El proyecto de acuerdo de la OMS propone un proceso similar al de la COP. Es poco probable que mejore la desastrosa respuesta mundial a la COVID.
La Organización Mundial de la Salud ha redactado un borrador de tratado sobre pandemias para evitar que se repita lo que denomina el «catastrófico fracaso de la comunidad internacional a la hora de mostrar solidaridad y equidad» durante la COVID-19. Las decisiones se tomarían a través de una conferencia de las partes (COP), un proceso caro y lento. Como han demostrado las COP sobre el clima y la biodiversidad, un foro de unos 200 países no es la mejor manera de garantizar el cumplimiento, argumenta un editorial de Nature, sobre todo cuando la responsabilidad de actuar recae en un pequeño número de naciones de altos ingresos.
Editorial Nature
La respuesta mundial al COVID-19 representó un «fracaso catastrófico de la comunidad internacional a la hora de mostrar solidaridad y equidad». La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó la semana pasada el primer borrador de un nuevo acuerdo internacional sobre pandemias. El acuerdo pretende ayudar al mundo a prepararse mejor para futuras pandemias. Las negociaciones sobre los detalles comenzarán a finales de este mes y es probable que duren al menos un año.
Aunque no lo dice explícitamente, la declaración de la OMS puede interpretarse como una reprimenda a los líderes de los países ricos, subrayando el hecho de que su respuesta a la pandemia en curso no ha sido un modelo de cooperación o compasión. La promesa de apoyar adecuadamente un plan de distribución de vacunas llamado COVAX no se cumplió, socavando su potencial. Los países ricos hicieron pedidos excesivos y acapararon vacunas, impidiendo que llegaran a personas de otros países que las necesitaban. Algunas de las empresas farmacéuticas más conocidas y respetadas del mundo lucharon para impedir que se compartiera la propiedad intelectual. Si no lo hubieran hecho, más fabricantes podrían haber producido vacunas y tratamientos, y se habrían salvado más vidas. El tratado redactado por la OMS pretende garantizar que este comportamiento no vuelva a repetirse. Pero, como ya ha argumentado Nature, un tratado por sí solo no ofrece ninguna garantía de que se cumplan las promesas.
Compartir y compartir
El proyecto de texto fomenta la renuncia a los derechos de propiedad intelectual aplicables durante un periodo definido durante una pandemia. Además, al menos una quinta parte de las vacunas pertinentes deben depositarse en la OMS, para garantizar que un número suficiente llegue a las personas más pobres y vulnerables del mundo al mismo tiempo que a los habitantes de los países más ricos. Los precios y los contratos deben hacerse públicos, algo que no ocurrió durante la pandemia de COVID-19, lo que permitió a los países pujar más que otros por las vacunas ofreciendo precios más altos de los que sólo formaban parte las empresas farmacéuticas.
La redacción actual también reconoce la importancia de una ciencia abierta y de compartir datos como las secuencias del genoma viral. El mes pasado, la OMS instó a las autoridades chinas a compartir los datos de las secuencias, así como la información sobre casos, hospitalizaciones y tasas de vacunación. Otro punto destacado en el borrador cero es que los países que comparten sus conocimientos científicos -como hicieron muchos países de bajos ingresos durante la pandemia- también deberían participar en los beneficios.
Todo esto es necesario y debería haberse hecho hace tiempo, y cuenta con el respaldo de científicos y organizaciones activistas. Pero a los investigadores les preocupa, y con razón, la falta de claridad sobre cómo funcionará el tratado en la práctica y cómo se exigirá a los firmantes que cumplan sus promesas. La OMS recomienda que los países tomen decisiones a través de una conferencia de las partes (COP), un foro democrático en el que todos los países tienen la misma voz en la toma de decisiones.
Pero el funcionamiento de las COP es costoso, y la creación de un marco de este tipo significaría que la OMS -que se enfrenta a una lucha constante para conseguir que los países la financien adecuadamente- tendría aún más dificultades. Las COP también tardan en tomar decisiones, como bien sabemos por las que rigen la acción internacional en cuestiones como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Quizá lo más importante de todo sea que un foro de 200 países, más decenas de miles de observadores y grupos de presión, no es la mejor manera de garantizar el cumplimiento de un acuerdo, sobre todo cuando la responsabilidad de actuar recae en un número relativamente pequeño de países de renta alta. El proceso de la COP sobre el cambio climático ha demostrado que ni siquiera los acuerdos jurídicamente vinculantes pueden obligar a los países a cumplir sus compromisos.
Sensatamente, la OMS quiere que los países acuerden algún tipo de sistema de seguimiento, una forma de que informen sobre si se están cumpliendo las promesas de financiación, propiedad intelectual o vacunas. Pero los negociadores y sus equipos también harían bien en explorar vías alternativas para alcanzar los objetivos del acuerdo. Los investigadores que estudian el impacto de los tratados internacionales podrían asesorar sobre otros posibles modelos.
Del borrador cero de la OMS se desprende claramente que el organismo está decidido a evitar que se repitan algunos de los peores comportamientos observados durante la pandemia. Y es tranquilizador ver que en todo el texto se anima a gobiernos y empresas a ser transparentes y estar dispuestos a compartir, sobre todo cuando se trata de conocimientos técnicos y productos basados en investigaciones financiadas con fondos públicos. Si esto hubiera ocurrido antes, la pandemia de coronavirus bien podría haber quedado atrás.
El mundo tiene poco más de un año para convertir el borrador en un texto acabado. Es probable que los compromisos de la versión actual se diluyan antes de llegar a un acuerdo. Pero mientras los investigadores se preparan para publicar sus estudios y los activistas se apresuran a acelerar las campañas, es fácil olvidar la necesidad de determinar los tipos de institución y estructura esenciales para garantizar que se cumpla un acuerdo. Las estructuras institucionales son tan importantes como el contenido de los tratados. La OMS y los negociadores nacionales deben preguntarse qué valor tiene un acuerdo si incluye todo lo que figura en el borrador cero de la OMS, pero resulta inviable en la práctica.
