.Pánico en la Reserva Federal y retorno del Credit Crunch sobre un mar de deudas

Eric Toussaint

Ante la catástrofe, el martes 17 de septiembre de 2019 la Reserva Federal de Estados Unidos inyectó 53.200 millones de dólares en los bancos, ya que sufrían una escasez de financiación diaria en el mercado interbancario y también en los Money market funds (Véase el recuadro). Y lo volvió a hacer el miércoles 18, el jueves 19, el viernes 20 de septiembre, con una inyección diaria de 75.000 millones de dólares. Lunes 23 y martes 24, la Fed volvió a repetir la misma operación (https://lta.reuters.com/articulo/economia-fed-repo-idLTAKBN1W91X8 ).

Este tipo de intervención nos hace pensar en el mes de septiembre de 2008 cuando los grandes bancos, en pleno colapso, interrumpieron los préstamos interbancarios —cuestión que provocó, especialmente, la quiebra de Lehman Brothers— y tuvieron que acudir a los bancos centrales. Los grandes bancos privados habían dejado de confiar los unos en los otros. El mercado bancario se había secado de repente y el término credit crunch apareció en la prensa para designar ese fenómeno. A partir de ese momento, la Fed inyectó liquidez de manera permanente a los grandes bancos privados de Estados Unidos y también, hasta 2011, permitió a los bancos europeos tener acceso de forma masiva a la liquidez en dólares. Y había una razón: los bancos estadounidenses y europeos estaban tan interconectados que una falta de liquidez en dólares en Europa habría podido impedir a los bancos europeos mantener sus compromisos con los bancos de Estados Unidos, provocándoles graves dificultades.

El martes 17 de septiembre de 2019, los bancos deberían haber estado preparados a pagar el 10 % de interés para tener acceso al crédito en el mercado interbancario y en el mercado de los MMF, mientras que el tipo de interés con el que la Fed prestaba a los bancos se establecía entre 2 y 2,25 %. Así que, debido a la presión del gran capital y a la de Trump, la Fed prestó a los bancos privados 53.200 millones de dólares en la tarde del 17 de septiembre de 2019 (http://www.laizquierdadiario.com/La-Fed-inyecto-U-S-53-000-millones-en-el-sistema-financiero ). Y al día siguiente, bajo la continua presión de Trump, de los grandes bancos y de las grandes empresas, la Fed redujo su tipo director por segunda vez en tres meses. Desde el 18 de septiembre, el tipo de la Fed se estableció entre 1,75 y 2 %, o sea una rebaja de 0,25 % (https://www.theguardian.com/business/2019/sep/18/federal-reserve-interest-rates-trump-jerome-powell). A pesar de esta reducción, Trump expresó otra vez más una dura crítica vía twiter: « Jay Powell and the Federal Reserve Fail Again. No “guts,” no sense, no vision! » https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1174388901806362624.

¿Qué son los Money market funds?

Los Money Market Funds (MMF) son sociedades financieras de Estados Unidos y de Europa muy poco o nada controladas ni reglamentadas ya que no tienen licencia bancaria. Forman parte de la llamada banca en la sombra shadow banking. En teoría, los MMF llevan a cabo una política prudente pero la realidad es bien diferente. El gobierno de Obama había pensado en reglamentarlos ya que, en caso de quiebra de un MMF, existía un elevado riesgo de tener que utilizar recursos públicos para su rescate. Pero de eso solo se concretó la mitad. De hecho, los MMF suscitan mucha inquietud dado los fondos considerables que gestionan y la caída desde 2008 de su margen de beneficio. En 2019, los MMF estadounidenses manejaban fondos por un valor de 3,4 billones de dólares, https://www.ici.org/research/stats/mmf/mm_09_12_19), contra 3,8 billones en 2008. Como fondos de inversión, los MMF acogen los capitales de inversores (bancos, fondos de pensión, etc. Después, este capital ahorrado es prestado a muy corto plazo, a menudo diario, a bancos, empresas y Estados. En los años 2000, los préstamos de los MMF se habían convertido en un componente importante de la financiación a corto plazo de los bancos.

La agencia de calificación Moody’s calculó que durante el período 2007-2009, 62 MMF tuvieron que ser rescatados de la quiebra por los bancos o por los fondos de pensiones que los habían creado. Se trataba de 36 MMF que operaban en Estados Unidos y de 26 en Europa, por un coste total de 12.100 millones de dólares. Entre 1980 y 2007, 146 MMF fueron rescatados por sus promotores. En 2010-2011, siempre según Moody’s, 20 MMF debieron ser reflotados [1]. Esto muestra hasta qué punto estos MMF pueden poner en peligro la estabilidad del sistema financiero privado.

