Por: Diego Beleván
Al haber desarrollado su base industrial y obtenido uno de los crecimientos económicos más altos del mundo de las últimas cinco décadas, Singapur es una urbe muy urbanizada e industrializada. Si las autoridades hubiesen descuidado el aspecto medioambiental en su planificación urbana, su rápido desarrollo habría podido tener un impacto negativo en la calidad de vida de sus habitantes, como ha ocurrido en el Perú.
El desafío fue particularmente importante para Singapur debido a lo exiguo de su territorio, una isla con apenas 720 kilómetros cuadrados, y una población de 5.5 millones de personas. Las experiencias singapurenses son valiosas en el momento que Lima encara un colapso progresivo de su habitabilidad, sin que sus autoridades registren la menor preocupación por frenar y revertir el problema.
Con una densidad poblacional de casi 8,000 habitantes por kilómetro cuadrado, la segunda más alta del mundo después de Mónaco, Singapur debe mantener altos estándares de calidad de vida si quiere seguir siendo un destino atractivo para las inversiones. Por lo tanto, es muy consciente de los peligros ambientales de la industrialización.
Desde el inicio de su vertiginoso desarrollo industrial, estableció una aproximación integral para proteger y administrar el medio ambiente con el fin de asegurar que éste no fuese a cuesta de sus habitantes. Las estrategias claves fueron la prevención, la estricta aplicación de sus leyes medioambientales y el monitoreo constante.
En primer lugar, Singapur puso mucho énfasis en la planificación y el desarrollo adecuado del suelo, así como en el control estricto de los proyectos inmobiliarios para uso residencial, comercial, industrial o recreacional, teniendo siempre en cuenta diversos factores relacionados con la densidad, como son la ubicación y capacidad de los diversos reservorios de agua.
En segundo lugar, el desarrollo urbano e industrial siempre estuvo acompañado por inversiones en infraestructura para el recojo y manejo de residuos.
En tercer lugar, se elaboraron, promulgaron, y aplicaron leyes y reglamentos en los que se buscó siempre un equilibrio entre las necesidades del desarrollo y las del medio ambiente, a fin de mantener y, en muchos casos, mejorar la calidad de vida de su habitantes. Estas normas fueron complementadas con una estricta vigilancia del aire y del agua, a fin de evaluar la idoneidad y eficacia de los programas de control de la contaminación. A su vez, la aplicación de las normas garantizó que las instalaciones de recojo y tratamiento de residuos fuesen siempre operadas y mantenidas adecuadamente.
Finalmente, se llevaron a cabo programas de sensibilización y educación pública a fin de cooptar al público en la protección del medio ambiente. Este enfoque múltiple ha permitido que Singapur mantenga un medio ambiente limpio y saludable, a pesar de su asombroso crecimiento.
La necesidad de un enfoque original en la gestión ambiental apareció al final de los ochenta. El énfasis pasó “de arriba abajo” hacia la autorregulación, a través de incentivos novedosos. Aunque el enfoque tradicional demostró ser útil, con el paso de los años se volvía cada vez más costoso para el Estado, para el sector privado y para sus habitantes.
Para ese entonces, la infraestructura básica para el recojo y tratamiento de residuos sólidos y de aguas residuales abarcaba todo el territorio nacional, y la calidad del aire y del agua era regulada mediante una planificación y normas de emisión estrictas. Sin embargo, una población en aumento con mayores expectativas de crecimiento seguía ejerciendo presión sobre la capacidad limitada de Singapur para enfrentar el consumo de recursos y el tratamiento de residuos.
Al mismo tiempo, hubo un consenso internacional sobre la necesidad de adoptar medidas sobre cuestiones ambientales a nivel mundial, como el calentamiento global, la protección de la capa de ozono, la preservación de la vida silvestre y la prevención de la contaminación costera, en la que Singapur no sólo fue un participante activo sino también un promotor.
Todos estos motivos llevaron al entonces Ministerio de Medio Ambiente, actualmente Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Acuáticos, a elaborar y publicar el Plan Verde de Singapur (Singapore Green Plan) en mayo de 1992, que estableció los principios estratégicos que adoptaría la Ciudad-Estado a fin de lograr el desarrollo sostenible.
Ese plan fue presentado en la Cumbre de la Tierra de Río en junio de ese mismo año. Para mantenerlo relevante se han realizado diversas actualizaciones, a fin de adaptarlo a las circunstancias cambiantes del entorno nacional, regional y global. El Plan Verde busca transmitir el mensaje de que el nuevo reto de Singapur ya no es sólo el desempeño ambiental sino también la sostenibilidad del medio ambiente.
Debido a su superficie terrestre limitada y una alta densidad poblacional, la eliminación de los residuos sólidos urbanos es un gran desafío para Singapur. En 1970 se generaban diariamente cerca de 1,300 toneladas de residuos sólidos; en el 2000, 7,600 toneladas y en el 2015, se produjeron casi 8,500 toneladas diarias. El problema es aún más complicado por el clima cálido y húmedo de Singapur, que hace que los residuos se descompongan rápidamente, por lo que deben ser recogidos, tratados y eliminados de manera expedita antes de que puedan tener consecuencias sanitarias.
El aumento en la producción de residuos hubiera podido llegar a ser insostenible, por razones físicas y económicas, si Singapur no adoptaba políticas de reciclaje y disminución del consumo de cierto tipo de desechos con costos de tratamiento altos.
En ese sentido, la Agencia Nacional Medioambiental (National Environment Agency), en coordinación con los diversos actores del sector público, privado y de la sociedad civil, adoptó diversas estrategias y programas para abordar el problema, basados en cuatro grandes ejes: 1) Disminución del volumen a través de la incineración eficiente, 2) Reciclaje, 3) Disminución del volumen de desechos destinados a los rellenos sanitarios y 4) Minimización de los desechos.
Todas estas medidas lograron incrementar la tasa de reciclaje de 40% en el 2000 al 61% en el 2015. Singapur está entrando en una etapa en la que cada incremento de ese porcentaje se hace no sólo más difícil sino más costoso. En ese sentido, busca medidas novedosas para seguir manteniendo su estatus como una de las ciudades con mejor calidad de vida en el mundo, y la mejor en Asia, según el ranking anual publicado por Mercer.
Fuente: http://semanaeconomica.com/haciaasia/2016/10/26/calidad-de-vida-tratamiento-de-residuos-y-contaminacion/