7/2/2023
Nature 614, 195-196 (2023)
Global pandemic treaty: what we must learn from climate-change errors
Seth Berkley. Even after COVID, the world’s vaccine strategy is failing. Without a global, publicly funded strategy, the market will fail to deliver vaccines to stop pandemics before they surge.
El más íntimo de los actos es en realidad algo público, afirma esta pensadora de 37 años en ‘El derecho al sexo’. Defiende un feminismo en la intersección del género, la clase y la raza.
Amia Srinivasan (Baréin, 37 años) es una ráfaga que no cesa de fogonazos de inteligencia que deslumbran al interlocutor, lo arrinconan en sus prejuicios y lo sacan de pronto de esa esquina acorralada con ideas y propuestas provocadoras e inesperadas. Hija de un banquero de inversión y de una bailarina clásica, ambos de origen indio y educados en el hinduismo, su recorrido vital por medio mundo —Baréin, Nueva York, Taiwán, Londres— la empujó hacia la filosofía analítica, que estudió en Yale y en Oxford, para buscar una manera de explicarse a sí misma y su lugar en el mundo. La halló en el feminismo, que ha estudiado a fondo para ser capaz de hacer viajes de ida y vuelta entre cada una de sus etapas históricas y dibujar la coherencia de una lucha política que nunca termina.
En 2019 obtuvo, después de un examen de rigor extremo, la cátedra Chichele —en honor del fundador, Henry Chichele— de Teoría Política y Social, en el All Souls College de la Universidad de Oxford. El mismo y preciado puesto que ocupó previamente el filósofo rusobritánico Isaiah Berlin. La primera mujer de raza no blanca, y la persona más joven en alcanzar esa posición académica.
Srinivasan recibe a EL PAÍS en su refugio universitario, una estancia de paredes forradas en madera noble, chimenea, sillones chéster, vidrieras emplomadas que dan a uno de los claustros del edificio de medio siglo de historia y libros, muchos libros, en estanterías, en cajas por desembalar, sobre la mesa de estudio.
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En el club de los señores serios y circunspectos, de chaqueta de tweed y pajarita, con todo el peso de la filosofía clásica de Occidente a sus espaldas, ha irrumpido una mujer mediática y avasalladora. Su libro El derecho al sexo (Anagrama), con una escritura ágil, punzante, certera e inteligente, ha despertado un interés y entusiasmo en la literatura feminista como no se recordaba en mucho tiempo. Srinivasan abarca como ensayista muchos otros asuntos, pero como ella misma señala, citando a Michèle Le Dœuff, “cuando eres mujer y filósofa, resulta útil contar con el feminismo para entender todo lo que te ocurre”.
La filósofa y escritora Amia Srinivasan, el viernes en la Universidad de Oxford.IONE SAIZAR
Pregunta. ¿Qué es el feminismo?
Respuesta. El feminismo no es una idea, una teoría ni una creencia. Algunos piensan que es la creencia de que los hombres y las mujeres deberían ser iguales. Pero eso deja abiertas muchas interrogantes. Las mujeres deben ser iguales… ¿respecto a qué clase de hombres? Porque no existe igualdad entre los hombres. ¿Y qué tipo de igualdad? ¿Material? ¿Económica? ¿Política? ¿Legal? Incluso puede ser que creas que las mujeres deben aspirar a la igualdad con los hombres, pero no quieras luchar por ello. Por eso sostengo que el feminismo debe ser contemplado en primer lugar y sobre todo como una lucha política. Una serie de movimientos que ocurren por todo el mundo, en diferentes momentos históricos, con sus altibajos y con diferentes tipos de compromisos. En definitiva, un movimiento que pretende acercar a la realidad una serie de posibilidades aún no imaginadas.
P. El nuevo feminismo ha establecido el consentimiento como criterio fundamental en las relaciones sexuales. En España, ha sido el resultado de la llamada ley del solo sí es sí.
R. Es un asunto de extrema importancia. La permisibilidad legal del sexo, en lo que se refiere al consentimiento, ha supuesto un gran avance del feminismo, frente al modo histórico en que se planteaban estos supuestos, cuando la fuerza era el criterio fundamental en la agresión sexual. Ya sabemos que hay casos en los que la fuerza no se usa, como cuando las víctimas son personas vulnerables o niños, pero que suponen, sin embargo, una violación obvia. En este sentido, avanzar hacia el consentimiento ha supuesto una victoria.
P. Pero…
R. Pero plantea varios problemas. En una sala de justicia, necesitas tener criterios claros. Criterios que resulten operativos y que te permitan tomar decisiones en las que quede clara la distinción entre casos de sexo legal e ilegal. Pero cuando sales de esa sala de justicia, en una relación interpersonal real, las cosas son mucho más complicadas. Hay casos en los que uno de los dos no solamente no dirá “no” ni se resistirá, sino que incluso dirá “sí”, pero será un “sí” producto de ciertas expectativas de comportamiento social que, a lo mejor, la otra persona ni siquiera comparte. Es algo que puede observarse especialmente en mujeres jóvenes, que han consentido activamente, y, sin embargo, no quieren tener esa relación.
A veces algunas feministas son culpables de apoyar excesos de regulación. Quieren utilizar la ley —o sucedáneos de la ley, como la normativa en centros universitarios— para forzar a las personas a actuar como debieran hacerlo en una situación moral ideal. Por eso uno de los temas centrales de mi libro versa sobre los límites de la ley a la hora de cambiar esos hábitos culturales, y sobre los modos alternativos que tenemos para lograrlo.
P. En determinadas sociedades, hay sectores que no entienden el tono excesivamente combativo del feminismo. Creen percibir una agresividad que no ven necesaria.
R. El objetivo de un movimiento político no siempre consiste en convencer a tus oponentes, ¿no? Puede haber un valor, y de hecho hay un valor, en la idea de expresar o experimentar ciertos tipos de emociones políticas extremas, como modo de movilizar a un grupo de personas. Un ejemplo obvio es el caso de Malcolm X y el Black Power en Estados Unidos. Un modo extremo de desconcertar y asustar al pensamiento predominante, blanco y masculino. Resultó ser bastante eficaz porque logró que Martin Luther King, un político bastante radical por sí mismo, sobre todo en sus planteamientos económicos, pareciera alguien moderado.