Lo que acaba de pasar constituye otra señal del estado de la economía capitalista mundial. El crecimiento es extremadamente débil en los países más industrializados. La economía de Estados Unidos, a la que Trump había dopado con sus medidas fiscales a favor del Gran capital en 2017-2018, está entrando progresivamente en una desaceleración que inquieta a los patrones. La economía alemana va mal, la del reino Unido también, así como la de Italia. El mercado del automóvil se encuentra en fuerte descenso en Alemania, China, India… Aunque China mantiene un crecimiento del 5 al 6 % es la tasa más baja en los últimos 30 años.

Los beneficios realizados por las empresas no son reinvertidos en la producción, o en todo caso lo son muy poco, puesto que van directamente al bolsillo de los accionistas y a la especulación con títulos financieros diversos, o sea, con el capital ficticio. Y no hablemos de la lucha contra el cambio climático que no forma realmente parte de la preocupación de la patronal empresarial ni de los grandes accionistas privados. El sector bancario, desde 2008, no fue del todo saneado y la concentración bancaria siguió en aumento. Los grandes bancos privados absorbieron un gran número de bancos medianos y prosiguieron su búsqueda del máximo beneficio inmediato mediante la especulación. Las autoridades que debían regular dejaron hacer, así como los gobiernos que están al servicio del gran capital.

La economía capitalista mundial se mantiene a flote sobre un mar de deudas, y las inyecciones masivas de liquidez operadas por los principales bancos centrales (el BCE, y los de Estados Unidos, Japón, Reino Unido y China) refuerzan esa tendencia.

Debido a las políticas llevadas a cabo por los bancos centrales y los gobiernos, la economía de los países más industrializados cayó en lo que el economista británico J. M. Keynes (1883-1946) llamaba la trampa de la liquidez. Mientras que los bancos centrales inyectan liquidez y bajan los tipos de interés, los bancos y las grandes empresas privadas prefieren tener a mano ese dinero o lo utilizan para especular.

Conviene recordar también lo que escribía Karl Marx (1818-1883) en El Capital en 1867: «Desde su nacimiento, los grandes bancos adornados con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que se establecían al lado de los gobiernos y, gracias a los privilegios recibidos, estaban en condiciones de anticiparles dinero». [2] Y a propósito de las crisis, Marx agregaba: «La crisis estalla en primer lugar allá donde actúa la especulación, y solo más tarde llega a la producción. Un observador superficial no ve a la superproducción como causa de la crisis. La desorganización consecutiva de la producción no aparece como el resultado necesario de su propia exuberancia anterior sino como una simple reacción de la especulación que se desinfla». [3]

En la situación presente, la economía capitalista ha entrado en una nueva fase de crisis con una desaceleración acentuada de la producción, una superproducción con respecto a la demanda solvente y una especulación con una serie de activos principalmente financieros (véase más adelante). A todo ello se agregan una guerra comercial intensificada por la política de Trump, un relanzamiento de la carrera armamentística y una guerra entre divisas. Y durante este tiempo, la crisis ecológica aumenta y el gran capital, guiado por la búsqueda del beneficio inmediato, lleva a cabo una política que la profundiza. Es el momento de emprender un giro radical a favor de la Naturaleza de la que la Humanidad forma parte.


La trampa de la liquidez

En el desarrollo de este artículo, retomo el análisis del balance de la acción de los bancos centrales de los países más industrializados desde el comienzo de la crisis y resumo las amenazas que sus políticas imponen. Pero es importante subrayar el dilema al que se enfrentan, dilema del que son totalmente responsables…

Por decirlo de forma simple y un tanto esquemática, los bancos centrales se preguntan hasta cuándo podrán mantener la política actual consistente en inyectar a los bancos liquidez en forma masiva y mantener un tipo de interés real, muy bajo, próximo a cero, y, en todo caso, inferior a la inflación. Los bancos centrales saben perfectamente, y desde hace tiempo, que llevando a cabo esta política que permite que los bancos y las grandes empresas no financieras no se hundan, están favoreciendo la creación de nuevas burbujas especulativas que pueden estallar a muy corto plazo o a medio plazo. El problema no es si estallarán o no, sino cuándo estallarán…

Al mismo tiempo, saben que si reducen significativamente las inyecciones de liquidez surgirán entonces dificultades en los grandes bancos, que pueden provocar el estallido de nuevas burbujas especulativas que se han estado formando estos últimos años. Si, además, se aumentan los tipos de interés, también aumentará el riesgo de las quiebras bancarias y el estallido de burbujas. Existe también otra dificultad: si los tipos de interés se incrementan, crecerá automáticamente el coste del pago de la deuda pública, y se agravará el déficit de los Estados. [4]

