La era de los contenidos digitales y las fake news ha traído consecuencias para varios rubros del conocimiento, algunos de estos vitales para nuestra supervivencia. Hoy en día, políticos y figuras de influencia tienen la libertad de pronunciarse incrédulos del cambio climático o fervientes creyentes de que las vacunas y el autismo en los niños están relacionados.
Este año, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, eligió a William Happer, conocido por su escepticismo ante el cambio climático, para dirigir la propuesta de un comité presidencial para la Seguridad Climática. Happer es solo uno de una larga lista de científicos con discursos problemáticos, algunos de ellos han conseguido los más altos honores que un académico puede tener, y aún así pueden sostener puntos de vista polémicos.
Kary Mullis, ganador del premio Nobel de química en 1993, y fallecido en agosto de este año, sostenía públicamente que el virus del SIDA no existía y que el calentamiento global era un invento de parásitos con títulos de economía o sociología. El discurso de Mullis puede ser conflictivo para muchos, pero es prueba de que la ciencia no solo se trata de datos, sino de la lectura que le damos, de la percepción con la que encuadramos los datos que registran los experimentos realizados.
Esa percepción puede estar sesgada o limitada sin importar cuántos grados académicos o premios se ganen. No podemos hablar de ciencia sin opinión o perspectiva humana. Pero, ¿qué pasa si esta opinión es guiada por fines personales o políticos? Si se acumula la evidencia de un apabullante daño ambiental que se acerca al punto de no retorno, ¿no sería entonces tiempo de reexaminar la perspectiva con la que encuadramos ecología y cómo la enseñamos?
El panorama actual
El año 2019 se ha caracterizado por diversos desastres ambientales consecutivos. Islandia anunció el derretimiento completo de un glaciar. La selva de las Amazonas en Brasil lleva 74,000 incendios en lo que va del año, (un aumento del 83 % en relación con el año pasado). También en Brasil se reportó otra pérdida catastrófica, más de 500 millones de abejas fueron encontradas muertas por apicultores en cuatro estados Brasileños debido al uso indiscriminado de pesticidas.
A la par de esto, las comunicaciones del presidente brasileño Jair Bolsonaro fueron desalentadoras. El mandatario se burló de la opinión pública sobre los desastres naturales y culpó a las ONG’s por los incendios en la selva amazónica. Desde cierto punto de vista esto puede entenderse como una politización innecesaria sobre casos de desastres naturales y temas ambientalistas. Una politización que nos lleva a experimentar todos estos sucesos ecológicos negativos sin preguntarnos, ¿qué los está causando realmente?
Los esfuerzos por una educación con conciencia ecológica
A la fecha no existen programas educativos estandarizados de carácter nacional en las escuelas públicas de ningún país para concientizar sobre el estado actual del medio ambiente y cómo tomar medidas para prevenir y/o frenar los avances del calentamiento global y las consecuencias de una contaminación sistemática.
Sin embargo, existen iniciativas en diversos países, tanto individuales como institucionales, para llevar el conocimiento científico sobre el medio ambiente a las escuelas. estro acreditado para enseñar sobre el cambio climático en cada una de las escuelas primarias y secundarias de carácter público en la región. Esto se lograría capacitando a los docentes a través de un curso en línea que durará de 15 a 20 horas y cubrirá temas como las bases científicas del cambio climático, planeación para la adaptación, salud, bosques, finanzas del cambio climático y negociaciones internaciEn Canadá, cerca de 150 mil estudiantes dejaron de asistir a clases para tomar las calles el 15 de marzo de este año y demandar acciones más directas en la esfera gubernamental y social para combatir el cambio climático. Esta movilización de jóvenes interesados por combatir el cambio climático replica los objetivos de los Fridays for Future, un movimiento de concientización ambiental fundado por Greta Thunberg, una activista sueca de 16 años, quien después de participar en numerosas protestas en las afueras de su parlamento, actualmente acaba de terminar una travesía de dos semanas en la que cruzó el Océano Atlántico a vela (en lugar de tomar un avión debido a los dañinos carbonos emitidos por los aviones) y así sensibilizar el tema del cambio climático, sus consecuencias y el valor de educar para prevenirlo. Su última parada sería Chile, donde se reunirán representantes de alto nivel de 197 países del mundo para discutir sobre la condición ambiental actual y cómo mejorarla.