Page 1 of 66
1 2 3 66

La importancia de enseñar sobre el cambio climático de manera esperanzadora

Bajo el continuo calentamiento global, los eventos climáticos extremos seguirán aumentando, en las próximas décadas, en frecuencia, intensidad, duración y extensión espacial.

Los niños y las niñas se verán enfrentados a estos eventos, lo que les producirá ansiedad acerca del cambio climático. Ante esta situación es importante que la educación busque formas de acercarse al tema de manera propositiva y, por ende, esperanzadora.

El desafío del cambio climático para los niños y las niñas

SemMéxico, Cd. de México,  5 de febrero, 2025.- El cambio climático tiene implicaciones de gran alcance para la migración de las personas, el cultivo de los alimentos, el mantenimiento de las infraestructuras y la funcionalidad de los ecosistemas. Presenta una serie de desafíos, incluidas amenazas para la seguridad del agua, presiones crecientes sobre la producción de alimentos, mayores riesgos de desastres naturales y grandes retos para la salud pública.

Casi todos los niños y las niñas están expuestos al menos a un peligro, impacto o estrés climático y ambiental, como olas de calor, ciclones, contaminación del aire, inundaciones o escasez de agua. Pero aproximadamente 850 millones de niños y niñas, es decir un tercio del total, se ven expuestos a cuatro o más estresores, lo que crea un ambiente increíblemente desafiante para que las niñas y los niños vivan, jueguen y prosperen.

Se estima que las niñas y los niños nacidos en 2020 enfrentarán, en promedio, el doble de incendios forestales, 2.8 veces más pérdidas de cultivos, 2.6 veces más sequías, 2.8 veces más inundaciones y 6.8 veces más olas de calor durante sus vidas que las personas nacidas en 1960.

La educación como herramienta para que las niñas y los niños enfrenten el desafío del cambio climático

Existe suficiente evidencia científica para establecer que la única solución para combatir el cambio climático, es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Hay estudios que indican que la educación sobre el cambio climático puede contribuir a reducir las futuras emisiones de carbono. Es posible  que «el 16% de las infancias que reciben educación sobre cambio climático pueden llevar a una reducción de 19 gigantones de carbono para 2050». Para ponerlo en perspectiva, 19 gigantones representan aproximadamente la mitad de las emisiones globales totales en 2019.

El cambio climático es el desafío determinante para la próxima generación y cualquier posibilidad de abordarlo requiere que las niñas y los  niños desarrollen el conocimiento y las habilidades necesarias para cuidar del medio ambiente y el clima. Sin embargo, no todos los sistemas educativos enseñan sobre el cambio climático, y donde lo hacen, lo que se enseña puede no ser relevante para su contexto, incluida la preparación y respuesta ante ciertos tipos de desastres.

Invertir en educación sobre sostenibilidad tiene un tremendo efecto multiplicador. Una educación que construya conocimientos y habilidades, contribuirá a prácticas de sostenibilidad mejoradas y una reducción de emisiones a nivel individual, institucional y comunitario.

De acuerdo con las consideraciones anteriores, se debe tener en mente lo siguiente:

Bienestar psicológico de las niñas y los niños

Los psicólogos han comenzado a reconocer el cambio climático como un factor estresante y argumentan que la forma en que las personas enfrentan esta amenaza podría ser importante tanto para la conexión con el planeta como para el bienestar psicológico. Existen pruebas de que la abrumadora naturaleza del cambio climático puede llevar a un sentido de impotencia entre los niños y las niñas. El Centro Nacional de Educación en Ciencias con sede en Estados Unidos señala que aprender sobre el cambio climático puede generar enojo, miedo, culpa o desesperanza, por lo que es importante mitigar el impacto emocional derivado de la exposición a temas relacionados con el cambio climático.

Al utilizar un enfoque positivo y orientado hacia soluciones, es posible crear un entorno de aprendizaje en el que los niños y las niñas no experimenten ansiedad y se sientan motivados para participar en acciones y comportamientos proactivos a favor de su comunidad y, en última instancia, a favor del planeta. El mismo documento del NCSE propone que para lograr un aprendizaje positivo, las estrategias deben centrarse en las siguientes pautas: «Hazlo local, hazlo humano, hazlo persuasivo, hazlo esperanzador».

Estrategias de aprendizaje para niños y niñas

Los niveles documentados de conocimiento y habilidades de las niñas y los niños con respecto a la educación sobre el cambio climático o la educación ambientalmente sostenible en general, parecen ser insuficientes para enfrentar la urgencia del desafío, y la evidencia del impacto de la educación sobre el cambio climático en actitudes o comportamientos es esquiva.

Sin embargo, existen propuestas que pueden servir como ejemplo para diseñar estrategias exitosas.

Tal es el caso del Consejo de Educación Ambiental de Alberta, que identifica seis principios clave de una excelente educación sobre el cambio climático. En relación con la enseñanza de las niñas y los niños aprendices, vale la pena utilizar cuatro de ellos:

  • Enmarcar la educación sobre el cambio climático de manera que se enfoque en soluciones, más que en problemas y construir una narrativa positiva en torno a una identidad compartida.
  • Enfocarse en la conservación de la naturaleza, la biofilia y la educación al aire libre.
  • Tener en mente a la audiencia. Desarrollar actividades adecuadas a la edad de las niñas y los niños y apoyar a cuidadores y docentes.
  • Diseñar programas orientados a la ejecución de acciones tangibles por parte de niños y niñas . Fomentar que las infancias  sean agentes de cambio.
  • Desarrollar actividades que vayan más allá de la ciencia climática, incluyendo imaginar un futuro deseado y positivo, centrarse en contenido local, enseñar a las niñas y los niños cómo pensar en lugar de qué pensar para que no se alarmen.

