Quimey Ramos es una joven mujer trans, docente y activista. Según sus palabras, su vida “tomó cierto nivel de visibilidad”, el año pasado, “a partir de que los medios hegemónicos me presentaron como la primera docente trans de primaria en hacer una transición durante el ciclo lectivo”. Tenía 22 años, y “aprovechó esa oportunidad” para armar la primera red de docentes trans a nivel nacional, que hoy tiene alrededor de 40 personas ejerciendo.
En diálogo con Prensa Obrera, cuenta que planean realizar un encuentro nacional, “una instancia sin precedentes en América Latina”, y habla de su lucha en el contexto actual.
¿Cómo ves al colectivo trans en la situación política de hoy?
A mi parecer, en el marco político actual, las necesidades y las luchas del colectivo trans quedan profundamente vinculadas al resto de las luchas sociales, porque entramos en una etapa de la crisis en la que diferentes capas de la sociedad se ven arrastradas a la lucha por la subsistencia. El colectivo trans siempre estuvo en esa situación, y ahora se profundiza; como bien decían Claudia Pía Baudraco y Lohana Berkins “la democracia nunca llego para el colectivo trans”.
Hemos denunciado que el colectivo vive un genocidio silencioso…
Es necesario hablar de genocidio, porque sin ir más lejos fuimos perseguidas sistémica y policialmente hasta hace 10 años con los edictos policiales; de hecho, los últimos que quedaban, en Mendoza y en Formosa, recién se sacaron en 2012. Directamente nos perseguían por nuestra identidad trans. Y una de las cuestiones que pesan más sobre la comunidad es el destino social tan claro que tenemos, en el caso de las feminidades trans/travestis: los índices arrojan que en nuestra población la única actividad remunerada es la prostitución. Lo cierto es que nuestra existencia es en disputa: nuestras vidas están en disputa.
¿Cómo ves el cuadro internacional y su conexión con la situación local?
A nivel internacional podríamos decir que la lógica del capitalismo, que tiene diversos matices, nos dice por ejemplo que para ser “aceptadx” tenés que modificar todo tu cuerpo. Lo que hace es empobrecer la experiencia trans a su mayor exponente, porque la considera como el trayecto de hombre a mujer o al revés. Y en realidad las personas trans venimos a demostrar que se pueden elegir un montón de formas distintas. Es darte cuenta que tu nombre, tu identidad de género, la forma en la que la que te expresás, todo eso y más, no es algo dado e incambiable, sino que está en continuo movimiento, y que podés elegirlo a tu voluntad. Eso creo que es lo interesante que tiene la perspectiva trans para dar hoy en día a todos los movimientos sociales, el hecho de ampliar tus posibilidades, subjetivas y colectivas.
En Argentina contamos con una ley de vanguardia a nivel mundial, que es la Ley de Identidad de Género; pero basta con decir que la OMS (Organización Mundial de la Salud) nos sigue patologizando, considera que las personas trans padecemos de “disforia de género”. Con respecto a las luchas acá y que nos unen con muchos otros grupos está la modificación de la Ley de Salud Mental, que retorna a un paradigma más biologicista, jerarquizando el paradigma médico-biológico por encima de nuestras construcciones sociales; podríamos defendernos frente a eso apelando a la Ley de Identidad de Género, pero lo cierto, hablando de un colectivo tan vulnerado como el nuestro, es que muy probable que se nos continúe persiguiendo, reeditando paradigmas patologizantes amparados en estas nuevas modificaciones a la ley.
Todo sumado a un contexto donde el mismo Papa Francisco habla de las personas transgénero diciendo que somos tan anti naturales como las bombas atómicas. Es decir que hay un hostigamiento a la comunidad trans a nivel internacional que repercute directamente en nuestras vidas y por eso es interesante recalcar que la Ley de Identidad de Género, es muy importante en comparación de otras partes del mundo donde se nos reconocen algunos derechos al colectivo trans: solo requiere nuestra propia declaración de nuestra identidad autopercibida, a diferencia por ejemplo de España, donde te hacen pasar por varias pericias para que un psiquiatra te diagnostique “Disforia de Género” y entonces sí, acceder a tu identidad, pero de una forma súper humillante y violenta.