Por supuesto, hay alternativas (al respecto, http://www.cadtm.org/ReCommonsEurope-Manifiesto-por-un-nuevo-internacionalismo-de-los-pueblos-en y http://www.cadtm.org/Aprender-de-la-historia-y-actuar-en-el-presente. Éstas implican optar por un cambio radical de política, abandonar el trato favorable al 1 % más rico e iniciar reformas profundas en provecho del 99 % restante. Pero los banqueros centrales no tienen ganas ni ninguna intención de cambiar el contenido de clase de su política: están al servicio del 1 % y del sistema capitalista que lo alimenta.

Y esto nos remite a su dilema. Proseguir aproximadamente con la política actual (inyecciones de liquidez a los bancos y bajos tipos de interés) o iniciar un cambio, pero sin cambiar de lógica, o sea, reducir la inyección de liquidez [5] e ir hacia el aumento de los tipos de interés. Y eso es elegir entre la peste o el cólera.

La aplicación de una política que conjuga tipos de interés bajos con inyección de grandes cantidades de dinero (liquidez) en los bancos privados produjo los siguientes efectos: [6]

1.- Los bancos consiguieron mantenerse a flote (excepto algunos casos notables) porque lograron de los bancos centrales los fondos que ya no podían obtener en los mercados financieros (una fuerte reducción de los préstamos interbancarios, grandes dificultades en la venta de títulos de préstamos bancarios a largo plazo como covered bonds y otros títulos, etc.) Por otro lado, esta financiación proveniente de los bancos centrales junto a las variadas y diversas ayudas de los Estados les permite acceder a los Money Market Funds para encontrar la financiación diaria. Sin embargo, este acceso puede cerrarse de un día para otro, como se produjo el 17 de septiembre de 2019. En resumen, los bancos privados dependen completamente del sostén de los Estados.

2.- Los bancos continuaron con sus actividades especulativas desplazándolas hacia aquellas que les ofrecían mayores rendimientos: abandonaron, por un tiempo, el mercado inmobiliario para irse a la especulación con materias primas y alimentos, (sobre todo durante 2008-2009), con títulos de deuda pública (desde 2009), con obligaciones emitidas por empresas no financieras (bonos corporativos o corporate bond), con valores bursátiles (desde comienzos de 2013), con divisas… Las técnicas especulativas se modificaron y en algunos casos se agravaron, especialmente en el trading de alta frecuencia.

3.- Los bancos disminuyeron los créditos a particulares y a empresas, en particular a las pequeñas y medianas empresas que originan la mayoría de los empleos. Las economías periféricas de la Unión Europea son por supuesto las más afectadas. Los bancos endurecieron las condiciones con las que se conceden los préstamos a la economía real (particulares y empresas no financieras, especialmente las PYME), lo que está en contra de la voluntad de los bancos centrales, que afirman que los bancos deben aumentar la concesión de préstamos. Pero, más allá de los discursos, los banqueros centrales (y los gobiernos) no toman ninguna medida coercitiva para que los bancos presten su dinero a los sectores que podrían relanzar la demanda privada, volviendo a una situación con algo de crecimiento o, al menos, sostenerla.

4.- Las grandes empresas no financieras que no tienen acceso al crédito bancario tienen el recurso a la emisión de obligaciones (las corporate bonds) para financiarse. Los bancos y otros inversores institucionales compran estas obligaciones puesto que, en general, tienen un buen rendimiento. En caso de necesidad, pueden revender las obligaciones en el mercado secundario. Las que pierden son las pequeñas y medianas empresas que no tienen los medios para emitir obligaciones en los mercados financieros. Lo que propone Mario Draghi a los banqueros europeos para alentarlos, a pesar de todo, a aumentar sus créditos a las PYME, es incrementar la producción de productos estructurados constituidos por un conjunto de préstamos a esas mismas PYME. De qué se trata: los bancos que conceden préstamos a las PYME pueden sacarlos de su balance vía titulizaciones, empaquetándolos en un producto estructurado (Asset Backed Securities). El BCE propone a los bancos depositar esos productos como colaterales (garantías) con el fin de obtener a cambio un crédito a un interés del 0% Sabiendo que los tipos exigidos a las PYME por los bancos oscilan entre el 5 y el 6 % en España e Italia, entre el 3 y 4 % en Francia y Alemania, éstos podrían obtener beneficios muy interesantes, afirma Mario Draghi. A pesar de esta proposición tentadora, los bancos son reacios a conceder más créditos a las PYME y a aumentar la fabricación de productos estructurados, como propone el presidente del BCE. Éste está muy desencantado y repite la propuesta cada vez que se le presenta la ocasión.