Para mejorar lo anterior, se recomienda considerar lo siguiente:

  • Aplicar un enfoque de enseñanza por indagación donde las niñas y los niños tomen un rol de investigadores y protagonistas en la construcción del conocimiento respecto al cambio climáticoUsar metodologías de enseñanza de las ciencias basadas en la indagación que respalden el desarrollo del conocimiento y las habilidades científicas de la niñez; aumenten el interés y la motivación en la ciencia; apoyen la colaboración; fomenten el pensamiento crítico y las habilidades de razonamiento científico y promuevan habilidades para resolver problemas.
  • Promover el aprendizaje a través del juego que apoye el desarrollo saludable y permita la adquisición de contenido y habilidades para aprender a aprender
  • Enseñar a las niñas y los niños hábitos sostenibles desde una edad temprana para que puedan convertirse en ciudadanos conscientes de la salud planetaria y además, puedan influir en el comportamiento de sus cuidadores.

Si enseñamos el cambio climático con un enfoque positivo y orientado hacia soluciones, los niños y las niñas valorarán la naturaleza, se volverán cívicamente comprometidos y estarán empoderados para liderar los cambios que nuestro planeta necesita urgentemente.

Mujer posando para la cámara con una chaqueta negra

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

Beatriz Cattori* Integrante de MUxED. Licenciada en Química por la UNAM, maestra en Estudios Humanísticos del ITESM y especialista en Educación de la Ciencias por la UDESA. Es fundadora de PQC STEM, organización sin fines de lucro orientada a ofrecer talleres STEAM. Del año 2022 al 2023 participó en el programa de la Iniciativa de Liderazgo Avanzado (ALI) de la Universidad de Harvard.

Instagram: @pqcstem

Fuente de la información e imagen:  https://semmexico.mx

Fotografía: Rotativo Querétaro

Comparte este contenido:

La crisis climática interrumpió el acceso a la educación de 242 millones de niños en 2024, según Unicef

Por:Silvia Laboreo Longás

Los fenómenos extremos impidieron el año pasado acudir a clase a uno de cada siete alumnos en el mundo, el 74% provenientes de países de renta baja y media-baja. La situación afecta de forma desproporcionada a las niñas y adolescentes y pone en riesgo su futuro.

Las inundaciones, tormentas, incendios forestales, olas de calor, olas de frío, ciclones tropicales y sequías que arrasaron el planeta el año pasado provocaron que al menos 242 millones de estudiantes de 85 países vieran interrumpido su acceso a la escuela. Estos fenómenos extremos, consecuencia de la crisis climática, impidieron a uno de cada siete alumnos acudir a clase, según un nuevo informe de Unicef publicado este viernes, coincidiendo con el Día Internacional de la Educación.

Una cifra “conservadora”, indican en el estudio, debido principalmente a las limitaciones de los datos. Además, explican, estos números no tienen en cuenta los impactos secundarios de estos peligros inducidos por el clima, “como la contaminación atmosférica causada por los incendios forestales o las sequías, las tensiones geopolíticas derivadas de la competencia por el agua o las epidemias resultantes de la reducción del acceso al agua potable debido a inundaciones o sequías”. El análisis se centra en la “interrupción escolar”, que define como cualquier acontecimiento que provoque la suspensión de las clases regulares, desde el cierre de escuelas, a la reducción de las horas lectivas, el adelanto de las vacaciones, el retraso en la apertura o la destrucción de colegios y aulas.

Además de las consecuencias sobre las infraestructuras escolares, estas interrupciones, sobre todo aquellas que son prolongadas, tienen un alto coste en la infancia y adolescencia. “Cuanto más duren, más impacto van a tener en la vida de los niños y niñas, sobre todo en sus procesos de aprendizaje, que se van a ver interrumpidos, y también en la calidad de estos”, explica por videollamada Carlos García de Bakedano, especialista en Educación de Unicef España. Estos riesgos, incide el informe, se hacen mayores en aquellos contextos más frágiles. “Cuanto más tiempo pase sin que vayan a la escuela o sin que accedan a la educación, más va a costar que vuelvan de nuevo, con lo cual se pueden ver más expuestos a riesgos de trabajo infantil, matrimonio infantil, embarazo temprano u otros tipos de abusos y explotación”, añade el experto.

En Etiopía y Kenia, durante 2021 el matrimonio infantil aumentó en más de un 90% en las regiones más afectadas por la sequía, expulsando a las niñas de las escuelas

En estos casos, las niñas y adolescentes suelen verse afectadas de forma más desproporcionada. “Esto pasa, en general, no solamente con las crisis derivadas del cambio climático, sino también, por ejemplo, en emergencias derivadas de conflictos. Por una discriminación de género, a muchas de ellas se les asigna una serie de roles de cuidado, de tareas domésticas, etcétera, que de alguna manera hacen que abandonen o dejen de ir a la escuela”, inciden desde Unicef. “Esto les va a limitar en sus procesos de desarrollo y de oportunidades de futuro y también les va a exponer más a situaciones de abuso o de violencia. Hay estudios que dicen que aquellas niñas que son capaces de terminar la etapa secundaria tienen seis veces menos riesgo de sufrir matrimonio infantil”, cuenta García de Bakedano.

El informe destaca, al hilo de esta problemática, que en Asia meridional y África oriental los fenómenos climáticos van asociados a un aumento de las tasas de matrimonio infantil, interrumpiendo para siempre la educación de miles de niñas y adolescentes. “En Etiopía y Kenia, durante 2021 el matrimonio infantil aumentó en más de un 90% en las regiones más afectadas por la sequía, expulsando a las niñas de las escuelas”, detalla el análisis de Unicef.

