Luciano Sanguinetti
Hace años que nuestro país ostenta un sistema de formación superior universitario vinculado estrechamente con su sistema científico (Conicet), con una larga historia institucional, que, a su vez, en los últimos años ha crecido territorialmente, con fuertes vínculos con el mundo productivo. Sin negar las muchas críticas que podamos y debamos hacerle para que siga siendo el lugar de la excelencia, hay sobradas pruebas de que en nuestra universidad está la mayor capacidad instalada humana y tecnológica para la producción de conocimientos en todos los campos científicos, desde las ciencias humanas hasta las exactas, desde las disciplinas médicas hasta las sociales, desde las tecnológicas hasta las artísticas.
En la provincia de Buenos Aires existen hoy 18 universidades nacionales en el norte, el sur, el centro y el este de la provincia. Estas casas de estudios, algunas con más de cien años de historia y otras creadas recientemente, imparten una innumerable cantidad de carreras de grado (solo la Universidad Nacional de La Plata ofrece 110 carreras), una oferta de más de 340 posgrados acreditados por Coneau, y en todas ellas hay sistemas de educación en línea que extienden los ámbitos de influencia más allá de sus fronteras inmediatas. Este sistema, a su vez, está integrado a múltiples organismos de articulación y evaluación permanente, como el Consejo Interuniversitario Nacional, los consejos universitarios regionales (CPRES), la Coneau, que evalúa todas las carreras de grado y posgrado, y a sus respectivos docentes, en un sistema permanente de acreditación y evaluación, interno y externo.
Es difícil quizás para quienes no conocen por dentro nuestro sistema científico académico de nivel universitario dimensionar el conjunto complejo y diverso de instancias que lo componen, en el cual incluso el cogobierno y la autonomía, que ha permitido al sistema transitar todos los procesos políticos con la distancia que exige una ámbito científico, en el que las representaciones de todos los pensamientos políticos tienen su lugar y su voz, no es lo menos importante.
Despreciar este acervo en la posibilidad de la formación docente es un despropósito, más si tomamos en cuenta que ya actualmente una parte importante de los que ejercen la docencia en nuestro sistema educativo provienen de nuestras universidades, como es el caso en el nivel secundario.
Es acertada la iniciativa de Horario Rodríguez Larreta, pero es un error tomar el camino de crear la Universidad Pedagógica de CABA, teniendo, al lado, a la Universidad de Buenos Aires, la más prestigiosa casa de estudios de nuestro país y destacada en innumerables rankings mundiales, con cuatro premios Nobel, entre otros reconocimientos.
Para el caso de la provincia de Buenos Aires, que podría parecer más complejo, la solución es práctica. En primer lugar, acordar con todas las universidades nacionales con asiento en la provincia la articulación de los institutos, a efectos de darles continuidad a los estudiantes que actualmente están cursando. En segundo lugar, para los futuros docentes, establecer esas carreras dentro de las propias unidades académicas acordes a los campos disciplinarios específicos. En tercer lugar, absorber a los docentes competentes del sistema terciario que, encontrándose en ejercicio de la docencia, tengan las graduaciones requeridas por el sistema universitario. Por último, darles a los otros un plazo para su actualización dentro del marco de este proceso inevitable de transición.
Una de las claves de la calidad educativa está en la calidad de los docentes. Ninguna tecnología, ningún diseño curricular, ninguna normativa reemplazarán el invaluable trabajo del que entra al aula con sus alumnos y sabe lo que tiene que enseñar y cómo.
El autor es concejal del Frente Renovador en La Plata. Director del Observatorio de Calidad Educativa.
Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2018/02/07/la-cuestion-irresoluta-de-la-formacion-docente/+&cd=2&hl=es-419&ct=clnk&gl=ve