Soberanía, educación y liderazgo

Por Enrique Calderón Alzati
Vivimos hoy una crisis inédita, producto de las amenazas y el odio, manifestados en repetidas ocasiones contra México y los mexicanos por el nuevo presidente de Estados Unidos, sumados a los sentimientos racistas y prepotentes de un segmento minoritario de la población de ese país que es adicto a la guerra y a la violencia y que, alimentado por los discursos de su mandatario, ve en los mexicanos la razón y la culpa de buena parte de sus problemas actuales, lo que nos hace recordar los sentimientos hacia los judíos de la población alemana que hace 80 años era alimentada e incitada por un líder cuyas motivaciones y emociones no eran muy diferentes a las hoy exhibidas y expresadas por el señor Trump. Existen además dos factores que no podemos eludir.

El primero radica en la vecindad con Estados Unidos, que integra el centro de un enorme poder militar y económico, cuyo presidente se siente con derecho a imponer sus intereses al resto del planeta. La historia del siglo XX nos indica la dimensión de las consecuencias y problemas originados por el surgimiento del fascismo alemán, liderado por Adolfo Hitler, hacia sus naciones vecinas: Austria; Hungría; Checoslovaquia; Polonia; los países bálticos, bajos y escandinavos, y Francia, problemas que 70 años después siguen presentes en varios de ellos.

Ciertamente, hay diferencias con lo que ahora estamos viviendo nosotros, como la repulsa inmediata de hombres y mujeres de todas las edades que protestan aun en su propio país contra ese personaje sicópata; sin embargo, las diferentes crisis que vivieron esas naciones deberían hacernos prever las dimensiones de los problemas que podríamos llegar a enfrentar en un futuro, que es hoy de incertidumbre.

El segundo problema no es de carácter geográfico, pero sus consecuencias pueden ser aún más graves. El relacionado con el actual presidente de México, que durante sus cuatro años de gestión se ha caracterizado por sus engaños sistemáticos, su desprecio por el pueblo que gobierna, su carencia de preparación y los altos niveles de corrupción que ha prohijado, que imitados por gobernadores, diputados y funcionarios federales y estatales, han convertido a México en territorio de rapiña.

En el ámbito internacional, consumir lo que aquí se produce y la diversificación de nuestra producción no es algo que pueda lograrse en un periodo corto. La suspensión o modificación del TLCAN establecido entre los países de Norteamérica no sólo nos afecta a nosotros; también, a terceros, como Alemania, Japón, Corea y Francia, que con sus plantas industriales han utilizado las ventajas del TLC para la comercialización de sus productos. La sola exportación anual a Estados Unidos en condiciones preferenciales, de 2.5 millones de autos fabricados en México, representa un ingreso anual de más de 35 mil millones de dólares. ¿Cuáles serán las reacciones de esos países ante la renegociación o suspensión del TLC, así como de todos los demás que a partir de ese tratado han hecho inversiones en México? Es probable que esas reacciones no sean directamente contra nosotros, sino contra Estados Unidos. Sí, pero no olvidemos que nosotros estamos en medio y que las amenazas de Trump los afectarán también a ellos y que algunos países seguramente verán a México como un posible dique para defender sus intereses.

Para que México pueda salir avante en un escenario como el actual, tres factores son y serán críticos: la soberanía nacional, que permite a nuestras instituciones actuar con total libertad dentro de sus atribuciones, para el logro de los objetivos acordes con los intereses de la nación. La educación y preparación de sus hombres y mujeres, para asegurar una pronta capacidad de respuesta ante las dificultades y retos asociados al escenario mencionado; y la unidad nacional en torno a un líder capaz de unir y representar con dignidad a nuestro país.

Desafortunadamente para nosotros, el primero de los tres es cuestionable, en tanto las concesiones otorgadas para explotar nuestros yacimientos petroleros, para la producción y distribución de energía, factores estratégicos para la nación, además de las innumerables concesiones mineras otorgadas a empresas extranjeras, constituyen de facto amenazas reales a nuestra soberanía nacional. (Para comprender las dimensiones de este problema, las experiencias en torno a la expropiación petrolera nos muestran hasta qué punto esas concesiones ponen en riesgo la soberanía nacional; la lectura del reciente libro de Cuauhtémoc Cárdenas sobre la vida del general Cárdenas resulta fundamental para entender la gravedad del problema.)

En referencia a la educación, son relevantes los resultados de la última prueba PISA realizada en 2015, la cual coloca a México nuevamente en el último lugar entre todos sus países miembros, reflejando el fracaso de la reforma educativa instrumentada por el actual gobierno, lo cual significa un retroceso de entre ocho y 10 años en los niveles de conocimiento y desempeño de los estudiantes mexicanos. Finalmente, y en relación con la unidad nacional propuesta por el PRI y sus partidos satélites, es claro que en las condiciones presentes es una entelequia. ¿Cómo podría el pueblo de México lograr la unidad en torno al actual presidente Enrique Peña Nieto, luego de su actuación, sus declaraciones mentirosas, sus engaños, su nula capacidad de liderazgo, y su propensión de enajenar los recursos nacionales? ¿Cómo confiar en él, ante su falta de compromiso con la nación, luego de que habiendo protestado respetar la Constitución, ordenó la alteración de varios de sus artículos y leyes secundarias, para enajenar los bienes patrimoniales de la nación?

Todo esto nos ha conducido a una crisis nacional que se pretende soslayar con rituales oficiales que a nada conducen, salvo a un nuevo engaño. En tanto, el actual gobierno y el Presidente de la República carecen de nuestra confianza. Así las cosas, los mexicanos habremos de librar dos batallas: una ante los actos oscuros y antipatrióticos del mandatario y su séquito de cortesanos y la otra, ante las acciones enfermas de un presidente extranjero sediento de violencia y carente de visión.

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Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/04/opinion/016a2pol

Imagen: cde.peru21.pe/ima/0/0/0/8/4/84059.jpg

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Enrique Calderón Alzati

Doctor en Ciencias de la Computación de la Universidad de Pennsylvania. Actualmente Presidente del Consejo de la Fundación Arturo Rosemblueth de prestigio internacional, además de consultor de Hewlett Packard y del Banco Interamericano de Desarrollo.