¿Deberíamos pensar del mismo modo en la rabia que usted señala acertadamente como elemento central de los movimientos feministas? Por supuesto. Puede resultar desconcertante, pero también puede galvanizar a las personas. Y, en ocasiones, resultar muy persuasiva. La gente puede acabar respondiendo simplemente por miedo a no hacer lo correcto. O, por puro contraste, puede lograr que algunas exigencias resulten moderadas y sensatas. Y, finalmente, esa rabia, aunque a veces sea contraproducente, puede ser justamente la emoción que necesitamos sentir.
P. Uno de sus ensayos, motivado por la aparición del movimiento incel [celibato involuntario: foros en red de hombres rabiosos por ser ignorados sexualmente], plantea un debate provocador: ¿existe un derecho al sexo?, ¿qué pasa con todas aquellas personas a las que se niega?
R. Ya está muy documentado, por ejemplo, el modo en que las personas de cierta raza resultan discriminadas en las aplicaciones para ligar. Sabemos que las mujeres, a partir de cierta edad, ya no se consideran deseables para los hombres de esa misma edad. Nuestro mercado sexual está organizado por una jerarquía del deseo sobre los ejes de raza, género, rasgos de discapacidad, etcétera. ¿Qué hacemos a ese respecto? En los años setenta, algunas feministas experimentaron con soluciones separatistas, como el celibato forzado en las mujeres de su grupo, o la exigencia de que se practicara un lesbianismo político. Pero esos proyectos siempre acaban mal e ignoran otras realidades. Por eso me gustaría recalcar dos cosas. La primera: nos corresponde a todos crear una cultura sexual que desestabilice la noción jerárquica actual. Y dos: quiero que la gente recuerde esos momentos que la mayoría hemos experimentado alguna vez, donde nos hemos visto atraídos —sexual, romántica o amistosamente— hacia alguien que no nos debería atraer de acuerdo con el marco político que nos condiciona. Porque su cuerpo no es el tipo de cuerpo al que aspiramos, porque su raza no es la que nos tiene que atraer, porque su entorno social o la clase de la que procede no son las indicadas. Todos hemos tenido esa clase de experiencias.
P. ¿Se trataría entonces de reeducar nuestro deseo?
R. Sí, pero no en el sentido de autoimponernos una cierta disciplina. Se trata simplemente de recordar de modo crítico esos sentimientos que tuvimos en algún momento y que luego hemos negado. Es una experiencia que resulta muy familiar para las personas queer. Todas ellas han crecido con emociones y sentimientos que la sociedad y la política les decían que no debían tener, y que silenciaban. Ese acto de romper el silencio, de rememorar en su plenitud nuestros deseos y afinidades, es algo bueno.
P. Hay una batalla en ciernes entre el feminismo nuevo y el tradicional en torno a las mujeres trans que confunde y angustia a mucha gente.
R. Al igual que ocurrió con la incorporación de la mujer al mercado laboral, o con el matrimonio homosexual, las personas trans suponen una amenaza a la vida tradicional o al orden establecido. Alteran el sistema de género, sexualidad e identidad que forma parte fundamental de una visión tradicional y patriarcal del mundo. Las personas trans se dirigen directamente a una ansiedad que sufrimos muchos, aunque nos veamos decididamente a nosotros mismos como mujeres u hombres. Una ansiedad que sentimos respecto a nuestra relación con el género y el sexo. A veces tenemos sueños sexuales con las personas equivocadas, con los cuerpos equivocados, con los deseos equivocados, y para regresar a la vida política y social predominante necesitamos reprimir todo eso.
Por eso mi mensaje para aquellas feministas que oponen resistencia a la gente trans es que deben comenzar a detectar los lazos de continuidad que existen entre las personas cis [que se identifican con el género asignado al nacer] y las personas trans, y comenzar a trabajar a partir de esos puntos comunes. Por supuesto que deberán establecerse determinadas normativas concretas, pero creo que este pánico desatado respecto a asuntos como los cuartos de baño comunes, o los bloqueadores de la pubertad para los menores que deciden llevar a cabo la transición, nos alejan de la conversación fundamental que debemos tener entre nosotros: ¿Tan segura estás de ser una mujer? ¿Tan seguro estás de ser un hombre? ¿Y qué significa realmente ese sentimiento?
P. ¿Qué hay detrás del debate de las falsas denuncias? ¿Es un problema? ¿Un efecto no deseado?
R. Es difícil hacerse con buenas estadísticas, pero en Estados Unidos, por ejemplo, cuando buscas casos de personas condenadas y luego exoneradas —por ejemplo, con el uso de pruebas de ADN—, los hombres negros representan una proporción inmensa. De hecho, representan una proporción inmensa en todo tipo de delitos que luego se demuestran falsos. Quizá al hablar de acusaciones falsas deberíamos centrarnos más en los fallos generales del sistema. Pero, en cualquier caso, yo sí quiero centrarme, dedicar tiempo y tomarme en serio el hecho de que una falsa acusación de violación es algo terrible. No podemos ignorarlo. En parte, porque comparte puntos comunes con la experiencia de una mujer violada, que consisten sobre todo en el hecho de que no te crean. Ambos, el hombre falsamente acusado y la mujer que ha sido violada, se enfrentan a una misma conspiración de incredulidad. Pero preguntémonos a la vez quiénes son los hombres que más sufren esta situación y por qué. La respuesta, muy a menudo, es que suelen ser hombres negros o de clase trabajadora.
P. Pensado con cierta lógica, la crisis de 2008 tiene mucho que ver con el renacer del feminismo.
R. Así es, y es un resurgir del feminismo que reside en dos motivos. Las crisis económicas siempre afectan de modo concreto a determinados grupos, entre los que se encuentran las mujeres pobres. Suelen ser las responsables de lograr la cuadratura de un círculo imposible de salarios decrecientes, desigualdad en aumento, mayor coste de la vida o desaparición de la protección social. Son las mujeres las que deben arreglárselas para alimentar a sus hijos, para que sus maridos trabajen y para encontrar trabajo ellas mismas. Pero es que, además, la crisis de 2008 fue el fin de ciertas verdades ortodoxas, como que siempre habría un crecimiento económico, o que los tecnócratas iban a asegurarse de que nos llegaran a todos las ventajas del motor del capitalismo. En países en los que el socialismo era casi una palabra maldita, como EE UU, ha surgido un interés creciente, especialmente entre los jóvenes, por un socialismo radical marxista y por alternativas feministas marxistas. Del mismo modo que ha surgido un mayor impulso contra el cambio climático.