Lo principal que tenemos que recalcar de la Ley de Identidad de Género es que ha sido un logro impresionante de la lucha de un colectivo donde la mayor parte de sus integrantes dieron la vida por las conquistas que tenemos. Que la aprobación de esta ley se dio muy a pesar de los congresistas que la votaron, debido a la gran movilización. Pero luego, a casi más de 5 años de vigencia, la burocracia estatal y los agentes públicos nos siguen vulnerando derechos, y no se han generado estrategias estructurales para que la ley se respete. Y ahí vemos claramente la responsabilidad del Estado que no garantiza que la ley se cumpla.
¿Qué desafíos tiene el colectivo LGTBI y particularmente la comunidad trans?
Muchos; estamos en un nivel de postergación tan grande y son muchas las luchas que debemos dar. Por ejemplo, si hablamos de cuestiones de salud, podríamos pensar en los tratamientos hormonales, algo generalizado en la comunidad trans, que son intervenciones realizadas con fármacos que no son pensados para nosotrxs por los laboratorios. Mi acompañamiento hormonal lo hago con pastillas que están pensadas para aumentar la disminución de estrógenos durante la menopausia, y que si bien cumplen el fin por el que las utilizo, no están pensadas para mi cuerpo, por lo que tienen muchos componentes extras y de residuos: si existiesen fármacos elaborados para nosotras estos no serían necesarios. Además la falta de acompañamiento del sistema de salud, donde somos violentadas continuamente y es por esto que muchas preferimos hacerlo por cuenta propia, con el riesgo que eso significa. A eso hay que sumarle que la mayoría de nosotrXs morimos por complicaciones derivadas de HIV o por intervenciones realizadas en condiciones totalmente desastrosas. El horizonte y la necesidad de conquistas es enorme, pero hay cuestiones muy primarias y prioritarias que no se están dando.
Entonces cuando hablamos de postergaciones no hablamos de no ser tratadxs en masculino o femenino solamente. Hablamos de este tipo de cosas, hablamos del abandono, no solo de tu familia, del abandono adrede del Estado, de la criminalización y persecución policial, del negocio médico que existe, etc. Y siendo pobre te sale todo el doble: los negocios médicos con nosotras son impresionantes, la salud privada lucra a costa nuestra y en condiciones desastrosas. Y ni hablar de la falta de capacitación de los profesionales que nos atienden, donde se siguen reproduciendo los prejuicios.
Otro tema es la vivienda. Muchas no pueden acceder ni siquiera a un alquiler porque no poseemos ningún tipo de garantía, ni sueldo, ni propiedad y eso implica que tenemos que alquilar en pensiones u hoteles, y las tarifas que se les cobra a las mujeres trans suelen ser mucho más altas que a otra persona. Yo pienso que nuestra imposibilidad de proyectarnos y construirnos en distintos roles sociales está profundamente atada a la desigualdad de ingresos, que en ese sentido la lucha con el resto de lxs trabajadores es la misma: mientras más autonomía material se tenga, menos posibilidades hay para proyectarse y potenciarse humanamente, menos posibilidades de realizarnos.
La lucha actual que estamos librando para el colectivo trans es plantarnos y ser visibilizadxs como sujetxs políticxs que somos, que nuestras denuncias sean valoradas y al mismo tiempo poder conseguir acceso a la mayor cantidad de actividades remuneradas de diferente tipo y cortar con la prostitución como único destino social histórico. De todo esto se trata, de entendernos colectivamente entre toda la clase trabajadora, incluyendo al colectivo trans.
Fuente: http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/lgbti/entrevista-con-quimey-ramos-docente-y-activista-del-colectivo-trans