La violencia durante el embarazo de las mujeres indígenas

Mi primer embarazo tenía 20 años, yo estaba con el papá de mis hijos, el primer embarazo ese fue el que se opuso que yo saliera de la casa, él no quiso que me sacaran al hospital a mí, me tenían con parteras en la casa… No sé, digo yo era tonta, era tímida pues, yo me dejaba manipular por él… él era muy celoso. Cuando a mí me llevaron a Siuna al hospital yo ya iba con fiebre y dice el doctor que la fiebre que me dio a mí, mató al niño”. Sofía, mujer mestiza. Sarawas-Mulukuku.

Los testimonios presentados provienen de un estudio cualitativo y exploratorio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, donde se entrevistó a 630 personas, incluyendo mujeres, hombres, parteras y personal de salud en comunidades indígenas de Chiapas (Maya-Tsotsil, Maya-Tsetsal, Ch’ol), Guatemala (Maya-Mam), Honduras (Mestiza, Lenca, Chorti y Pech), Nicaragua (Miskitos, Mallagnas y Mestiza) y Panamá (Guna Yala y Emberas).

Si bien el objetivo general del estudio fue comprender las redes de apoyo de la mujer embarazada y su preferencia por el parto en casa o el parto en un establecimiento de salud, logramos identificar ciertos patrones de comportamiento que señalaban el problema de la violencia intrafamiliar. Es más, en las comunidades de los países estudiados hubo reportes de violencia intrafamiliar durante el embarazo: Nicaragua 13%, Guatemala 19,7%, Honduras 20%, Chiapas con 36%.

Estas situaciones dan origen a una falta de atención o atención inoportuna de la salud de la mujer que puede ser la causa de, no solamente el aumento de las muertes maternas y neonatales, sino también de consecuencias graves en el estado de salud y nutrición del recién nacido así como en la salud futura de la madre como indica el siguiente testimonio.

No  tuve controles (prenatales) porque él (esposo) no me mandaba, no me dejaba salir…mi mamá me decía de ir al centro de salud, pero en ese tiempo no tenía el ánimo de irme, estaba en la casa decaída. La bebé nació de bajo peso y tenía calentura, entonces mi esposo decidió llevar al bebé al hospital, allí le dijeron, que el bebé solamente estaba mal nutrido porque yo no había ido a los controles a tomar las vitaminas”. Marisela, mujer Miskitu. Tuapi-Puerto Cabezas.

Cuando la pareja vive en casa de la familia del hombre

Lo que encontramos es que los casos de violencia que afectaron la salud de la madre o del neonato, residen principalmente en los hogares patrilocales, esto es, cuando  la pareja vive en la casa de los padres del hombre (pareja de la mujer). Así las decisiones respecto a la salud de la mujer embarazada, en la gran mayoría de los casos, está en manos del hombre o conyugue de la embarazada influenciado de gran manera por la suegra (la madre del hombre).

En este tipo de hogares, la suerte y salud de las mujeres depende no solamente de la empatía y solidaridad de la suegra por la nuera, sino también del apego a sus tradiciones culturales y ancestrales. En estas comunidades la mujer está subordinada tanto en cuestiones de su propia salud, como en  la administración de los recursos, la gestión de la familia y del hogar.

Nicaragua, vivir en casa de la mujer

En el otro extremo, se encuentran las mujeres mayagnas de Nicaragua, quienes mayormente reportaron patrones de residencia matrilocales, esto es, cuando la pareja vive en la casa de los padres de la mujer. Esto resulta en que las mujeres tienen mayor autonomía respecto a su salud y reciben los cuidados y consejos de su propia madre (o abuela). En estas comunidades las mujeres deciden o participan activamente en las decisiones sobre los controles pre-natales y sobre el lugar del parto. En contraste con las mujeres miskito de Nicaragua  ya que la mayor parte reportó patrones patrilocales.

Panamá, desde los abuelos hasta los curanderos

En las comunidades Guna Yala en Panamá observamos relaciones intrafamiliares más verticales, donde los adultos mayores de la familia (abuelos y abuelas) tienen mayor influencia en las decisiones, incluida la salud de la madre. Si la mujer es muy jovencita y es su primer embarazo, prácticamente tanto ella, como su cónyuge, carecen de poder de decisión. La forma y las decisiones frente a los cuidados de la mujer joven durante el embarazo están sujetas a los usos, costumbres y tradiciones de sus ancestros. Las instituciones de salud tampoco pueden incidir. El problema se presenta, en casos de emergencia obstétrica, donde los abuelos prefieren siempre consultar primero con el curandero y/o brujo de la comunidad antes que llevarla a un centro de salud cercano.

Chiapas, nacer mujer

Otros testimonios también nos revelan cómo las mujeres pueden ser víctimas de violencia por el sólo hecho de concebir una niña y cómo, en algunas comunidades, se valora más (inclusive desde el punto de vista económico) el nacimiento de un niño que de una niña.

… mi bebé nació muerto, era niña, el cordón umbilical la asfixió (….) sí me golpeó, sabía que era niña, no quería una niña y por eso hacía eso, por eso murió (…) y con el segundo bebé yo le mentí a mi marido, no le dije  que traía una niña, luego cuando nació sí aceptó”. TE, mujer Chamula.

no pido que se me pague, solo es voluntad de la familia. Por lo general, si es niño pagan 500 y si es niña pagan 400”. RO, partera Chamula.

Estas valoraciones condicionan de por vida la posición subordinada de las mujeres en la toma de decisiones en todos los aspectos de su vida, y esto no es distinto en la toma de decisiones sobre su propia salud.

Condiciones por ser mujer

En general, se considera que el parto en casa es para “mujeres fuertes”, debido a la transmisión de experiencias de las abuelas (suegra-madre) por la concepción de fortaleza de la naturaleza de la mujer para parir. Esta valoración se transmite de una generación a otra, con una connotación de violencia simbólica contra la mujer. En el entendido que se percibe a las mujeres parturientas como que deben ser “fuertes” para dar a luz y no se las asocia a las condiciones fisiológicas y de salud y de otros factores que podrían alterar o cambiar el hecho de que el parto se desarrolle en condiciones normales.

Además de la violencia de género durante el embarazo, muchas mujeres reportaron ser víctimas de “violencia obstétrica” en las instituciones de salud. Cabe notar que se trata de dos tipos de violencia distintas en la medida en que son distintos los actores que las ejercen. Recientemente, se ha trabajado en varios países para incorporar en las leyes de protección a la violencia obstétrica como un delito.

Si bien esto es muy importante para mejorar la calidad de atención de las mujeres indígenas en las instituciones convencionales y eliminar toda forma de discriminación, inclusive respecto a sus preferencias en la posición del parto, no hay que perder de vista que, la violencia de género en el interior de las familias tiene consecuencias profundas y duraderas para la salud y bienestar de toda la familia.

¿Cuál es la situación de la violencia intrafamiliar durante el embarazo en tu país? Existen servicios de apoyo para las mujeres que atraviesan por esto? Cuéntanos en la sección de comentarios abajo o mencionando a @BIDgente en Twitter.

Natasha Morales es Consultora Internacional especialista en Desarrollo Social, Análisis de Redes Sociales, Género y Etnicidad.

Fuente: http://blogs.iadb.org/salud/2016/12/12/mujeres-indigenas/?mc_cid=eff0949015&mc_eid=37402ddfd1

 

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