Por: Natalia Aruguete.
El nuevo gobierno del país vecino impulsa un programa económico neoliberal que marca retrocesos en los planes de desarrollo y afecta la integración regional, advierte Bruckmann, ex asesora de la Unasur, en diálogo con Cash.
Una cosa queda clara después del reciente encuentro entre los mandatarios Jair Bolsonaro y Mauricio Macri: “Modernizar y abrir al mundo el Mercosur”. Atrás quedó el desplante del ministro de Hacienda brasileño, Paulo Guedes, quien minimizó la importancia del bloque comercial. Este aclamado aperturismo armoniza con el realineamiento geopolítico del país vecino con Estados Unidos, con las derechas europeas y con los sectores conservadores de América latina, auguró Mónica Bruckmann, investigadora de la Universidad Federal de Río de Janeiro y ex asesora de la Unasur. En diálogo con Cash, la experta peruana en economía global y desarrollo sustentable delineó los ejes del nuevo gobierno brasileño en materia de política exterior y alertó sobre los efectos de reprimarización de la economía y de pérdida estratégica en el espacio global si se aplica el programa Bolsonaro.
¿Cómo evalúa las iniciativas en política exterior del gobierno de Bolsonaro?
–Asistimos al abandono de la política exterior inaugurada por el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, donde Brasil dinamizó los procesos y proyectos de integración regional. Este cambio se inició con el gobierno de Temer, cuyo canciller José Serra declaró que la Unasur ya no tenía mayor importancia y que Brasil debía recuperar sus relaciones estratégicas con Estados Unidos. Según el ministro de Hacienda, Paulo Guedes, el Mercosur tampoco es “prioridad” para Brasil. Bolsonaro asumirá los compromisos internacionales y promoverá un realineamiento geopolítico con Estados Unidos, pero también con la derecha mundial: Israel, Italia y Hungría, que estuvo presente en la toma de mando del 1° de enero. La fundación Indigo, perteneciente al Partido Social Liberal (PSL), mantuvo una reunión en Foz de Iguazú con el objetivo de articular a los sectores más conservadores de América latina y formar un bloque de oposición al Foro de San Pablo. Mientras que en Europa se está organizando una reunión coordinada por el ex asesor de Donald Trump, Steve Bannon, donde el gobierno de Bolsonaro pretende tener un papel importante.
¿Cómo cree que seguirá la alianza de los BRICS después de este giro?
–A la desaceleración de la participación de Brasil en los BRICS que vivimos en los últimos tres años se suma ahora una abierta oposición. Lo cierto es que con la salida de Brasil de los BRICS la región entera pierde mucho peso en este espacio de coordinación global.
¿Por qué incluye a la región?
–El dinamismo de la economía mundial se está desplazando desde Europa y Estados Unidos hacia Oriente. Desde 2014, el Fondo Monetario reconoce que China encabeza el ranking de las diez mayores economías del mundo. Precisamente los BRICS están conduciendo este proceso de grandes transformaciones, no solo de tipo económico sino también de capacidades locales de producción científica y tecnológica y de disputa por las tecnologías de punta en sectores estratégicos. En este momento, China es el país que más invierte en energías renovables a nivel mundial y está avanzando en la producción de nuevos materiales importantísimos para un cambio de matriz energética.
¿Cuál es el interés de Estados Unidos en la economía brasileña?
–El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva descubrió reservas importantísimas en el zócalo marino, conocidas como Pre-sal. Esas reservas han colocado a Brasil como la 15° reserva a nivel mundial. Ahora, si las reservas estimadas se comprueban Brasil podría convertirse en la 3° reserva mundial de petróleo, después de Venezuela y Arabia Saudita. Cuando se descubrió el Pre-sal, se estableció la obligatoriedad de que la Petrobras participara de cualquier tipo de actividad que incluyera al Pre-sal y se estableció una participación mínima de 30 por ciento de sus ganancias. A inicios del gobierno de Temer se aprobó una medida provisoria que puso fin a estos dos aspectos. Una tercera cuestión apunta a la ley de contenido tecnológico local, que permitía a Brasil producir gran parte de la tecnología necesaria para la extracción del petróleo del Pre-sal. Durante la gestión Temer se terminó con esta norma, de manera que en poco más de dos años Brasil pasó de ser autosuficiente en derivados de petróleo a importarlos. Es decir, exporta petróleo a Estados Unidos e importa de Estados Unidos los derivados de petróleo, que representan más del 50 por ciento de su consumo. Si el programa de Bolsonaro se pone en práctica asistiremos a la profundización de una reprimarización de la economía brasileña.
¿Qué medidas concretas confirmarían la tendencia a la reprimarización de la economía?
