay otro gran obstáculo: la familia. La doctora en Pedagogía y profesora de Educación Infantil en el Centro Superior de Estudios Universitarios La Salle, Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez, señala que se suele identificar el juego «con algo que no lleva a ningún sitio. Hay familias que están presionando muchísimo a las escuelas para que sustituyan los aprendizajes lúdicos por otras enseñanzas consideradas más importantes, como los idiomas. Porque, en realidad, incluso hasta los adultos serios dejan de jugar, porque consideran el juego como algo poco serio. Sin embargo, el juego nos acompaña toda la vida. Un adulto creativo juega siempre, porque es una manera de comernos la vida, de asumirla, de entenderla, de procesarla».
Para los niños es igual. Según Ruiz de Velasco, el juego libre permite a los alumnos empoderarse. Sergio García cree que los profesores también se empoderan frente al alumno, mientras que los estudiantes se motivan y se expanden. «El juego es experimentación. Cuando los niños juegan a médicos o a cualquier juego simbólico, están experimentando cosas para el futuro. Y, como es una experimentación libre en muchos casos, el niño se desarrolla con total libertad. Es una herramienta que no se está utilizando, a pesar de que hay estudios que dicen que jugando se aprende mejor».
Los juegos en cada etapa
El concepto ‘juego’ puede ser muy amplio. En la escuela, se pueden utilizar desde juegos tradicionales adaptados al ámbito académico, hasta lo que se conoce como ‘gamificación’, que es usar las dinámicas y las mecánicas del juego para motivar al alumno. Las leyes educativas no lo impiden, pero unas leyes diferentes, redactadas de otra manera, podrían fomentarlo más. Ángeles Ruiz de Velasco, autora junto a Javier Abad Molina del libro ‘El juego simbólico’ (editorial Graó, 2011), recuerda que «las políticas educativas contribuyen mucho. En Suecia, por ejemplo, los alumnos de infantil juegan, y los maestros sólo observan sin decirles lo que tienen que hacer. En Alemania está prohibido adelantar en infantil aprendizajes como la lectura o la escritura, que corresponden a etapas posteriores. A lo mejor podríamos reflexionar sobre por qué los países nórdicos son tan exitosos en cuanto a modelos educativos. En los países nórdicos se juega mucho, mucho, mucho. En la primera etapa de infantil no se hace otra cosa«.
De hecho, se suele pensar en el juego sólo durante la educación infantil. Un juego que, según Ángeles Ruiz de Velasco debe ser «como el niño quiera, y nosotros como adultos lo que debemos hacer es contextualizarlo. Hablamos de un juego simbólico con el que el niño puede entender el mundo que no comprende. ¿Cómo lo entiende? Lo juega». Este juego libre, añade Ruiz de Velasco, tiene poca cabida en las aulas, y sólo se permite en el recreo o si sobra tiempo. «Además, se tiende a hacer algo que no se debería hacer, que es considerar el juego como una herramienta educativa reglada. Filosoficamente hablando, el juego tiene que ser libre y no algo ‘que sirve para’. Si se utiliza con el fin de aprender, no es juego sino otra cosa: es actividad o propuesta, pero no juego».
En etapas posteriores el juego simbólico ya no sirve. En primaria o secundaria cobran protagonismo, por ejemplo, los juegos de reglas. A esa edad, se empieza a tener la necesidad de sentirse retado, de saber que se puede ser el más rápido o el más fuerte. Los niños empiezan a aprender lo que es ganar y perder, o a comprender que no todo el mundo es bueno para todo y que se puede ser el mejor en uno de los muchos ámbitos que tiene la vida. Empiezan a aprender las reglas.
Si los niveles de infantil son los más ligados al juego, conforme se avanza hacia otras etapas, éste va desapareciendo, porque mandan el currículum y las evaluaciones que constantemente se están haciendo a profesores y alumnos. Sin embargo, Sergio García Cabezas señala que las leyes educativas son muy amplias y, aunque no cabe en ellas cualquier cosa, sí permiten «una metodología y un aprendizaje basado en el juego. La prueba es que hay colegios que sí los están utilizando sin problemas, con un aprendizaje más libre y menos dirigido que el que ofrece un libro de texto».
El papel de la tecnología
La llegada de las nuevas tecnologías a las aulas ha sido un paso importante, porque ha ofrecido algunos instrumentos útiles para el juego. Pero nada cambiará si internet, una pizarra electrónica, un ordenador o una tableta se usan como las antiguas pizarras o libros. Habrá cambiado el soporte, pero no se aprovecharán por completo todas sus posibilidades.
Sergio García también es profesor en el Centro Superior de Estudios Universitarios La Salle y, además, dirige la empresa ‘Possible Lab’. A través de ella, está introduciendo en muchos centros educativos españoles el juego ‘Minecraft’ adaptado a la enseñanza, y no sólo en primaria o secundaria, sino también en la Universidad. ‘Minecraft’ es un lego virtual al que juegan más de 100 millones de personas en todo el mundo.
En el aula, este juego permite hacer construcciones de arquitectura, simulaciones de un cuerpo humano, una tabla periódica de elementos, o muchas cosas más. «Los niños se dividen por grupos, investigan un tema y realizan, mediante este juego, el objetivo final del proyecto. Por ejemplo: nosotros trabajamos un escenario educativo basado en el Al-Andalus medieval para los primeros años de secundaria. El objetivo final es hacer la Alhambra de Granada. Se avanza mediante el trabajo cooperativo, por grupos, y al final construimos la Alhambra. Yo creo que si un niño es capaz, mediante ese juego, de hacer la Alhambra o de constuir una catedral gótica, el niño ha entendido ese concepto. Lo que hacemos es experimentar y crear cosas, y en ese proceso se desarrolla y se demuestra el conocimiento. Creo que es más importante para un niño de secundaria saber cuáles son las partes de una catedral, saber dibujarlas y crearlas mediante un videojuego, que saberse de memoria cuáles son esas partes, soltarlas en un examen, salir y después no acordarse absolutamente de nada».
Estos ejemplos demuestran que algo está cambiando. Que cada vez hay más profesionales que, al menos, se plantean la necesidad de que el juego se abra camino en las aulas. No obstante, es necesaria una mejor definición de conceptos y una idea más flexible y abierta sobre lo que implica dar entrada a lo lúdico en la educación formal. Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez lamenta que, aunque haya deseos de cambio, «no hay algo que defina por dónde debe ir el cambio. Estamos en una época interesante, por un lado, porque algo se está moviendo en la educación, pero convulsa porque no se sabe exactamente hacia dónde».
Fuente: http://cadenaser.com/programa/2016/09/23/hora_14_fin_de_semana/1474616104_648221.html
Imagen: cadenaser00.epimg.net/programa/imagenes/2016/09/23/hora_14_fin_de_semana/1474616104_648221_1474616175_noticia_normal.jpg