Un aula y material escolar dañados en la Escuela Primaria de Dahilig, en el municipio de Gainza, en Filipinas, semanas después de que la tormenta tropical Kristine (Trami) causara estragos en octubre de 2024.
Un aula y material escolar dañados en la Escuela Primaria de Dahilig, en el municipio de Gainza, en Filipinas, semanas después de que la tormenta tropical Kristine (Trami) causara estragos en octubre de 2024.LARRY MONSERATE PIOJO (© UNICEF/UNI703985/PIOJO)

En cuanto a la división por regiones, de los 242 millones de estudiantes que vieron su asistencia a clase interrumpida, casi el 74% se encontraban en países de renta baja y media-baja. Asia meridional fue la zona más perjudicada, con 128 millones de niños y adolescentes afectados. Le siguen Asia Oriental y el Pacífico, con 50 millones de estudiantes, y América Latina y el Caribe, con 30 millones de damnificados. En Oriente Próximo y el Norte de África, las tormentas y las inundaciones provocaron interrupciones escolares que afectaron a 8 millones de alumnos. Mientras tanto, en África occidental y central y África oriental y meridional, las inundaciones afectaron a 12 millones y 8 de estudiantes, respectivamente. En el continente africano, donde más de 107 millones de niños ya están sin escolarizar, las perturbaciones relacionadas con el clima en 2024 han puesto en riesgo de abandono escolar a otros 20 millones.

Más de 118 millones de alumnos afectados por olas de calor

Dentro de los fenómenos extremos, las olas de calor fueron el principal riesgo climático que llevó al cierre de escuelas en 2024, el año más cálido registrado en el planeta. En abril, más de 118 millones de alumnos resultaron afectados por las altas temperaturas, según Unicef, que destaca que países como Bangladés o Filipinas sufrieron cierres generalizados en ese mes, mientras que otros, como Camboya, redujeron su jornada escolar dos horas. En mayo, los termómetros alcanzaron los 47 grados en algunas zonas de Asia meridional, poniendo en riesgo la salud de los más pequeños.

“Los niños son más vulnerables a los efectos de las crisis meteorológicas, como olas de calor, tormentas, sequías e inundaciones más fuertes y frecuentes”, declaró en un comunicado Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef. “Su cuerpo es especialmente vulnerable. Se calientan más rápido, sudan de forma menos eficiente y se enfrían más lentamente que los adultos. Los niños no pueden concentrarse en aulas que no les ofrecen un respiro del calor sofocante, y no pueden llegar a la escuela si el camino está inundado, o si las escuelas son arrasadas por el agua”.

Según las previsiones de otro informe de Unicef publicado recientemente, esta problemática irá a peor en los próximos años. En 2050, el número de menores expuestos a olas de calor extremas será ocho veces mayor al registrado en la década de 2000. El de niños y niñas expuestos a inundaciones extremas será tres veces superior, y el de afectados por incendios forestales extremos prácticamente se duplicará.

Más financiación y escuelas más resilientes

“Las escuelas y los sistemas educativos están en gran medida mal equipados para proteger a los alumnos de estos impactos, ya que las inversiones financieras en educación centradas en el clima siguen siendo sorprendentemente bajas, y los datos globales sobre las interrupciones escolares debidas a peligros climáticos son limitados”, dice el comunicado de la organización. Para ello, desde Unicef piden acelerar la financiación para mejorar la resiliencia climática en el sector educativo.

“Los niños no pueden concentrarse en aulas que no les ofrecen un respiro del calor sofocante, y no pueden llegar a la escuela si el camino está inundado, o si las escuelas son arrasadas por el agua”

Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef

“Cuando se da algún tipo de crisis humanitaria, del tipo que sea, lógicamente se pone mucho el foco en el acceso a agua segura, a la salud, nutrición, a la protección de niños y niñas para que no se vean expuestos. Pero es verdad que la inversión en educación, que también es un sector fundamental en un contexto de emergencia y que permite de alguna manera a los niños y niñas verse más protegidos, muchas veces es mucho más baja. Habría que poner el foco en que la educación en emergencias reciba la financiación suficiente. Ya no solamente la respuesta cuando se da un fenómeno, sino incluso en toda la parte de prevención y de construcción de resiliencia”, incide García de Bakedano.

Además, las soluciones pasan, explica el especialista, por aumentar la capacidad de respuesta de las infraestructuras escolares, hacerlas más resistentes a los efectos de estos fenómenos extremos y poner en marcha planes de gestión de riesgos y contingencia. “Es fundamental preparar a toda la comunidad escolar y que se impliquen. Por otro lado, es necesario incorporar contenidos sobre el cambio climático en los currículos escolares. Todo esto con la participación relevante e importante del profesorado como figura clave”, añade.

Sin olvidar tampoco a los afectados, los niños y niñas. Incentivar la participación del alumnado y de la población adolescente como motores del cambio, de sensibilización y de generación de nuevas dinámicas es imprescindible para García de Bakedano. “Los y las jóvenes nos están poniendo las pilas llamando la atención sobre lo que nos estamos jugando, sobre todo para su futuro”.

https://elpais.com/planeta-futuro/2025-01-24/la-crisis-climatica-interrumpio-el-acceso-a-la-educacion-de-242-millones-de-ninos-en-2024-segun-unicef.html
Comparte este contenido:

Is education green enough? New indicator grades how extensively countries’ curricula cover climate change

By Priyadarshani Joshi, Senior Policy Analyst at the GEM Report and Marcia McKenzie, MECCE Project Director, University of Melbourne and University of Saskatchewan

Education has the potential to play the central role in achieving the Sustainable Development Goals. The GEM Report is introducing a new series to advance dialogue on the interrelationships of education with the other Sustainable Development Goals. The first paper in the series focuses on climate change and is written in partnership with the Monitoring and Evaluating Climate Change Communication and Education (MECCE) project. Released today on World Environment Day, Learning to act for people and planet, takes a comprehensive approach to review the various links between education and climate change in formal, non-formal and informal settings. The report also proposes a new indicator measuring countries’ green education content, assessing national curriculum frameworks and syllabi in primary and secondary education. This indicator supports the Greening Education Partnership, one of the global initiatives to emerge out of the Transforming Education Summit in 2022.

