Por: José Antonio Marina
La paradoja es que en tiempos de redes sociales e inmediatez, ni siquiera sabemos qué nos pasa. Hay que conocer las causas, metas y consecuencias del comportamiento humano.
El comienzo de curso se parece al inicio de un nuevo año en que ambas fechas son propicias para hacer planes. En el caso de que El Confidencial —y sus lectores— tuvieran la paciencia de aguantarme, ¿cuál sería la mejor manera de aprovechar la oportunidad que me brinda la relación con cientos de miles de lectores? He pensado que un buen objetivo sería despertar el afán por comprender. La razón es muy simple. Todos reclamamos más autonomía, más capacidad de decisión, más protagonismo en todos los niveles. Esto exige una contrapartida, que es a la vez un programa pedagógico, político y ético: hay que conocer para comprender, y hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar.
Espero no ofender a mis lectores recordándoles que ‘comprender’ no es excusar, sino captar el verdadero significado de las cosas, integrar los datos en modelos explicativos consistentes. Un juez puede decir al acusado: “Comprendo lo que ha hecho y por eso le mando a la cárcel”. En el caso de los comportamientos humanos, comprender significa conocer sus causas, sus metas y sus consecuencias. Las redes sociales piden que el participante apriete un botón diciendo “me gusta” o “no me gusta”. Esto es una incitación a la inmediatez del sentimiento y a la irreflexión, que se aplica también a las decisiones de voto. Debería haber otro botón previo, que bloqueara el acceso al “me gusta” o al “soy partidario” y que dijera “lo entiendo” o “no lo entiendo”.
Los ‘filtros burbuja’ son el mecanismo psicológico de los prejuicios y los fanatismos, pues registran solo la información que confirma nuestras ideas
Hace años, Ortega se preguntaba: “¿Qué nos pasa? Pues que no sabemos lo que nos pasa”. Cuando estalló la crisis financiera en Estados Unidos, Allan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal, considerado el máximo experto mundial en asuntos monetarios, dijo un alarmante: ”No entiendo lo que ha pasado”. Una parte importante de ingleses dijo lo mismo después del Brexit. Trump ha defendido el proteccionismo comercial. Eso atrajo a muchos de sus votantes. Una encuesta a nivel internacional realizada por la revista ‘The Economist’ encontró más personas a favor del proteccionismo que del libre comercio en Reino Unido, Francia, Italia, Australia, Rusia y Estados Unidos.
Falta comprensión, sobran prejuicios
Como ha comentado el economista de Stanford Thomas Sowell, “parte de la razón es que el público no tiene idea de cuánto cuesta el proteccionismo y cuán pocos beneficios netos produce”. Añade: ”Es un problema que el público no tenga conocimientos adecuados sobre economía para resistir los argumentos interesados de muchas personas en el mundo empresarial, sindical y de la agricultura, quienes quieren escapar de las consecuencias de tener que competir en el mercado con productos extranjeros”. Hace unos meses, otro economista de prestigio, Jeffrey Sachs, publicó un artículo titulado “¿Desatará el analfabetismo económico una guerra comercial?”.
Es cierto que disponemos de más información de la que podemos procesar, pero esta misma plétora está fortaleciendo viejos sistemas de autodefensa. Los ‘filtros burbuja‘, de los que ya les he hablado, son uno de ellos. Me permiten recibir solo la información que se adecúa a mis intereses. Este es el mecanismo psicológico de los prejuicios y los fanatismos: registrar solo la información que confirma las propias ideas. Por eso, con razón se piensa que pueden ser un peligro para la democracia (El-Bermawy, Mostafa. ‘Your Filter Bubble is Destroying Democracy’). Algo parecido ocurre con el llamado ‘efecto cámara de eco’ (Echo Chamber Effect), que se produce cuando la repetición de una misma noticia en un sistema reverberante acaba produciendo un sentimiento de realidad.
El problema es que la calidad de las votaciones no solo depende de sus garantías formales, sino de la comprensión que el votante tiene de lo que hará
Algunas veces, el ‘filtro burbuja’ está facilitado por una utilización ideológica de la ciencia. En economía, ha sucedido con frecuencia. También en psicología, sobre todo en la época del conductismo triunfante. La historia ha sido siempre fácil de instrumentalizar. Durante mucho tiempo fue eurocéntrica, y ahora, en vez de hacerse global, se está haciendo multicéntrica, de una manera semejante a como en España las autonomías no han hecho desaparecer el centralismo administrativo, sino que han multiplicado los centralismos: uno en cada comunidad.
En Turquía y Egipto, por ejemplo, es habitual hallar entre las élites nacionalistas una defensa de una diferencia ontológica especifica de las sociedades islámicas, con la que intentan liberarse de la dependencia intelectual de Occidente. Malasia es otro de esos muchos lugares donde ha surgido una versión de la historia mundial alternativa a la dominante, con la popularidad creciente de una historia de base religiosa. En la International Islamic University de Malasia, el Departamento de Historia y Civilización ha empezado a impartir una historia mundial islámica inspirada en el Corán y guiada por la idea de revelación.
La importancia de mirar al pasado
En España nos enfrentamos a problemas muy serios. Alguno de ellos, como el secesionismo catalán, buscan su solución en las urnas. El problema es que la calidad de las votaciones no solo depende de sus garantías formales, sino también de la comprensión que el votante tiene de lo que va a hacer y de las consecuencias de su voto. Y, como en tantos otros asuntos, no veo que este afán por comprender se haya cuidado por ninguna de las fuerzas afectadas. Tal vez porque comprender exige un esfuerzo intelectual y una actitud emocional de imparcialidad difíciles de conseguir. El Premio Nobel Daniel Kahnemann afirma que nuestro cerebro es ‘cognitive miser’, un perezoso cognitivo. Si no lo espoleamos, se contenta con soluciones simples.
La ciudadanía tiene la impresión de que nadie sabe lo que va a suceder, que, copiando la terminología de los mercados, vivimos unas semanas de ‘volatilidad política’. No estaría de más dedicar un momento a la reflexión. ¿Pero qué nos pasa? Mi amigo Miguel Ángel Mellado recordaba en un artículo reciente un texto aparecido en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra el 7 de octubre de 1934, firmado por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y por el presidente del Consejo de Ministros, el líder catalán Alejandro Lerroux. Dice así: “En Cataluña, el presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país”.
Salvando todas las distancias, ¿no les produce esto una sensación de estancamiento, de ‘déjà vu’ escandaloso, de cronificación de los problemas? ¿No debíamos intentar seriamente comprender lo que ha pasado, lo que está pasando? R.G. Collingwood, un gran intelectual, escribió en su autobiografía: “La principal tarea de la filosofía del siglo XX es intentar comprender la historia del siglo XX”. Me apunto.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2017-09-05/afan-comprender_1438358/