5.- La política de los bancos con respecto a las deudas públicas soberanas toma formas contrastadas y complementarias. Por una parte, no dudan en especular en contra de las deudas soberanas de algunos países que pueden contribuir a fragilizar. Para ello, en el caso de que no intervengan directamente, utilizan sus ramas financieras, como los Hedge Funds, Special Purpose Vehicle (SVP), fondos de inversiones… Al mismo tiempo los bancos aumentaron de manera considerable la compra de títulos soberanos como fuentes de rendimiento bastante elevado —el mercado más importante es el de los títulos italianos aunque también compran títulos ucranianos y turcos—, o como garantía y medios de liquidez (títulos soberanos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y Benelux, y de otros países de la zona euro). No hay que sorprenderse de políticas que pueden parecer contradictorias por parte de los bancos, ya que son unos especialistas en conciliación entre sus actividades especulativas —con la perspectiva de un rendimiento elevado— y otros tipos de inversiones.

6.- Dicho esto, los bancos no sanearon realmente sus balances y no han disminuido en forma significativa su apalancamiento. Las vicisitudes del Deutsche Bank en 2018-2019 son un claro ejemplo.

7.- Desde un punto de vista más general, la política de los bancos centrales y la de los gobiernos tuvieron efectos muy negativos para la salud de las economías, a la vez que beneficiaban a los bancos, a otras sociedades financieras, así como a las grandes empresas no financieras. Decenas de millones de empleos fueron suprimidos, millones de familias perdieron sus viviendas, la pobreza aumentó fuertemente, así como las desigualdades, la calidad de los servicios públicos se degradó de manera deliberada… y nuevas burbujas especulativas se están desarrollando.

8.- He aquí una lista no exhaustiva de las nuevas burbujas especulativas que generan importantes rendimientos y corren el riesgo de estallar:
- La burbuja de las obligaciones de empresas no financieras, las corporate bonds (Véase http://www.cadtm.org/La-montana-de-deudas-privadas-de-las-empresas-estara-en-el-corazon-de-la. El último y sonoro crash fue en 1994, el anterior había sido en 1987).
- La burbuja bursátil en plena expansión desde 2013 (la burbuja precedente estalló en 2007-2008)
- Una burbuja inmobiliaria en formación en Estados Unidos y China.

El estallido de una sola de todas estas burbujas puede provocar efectos en cadena de enorme amplitud.

La novedad de las actuales burbujas, es que se desarrollan en una situación de débil crecimiento económico, incluso de estancamiento en los países más industrializados, mientras que las fases de desarrollo de burbujas en el curso de los últimos cuarenta años se producían en fases de una cierta euforia económica y una tasa de crecimiento bastante elevada.

9.- Debido a las políticas llevadas a cabo por los bancos centrales y los gobiernos, la economía de los países más industrializados cayó en lo que J. M. Keynes llamó la trampa de la liquidez. Mientras los bancos centrales inyectan liquidez y bajan los tipos de interés, los bancos y las grandes empresas privadas prefieren guardar su dinero y tenerlo a mano. Los bancos lo guardan para hacer frente a algunos golpes serios que podrían producir las bombas de tiempo que mantienen en sus balances y en las nuevas burbujas que contribuyen activamente a fabricar. Las empresas industriales y de servicios consideran que no vale la pena invertir ya que la demanda pública y privada es muy floja. Dicho de otra manera, estas empresas se sientan sobre un enorme colchón de liquidez o la utilizan para especular. A las grandes empresas privadas no les interesa invertir en la economía productiva y / o conceder préstamos a particulares y a las PYME. Según J. M. Keynes, para salir de la trampa de la liquidez, es necesario que los poderes públicos aumenten el gasto público con el fin de relanzar la demanda y, por lo tanto, la economía: gastos de inversiones (por ejemplo en la transición ecológica, las energía renovables, las grandes obras públicas, los edificios escolares y comunitarios), gastos para contratar personal en los servicios públicos con mejores remuneraciones, gastos sociales (en sanidad, educación, servicios sociales), aumento de las pensiones y diversos subsidios sociales… Pero de eso, ni los banqueros centrales ni los gobiernos quieren hablar.