P. Y, sin embargo, hay una izquierda tradicional que considera que el debate identitario —o fragmentado— ha acabado arruinando el discurso progresista.
R. Más bien al contrario. Creo que no tenemos ninguna duda de que el capitalismo se ha apropiado con éxito de la energía radical que suponen el feminismo o el movimiento antirracista, ¿no? En el propio interés de las empresas está el deshacerse del racismo o el machismo, para lograr que funcione de modo más fluido el sistema de la meritocracia y lograr mejores trabajadores. Otra cosa es el análisis de clase, que siempre queda fuera. Hablar de la clase trabajadora, de su opresión o de su poder, resulta bastante amenazador para el capital. Pero si la vieja izquierda busca simplemente un análisis basado en las relaciones salariales, o en la relación entre los propietarios del capital y los que venden su fuerza laboral, nunca acabará de entender la estabilidad del capitalismo. ¿Por qué Estados Unidos no ha tenido nunca un movimiento potente de la clase trabajadora? Por un racismo que permitió a los propietarios segregar entre obreros blancos, negros y latinos y forjó líneas de animosidad entre ellos. Del mismo modo que no se puede pensar en la fortaleza del capital sin tener en cuenta el trabajo no retribuido de las mujeres en el hogar. El análisis completo que persigue la izquierda tradicional no se puede lograr sin incluir las llamadas políticas identitarias.
El Cuerno de África atraviesa la peor sequía en décadas. Análisis del profesor Hans Hurni, experto en la región, a la que ha dado seguimiento desde hace cincuenta años.
SWI swissinfo.ch: Las organizaciones humanitarias alertan sobre una amenaza de hambruna catastrófica en el África Oriental. ¿Qué sucede?
Hans Hurni: Las sequías de origen climático no son un fenómeno nuevo en la región, ocurren periódicamente desde hace siglos. La región es la prolongación Oriental del área del Sahel y se caracteriza por escasas precipitaciones en las tierras bajas. Cuando de manera consecutiva varias temporadas de lluvia no se producen, como ha sido el caso durante los últimos tres años, la situación rápidamente se vuelve precaria. Actualmente, 36 millones de personas se ven afectadas y 20 millones dependen de la ayuda alimentaria solamente en Etiopía. Esas son cifras enormes.
¿Se trata de una crisis debida al cambio climático?
Sí, pero no solamente. Muchos vínculos de causa y efecto no están claros. El Océano Índico se está calentando más de lo previsto, lo que tiene un impacto negativo en las precipitaciones en el Cuerno de África. El efecto invernadero ciertamente juega un papel, aunque honestamente, todavía sabemos poco para comprender el fenómeno con precisión. Los modelos climáticos globales son demasiado imprecisos para esta región.¿A qué se debe?En África Oriental hay menos datos científicos que en otros lugares. No es información que cae del cielo, hay que ir a recogerla. Necesitamos personas formadas e instituciones modernas. La débil presencia de científicos (as) es un problema en toda el África. A esto se suma la falta de infraestructura como estaciones de medición. Se habla mucho de la crisis climática en el continente, pero no conocemos muy bien el contexto.A grandes rasgos, podemos decir que en la región -es decir, en Etiopía, Eritrea, Somalia y Kenia- en el futuro hará más calor y las precipitaciones sufrirán variaciones más extremas, aumentando o disminuyendo.
¿Deberíamos, por tanto, esperar que crisis similares se repitan en el futuro?
Viajo por la región desde hace casi 50 años. En ese tiempo, la población se ha cuadriplicado. Durante la gran hambruna de 1984, diez millones de personas se vieron afectadas. Hoy, solamente en Etiopía, más del doble dependen de la ayuda alimentaria.El problema es que el desarrollo de los países no ha ido a la par del crecimiento demográfico. Según una estimación aproximada, alrededor del 80% de las personas todavía trabajan en una agricultura de bajo rendimiento, mientras que los sectores de servicios e industrial están poco desarrollados y concentrados en las ciudades. No es así como una economía nacional puede progresar de manera sostenible.Los agricultores (as) no se quedaron de brazos cruzados y aprendieron y aplicaron nuevos métodos de cultivo utilizando los recursos naturales de una manera más respetuosa. Este conocimiento provino inicialmente del exterior, mientras que las autoridades locales – por ejemplo en Kenia y Etiopía- se concentraron principalmente en el desarrollo de las ciudades. Era importante, pero unilateral.La crisis actual afecta principalmente a las poblaciones nómadas que ven desaparecer su ganado. En los últimos dos años, millones de animales han muerto de sed o hambre. Estas sociedades pastoriles -la mayoría de las cuales vive en tierras bajas inhóspitas y están amenazadas particularmente por el cambio climático-, atraviesan una crisis enorme y muchas personas buscan abrigo en campos de refugiados o en ciudades. Un retorno a un estilo de vida nómada puede resultar difícil en tales circunstancias.>>>>
¿Qué papel juegan la pandemia y la guerra en Ucrania en este contexto?
La pandemia naturalmente ha creado problemas, como lo ha hecho en todas partes. La desaceleración de la economía global también afecta a los Estados menos integrados en las cadenas de suministro globales. Paralelamente, los conflictos locales llevan años desestabilizando sociedades y agravando la situación. Es el caso del conflicto de Tigré, en el norte de Etiopía. Combinado con la sequía tiene efectos brutales.La guerra en Ucrania también es un gran problema. Es bien sabido que Rusia y Ucrania se encuentran entre los principales países exportadores de cereales. Gran parte de su producción se destina a países emergentes como China, mientras que los países más pobres sufren mucho por la subida de precios y la incertidumbre en la planificación. En el acuerdo sobre las exportaciones de granos de Ucrania, solo se garantizó una pequeña parte a África Oriental.
