Por: José Manuel Restrepo
Por lo menos dos documentos relativamente recientes hacen un análisis crítico del papel de la educación superior en el mundo y se hacen preguntas que intentan poner en duda o quizás retar la tarea realizada en las universidades. No son ellos los únicos que desafían al sistema, pero sí son dos que lo hacen con relativa fuerza. Uno de ellos fue un artículo publicado por The Economist, en el que retoma las primeras frases de un famoso folleto enviado por Harvard a Inglaterra en 1643 para solicitar nuevos recursos para el sistema norteamericano de educación superior. Describe el artículo que ese entusiasmo norteamericano permitió por más de tres siglos tener un sistema de educación superior muy bien financiado, a tal punto que se ha convertido en referente para el mundo de cómo lograr un sistema de financiación ideal.
Sin embargo, dice el artículo, ese aumento de interés y multiplicación de la financiación para el sistema educativo está siendo desafiado, no tanto desde la perspectiva de resultados investigativos, sino desde el papel de las universidades en lo educativo o formativo para la mayoría de los estudiantes. Con el sugestivo crecimiento en la participación de millones de nuevos estudiantes en el sistema, sólo un grupo minoritario (en muy específicas universidades americanas) está logrando resultados destacables con su educación, mientras que para el grueso de la población universitaria ello no se logra.
Lo anterior pone en duda la totalidad de recursos destinados al sistema y por lo menos desafía el hecho de que esta inversión sea más importante que para otras necesidades sociales de prestación de servicios públicos. Concluye el artículo que, frente a un aumento de cobertura tan significativo en el sistema, es recomendable contar con instrumentos que verifiquen la pertinencia y calidad de lo educativo, más allá de la producción científica. Lo anterior significaría, para mí, una mejor docencia, una formación más profunda en competencias de comunicación oral y escrita, de argumentación, de toma de decisiones, de trabajo en equipo, de análisis crítico frente al conocimiento, de formación ética y sociohumanística, y, en general, de competencias transversales y no sólo disciplinares.
Algo complementario a lo anterior, quizás con mayor pesimismo, lo expresa abiertamente David Roberts, de Singularity University, cuando afirma en una reciente entrevista que “la mayoría de las universidades del mundo van a desaparecer” por la incapacidad del sistema educativo de responder a las innovaciones y disrupciones que se proponen con la cuarta revolución industrial. Mientras el sistema siga educando de la misma manera que hace 100 años, le va a ser imposible sobrevivir.
Para rematar, en nuestro caso particular, el informe de la OCDE sobre la educación en Colombia insiste en la urgencia de mayores niveles de equidad, arrancando con la educación inicial, pero llegando a dar una respuesta al hecho de que sólo el 9 % de los jóvenes más pobres entre los 17 y los 21 están en el sistema de educación superior, mientras que dicho dato entre los más ricos es del 62 %. De forma similar, los datos de deserción universitaria siguen siendo aterradoramente altos y más abultados para quienes ingresan al sistema provenientes de ambientes escolares con mayores deficiencias y de más escasez de recursos. A diferencia del caso norteamericano, en el nuestro además de todo se requiere aún más financiamiento que permita mejorar la calidad de los recursos involucrados en el sistema y garantizar para todos los accesos a las mismas oportunidades.
En un escenario como el colombiano, el desafío es entonces mucho mayor. No solamente se trata de responder a las necesidades y preocupaciones que se plantean a nivel global, sino, además, intentar dar respuesta a dificultades propias de nuestra realidad de escasos recursos y de altos niveles de desigualdad, sumado a profundas ineficiencias y filtraciones en la destinación de recursos al sistema educativo.
No es este un reto menor, pero sí fundamental si queremos contar con mayor vigencia en esta nueva humanidad. La pregunta y las respuestas que debemos encontrar es cómo lograr una educación superior más pertinente, más equitativa y de mayor nivel de calidad, con los recursos suficientes y la adecuada gestión pública y privada.
jrestrep@gmail.com; @jrestrp
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/dos-prioridades-educacion-equidad-y-pertinencia