Es imposible enseñar sin transmitir a la vez un modelo de relación y de convivencia. Hagámoslo de manera intencional y consciente.
Acabamos de iniciar el curso y ya estamos inmersos en las tareas de planificación y organización de la actividad docente. Se trata de una buena ocasión para que nos preguntemos, también, cuál es el lugar que ocupa el trabajo de la convivencia en nuestro centro educativo, el peso específico que tiene en el conjunto de las actividades lectivas y el tiempo que dedicamos a fomentar el cuidado entre las distintas personas que vivimos en el centro.
Sobre este tema hemos reflexionado en uno de los talleres desarrollados en la Escuela de Verano del MRP “Escuela Abierta, de Getafe (Madrid). Para ello, hemos utilizado diversos instrumentos y herramientas, pero quizá la que más ha interesado a las personas participantes en el taller ha sido una rúbrica, elaborada para evaluar la situación de la convivencia en el centro.
Como sabemos, la rúbrica es una matriz que, en sus columnas, señala los elementos que van a ser evaluados, mientras que, en las filas correspondientes, se muestran los distintos grados de desarrollo y realización de dichos elementos en función de los criterios de evaluación establecidos. En concreto, los elementos de evaluación de nuestra propuesta se agrupan en cuatro grandes apartados, abarcando cada uno de ellos cuatro items concretos. Éste es el resumen visual de la propuesta:
En primer lugar, nos planteamos cuál es la situación general del trabajo de la convivencia en nuestro centro. Analizamos si todo el profesorado tiene una definición compartida de lo que es convivencia, fruto de un proceso de reflexión y discusión colectivos o, por el contrario, cada uno tiene su propia definición, poniendo el acento en aspectos parciales como la disciplina, las sanciones u otros elementos.
Analizamos, a continuación, la presencia que el trabajo de la convivencia tiene en los documentos institucionales del centro y, en concreto, su presencia en el Proyecto Educativo, la Programación General Anual y el Plan de Acción Tutorial. Muchas veces no hay ninguna mención a la convivencia en estos documentos, otras veces coexiste un Plan de Convivencia junto con el resto de documentos institucionales y, en ocasiones, hay presencia y coherencia en todos los documentos de las líneas de trabajo sobre la convivencia.
A continuación, analizamos el enfoque básico del trabajo de la convivencia que hay en el centro, viendo si predomina un enfoque sancionador y reactivo, que sólo actúa cuando han aparecido determinados problemas o, por el contrario, se sigue un enfoque proactivo, buscando desarrollar las competencias necesarias para poder convivir, trabajando básicamente en la prevención de la quiebra de la convivencia para conseguir que esta no tenga lugar. Por último, para completar el análisis de la situación, nos fijamos en la presencia del cuidado de la convivencia en la vida diaria del centro, analizando, por ejemplo, si hay carteles que recuerden los temas de convivencia, si se habla de ella en las reuniones con padres y madres, si hay folletos u otros materiales, etc. En definitiva, si nos llama la atención la preocupación por la convivencia desde que entramos en el centro o no.
El segundo gran apartado nos muestra cómo el centro educativo analiza, observa y hace seguimiento de las situaciones de violencia que pueden darse. Así, se estudia qué procedimientos ha puesto en marcha el centro para saber la incidencia del maltrato entre iguales, sea este presencial o a través de medios digitales: cómo se recoge la información, si se utilizan periódicamente sociogramas, etc. Lo mismo se analiza en relación con las conductas disruptivas del alumnado, tanto las contrarias a la dimensión del aprendizaje (pasividad, molestar en clase, absentismo), como las propias de la convivencia (falta de respeto, conflicto de poder, violencia puntual).
La posible violencia de género es también objeto de análisis, tanto en su vertiente de conductas visibles como en su expresión de consolidación de prejuicios y estereotipos sexistas entre los y las adolescentes. Por último, se analiza cómo se observan y se siguen otros tipos de violencia: la del profesorado entre sí, del profesorado con su alumnado, con las familias y, especialmente, la violencia estructural presente en el centro.
El tercer gran apartado evalúa los programas y acciones que se llevan a cabo en el centro y, de manera especial, aquellos fundamentales para el trabajo de la convivencia. Así, se analiza el lugar que ocupa la formación y trabajo con el alumnado de la gestión de los conflictos, la forma de analizarlos, las actitudes habituales ante los mismos y los procedimientos de gestión, tanto individuales como colectivos. Es importante conocer también qué protagonismo tiene el alumnado y cómo éste se concreta en programas determinados como la mediación o las actuaciones de ayuda, en sus diversas manifestaciones.
Cómo se trabajan las normas y qué sanciones son las más frecuentes son el tercer elemento de análisis en este apartado, viendo qué enfoque subyace a estas normas y sanciones: un enfoque punitivo-sancionador o un enfoque restaurativo y reeducador. Por último, cómo se trabajan las competencias para convivir y, en concreto, el desarrollo de los tipos de pensamiento, la educación emocional, la adquisición de las habilidades sociales y la adquisición de los valores morales fundamento de la convivencia.
El cuarto apartado se centra en los elementos organizativos, estudiando qué estructuras de apoyo se han puesto en marcha para trabajar la convivencia, así como los tiempos y horarios que se dedican a ella, viendo si están incorporados o no a la actividad normal. Analizar también cómo está el plan de convivencia, su actualización, su carácter vivo o burocrático, etc. son el tercer elemento de este apartado. Por último, y muy importante, saber cómo ha planificado el centro la formación del profesorado para el trabajo de la convivencia, si es una inquietud individual y privada o, por el contrario, el centro como tal está en ello.
El resultado de este análisis puede visualizarse en un gráfico, captando directamente qué cosas están bien planteadas y trabajadas y cuáles, por el contrario, exigen una atención específica para su desarrollo.
Son varios los planteamientos que podemos encontrar en los centros sobre el papel que ocupa el trabajo de la convivencia: unas veces, no se trabaja por falta de tiempo, ya que el currículo es muy extenso y no hay tiempo para ello. Otras, se trabaja como algo instrumental, como condición necesaria para el trabajo fundamental que es dar clase. A veces se considera trabajo propio de otras instancias, especialmente de Orientación. Pocos son los centros que la consideran tan importante como cualquier otro aspecto fundamental del currículo, dedicándole el tiempo y esfuerzo que necesita y merece.
Esperamos, y deseamos, que en este inicio de curso los centros se pregunten por el lugar de la convivencia y se planteen acciones para su cuidado. Y es que, querámoslo o no, es imposible enseñar sin transmitir a la vez un modelo de relación y convivencia. Hagámoslo de manera intencional y consciente.
Pedro Mª Uruñuela Nájera. Asociación CONVIVES
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/10/11/el-cuidado-de-la-convivencia-en-el-centro/