10.- Debido a su política, el volumen del balance de los bancos centrales aumentó en forma considerable. Este enorme crecimiento en un período tan corto sirvió para mantener intacto el poder de los grandes bancos privados, aunque las correspondientes economías no pudieran salir de la crisis. Es exactamente lo que indican los puntos precedentes. Más allá del efecto publicitario, no se tomó ninguna medida radical para sanear verdaderamente el sistema bancario. Gracias a la intervención de los bancos centrales (y por supuesto a las medidas gubernamentales), los grandes bancos privados prosiguen con sus actividades masivamente especulativas y a menudo fraudulentas, incluso criminales. Estos bancos están sostenidos por un mecanismo de transfusión permanente de recursos (créditos públicos ilimitados con tipos de interés casi nulos o claramente negativos), algunos, y no los más pequeños, se mantienen vivos con respiración artificial (créditos públicos ilimitados a los que se agrega una inyección de capitales públicos con el fin de recapitalizarlos, y con garantía públicas para sus deudas).

La política aplicada hasta este momento por los bancos centrales y los gobiernos produjo un fuerte aumento de la deuda pública como consecuencia de varios factores ligados entre sí: el coste del rescate a los bancos, el coste de la crisis cuya responsabilidad recae en los bancos centrales, los gobiernos, los bancos privados y otras grandes empresas, la continuación de las ventajas fiscales a las grandes empresas y a las grandes fortunas… Esto otorga un carácter claramente ilegítimo a una parte importante de la deuda pública. Su anulación forma parte de las propuestas para salir de la crisis.


La acción de los bancos centrales y la función de las crisis en el sistema capitalista

En el sistema capitalista, una crisis sirve, en cierta forma, para poner los relojes en hora: las burbujas especulativas estallan y luego el precio de los activos se acerca a su valor mercantil real; las empresas menos rentables quiebran, hay, por lo tanto, destrucción de capital. El desempleo crece y los salarios bajan. La crisis forma parte, de alguna manera, del metabolismo del capitalismo. Evidentemente, no trato de justificar las crisis o el capitalismo, quiero indicar justamente que el funcionamiento del sistema capitalista implica el estallido periódico de crisis. Razón por la cual, hace falta eliminar el sistema capitalista.

Hasta ahora, la intervención de los poderes públicos, que responden dócilmente a los pedidos de los patrones, permite evitar o impedir que la crisis cumpla con la función normal de «purga» del sistema capitalista. Mientras que por parte de la mayoría de la población, las víctimas se cuentan por decenas de millones, por parte de los responsables de la crisis no hubo un verdadero reordenamiento del capital, las quiebras de las grandes empresas fueron muy pocas, los bancos no saldaron sus cuentas y nuevas burbujas especulativas se formaron o se están formando. Y no volvió la inversión productiva.

La poca cantidad de quiebras bancarias en Estados Unidos, en Europa y en Japón sólo se puede atribuir a la ayuda aportada por los bancos centrales y los gobiernos de la UE. Los gobernantes consideraron que los bancos privados eran demasiado grandes para permitir que quebraran. El mantenimiento de una política gubernamental que favorece los intereses de las grandes empresas privadas y que ataca los derechos económicos y sociales de las poblaciones, una demanda pública y privada insuficiente y en proceso de reducción, unas burbujas especulativas persistentes, etc., constituyen los ingredientes de una prolongación de la crisis. Si no producimos un cambio radical favorable a la justicia social, la crisis proseguirá durante largos años, y/ o repentinamente podría presentar un carácter brutal.

Es necesario adoptar una estrategia internacionalista. También, debemos intentar constantemente desarrollar campañas y acciones coordinadas, a nivel internacional, en los ámbitos de la deuda, de la ecología, del derecho a la vivienda, de la acogida de las y los migrantes y de las personas refugiadas, de la salud pública, de la educación pública y de otros servicios públicos, del derecho al trabajo. Hay que emprender luchas para recuperar el control de los bancos centrales por los poderes públicos con el fin de ponerlos al servicio del pueblo, para la socialización de los bancos, de las aseguradoras y del sector de la energía, para la reapropiación de los comunes, para la anulación de las deudas ilegítimas, para el cierre de las centrales nucleares, para la reducción radical del recurso a la energía fósil, para la prohibición del dumping fiscal y de los paraísos fiscales, para la defensa y la extensión de los derechos de las mujeres y las personas LGBTI, para la promoción de los bienes y servicios públicos, para el lanzamiento de procesos constituyentes. En resumen, es necesario un programa netamente anticapitalista, feminista, internacionalista y ecologista.

Autor: Eric Toussaint

Traducido por Griselda Piñero Delledonne

 

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