Education is missing in action on climate change

More formal education is associated with more income and more consumption, and does not necessarily lead to taking more climate action. An analysis of Facebook users in 2022 shows that people reported participating in climate advocacy groups regardless of their formal education level. A 2022 Yale study found that, while most people recognize future threats from climate change, fewer feel personally at risk. This gap was larger for those with higher education. This raises questions about mainstream educational approaches, which have focused on learning the science about climate change, and have not had a significant focus on action-oriented learning to confront and adapt to climate change.

Instead of only advancing knowledge about the climate challenge, research shows that education also needs to focus on social and emotional, and action-oriented learning to achieve climate literacy and action. Social and emotional learning builds self-awareness, relationship skills, citizenship participation, and responsible decision making, as well as helping students address their climate change anxiety and grief. It helps students reflect on how climate change makes them feel, how it is impacting their communities, how to talk about climate change, and what can be done to address it. However, most countries still focus exclusively on knowledge-based learning in climate change education (67% according to submissions to the United Nations Framework Convention on Climate Change). Far fewer also focus on social and emotional learning (7%) or action-oriented learning (27%).

A new indicator is being proposed to prompt dialogue on climate change education

There are currently no straightforward indicators to help policymakers and the general public understand whether countries are making progress in climate change education. But concerns about the effectiveness of education, as currently delivered, spur debates on how climate change is integrated across subjects and levels. Analysis of national curricula and syllabuses can provide one indication of whether a shift is taking place.

Today’s new paper proposes a framework for a new indicator on green curricula designed by the GEM Report, the MECCE project and UNESCO. The indicator was developed in response to a decision by the SDG 4 High-level Steering Committee in December 2022 to have a benchmark indicator on areas prioritized at the Transforming Education Summit, including on greening education. The aim is to add the indicator to the SDG 4 benchmark indicators agreed by the international community and to propose it as a way of monitoring SDG target 13.3 on climate.

The new indicator assesses the extent to which green content is prioritized and integrated into national curriculum frameworks and the syllabi of science and social science subjects in grades 3, 6, and 9. To do so, more than 30 keywords covering topics including the environment, sustainability, climate change, and biodiversity were searched for in nearly 1,500 curriculum documents collected from over 90 countries in all seven SDG regions and in 30 languages. The 76 countries with all document types scored an average of 50% on the maximum possible level of environment and sustainability content, but only averaged 21% of the maximum score on climate change content and just 12% on biodiversity content. Critically, less green content was found in social science than in science syllabi, and in grade 3 than in grade 6 or 9 subject syllabi.

Education needs to transform to address the climate change challenge.

Four recommendations emerge from this paper

  1. Shift the paradigm so that education can rise up to the demands posed by the climate change challenge
      • Implement scaled-up active pedagogy interventions and carry out ambitious research on their effectiveness in linking experiential knowledge with behavioural change.
      • Reorient current monitoring efforts to measures that have demonstrated links with climate action and can guide policy decision making to transform education systems.
      • Reorient current evaluation efforts of climate change communication and education programmes away from focusing on numbers reached and towards process, implementation, engagement and impact.
  • Recognize education for its role in developing mitigation and adaptation solutions to climate change challenges
      • Recognize the role of TVET and higher education in providing the skills required to transform sectors and enable the transition to a green, circular and regenerative economy.
      • Improve intersectoral coordination and ensure that integrated climate change action plans include financing for skills and capacity development.
  • Include investment in education under climate finance programmes.
      • Engage with non-education stakeholders for education to be included in climate plans and financing, in recognition of its role in climate change mitigation and adaptation solutions.
      • Highlight the investment gap for (climate change) education in low- and middle-income countries.
  • Countries should commit to monitor efforts to green education, starting with the curriculum.
      • Debate and agree on the proposed indicator methodology, while they consider future improvements.
      • Embark on a process to provide their documents for analysis.
      • Consider setting national targets on the proposed indicator for 2030.

 

 

The post Is education green enough? New indicator grades how extensively countries’ curricula cover climate change appeared first on World Education Blog.

Comparte este contenido:

NASA Reporta récord de incendios en Venezuela debido al cambio climático

La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa) detectó una cifra récord de incendios en Venezuela durante el mes de marzo, que no se veía en el país desde hace 21 años.

 

El sensor Modis (Espectrorradiómetro de imágenes de resolución moderada) del organismo estadounidense alertó sobre un número inédito incendios a principios de año en tiempos recientes, según publicó el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil.

 

La cantidad de siniestros entre enero y febrero de 2024 sobrepasan los 9.000, más que cualquier otro enero o febrero desde el comienzo del registro Modis a principios del siglo XXI.

 

En marzo, el sensor reportó más de 11.000 incendios, siendo superado únicamente por el mes de marzo de 2003.

 

Otro sensor, conocido como Viirs (Visible IR Imaging Radiometer Suite), que es similar pero con la capacidad de detectar incendios más pequeños y de menor temperatura, también observó un número inusualmente alto de incendios en Venezuela en este inicio de año.

 

En una imagen publicada en “X” por la Nasa el pasado 26 de marzo, se observa como el sur del Orinoco se encuentra cubierto de una enorme nube de humo proveniente de estas llamas.

 

Según explican, la temporada de incendios en el país caribeño tiene lugar durante la estación seca de Venezuela, generalmente entre diciembre a marzo.

 

El súbito aumento de 2024 se debe al clima inusualmente seco y cálido de los meses anteriores a diciembre, causado por los cambios en los patrones de circulación y lluvias asociados con el fenómeno climático El Niño.

