«En los campus españoles no hay menos talento que en cualquier empresa de éxito de nuestro país; lo que falla es la capacidad para gestionar ese talento»
«Con ilusión, compromiso y vocación de servicio público» afronta Antonio Abril su recién estrenada etapa al frente de la Conferencia de Consejos Sociales de las universidades españolas. Un cargo al que el secretario general de Inditex accede tras 25 años vinculado a la Universidade da Coruña (UDC), los últimos nueve, como presidente de su Consello Social. A medio camino entre la institución académica y la empresa, el discurso de este abogado del Estado sorprende con un equilibrio poco frecuente. Se muestra convencido de la necesidad de aplicar al sector público criterios de eficiencia y gestión propios del mundo empresarial. Sus propuestas de reforma, no obstante, van de la mano de una defensa a ultranza de la institución académica. Cambios en la gestión, menor dependencia de los fondos públicos y apertura al mercado internacional son, según Abril, los grandes retos de la universidad pública española. Pide «valentía y generosidad» para acometerlos. «La responsabilidad de la mejora de las universidades es de toda la sociedad», recalca.
– ¿Cuál es el principal problema de la universidad española?
-El problema esencial es que en este país no valoramos suficientemente las universidades, pese a que son las grandes formadoras de talento profesional de nuestros ciudadanos. Si realmente las valorásemos, hubiésemos acometido reformas en su gestión y en su gobernanza, al igual que se han llevado a cabo en el sistema financiero o en el sistema de contratación laboral. En España, de tanto confundir autonomía con autogobierno, nos encontramos con universidades que se autogestionan, con una capacidad operativa muy escasa. Tenemos instituciones académicas muy meritorias, pero si mejorásemos su capacidad de gestión, lo serían mucho más y ganarían en excelencia internacional.
– España tiene un sistema de autogobierno y autogestión de las universidades. ¿Hacia dónde van los países de su entorno?
-Hacia un mayor participación de la sociedad, respetando, evidentemente las libertades de cátedra y de investigación, que son sagradas. La Conferencia de Presidentes de Consejos Sociales, la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD) y la Cámara de Comercio de España han elaborado un estudio sobre las reformas llevadas a cabo por seis sistemas universitarios comparables al nuestro -Austria, Dinamarca, Finlandia, Francia, Países Bajos y Portugal-, y la conclusión es que nos hemos quedado solos con nuestro actual sistema de gestión y gobernanza.
– ¿Qué reformas llevadas a cabo por esos países debe copiar el sistema universitario español?
-Muchas de las que ya proponía un informe elaborado por una comisión independiente presidida por Teresa Miras que se publicó en el año 2013: fusionar el órgano de gobierno con el Consejo Social en un consejo capaz de designar al rector por sus méritos, no ya académicos, sino de gestión; un rector -que no necesariamente tiene que provenir de la universidad- con más capacidad ejecutiva para definir los planes operativos y ejecutarlos con criterios de transparencia y rendición de cuentas; órganos colegiados más reducidos, una mayor profesionalización…
– Una gestión, en definitiva, más empresarial.
-Una gestión más eficiente y competitiva, con mayor capacidad ejecutiva para tomar decisiones y llevarlas a cabo. Siempre huyo de comparar universidades con empresas, pero hay una cuestión fundamental: no puede ser que disponga de los mismos medios económicos, materiales y humanos un profesor o un investigador que trabaje, investigue o se esfuerce más que otro que lo haga menos. En los campus españoles no hay menos talento que en cualquier empresa de éxito de nuestro país; lo que falla es la capacidad para gestionar ese talento.
– Si la necesidad de cambio es tan evidente, ¿por qué no se lleva a cabo?
-Hay una falta de liderazgo político para el cambio necesario en el sistema universitario español, y una resistencia a ese cambio en el ámbito de las propias universidades. Algo que, por otro lado, es totalmente lógico. El bisturí salvador lo tiene que utilizar otro. La responsabilidad de la mejora de las universidades es de toda la sociedad y, por tanto, de sus representantes, que son quienes tienen capacidad para tomar esas decisiones. La universidad pública española es mucho más víctima que culpable de su actual situación.
– Defiende que las universidades públic as tienen que formar a sus estudiantes mirando al sector productivo. Si la oferta universitaria la marca el mercado, ¿dónde quedan titulaciones como Humanidades, Filosofía o ciertas filologías?
-Se supone que formamos estudiantes para que el día de mañana lleguen a trabajar. Sin embargo, las empresas se quejan de que demandan una serie de talentos que no están saliendo en volumen suficiente de las universidades, cuando los campus generan muchos titulados que no encuentran empleo porque no hay demanda del sector productivo. El mundo cambia cada vez más en menos tiempo y la universidad debe tener flexibilidad para adaptarse a esos cambios, también en el ámbito de las titulaciones, fusionando grados o implantando nuevas modalidades mixtas. Dicho esto, no podemos olvidar que la Universidad es un servicio público, y hay que mantener las titulaciones que se corresponden con ese compromiso, aunque tengan muy pocos alumnos. Sin Humanidades, por ejemplo, no se puede vivir, por mucho que estemos inmersos en un mundo tecnológico y digital. Y en Galicia se tiene que ofertar Filología en Lengua Gallega, eso es incuestionable.
– Muchos titulados en España trabajarán en empresas de todo el mundo. Sin embargo, la internacionalización es otra de las asignaturas pendientes de nuestra universidad…
-Es asombroso que España sea el país que tiene menor porcentaje de estudiantes extranjeros de grado y de máster de todos los países europeos comparables pese a tener como factor competitivo el segundo idioma más hablado del mundo. Hay más alumnos hispanoamericanos en las universidades francesas que en las españolas. Tenemos un problema de armonización de la duración de la formación de grado, porque el sistema de 4+1 no favorece, y un nivel de inglés bajo. Las universidades españolas han de hacer una política de marketing para vender sus excelencias y ser capaces de atraer más estudiantes. Pero nada es esto se puede abordar sin incorporar profesores extranjeros, y la contratación es casi imposible.