Por. XORNAL ESCOLAR
La educación para la ciudadanía: una obligación y no una opción de la escuela
Hace aproximadamente un año escribía en esta misma sección que el verdadero objetivo de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, o dicho de otra forma: la humanización y perfeccionamiento de las personas como seres humanos. De nuevo, vuelvo a reiterarme tozudamente en ello. Tal afirmación, más allá de residir exclusivamente en el sentido común, viene refrendada por el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) así como por el artículo 27.2 de la Constitución Española.
En esta línea, el Informe de la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI (1996) establecía los cuatro pilares de la educación, entre los que destacan aprender ser y aprender a convivir. Aprender a ser implica desarrollar la propia autonomía moral, lo que solo será posible a partir de la formación integral de la personalidad, el desarrollo del espíritu crítico y la promoción de la inteligencia emocional. Por su parte, aprender a convivir supone necesariamente el desarrollo de la empatía, la tolerancia y la valoración de la diversidad.
Estos dos pilares deben ser obligatoriamente promocionados en el sistema educativo. Así, la educación en valores en la escuela debe anclarse necesariamente en la ética de mínimos morales o ética de justicia social -de carácter laico- que no es más que aquella que se contextualiza en el marco de los derechos humanos y de las libertades fundamentales universales. Valores mínimos imprescindibles para una convivencia pacífica por los que el estado debe velar, garantizando la formación en estos valores a través del sistema educativo. Mínimos que a su vez pueden ser complementarios a la ética de máximos o de autorrealización de cada persona que, por supuesto, puede ser laica o religiosa, pero que, en cualquier caso, no debe interferir con las libertades fundamentales de las personas y el bien común. Esta tarea es una obligación ineludible de la escuela, y por tanto del estado, que no puede seguir siendo obviada por más tiempo.
La Ley Orgánica de Educación (LOE) aprobada en 2006 implantó la materia de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos en respuesta a las demandas de las Naciones Unidas y del Consejo de Europa. Sin embargo, desde el principio, esta materia, de carácter obligatorio, sufrió el más absoluto rechazo y desprestigio por parte de sectores conservadores, que la acusaban entre otras cuestiones de adoctrinamiento de izquierdas y alentaban a las familias y centros católicos a la objeción.
Entre las principales críticas a la materia, denunciadas por sus detractores, destacaba su carácter amoral o inmoral, el no reconocimiento del papel del estado como responsable de la formación de la conciencia moral y especialmente el carácter obligatorio de la materia y su “ideología de género”. Críticas tras las que subyace la idea de que la educación en valores cívicos y en la conciencia moral es una responsabilidad exclusiva de la familia, sin importar cuáles sean esos valores, pudiendo llegar al absurdo de que dichos valores ni siquiera lo sean–con afirmaciones tan arriesgadas que posicionaban incluso el ideario de la religión católica como contrario a la igualdad de género.
Tristemente, la actual Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) aprobada en 2013, respalda por completo este discurso conservador, eliminando la materia de Educación para la Ciudadanía, que deja de ser obligatoria, y bajo las denominaciones “Valores sociales y cívicos” (en Primaria) y “Valores éticos” (en Secundaria) se convierte en una optativa a la materia de religión, en la que además se han excluido gran parte de los contenidos relativos a los Derechos Humanos, poniendo a España a la cola de Europa en la formación democrática. Con nefastas consecuencias que niegan al alumnado la formación en valores éticos necesarios para una convivencia respetuosa y pacífica; y que, por otra parte, coloca los valores éticos como alternativos a la materia de religión. Así, parafraseando el título de este artículo, si bien la religión es necesariamente una opción, la educación cívica es ineludiblemente una obligación. Por ello, animo a los padres y madres católicos a exigir que sus hijos e hijas puedan formarse también en valores cívicos, sin llegar al sinsentido de tener que optar.
Resumen
Como educadores/as, padres y madres con proyectos de vida laicos o religiosos, es urgente tomar conciencia de que, detrás de todo este ruido de leyes que se suceden una tras otra sin solución de continuidad, está en juego algo tan importante como el bien común, que reside necesariamente en la educación de la infancia y la adolescencia. Educación que solo puede ser verdadera si se orienta por encima de todo a la humanización.
Fuente: http://www.laregion.es/articulo/xornal-escolar/aprender-ser-y-convivir/20161102132238660578.html
Imagen: www.laregion.es/media/laregion/images/2016/11/02/2016110213220360835.jpg