Fuente: https://alertas24.com/nacionales/nasa-reporta-record-de-incendios-en-venezuela/

Comparte este contenido:

Una vida digna es imposible con una naturaleza contaminada

Los pueblos amazónicos pedimos justicia

Nueve niñas de las provincias de Sucumbíos y Orellana, en la Amazonía Norte de Ecuador, esperan que el Estado ecuatoriano cumpla la sentencia emitida por la Corte Provincial de Sucumbíos en 2021 y cierre los casi 500 mecheros petroleros que se mantienen activos y causando daños ambientales y a la salud. El Ministerio de Energía y Minas confirmó el cierre de apenas dos mecheros, según detalló en la comparecencia realizada en la Comisión de Biodiversidad de la Asamblea Nacional, el  21 de febrero de 2024.

En dicha comparecencia, las niñas demandantes expresaron su rechazo a las declaraciones de la Ministra de Energía y Minas, Andrea Arrobo, y aseguraron que lejos de cumplir con la sentencia y el cierre de los mecheros, el Ministerio sigue dando autorizaciones. Según datos oficiales, los mecheros a 2024, serían 486 cuando anteriormente, eran  447.

El 31 de marzo de cada año, el Estado ecuatoriano renueva las autorizaciones para el funcionamiento de los mecheros. A casi tres años de la sentencia, las niñas demandantes y las comunidades buscan que el Estado avance significativamente con el cierre de los mecheros y las medidas de reparación ordenadas por la justicia.

Wilmer Lucitante, comunicador comunitario de la nacionalidad Cofán de la Amazonía de Ecuador, parte de la Asociación de Productores Audiovisuales de las Nacionalidades y Pueblos de Sucumbíos Ecuador, APANAPSE y de la  Unión de Afectados por las operaciones petroleras de Texaco, UDAPT, comparte este texto.

***

En la Amazonía ecuatoriana, ya son más de 50 años que las petroleras queman y ventean gas con químicos contaminantes, asociados al petróleo, a través de los llamados mecheros.

En Sucumbíos, Orellana y Napo existen más de 447 mecheros encendidos, la mayoría, durante las 24 horas del día. Además, se han identificado 295 sitios de quema de gas previamente no mapeados, según la investigación “Ciencia ciudadana extrema para la justicia climática; enlazando los pixel con las personas para mapear los mecheros en la Amazonía”, desarrollada en 2019 por la Universidad Europea de Padua.

Desde 1964, cuando se inició la explotación petrolera con Texaco, se adoptaron malas prácticas que contaminan de manera irreversible la fuente de vida de pueblos y nacionalidades indígenas. Estos daños intencionales contaminan el suelo, el aire, el agua y dejan a sus habitantes en indefensión. Las consecuencias de esta contaminación afectan la salud de las personas y de la naturaleza.

Según una investigación del Banco Mundial, en Ecuador se desperdician aproximadamente 1.100 millones de pies cúbicos de gas al año. Si este gas fuese procesado para el uso interno, el Estado ahorraría aproximadamente 600 millones de dólares al año por su importación desde el exterior, recursos que servirían para todos los ecuatorianos.

A pesar de tener conocimiento sobre el daño que causan los mecheros, las petroleras queman el gas que se extrae y lo envían al aire libre. Lamentablemente la falta de interés y la incapacidad de los responsables está matando a la Amazonía y generando un gasto para el país.

Mechero Campo L. A., octubre 2023- Wilmer L

En febrero de 2020, nueve niñas de Sucumbíos y Orellana, con el acompañamiento de sus padres y respaldadas por varios colectivos que llevan la campaña “Eliminen los mecheros y enciendan la vida”, demandaron al Estado ecuatoriano, en concreto, al Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables y al Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica. Como resultado se obtuvo una sentencia favorable para las demandantes que dio lugar a una medida cautelar en enero de 2021.

La Corte Provincial de Sucumbíos dio la razón a los afectados reconociendo que las empresas petroleras con la complicidad de ministerios del Estado han  vulnerando derechos humanos, derechos ambientales y han atentado contra la vida de las personas. Esta sentencia prohíbe, por primera vez, la quema de gas a través de los mecheros. También exige su eliminación de manera gradual; así como que se realice un diagnóstico sobre las personas afectadas de cáncer y se disponga de una unidad oncológica, un plan de monitoreo y un plan de remediación integral en las provincias afectadas.

La lucha por la eliminación de los mecheros es una batalla antigua, donde el acompañamiento de organizaciones sociales locales y nacionales ha sido vital. Sin embargo, los medios de comunicación nacionales no han tenido el interés de investigar y dar seguimiento a estos casos, alimentando los intereses extractivistas, opacando las diversas realidades.

Un estudio, realizado por la Clínica ambiental y la Unión de Afectados por las operaciones petroleras de Texaco, UDAPT, señala que en las provincias donde se realizan actividades extractivas y se quema el gas en mecheros se encuentra el mayor porcentaje de casos de cáncer en relación a otras provincias del Ecuador, principalmente en las mujeres con un 70%.

El alcance de las actividades de quema de gas va mucho más allá de los datos oficiales proporcionados por el Ministerio de Ambiente de Ecuador. Los datos anuales de National Centers for Environmental Information, NOAA Nightfire, mapean que el 23,5% de los sitios donde se quema gas en la Amazonía se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera Yasuní. Esta cifra representa un 18,4% de los volúmenes de todas las industrias petroleras que operan en Ecuador. El  también señala que existen 34 sitios de quema adicionales, de los cuales, doce están en el Yasuní y uno en el campo Tiputini, parte del bloque ITT.

Plantón-Quito- 2021-UDAPT

Además, en 2021, 39 de los sitios identificados estaban ventilando el gas en lugar de quemarlo, un fenómeno nunca antes documentado en la Amazonía ecuatoriana. Estos datos sirvieron de apoyo para el proceso de lucha y la campaña, para el reconocimiento legal de los derechos humanos y la justicia medioambiental en la Amazonía ecuatoriana.

Actualmente, la situación se vuelve más compleja, ya que los demandados no acatan la orden judicial, y utilizan estrategias comunicacionales orientadas a  hacer creer que se está cumpliendo efectivamente con las disposiciones legales. Mientras tanto, las personas afectadas de las comunidades de Sucumbíos y Orellana permanecen en vigilia en contra de la contaminación.