–Se están destruyendo las capacidades de producción tecnológica local, los laboratorios, la inversión en investigación y desarrollo. Temer aprobó una ley que congela por veinte años el gasto público en educación y en salud. El proyecto Bolsonaro puede llevar a Brasil a la época en que era exportador de materias primas sin valor agregado. Para ser exportador de bananas no se necesita tener universidades ni invertir en ciencia y tecnología.
¿Qué diferencias encuentra entre la estrategia regional que trazó Brasil en su alianza con los BRICS y un posible realineamiento con Estados Unidos?
–Con los BRICS Brasil participaba de igual a igual con las otras potencias emergentes en la definición de la nueva dinámica de la economía mundial y en una redefinición financiera. Un instrumento importante era el Banco de los BRICS, apoyado en el Banco de Desarrollo Asiático, que inicia operaciones con 100 mil millones de dólares de capital directo y un monto similar para inversiones en proyectos específicos. Mientras que el Banco Asiático de Desarrollo inicia con 200 mil millones de dólares de capital permanente. La participación de Brasil en este foro era fundamental dado que China propuso la nueva ruta de la seda. Ese puente terrestre redefine geopolíticamente el continente euroasiático, ya que une los puertos del Pacífico, en el Lejano Oriente ruso y chino, y los puertos marítimos en Europa, y ahora se incluye la ruta marítima hacia Africa. Comprende seis ejes estratégicos de producción que elevarán el consumo del 60 por ciento de la población del mundo. La participación de Brasil es muy importante porque cuando esta estrategia se encuentre en pleno desarrollo habrá demanda de recursos naturales estratégicos.
¿Qué significaría esa iniciativa para América latina?
–Sería una oportunidad histórica de cambiar el paradigma actual y condicionar sus exportaciones a la agregación de cadenas de valor local, eso era lo que se discutió en la Unasur a partir de 2012.
¿En qué consistía la estrategia de la Unasur en ese escenario?
–En mayo de 2012 tuvimos la primera reunión de recursos naturales y desarrollo integral de la Unasur en Caracas. A partir de esa reunión se realizaron encuentros sectoriales y se impulsaron diferentes instrumentos, por ejemplo la creación de un servicio geológico sudamericano. Era fundamental disponer de data geo-científica de recursos naturales como instrumento de soberanía regional para la producción de conocimiento y la planificación de políticas públicas a nivel nacional y regional. Esto inmediatamente fue visto como una gran amenaza para el interés de las grandes transnacionales del sector minero, que son las instituciones que detentan esa información. Otra iniciativa era la Asociación de Países Exportadores de Minerales cuyo objetivo era mejorar los términos de intercambio y ser formadores del precio internacional de minerales y recursos naturales en los cuales la región tuviese una reserva importante.
¿Por qué no llegaron a concretarse estos proyectos?
–Esto se impulsó en un momento en que la visión integracionista no era única entre los doce países de la Unasur aunque sí era hegemónica. Aun con integrantes como Colombia, Chile y Perú, miembros de la Alianza del Pacífico con la cual Estados Unidos buscaba contrarrestar el peso de la Unasur, la visión integracionista era hegemónica y se avanzó mucho pero lamentablemente no hubo tiempo para concretar los proyectos que se elaboraron a lo largo de estos tres años. Y luego vino esta inflexión política que se inicia con la elección del presidente Mauricio Macri en Argentina, un péndulo que va nuevamente hacia la derecha y está destruyendo estos espacios de integración regional muy rápidamente. Mientras las regiones del mundo están fortaleciendo sus procesos de integración, América del Sur se está desintegrando en un sentido opuesto a los cambios que el sistema mundial exige.
¿Cree que será posible revertir el escenario internacional que usted describe?
–Sí, creo que hay piedras en el zapato de este proyecto ultraconservador a nivel global. En primer lugar, Estados Unidos es una economía en decadencia con una de las mayores deudas públicas del mundo, equivalente al 110 por ciento de su Producto Interno Bruto. En este momento, Estados Unidos no puede abrir un frente de guerra más en el mundo sin sus aliados y socios, que también están en crisis. Mi visión es que los sectores de derecha en América latina que se están realineando con Estados Unidos lo hacen desde una perspectiva más ideológica que atendiendo a las condiciones reales que ofrece Estados Unidos para sustentar una alianza a largo plazo. En segundo lugar, los gobiernos de derecha que tercamente intentan implantar una política ortodoxamente neoliberal están generando una respuesta popular muy grande. El caso de Argentina es importante. Brasil no creo que sea diferente pese a lo inédito del fenómeno Bolsonaro. Creo que habrá un desgaste político y una reacción social importantes. Este período de crisis nos da la posibilidad y la capacidad de hacer un balance crítico serio y honesto pero, al mismo tiempo, de prepararnos para un nuevo ascenso de las fuerzas progresistas y de recuperación de políticas que beneficien a los espectros más amplios de la población.
Fuente de la entrevista: https://www.alainet.org/es/articulo/198253