¿Veremos mayores movimientos de personas refugiadas?
Ya están ocurriendo, entre diferentes países, pero también a nivel regional. Es, en mi opinión, una de las razones por las que esta crisis no se percibe mucho en Occidente. Casi nadie de allá llega hasta nosotros, ya que estas poblaciones son simplemente demasiado pobres para emprender un viaje tan largo.
¿Qué se puede hacer ahora?
A corto plazo, está claro que se necesita ayuda rápida. Cientos de miles de personas están seriamente amenazadas por el hambre. Las organizaciones humanitarias están bien implantadas en el lugar, lo han estado desde hace tiempo y siempre han logrado intervenir en caso de crisis. Por lo tanto, las estructuras para la distribución de artículos de primera necesidad están activas.Sin embargo, hay una irónica paradoja: debido a que la ayuda contra el hambre funciona bien, vemos imágenes de hambruna menos dramáticas que en el pasado, a pesar de que el número de personas afectadas por la penuria de alimentos es mucho mayor. Como resultado, la voluntad de donar disminuye y eso es un gran problema actualmente.
¿Y a largo plazo?
Es mucho más complejo. El crecimiento y la composición de la población no cambiarán en el corto plazo. Por lo tanto, el tema debe abordarse en su conjunto: educación, salud, industrialización, estabilidad política. Sin sociedades robustas, será difícil superar los desafíos del cambio climático. En la agricultura, el uso sostenible de los recursos naturales limitados sigue siendo un tema central.Pero no soy solamente pesimista. Lo que vemos hoy es sin duda el resultado de una combinación de desafortunadas influencias climáticas e inestabilidad política. Sin embargo, según algunos modelos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), las condiciones climáticas podrían incluso mejorar a mediano plazo y los desastres podrían disminuir. En cualquier caso, los países no tendrán más remedio que desarrollar sus propias capacidades de resiliencia.
Los fenómenos colectivos tienden a crear la ilusión de una realidad paralela.
Con el ruido mediático elevado a la máxima potencia para concentrar la atención en el mundial de Qatar, los verdaderos problemas que afligen a la mayor parte de los 8 billones de seres humanos que poblamos -para bien o para mal- este planeta, quedan disimulados tras una fachada de entusiasmo por un espectáculo cuyas sombras oscuras se diluyen en cuanto suena el primer arranque. De cómo ese pequeño emirato, gobernado con mano de hierro por la familia Al Thani, consiguió la sede del campeonato mundial de fútbol, ya se han escrito miles de páginas, en donde están consignados no solo los procedimientos opacos en el proceso, sino también las violaciones de los derechos humanos de miles de migrantes explotados en la construcción de la lujosa infraestructura.
El entusiasmo de los aficionados al fútbol, el cual captura el foco de millones de fanáticos y también atrapa la atención de los medios internacionales, ha dejado entre bastidores un tema crucial relacionado con esa región: las conclusiones del COP28, celebrado en Sharm El Sheij en este mes de noviembre. De acuerdo con Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de ONU Cambio Climático, «Este resultado nos hace avanzar, es un resultado histórico que beneficia a los más vulnerables de todo el mundo. Hemos determinado el camino a seguir en una conversación que ha durado décadas sobre la financiación de las pérdidas y los daños, deliberando sobre cómo abordar los impactos en las comunidades cuyas vidas y medios de subsistencia han sido arruinados por los peores impactos del cambio climático”.
Aun cuando esas palabras suenan como una promesa, la realidad es que la ONU no solo carece de poder para enfrentar las presiones del mundo corporativo, cuyo poder es incluso superior al de los Estados que la conforman, sino depende financieramente de países súper industrializados que son, en concreto, los mayores emisores de CO2 del mundo y cuyo sistema productivo se vería seriamente afectado con la gigantesca inversión requerida para adaptar sus métodos con el propósito de reducir su huella de carbono. A este obstáculo se añade una cultura de consumismo extremo e innecesario -convertida en señal de progreso- en esos mismos países desarrollados y aquellos emergentes que buscan imitar el estereotipo.
Con dar una mirada a la prensa internacional en todas sus plataformas, basta para apreciar el enorme impacto que ese efecto placebo -el Mundial de Qatar- logra sobre millones de seres humanos capaces de sumergirse en la fantasía y olvidar todo aquello que ha puesto su supervivencia en riesgo. En ese sentido, no solo está la amenaza de una conflagración global, producto de la guerra de intereses geopolítico-corporativos, sino también la falsedad de las promesas vacías de los gobiernos en relación a sus políticas con respecto al cambio climático.
Mientras grandes segmentos de la población mundial carece de medios de subsistencia y se hunde en la pobreza y el hambre, se observa con discutible admiración la concentración obscena de poder de unos pocos privilegiados quienes, con una ínfima porción de sus fortunas, tendrían el poder de aplacar la miseria de quienes lo han perdido todo en este sistema depredador. La fantasía mundialista, sin embargo, no durará lo suficiente y el inevitable choque con la realidad del cambio climático, la profundización de la pobreza y el desafío de la supervivencia, terminará por prevalecer.
El despertar es inevitable y nos obliga a mantener la lucidez en un mundo desquiciado.
Fuente de la información: www.carolinavasquezaraya.com
Durante la primera semana de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cop27) en Egipto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lanzó una asociación para acelerar la creación de empleos verdes para los jóvenes, la Herramienta de Financiamiento para la Transición Justa sobre Actividades Bancarias y de Inversión, e inauguró el Pabellón de la Transición Justa.
El Pacto para la Juventud, en asociación con Naciones Unidas y otras agencias, tiene como objetivo cerrar la brecha de habilidades para los jóvenes en los países en desarrollo y dirigirse a los sectores vulnerables al clima. Sus objetivos incluyen la creación de un millón de empleos verdes, el apoyo a la ecologización de un millón de empleos existentes y la ayuda a 10.000 emprendedores verdes.
Moustapha Kamal Gueye, Coordinador Mundial de Empleos Verdes de la OIT, recordó a los participantes que «las inversiones en la economía verde, incluidas las energías limpias y renovables, la construcción y la agricultura sostenible, crearán 8,4 millones de empleos para los jóvenes de aquí a 2030».