La Amazonía ecuatoriana es una de las áreas más  biodiversas  del mundo, con una gran riqueza natural y cultural milenaria, determinado como uno de los tesoros más importantes del mundo. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas declaran que “la Amazonía es el lugar donde habitan varias culturas indígenas que con el tiempo han logrado demostrar cómo cuidar los bosques, a pesar de que han enfrentado enormes intereses globales y económicos, que muchas veces llegan con pretexto de conservar, pero que han atentado contra las  soberanías nacionales. Por ejemplo, la internacionalización de la Amazonía, que únicamente beneficiará a las grandes corporaciones”.

 Las personas que viven en los lugares donde se desarrollan actividades extractivas cumplen un papel fundamental para impulsar y fomentar grandes cambios políticos en contra del cambio climático y las empresas extractivistas, pues son las que conocen la realidad local; son las que día a día se encuentran con conflictos medioambientales y pueden aportar con su conocimiento para evitar riesgos globales.

 Las actividades extractivas están por encima de los derechos de los pueblos y nacionalidades. Muchas veces el gobierno y el Estado, con su fragilidad en la defensa de su soberanía, caen en los intereses de los contaminadores. No es posible que se tenga que llegar a una demanda judicial para que reaccionen, abran los ojos y vean su incapacidad e inoperancia. Es irrefutable ver cómo justifican sus actos  irresponsables o cómo tratan de tergiversar la información y la realidad ecuatoriana. Se necesita investigar más sobre todo del proceso de lucha para entender mejor este caso importante en la Amazonía ecuatoriana.

Para las personas que conformamos la UDAPT, la lucha no es solamente para eliminar los mecheros en la Amazonía, sino también es una forma de combatir la violación de derechos humanos, ambientales, sociales y, así, buscar una mejor forma de vida para todos los ecuatorianos y la vida en el planeta.

Fuente de la información e imagen:  https://wambra.ec

Comparte este contenido:

La generación Z y el cambio climático

Por: José María Manzano Callejo 

Existe un amplio consenso científico en que el cambio climático plantea un riesgo tremendo para la civilización humana. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (PICC) de las Naciones Unidas, es inequívoco que las actividades humanas han impulsado y continúan intensificando el calentamiento global del planeta debido a la quema de combustibles fósiles y la liberación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Como resultado, cada una de las últimas cuatro décadas ha sido sucesivamente más cálida que cualquier década anterior desde 1850. Esto está dando lugar a fenómenos climáticos más severos caracterizados por frecuentes incendios forestales, olas de calor extremas, tormentas devastadoras, inundaciones y sequías. En consecuencia, los científicos advierten a los gobiernos de todo el mundo que se debe realizar un esfuerzo concertado para limitar el calentamiento a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales para evitar que estos eventos se vuelvan más peligrosos y catastróficos. Todas las publicaciones sucesivas del PICC están enviando el mismo mensaje de urgencia y advirtiendo sobre puntos de inflexión irreversibles: el cambio climático ahora se describe como una “ebullición global” y la humanidad ha “abierto las puertas al infierno”.

El PICC enfatiza la necesidad urgente de tomar medidas climáticas y resalta la amenaza para la existencia que representa alcanzar puntos de inflexión para el bienestar humano, la salud planetaria y las economías globales. El Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial 2023 identifica el “fracaso en la mitigación del cambio climático” y el “fracaso en la adaptación al cambio climático” como las dos principales amenazas globales, destacando el riesgo de la dependencia de sectores intensivos en carbono.

Dada esta incómoda realidad, se espera que los gobiernos, las industrias, la sociedad civil y los individuos tomen medidas inmediatas para responder a la crisis climática. A pesar de algunos avances logrados en la 28ª reunión de la Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) sobre la transición para abandonar los combustibles fósiles y avanzar hacia la agricultura sostenible, las políticas climáticas actuales en todo el mundo no alcanzan la fuerza necesaria para abordar eficazmente la escalada de la crisis climática. La interconexión entre el cambio climático, la biodiversidad, la salud de los ecosistemas y la sociedad humana también es ampliamente reconocida y los impactos adversos del cambio climático inducido por el hombre continúan intensificándose y causando daños y pérdidas generalizados.

A pesar del consenso en la comunidad científica sobre la realidad y la importancia del cambio climático causado antropogénicamente y la abrumadora cantidad de evidencia de que el planeta se está calentando, muchas personas y organizaciones en todo el mundo todavía no apoyan los esfuerzos para mitigar las emisiones globales de GEI. En algunos casos, muchos todavía ignoran por completo la ciencia climática y sus advertencias. Esto está sucediendo en diferentes países y en diversos niveles de la sociedad, incluidos los líderes mundiales y los representantes gubernamentales. Por ejemplo, los problemas medioambientales globales son cada vez más cuestionados por conocidos líderes mundiales escépticos de la ciencia climática como el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que ha afirmado que el cambio climático es un engaño, y otro fuerte negacionista del cambio climático, el australiano ex primer ministro Scott Morrison. Esto tiene un impacto en la búsqueda de soluciones climáticas globales, genera controversia en torno a la ciencia climática y retrasa la acción para abordar urgentemente el cambio climático.

En la COP28 se logró un acuerdo global para acelerar la acción climática, pero su futuro depende de su implementación y compromiso efectivo en todo el mundo

Aunque en 2015, 196 países de todo el mundo se comprometieron a limitar el calentamiento global a muy por debajo de 2 °C, preferiblemente 1,5 °C, para mitigar los efectos devastadores del cambio climático en virtud del Acuerdo de París, el IPCC informó que, a pesar de progresos, el aumento de las temperaturas persiste debido a la falta de determinación política. En consecuencia, el IPCC declaró inequívocamente que el mundo tiene una ventana limitada hasta 2025 para alcanzar el pico de emisiones globales y debe reducirlas a la mitad para 2030 para tener alguna esperanza de limitar el calentamiento global a 1,5 °C. En la COP28 se logró un acuerdo global para acelerar la acción climática, pero su futuro depende de su implementación y compromiso efectivo en todo el mundo.

