3 de enero de 2017/Fuente: el mundo
Olvídese de lo aprendido y también de los mitos que exporta Silicon Valley: ni cometer errores es algo malo ni lo mejor del mundo; lo que sí es real es que hay un nuevo movimiento al alza: el ‘Errorismo’
Americanadas, le dirá su cuñado si se le ocurre mencionar, entre roscón y mazapán, que ha leído en el periódico que cometer errores no es algo esencialmente negativo. No le falta razón al cuñadismo porque la alabanza del error es un clásico del discurso emprendedor y de aquellos que -dicen- se han construido a sí mismos. Fail fast, fail often -fracasa rápido, fracasa a menudo- es sólo uno de los mantras que se escuchan en Silicon Valley, allá donde se cuece nuestro futuro. Se parece a otra cita del escritor irlandés Samuel Beckett que tal vez haya visto impresa en una camiseta o en una taza de desayuno: «Inténtalo otra vez. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor».
¿Para qué sirve el error? Desde Silicon Valley precisamente habla para EL MUNDO Carver Mead (1934), responsable, entre otras cosas, de que ordenadores y teléfonos móviles sean cada día más potentes y ligeros. «A mis estudiantes les digo que si un experimento funciona exactamente como esperábamos, será muy satisfactorio pero… ¡no habremos aprendido nada! Otras veces sucede algo inesperado y esto puede frustrarnos pero hay que aguantar esa frustración hasta que nos percatemos de qué nos está enseñando ese supuesto error. Para estos momentos vivimos los científicos», señala.
En España, Fernando Polo, director de la agencia Territorio creativo, especializada en transformación digital, aporta un discurso similar: «El error es un mecanismo necesario y obligatorio en los entornos profesionales del siglo XXI, está en boga, somos incluso fans. Es seguro que fallarás así que mejor hacerlo cuanto antes y así saldrá más barato«.
Asumir «la belleza de equivocarse», avanza Mead, «mejoraría la cultura global si los sistemas educativos enseñaran este método de aprendizaje». Es decir, aceptar, como hizo Thomas Alva Edison tras inventar la bombilla, ¡la bombilla!, que los errores cometidos durante el proceso eran, únicamente, parte de un aprendizaje hacia al éxito: el acierto del error.
Para Miguel del Fresno, sociólogo y especialista en el análisis de lo que las redes sociales implican, «existe una cierta corriente de opinión que tiende a proponer el fracaso empresarial y, por tanto, el personal, casi como una necesidad». Cree este analista que «lo obvio es creer que de los errores se puede aprender». «Para convertir un fracaso en aprendizaje se necesitan dotes analíticas, inteligencia, autocrítica y capacidad para el aprendizaje. El error por sí mismo no lo garantiza», advierte.
Pero para otros, el verdadero fracaso, «el metaerror», sería «equivocarse sobre lo que significa equivocarse, verlo como un signo de fallo moral y no como un gesto inseparable de nuestras cualidades humanas, como la empatía, el optimismo, la imaginación…». Así lo cree la escritora norteamericana Kathryn Schulz que, en 2015, publicó en España En defensa del error, un ensayo sobre el arte de equivocarse (editorial Siruela).
Los erroristas
Va más lejos el filósofo italiano Franco Berardi, Bifo, cuya imagen ilustra esta página, en entrevista con EL MUNDO: «El error es la única forma de progreso y de evolución en esta época basada en una repetición infinita de algoritmos. El error es lo único que puede liberar la comunicación humana de la maquinaria digital. Sólo el error puede salvar a la humanidad en un contexto técnico y social basado en el dominio de la perfección de lo digital».
Bifo es un errorista, alguien para quien «la experiencia del error es la experiencia del conocimiento, el camino del amor y de la libertad». Las comillas pertenecen a Federico Zukerfeld y Loreto Garin, fundadores, junto al resto de miembros del grupo artístico argentino Etcétera, de la Internacional Errorista en 2005. Con ellos mantiene Bifo «erráticas conversaciones» desde que se encontraron en Buenos Aires en 2007, al igual que con «el pensador y activista norteamericano Brian Holmes y otros exponentes del campo intelectual» actual.
«El error es una afirmación negativa, una especulación sobre otro resultado posible. La educación tradicional nos ha enseñado que debemos combatir el error a cada instante. Nos han enseñado que el error es algo negativo, prohibido e inaceptable. Errar está mal y quien se equivoque deberá ser sancionado. ¿Pero quién no se equivoca? En la educación tradicional el error se utiliza como variable para medir conocimientos, aprobar o desaprobar al alumno. Cuando una niña o niño se equivoque será excluido, criticado o humillado porque falló, porque ‘no sabe’ o ‘no entiende’. La sociedad ha sido educada para perseguir al errante y condenar al errorista«, explican por correo electrónico Zukerfeld y Garin.
Precisamente en esa consecuencia del error, el castigo, incide el psicólogo del gabinete madrileño Cinteco José Carrión: «El problema no está en cometer errores, de hecho es algo que le ocurre a todo el mundo, el problema aparece cuando cometer errores se convierte en comportamiento punible».
El Errorismo surgió por error, cómo no. En 2005, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llegó a Argentina «para hacer cumplir la agenda de la cuarta Cumbre de las Américas» y el entonces Grupo Etcétera decidió actuar, llevando a cabo «intervenciones que cuestionaban estereotipos». Mientras preparaban su performance, «uno de los integrantes llegó con un texto sobre el teatro del error y, por un error en la tecla t, en lugar de terrorismo escribió errorismo. El corrector dijo que ‘errorismo no existe. Usted quiere decir erotismo o terrorismo».
«Quedamos estupefactos ante la pantalla: por error había llegado a nosotros el concepto que estábamos buscando. Pero no podíamos quedarnos sólo con esa prueba. Inmediatamente fuimos a Google para intentar comprobar si el gran buscador de internet ya tenía rastros y, al escribir la palabra mágica, Google arrojó cero resultados. Así nació este nuevo ismo». Si usted teclea ahora Errorismo ahora ya le aparecen más de 12.000 entradas.
El error como fuente de inspiración
Para los erroristas, equivocarse es una «fuente permanente de inspiración». Así ponfifican sobre el error: «La pérdida del temor a equivocarse, a fallar o fracasar, puede conducir a una superación de las limitaciones personales y colectivas. Romper con las inhibiciones y ser cada vez más libres de aquellas estructuras que ridículamente determinan moralmente los valores y comportamientos sociales impuestos por la educación tradicional en las instituciones, la familia o la religión. El errorismo afirma la urgente necesidad de una campaña de deseducación general.
Estos activistas creen que, como define el proverbio latino, «errar es una prueba de humanidad, que el error es la forma de educación más práctica y real, porque educa, transforma y revoluciona». «Debemos deseducarnos de conceptos y falsas verdades como triunfo, éxito y eficacia», animan. Así que aproveche ahora, que un nuevo año comienza, para equivocarse mucho y, tal vez así, ser más feliz.
Fuente: http://www.elmundo.es/sociedad/2017/01/03/585d5654ca4741d8378b45c7.html