La OIT, junto con el Instituto de Investigación de la London School of Economics Grantham para el Cambio Climático y el Medio Ambiente, lanzó la Herramienta de Financiación para la Transición Justa en Actividades Bancarias y de Inversión, con el objetivo de proporcionar a las instituciones financieras consejos prácticos, prácticas emergentes y enlaces a recursos relevantes sobre cómo incorporar una perspectiva de transición justa en sus operaciones, en consonancia con el Acuerdo de París.
En realidad se centra en las actividades bancarias y de inversión, y describe los puntos de entrada para una integración sistemática de las consideraciones sociales en el enfoque de las instituciones financieras para una transición justa.
En su intervención en la presentación, Vic Van Vuuren, Director del Departamento de Empresas de la OIT, dijo que «estamos viendo los primeros pasos, estamos viendo acciones concretas procedentes del sector financiero. Pero para pasar de la actual fase incipiente a la general, el sector puede beneficiarse de una mayor orientación. Confiamos en que la herramienta apoye la aplicación de medidas tangibles».
Algo similar sucedió en la Cumbre de Líderes del G20 que se celebró en Bali (Indonesia) una semana después, donde los líderes reafirmaron la importancia de crear un mercado laboral inclusivo, y «la necesidad de apoyar las transiciones justas». A la vez que reiteraron su apoyo al objetivo de la protección social universal para todos en 2030 y a los demás objetivos de la agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Por enésima vez, los líderes reiteraron sus compromisos anteriores para cerrar una vez más la brecha salarial de género y reducir el desempleo juvenil y además hasta aprobaron un Plan de Acción sobre la aceleración y el seguimiento de los Principios del G20 para la Integración de las Personas con Discapacidad en el Mercado Laboral, junto con los otros anexos adoptados por los Ministros de Trabajo y Empleo del G20 a principios de este año.
La estrategia de las distracciones del mundo verde
Es sin dudas a través de estas cumbres (borrascosas) entre la ilusión y las promesas, que se puede ejemplarizar el alcance de la imposición de una superioridad fomentada por la globalización sobre intereses contrarios, que, por razones de orden externos, actúan sobre nuestras vidas como una manifestación del ejercicio de la autoridad consentida en “acato y fidelidad”.
Es cierto que hemos sido siempre en política víctimas necias del engaño, y lo seguiremos siendo mientras no aprendamos a discernir que detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales están los intereses de una u otra clase. En realidad, la época de la globalización burguesa, se distingue por haber simplificado las contradicciones de clase.
Recordamos que cuando los gobiernos se reunieron en Río de Janeiro (Brasil) en 1992 y alcanzaron un acuerdo sobre el vínculo fundamental entre asegurar la justicia social, proteger el medio ambiente y promover la seguridad económica en aquel momento nació la esperanza de que nuestras sociedades fueran capaces de transformarse a sí mismas y de orientarse hacia la sostenibilidad.
Sin embargo, treinta años después de aquellas promesas, lo único que hemos alcanzado son los límites de nuestro sistema económico, las desigualdades son mayores, y los recursos naturales del planeta desde hace mucho tiempo están mostrando señales de agotamiento. La constante avaricia, la piratería, la insensatez y la irresponsabilidad constituyen la señal inequívoca del estilo transnacional de crecimiento económico neoliberal. Su desenlace, si no se cambia el rumbo, es la extinción del Planeta.
El mundo científico nos advierte cada vez con mayor insistencia que el calentamiento global es real y aumenta la posibilidad de padecer ciertas enfermedades e incrementa además los déficits nutricionales, multiplica la exposición de la población a catástrofes ambientales y enfrenta a millones de seres humanos al desabastecimiento de agua y alimentos.
Aunque según aquellos defensores a ultranza del sistema, los negacionistas de turno insistan de que la degradación de la especie es en realidad pura ciencia ficción y no deberíamos preocuparnos: la vida seguirá existiendo bajo otras formas. Tal vez, bacterias y virus poblaran la faz de la Tierra.
Empresarios verdes una nueva visión con viejas prácticas capitalistas
Es en esta coyuntura que aparece la otra cara de la moneda fomentada por las investigaciones para el desarrollo de energías «limpias» adjetivadas alternativas o renovables, como respuesta dentro del marco de una economía social de mercado. Las elites políticas y las empresas transnacionales, dueñas de la producción de energía, trasladan a las comunidades un discurso de responsabilidad y rigor ejemplar frente a los desafíos del cambio climático.
Su nuevo credo es producir artículos de todo tipo, poco contaminantes. Esta nueva visión de empresarios “verdes altruistas” nos llama la atención, de la noche a la mañana han dejado de ser capitalistas y buscan un mundo mejor con justicia social. Pero en definitiva la realidad es bien otra, ya que se han instrumentalizado las energías renovables para transformar una alternativa en mercancía.
La civilización actual, se mueve en un círculo vicioso de permanentes contradicciones, – que reproduce constantemente – sin acertar a superarlas, consiguiendo de continuo lo contrario precisamente de lo que se quiere o pretexta conseguir y así nos encontramos como decía el utopista Charles Fourier que “en la civilización, la pobreza brota de la misma abundancia”
Somos parte de un sistema que se fundamenta por el consumo ligado a la rentabilidad. Y estos “empresarios verdes” buscan obtener el máximo provecho de la energía sea solar, eólica, acuífera o proveniente de la biomasa.
Hoy contamos con múltiples empresas privadas que ven en el calentamiento del Planeta un gran negocio y por ello impulsan megaproyectos en el campo de las energías renovables en connivencia con el capital financiero. Y para ello cuentan con la complicidad de gobiernos neoliberales, presentes en los organismos internacionales.
La elite económica y la seudociencia como telón de fondo
En todos estos encuentros internacionales la elite económica, opera como un lobby más, un grupo de presión que instalan ciertos argumentos al borde del bulo, como, por ejemplo, que la demanda de empresas más ecológicas viene impulsada por los consumidores y los clientes, además de la normativa ambiental y factores culturales e institucionales.