ANSIEDAD CLIMÁTICA

Los más jóvenes se ven especialmente afectados por las perspectivas del cambio climático a pesar de haber contribuido muy poco a la situación actual

La gente es cada vez más consciente de los peligros que plantea el cambio climático para la salud y el bienestar humanos. Este reconocimiento vital destaca las diversas formas en que el cambio climático afecta a la humanidad más allá de la salud física. Cuando las personas experimentan directamente eventos extremos, como grandes tormentas, sequías o incendios forestales, pueden afectar gravemente su estado mental y provocar trastornos de estrés postraumático. Esta comprensión subraya la urgencia de abordar el cambio climático no sólo como una cuestión ambiental, sino también como un problema complejo que afecta todos los aspectos de la vida humana. La ansiedad climática surge de una profunda preocupación por el cambio climático y sus consecuencias de gran alcance tanto para el medio ambiente natural como para la vida humana. Tal angustia puede manifestarse como pensamientos inquietantes o sentimientos abrumadores de preocupación respecto de futuros desastres climáticos y el destino continuo de la humanidad y el mundo. También puede traducirse en miedo, inseguridad, parálisis e inacción, así como sentimientos de ira, agotamiento, impotencia y tristeza. Abordar los desafíos del cambio climático y sus impactos en las generaciones futuras requiere un enfoque holístico que enfatice la necesidad de estrategias integrales para mitigar cualquier efecto adverso. Evitar la ansiedad climática pone de relieve la necesidad apremiante de actuar y buscar colectivamente soluciones de sostenibilidad para aliviar estas preocupaciones y asegurar un futuro estable para las generaciones venideras. Los más jóvenes se ven especialmente afectados por las perspectivas del cambio climático a pesar de haber contribuido muy poco a la situación actual.

INVESTIGACIÓN

Una nueva investigación de la Universidad Curtin de la Dra. Diana Marinova, ha demostrado que los jóvenes australianos tienen grandes preocupaciones sobre el cambio climático, que está teniendo un impacto significativo en sus vidas y podría tener consecuencias más amplias en las próximas décadas.

Publicado en Sustainable Earth Reviews, el estudio encuestó a estudiantes universitarios australianos pertenecientes a la Generación Z (personas nacidas entre 1995 y 2010) y encontró que el cambio climático era su principal preocupación ambiental.

La ansiedad climática ve la preocupación por el cambio climático manifestada en pensamientos inquietantes, angustia abrumadora por futuros desastres climáticos y el destino continuo de la humanidad y el mundo. También puede traducirse en sentimientos de miedo, inseguridad, ira, agotamiento, impotencia y tristeza.

Dora Marinova, profesora de Sostenibilidad de Curtin, refiere que la ansiedad climática era un factor que contribuye a la sensación general de inquietud de la Generación Z hacia el futuro, que podría tener importantes ramificaciones en el futuro. «Estos jóvenes están muy preocupados y, en cierto modo, intimidados por la falta de medidas concretas para luchar contra el cambio climático», afirmó la profesora.

La Generación Z tiene serias preocupaciones que no solo afectarán su salud mental (que será algo con lo que la sociedad y el sistema de salud pública tendrán que lidiar) sino también las decisiones que toman los jóvenes: cómo gastan su dinero, si tienen familia, su elección de carrera y más.

El estudio también reveló que, a pesar de sus preocupaciones, sólo el 35 por ciento de la Generación Z participaba regularmente en el activismo climático tradicional, como la recaudación de fondos, la donación de dinero a causas nobles, el apoyo a campañas políticas o la participación en eventos como marchas o protestas.

La Dra. Diana Bogueva, describe que los encuestados utilizan regularmente las redes sociales para expresar sus inquietudes y obtener información. Por otro lado, afirma que, si bien sus actividades on line (en línea) eran importantes, es posible que la Generación Z necesite participar de otras maneras para aliviar la ansiedad climática e impulsar el cambio. La Generación Z debería considerar participar en áreas de activismo más tradicionales o convencionales, como campañas políticas, para interactuar con los responsables políticos y conectarse mejor con otras generaciones para influir en los tomadores de decisiones, acelerar la acción climática y ayudar a salvaguardar un planeta habitable para todos”, según la autora del trabajo.

La Dra. Bogueva enfatizó que no era responsabilidad exclusiva de la Generación Z resolver el cambio climático (un problema que ellos no crearon), pero tomar medidas significativas puede ayudar a aliviar los sentimientos de ansiedad e impotencia de un individuo: «esto puede incluir descubrir cómo pueden ser parte de la solución en sus vidas personales, ya sea eligiendo una carrera que tenga un impacto o ajustando los productos o alimentos que consumen, entre otras acciones».

Datos clave del estudio

1. Ansiedad climática generalizada: más del 80 % de la generación Z australiana encuestada expresa preocupación y ansiedad significativas por el cambio climático, lo que afecta su salud mental y sus perspectivas futuras.

2. Participación limitada en el activismo tradicional: a pesar de los altos niveles de preocupación, solo el 35% de la Generación Z participa en el activismo climático tradicional, y muchos prefieren las redes sociales como plataforma de promoción.

3. Llamado a un activismo diverso y acción personal: Los investigadores abogan por la participación de la Generación Z en una gama más amplia de activismo y cambios en el estilo de vida personal para combatir la ansiedad climática y contribuir a la acción climática.

Por último, compartir esta reflexión irónica de Mark Twain: «El paraíso lo prefiero por el clima, el infierno por la compañía”.

