Por: Ricardo Braginski.
«Para que el país crezca y se desarrolle necesitamos más científicos, mejor formados y más productivos. Más centros de investigación en todo el país y con más presupuesto». En los debates públicos suele escucharse todo el tiempo este tipo de frases, desde uno y otro lugar de las múltiples grietas. Pero a pesar de semejante consenso, lo más notable es que son muy pocas las voces que parecen realmente interesarse por una cuestión central para que haya más científicos e investigación: la educación científica, es decir, la enseñanza de las ciencias desde la escuela primaria.
Porque si estamos todos de acuerdo en que queremos más y mejores científicos, ¿de dónde creemos que los vamos a obtener? A veces pareciera que aspiramos a la mejor ciencia desde el pensamiento mágico.
Lo que pasa es que por el bajo desempeño de los alumnos argentinos en las pruebas estandarizadas, desde hace años que funcionarios y especialistas han puesto energías en mejorar en Matemática y en comprensión lectora. También se ha puesto el foco en la “educación digital” y, en algunas escuelas, en el dominio de una segunda lengua. No se escucha casi ninguna preocupación por mejorar los aprendizajes científicos.
Enseñar ciencia hoy va mucho más allá de llenar las cabezas de los chicos con datos enciclopédicos como suele hacerse en los colegios, según se desprende de algunas investigaciones. Incentivar el pensamiento científico implica que los chicos aprendan a analizar situaciones desconocidas, a resolver los problemas que se presentan, a tomar decisiones sobre la base de la información que obtienen. Preguntarse, preguntarse y buscar las respuestas sobre la base de un razonamiento basado en evidencias.
El pensamiento científico nos mejora como personas, nos hace más críticos e independientes. Además de sumar al crecimiento económico, una buena educación científica contribuye, en definitiva, a la cultura democrática.
Los resultados no acompañan
Las pruebas Aprender de 2017 mostraron que uno de cada tres alumnos terminan aquí la escuela primaria con bajos resultados en ciencia.
En las escuelas se dictan pocas horas de ciencia y con un bajo nivel de exigencia
Pero peor les va a los chicos argentinos si se los compara con el mundo. En el último estudio TERCE de la Unesco, por ejemplo, casi el 80% de los estudiantes argentinos (en la primaria) no fue capaz de interpretar información variada para hacer comparaciones y extraer conclusiones, analizar actividades de investigación y utilizar conocimientos científicos en diversas situaciones. Datos similares se obtienen en PISA, aunque en la escuela secundaria.
Si realmente queremos mejor la ciencia como decimos, empecemos por mirar al semillero.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/ciencia-crece-pie_0_sVETcr68W.html