La incidencia de los consumidores y los clientes en el argumento de las empresas en favor de la sostenibilidad, en realidad surge y se afianza a través de las búsquedas de productos sostenibles en Google, que entre 2016 y 2020 aumentaron un 71 por ciento. Es incongruente y peligrosa esta idea seudocientífica del progreso lineal, propio de la fase actual del capitalismo global en crisis. Esto debería ser profundamente cuestionado ya que sobre dicha base el actual (des)orden político y económico sostiene su mito de irreversibilidad histórica del sistema.
En realidad, su único afán sigue siendo obtener dinero a cambio de quemar energía, pero existe otra quema de energía; humana consumida bajo la forma de explotación más innoble. Roto el vínculo entre naturaleza y producción, el modelo globalizador se alza dueño del mundo. Frente a este orden deshumanizador que obtiene su poder destruyendo el Planeta, despilfarrando las energías sean éstas renovables o no.
Seguimos enfrascados en una inercia discursiva cargada de pasividad, e impresa de declamaciones, en cada conferencia internacional, donde la aplicación fundamentalista y absolutista de las leyes de mercado nos lleva al desempleo, la precariedad, la crisis económica y a una regresión en las condiciones en la convivencia democrática, bajo el imperio absoluto de la ley económica auspiciada por el capitalismo salvaje.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Publica su primer libro, ‘Cambio climático para principiantes’, un manual en torno a cuestiones básicas sobre el calentamiento global y la acción necesaria para mitigarlo: «Un reto tan grande como el cambio climático exige replantearnos nuestra idea de bienestar», apunta la también meteoróloga y divulgadora.
Si eres consciente que el cambio climático nos apremia, te preocupan sus consecuencias aunque quizás no acabes de entender por qué ocurren, y quieres indicaciones claras para saber qué puedes hacer, Cambio climático para principiantes (Plan B) es para ti. Está escrito por la física y meteoróloga Isabel Moreno Muñoz (Madrid, 1992). La experta es también colaboradora del programa Aquí la Tierra de TVE, un trabajo que le permite ser divulgadora científica para el gran público. Con ese mismo objetivo ha escrito un riguroso ensayo lleno de respuestas.
El primer libro de Isabel Moreno Muñoz se publica tras el verano más caluroso que hemos vivido y, paradójicamente, en un momento en que afloran discursos negacionistas en la televisión. «El negacionismo es un sector minoritario pero está en sitios que tienen un altavoz muy grande. Me preocupa que se les ponga el micrófono y puedan tener poder de movilización», asegura la autora. Considera que carece de sentido «confrontar los argumentos de los expertos con la de gente a la que, les expliques el dato que les expliques, no les vas a convencer». Asegura lo mejor que se puede hacer para combatir ese tipo de discursos es no darles eco y no compartirlos en redes sociales.
Al negacionismo hay que confrontarlo, pero Moreno indica que el foco principal no debe estar ahí, sino en el inmovilismo. «Centrémonos en el sector de población más grande que sabe que el cambio climático es real pero que pone infinitas excusas para no hacer nada. Una que me parece muy peligrosa es: qué voy a hacer yo como ciudadano si este que tiene mucho dinero va en avión privado». Moreno es tajante: el ser humano es responsable del cambio climático y, además de pedir cambios a los responsables políticos y las grandes empresas, «hay que actuar ya».
El primer paso para afrontar el reto del cambio climático es entenderlo. Moreno explica de forma sencilla en su libro las bases físicas que hay detrás él. Se detiene en contar qué pasa con las temperaturas, las lluvias, el hielo, el mar. Explica porqué se producen olas de frío o nevadas históricas mientras el planeta se está calentando. A lo largo de la historia de la Tierra (más de 4.500 millones de años), algunos patrones se han ido repitiendo de forma periódica y los principales responsables eran los ciclos solares y orbitales. Eran. En pasado. «Desde hace unas décadas estamos observando un cambio que no se puede comprender únicamente por factores naturales.»
Introduce uno de los conceptos más importante en física: la energía. «La manera en que se comporta el clima es el resultado de la energía que entra en el sistema, la que se queda y la que sale», explica. Y añade que «si la radiación que llega es igual a la que se va, el sistema está en equilibrio, pero si no son iguales, el clima evolucionará hacia un nuevo estado». El ser humano está alterando el sistema principalmente de dos formas: modificando los usos del suelo y emitiendo gases como los de efecto invernadero. Y el clima está buscando un nuevo equilibrio. Por eso «debemos abandonar los combustibles fósiles, que son una gran fuente de CO2», destaca Moreno.
Océanos, los grandes sufridores del cambio climático
Moreo define a los mares y océanos grandes como «sufridores del cambio climatico, a la par que unos grandes salvavidas y un poquito rencorosos». Se han convertido en nuestros salvavidas porque son inmensos y están absorbiendo una gran cantidad de energía. Pero no les sale gratis. Entre 1982 y 2016 se han duplicado las olas de calor en los océanos, que además son cada vez más intensas. Esto es mortal para algunas especies. Especialmente significativo es el caso de los arrecifes de coral o la amenaza que sufre la posidonia, especie endémica del Mediterráneo.
«Los océanos se están calentando muchísimo. Esto hace que hayamos visto una tormenta tropical como Hermine al lado de Canarias». La meteoróloga no descarta la aparición de incluso huracanes en la península ibérica. De hecho, el huracán Danielle afectó a la península hace unas semanas. «En este caso lo llamativo fue que se formó en un sitio muy raro del Atlántico y siguió una trayectoria muy muy rara. Hacen falta diversos factores para que se forme un hucarán, y las olas de calor y las temperaturas oceánicas son algunas de ellos».
Todos estos cambios no se van a quedar en la parte más alta del océano. Moreno explica que la bajada del agua cálida está contribuyendo a que el fondo se vaya expandiendo. «Hagas lo que hagas, el nivel del mar va a continuar subiendo. Ese cambio es irreversible. Ahora bien, ¿qué queremos, qué de aquí a 80 años el nivel del mar haya subido 40 cm o que haya subido 5 metros?
