Por Adolfo del Ángel Rodríguez
Miró el reloj. La actividad estaba a punto de terminar y sobraba demasiado tiempo, aun cuando había previsto algunas cosas, como el hecho de que sus alumnos eran inquietos. Ahora, después de revisar las últimas actividades no veía más allá y le angustiaba el cómo atender la inquietud de su grupo, así que rápidamente exploró posibilidades, asomando un poco de desesperación, resolviéndolo lo más pronto posible. Se levantó de su asiento, como el más victorioso de los espartanos después de una mítica batalla, y alzando el brazo como para pescar la indicación en el aire para soltarla de manera brusca: niños, saquen su libro de historia, lean la página 95 y hagan un resumen.
Sin duda, la polémica suscitada ante la existencia de los libros de texto gratuitos es un tema bastante agotado desde su formalización, pues se ha hablado del adoctrinamiento que su uso conlleva, de una visión única de la historia y de una línea de pensamiento que no permite ir más allá de lo que se dicta en los currículos establecidos. Pero más allá de esta polémica, es de interés centrarse en un punto en el que precisamente hemos permitido no ir más allá: la creatividad.
Lejos de ser un apoyo, como debió haber sido desde un inicio, al libro de texto se le ha permitido un espacio demasiado extenso dentro del aula, al punto que los padres de familia cuestionan a las autoridades educativas cuando no están completos los paquetes que deben ser entregados a sus hijos al inicio de cada ciclo escolar, por lo que esa aura “imprescindible” que le rodea debería ser cuestionada y puesta en un nuevo espacio al alcance de los tutores, quienes conciben una ecuación algo así: libros= buena educación.
Quizá su utilización ha sido una de las salidas fáciles del maestro en cuanto a que resuelve muchas cuestiones de organización y que quizá (sería una tesis interesante) sea una de las causas que conllevan a la falta de planificación del trabajo escolar por parte de un buen porcentaje de docentes y, por consecuencia, a la utilización de planes estandarizados recogidos de internet de páginas web muy conocidas entre los mentores, no permitiendo buscar información alterna que haga que el mismo maestro, así como el alumno, cuestione aspectos de la realidad misma, basando su aprendizaje en temas actuales, haciendo uso de la lectura de la realidad para poder centrarse en una comprensión de lo que le rodea, en un verdadero análisis de su entorno y de su papel en el aquí y ahora en el que se desenvuelve.
Hablemos aquí de la necesidad del docente como intelectual, de la necesidad de esa figura que cuestione, que se cuestione y más que llenar de conocimientos a sus alumnos, lo haga llenarse de cuestionamientos que le permitan ampliar su panorama, lo que sin duda se ve limitado cuando se hace uso, únicamente, de los libros de texto gratuitos. Asimismo, la planificación de clases, como elemento primordial en la labor del docente, pierde sentido frente a un trabajo previamente planeado, pues de igual manera el rendimiento académico está delimitado por lo que en ellos se traza, habiendo muy poco espacio para actuar al margen, pues aunado a eso, la presión por parte de los padres de familia es enorme, al cuestionar el por qué muchas de las actividades no están terminadas al final del ciclo escolar, siendo uno de los elementos (o el único) con el que los padres miden la eficiencia y eficacia del maestro con el trabajo de sus hijos.
Es por ello que se hace necesaria una revisión de lo que implica el papel de los libros de texto en el aula, en casa y en la escuela en general, así como en la conciencia general de los docentes y de los padres de familia para replantear de alguna manera el quehacer educativo, pues ampliar la mente requiere de igual manera de ampliar horizontes, lo que ha sido limitado por esos materiales gubernamentales que parcelan el conocimiento, ganando terreno desde hace décadas a un conocimiento más incluyente, crítico y reflexivo.
Articulo enviado por su autor a la redacción de OVE
La realidad es que los libros de texto son sólo un apoyo para el desarrollo de los aprendizajes esperados, pero los agentes educativos como docentes, alumnos, padres de familia y autoridades educativas han convertido a los libros en un adoctrinamiento dogmatico e impidiendo el uso de nuevos materiales o formas de trabajo que coadyuven al desarrollo de la creatividad y al desarrollo de un pensamiento crítico toda vez que se cree en la historia de una manera ciega sin cuestionar y reflexionar sobre su verdadero contenido, a la vez que nos formamos mas híbridos, es decir, sin identidad cultural o sin cultura.