@JoseMariaManz18

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/sostenibilidad/generacion-z-cambio-climatico/20240309172431224576.html

Comparte este contenido:

Young children and the ‘polycrisis’

By Sheldon Shaeffer, Chair, Board of Directors, and Evelyn Santiago, Executive Director, Asia-Pacific Regional Network for Early Childhood (ARNEC)

A better understanding of, and a stronger response to, the impacts of climate change is essential — especially regarding young children. Research results and the related discourse arising out of the recent COP28 conference on climate change have expanded the evidence base for that conclusion.

 

Climate change is only one of the components of the ‘polycrisis’ now facing the world, i.e. the simultaneous occurrence of several catastrophic events – among others being COVID-19, accelerating environmental degradation, increasing economic and social disparities, more frequent conflicts, and greater population displacement.

This polycrisis is having many serious impacts on the world and its people, but of particular severity are the increased developmental and learning delays and losses of young children related to their mental and physical health, nutrition, protection, stimulation, and, overall, the responsive caregiving they are meant to receive. These losses can in turn result in poorer health and malnutrition, enhanced toxic stress, worse learning outcomes, inadequate social-emotional development, and, ultimately, greater exclusion and inequity.

The polycrisis is already dramatically re-shaping the world in which the children of today must function and is leading us to an ever more uncertain and unpredictable future into which these children will enter — and in which they will need to survive and thrive as adults.

COVID-19

As a result of COVID-19, many early childhood development programmes and preschools around the world were closed, especially those funded by family and community contributions, many not to re-open. Millions of young children were forced to discontinue their pre-primary education, many not to return. Because early childhood is such a sensitive period for a child’s holistic development, the development and learning losses resulting from COVID-19 have been especially significant and will likely have long-term effects on an individual’s future educational achievement and economic potential and productivity.

The impacts of these closures on young children were compounded by the fact that many of them live in families that were ill-prepared for, and also most affected by, the challenges arising from COVID-19 – not only a lack of play and learning materials and of access to remote pre-primary alternatives but also, more generally, greater poverty and food insecurity, less access to health services, and increased toxic stress in the home. In other words, those young children already vulnerable before the pandemic became more vulnerable after the pandemic.

Environmental degradation

Young children are least responsible for environmental degradation, but they bear the brunt of its development-related impacts – and have the fewest resources and the least capacity to address them. Children’s development is disrupted by many environmental challenges including indoor and outdoor air pollution, exposure to harmful toxins such as mercury and lead, and the lack of clean and protective play and recreational spaces. In particular, young children’s exposure to pollution results in a higher risk of disease and developmental delays that can reduce an individual’s long-term cognitive, socio-emotional, and physical potential.

Climate change

About a billion children, or nearly half of the world’s children, live in countries at high risk of severe climate-related events (e.g., floods, droughts, wildfires, hurricanes/typhoons/cyclones, and rising sea levels) and suffer from the impacts of climate change including increased toxic stress, greater poverty and food insecurity, and large-scale population displacement.

Asia and the Pacific, where we live and work, is especially susceptible to climate change:

  • Over 40% of the people living in areas of high or extremely high drought severity are in Asia.
  • More than half a billion children live in extremely high flood occurrence zones; the vast majority of them live in Asia.
  • By 2050 most the world’s urban population will be found in Asia where climate change effects are amplified due to faster warming; in addition, many mega-cities in Asia are threatened by sea level rise.
  • Changes to the ocean, including warming, ocean acidification, reduced oxygen levels, and sea level rise, affect both ocean ecosystems and the people that rely on them – most notably those in the Pacific.

The impacts of the polycrisis are reversing the gains of the SDGs and are also widening conditions of inequality among young children, their families, and their communities. Young children everywhere face increased risks to their well-being and development and their ability (and their right) to thrive and live in dignity.

The (lack of) response

The problem is that many educators, including those focused on early childhood development, ignore or, at most, pay lip service to these crises. They seem unwilling or unable to envision what the world may be like 10-20-30 years from now and therefore cannot understand what needs to be done now in order to help children prepare for the world they will find in the future. They reform systems, revise curricula, and teach children as if tomorrow’s world will be no different from today’s.

There is, in fact, much talk about the “transformation” of education, but in terms of climate change, for example, this often means only tweaking the curriculum by adding “environment” to the timetable, training teachers on what climate change is, making schools “greener”, and helping children follow more sustainable lifestyles and become more conservation-minded as “lovers of nature, and “stewards of the planet” – which are all important, but are not enough.

In other words, there is virtually no discussion of what happens if these greener schools and more sustainable lifestyles are ultimately unable to stop progression towards the temperature “tipping point”. As a result, there is also virtually no discussion of how to develop in children the knowledge and skills (especially social-emotional skills) they will need in the future to mitigate, adapt to, and be resilient amid the challenges they will face.

International conferences and declarations on education, institutional strategy revisions, and education reform frameworks often pay little attention to these crises — beyond, perhaps, one plenary presentation at a conference, one paragraph in a new policy, or one bullet point in a reform document. Even when there might be some attention paid to “children” (or, more often, “youth”) in any climate change discourse, younger children, who are most vulnerable to climate change and bear the heaviest burden of its impacts, are mostly ignored. And even if the importance of young children in reacting to climate change – and in helping to build community and societal resilience to its impacts – is recognised, early childhood development programmes and policies remain woefully underfinanced across the world.

We do understand better the impacts of the polycrisis on young children and their families, now and in the future, and are now beginning to understand possible responses to these impacts. But the discourse around young children and the polycrisis is still woefully limited. It is therefore essential to advocate — in the kinds of conferences, declaration, and documents mentioned above — for a much stronger focus on the polycrisis and its impacts on children and on ways in which education and early childhood development systems must respond in order to help nurture children who can face the challenges their future will bring.

 

Read more

The post Young children and the ‘polycrisis’ appeared first on World Education Blog.

Comparte este contenido:
Page 1 of 66
1 2 3 66