Pasar a la acción individual y colectiva
El cambio climático es un reto enorme y requiere diferentes soluciones. «Esto no se soluciona solamente sustituyendo cómo sacamos la energía. No basta que sigamos viviendo como lo hacemos utilizando únicamente aerogeneradores o energía solar. Ciertas partes del mundo estamos consumiendo una cantidad de recursos asombrosa», afirma la autora. Este consumo desbocado también provoca otros problemas actuales como la contaminación o la pérdida de biodiversidad. Moreno lanza una reflexión: «Necesitamos replantearnos qué consideramos bienestar. Si consideramos que bienestar es poder irnos mañana mismo a la otra punta del mundo a pasar unos días. Eso no casa con unos valores respetuosos con el medioambiente». Su idea de bienestar pasa por tener un vínculo más sostenible con la naturaleza y por disfrutar un tiempo libre más calmado.
Moreno asegura que siempre se puede hacer un poco más de lo que se cree. «La energía es algo que muchas veces no depende de nosotros. Podemos tener cuidado en cuánta energía consumimos, y eso también va a repercutir en nuestro bolsillo, pero no depende de nosotros de dónde procede». Por eso incide en el transporte y la alimentación. «Para ir a Barcelona se puede coger un tren y no ir en avión. En lugar de ir a Indonesia este verano, se puede ir a los Pirineos».
Sabe que el tema de la alimentación es controvertido porque «la sociedad asocia comer carne con un cierto nivel de estatus». «Los que comunicamos sobre cambio climático no decimos que se deje de comer carne sino que se consuma menos y de manera consciente», destaca. También señala que beber agua embotellada jamás va a ser más sostenible que beber agua del grifo y se pregunta por qué necesitamos comer filetes todos los días teniendo garbanzos o lentejas.
Isabel Moreno también pone en valor las relaciones sociales. Una simple red vecinal que comparta los recursos como un taladro o una lavandería puede repercutir mucho en mejorar la situación. «La organización es fundamental para hacer frente a la crisis climática. Greta Thunberg por si sola no hubiese conseguido nada, tuvo éxito porque supuso una figura de líder para un movimiento mundial para los jóvenes».
La física y meteoróloga atiende la entrevista a poco de dar a luz a su primera hija, y pide a los lectores que entiendan que ningún cambio es posible sin la acción ciudadana. «Me llevo las manos a la cabeza con el mundo que va a vivir mi niña, pero podemos mejorarlo», concluye.
La educación sobre el cambio climático es desde hace tiempo un asunto apremiante, en artículos anteriores hemos hablado sobre la necesidad de una educación ambiental y de docentes con un interés en incluir temas de ecología en el currículum. De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, la educación es un factor crítico en la estrategia para mitigar el impacto ambiental. Eso debido a que la educación, tiene la capacidad de motivar a la gente para adaptar costumbres y conductas, así como tomar decisiones informadas. En el aula, los estudiantes pueden aprender sobre asuntos de urgencia como el calentamiento global o la contaminación, se les habilita no solo para tomar acción, sino para saber cómo. A través del conocimiento se vuelven parte de una solución efectiva.
Cuando entendemos cómo nombrar y tratar los problemas ambientales, el miedo y amenaza que sentimos a causa de éstos disminuye. Un estudio reciente muestra que si tan solo el 16 % de los estudiantes en países de ingreso medio o alto recibieran educación ambientalista, podríamos reducir 19 gigatones en la producción de carbono para 2050. ¿Qué significa este número? ¿Cómo lo podemos poner en contexto para explicar el impacto ambiental? Esta medida representa un billón de toneladas métricas, un gigatón de hielo, por ejemplo, sería capaz de cubrir Central Park en Nueva York y erigirse a 341 metros de altura. Ahora imaginemos que esa cantidad son emisiones de carbono que ya no estarán presentes en el ambiente. Abramos una conversación sobre los escenarios consecuentes de que esas emisiones ya no se estén generando. Estos son los datos, estadísticas e interpretaciones que sirven de base para una educación ambientalista amigable.
Un enfoque que parta más de los beneficios e impactos positivos de tener conciencia ambiental puede funcionar mejor a largo plazo que una perspectiva basada en la advertencia y el miedo. La gente puede cansarse de estar asustada pero no de estar involucrada e interesada en un tema que le suma. ¿Qué recursos didácticos tienen los docentes para construir la columna vertebral de una didáctica ecológica? Diversas organizaciones de Estado y no gubernamentales cuentan con recursos para este propósito.
Recursos de libre acceso para una educación ambiental
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España ofrece un compendio de recursos de todo tipo para educar con conciencia ecológica, entre las cuales están el programa completo de Kioto Educa, con fundamentos teóricos y metodología para concientizar sobre la necesidad de que las escuelas se sumen al esfuerzo ecológico. Provee de información para que las instituciones reduzcan sus emisiones y compartir actividades con el estudiantado que pueden llegar hasta organizar un “Festival del Clima”.
Por su parte, la Guía Didáctica de Educación Ambiental de la Junta de Andalucía, en España, ofrece una idea clara de cuáles son los conceptos claves a enseñar en un programa de didáctica ambientalista, así como nociones claras acerca de los contenidos y conversaciones que pertenecen a cada nivel educativo, desde la infancia temprana hasta los 18 años.
Para los lectores de habla inglesa, el blog de consejería ecológica One Home, reunió en un solo lugar varios recursos para aprender sobre el cambio climático, listando los adecuados para cada rango de edad. Climate Kids, creado por la NASA, es una página totalmente dedicada a la difusión de material para un currículum ambientalista, cuenta con actividades, videos, juegos y más para familiarizar a los estudiantes con este tema. Practical Action es una iniciativa con enfoque STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés) para impulsar tanto la didáctica ecológica como el interés por las ciencias. Las actividades y retos que contiene cubren las necesidades didácticas de estudiantes en primaria y secundaria.
¿Has usado alguno de estos materiales en clase? ¿Has creado los tuyos o recurrido a otros? ¿Cuál piensas que debe ser el rol de las instituciones educativas y docentes en la enseñanza sobre el cambio climático? ¿Crees que se esté haciendo suficiente? ¿Qué sugerirías en caso de que no? Cuéntanos en los comentarios.
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