Nigeria/Abril de 2017/Fuente: El Periódico
Sa’a estaba a punto de cumplir 15 años cuando un grupo de hombres armados irrumpió, en plena noche, en el colegio en el que ella estaba entonces interna. Corría la primavera del 2014, pronto hará tres años, y era ya la segunda vez que las 276 alumnas de aquella escuela de educación secundaria de la región de Chibok -en el norte de Nigeria- vivían un ataque como ese. «Aquellos hombres hablaban una lengua que nosotras no entendíamos y las chicas, aterrorizadas, no sabíamos qué hacer», explica esta joven de dulces rasgos, que oculta tras unas enormes gafas de sol. «Las uso porque mi vida está aún en peligro. También Sa’a, el nombre que utilizo, es un nombre falso», cuenta.
«Aquel día pensé que iba a morir, no sabía ni qué hacer ni dónde esconderme… Los asaltantes nos preguntaron dónde estaban los chicos, pero nosotras respondimos que nuestros compañeros solo venían por la mañana, que no había chicos de noche», sigue relatando la joven. «Poco rato después supimos que eran hombres de Boko Haram«, desvela. Los terroristas reprocharon a gritos a las niñas que estuvieran estudiando y les recriminaron que, a su edad, no estuvieran todavía casadas.
Si Sa’a está este sábado narrando su historia en el foro Global Education and Skills, que se organiza en Dubái, es porque aquella noche del 2014 se atrevió a saltar en marcha del camión en el que aquellos hombres armados amontonaron a las estudiantes. «Habíamos viajado durante varias horas, íbamos sentadas las unas sobre las otras y cuando entramos en una zona de bosque le dije a la chica que tenía al lado que yo iba a saltar y que ella saltara conmigo», explica serena y con voz firme. «No quise hacerlo sola porque pensé que si me perdía en el bosque o si en el salto me rompía algo, iba a necesitar de la ayuda de alguien», prosigue.
Pero fue su compañera la que se hizo daño en el tobillo. Estaban en un lugar inhóspito, lejos de cualquier punto conocido. «Nos encaramamos como pudimos a un árbol hasta el dia siguiente y cuando amaneció mi amiga me animó a marcharme sola«, continua Sa’a. Solo recordando ese momento se le entrecorta la voz. «‘¿Cómo le voy a decir a tu padre que te he dejado morir?‘, le respondí y salí en busca de ayuda», cuenta. Encontró a un pastor que las llevó en su bicicleta y las alejó de allí.
DAR VOZ A LAS MENORES AÚN DESAPARECIDAS
Sa’a pasó los siguientes cuatro meses escondida en casa de sus padres. «Estaba aterrada, porque los de Boko Haram nos habían dicho que si escapábamos nos buscarían donde fuera y que nos matarían, a nosotras y a nuestras familias». Pero su familia insistió en que no se dejara vencer, que no abandonara los estudios. «Comprendí que tengo que ser la voz de las más de cien compañeras de curso aún están secuestradas». Sa’a es también la voz de los padres, los hermanos, los maridos en algún caso, de las chicas que siguen en manos de los terroristas y «que no son una cosa o un capítulo del libro sobre el que se pueda pasar página», dice.
A su lado, sobre el escenario de la sala de congresos del opulento hotel Atlantis de Dubái, donde se celebra el encuentro educativo, una tímidisima Rachel (también con grandes gafas de sol y también con nombre ficticio), apenas susurra mientras explica cómo Boko Haram mató a su padre y sus tres hermanos menores. «Yo no formaba parte de las niñas secuestradas, pero comparto su dolor», afirma. «En aquella época yo soñaba con ser médico… Ahora ya no, ahora quiero ser un alto cargo militar para poner fin a todo lo que está pasando en mi país», clama.
Las niñas secuestradas en abril del 2014 por Boko Haram han sufrido constantes violaciones sexuales por parte de los milicianos y muchas se han quedado embarazadas y han dado a luz a uno o más hijos en el cautiverio. Uno de los últimos videos de la organización terrorista, divulgado el pasado agosto, mostraba a algunas de las menores y aseguraba que muchas de ellas habían resultado heridas en bombardeos del Ejército nigeriano y que cerca de 40 habían sido casadas a la fuerza.
LA EDUCACIÓN DEBE CONTINUAR
Sa’a y Rachel están estudiando actualmente en Estados Unidos. Sa’a hace Medicina, lo que la convierte en la primera de aquellas niñas secuestradas que llega a la universidad. Ambas forman parte del programa Education Must Continue (la educación debe continuar), que atiende a jóvenes que han sido víctimas de situaciones traumáticas como las suyas, por culpa de la guerra o por alguna crisis humanitaria. «Lamentablemente, la educación en esos casos se convierte en una causa invisible«, lamenta la directora general de la Unesco, Irina Bokova, que también participa en las jornadas de Dubái.
Solo en Nigeria, explica Bokova, hay más de un millón de niños sin escolarizar. En Siria, hay niños que llevan cinco y seis años sin ir al colegio, «lo que significa toda una generación perdida», subraya. «Es necesario, urgente, que los gobiernos de esos países tomen consciencia de la situación y creen programas para estimular la educación: que consigan que las escuelas sean lugares seguros, que habiliten programas alimentarios escolares, que sensibilicen a las familias contra el trabajo infantil y que aumenten la presencia de mujeres en la profesión docente, porque son figuras clave para que las chicas sigan estudiando», defiende la directora general de la Unesco.
Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/supervivientes-boko-haram-nuestra-vida-aun-corre-peligro-5907976