Reseña/06 Febrero 2020/elpais.com
Si los hombres se miran al espejo una de las cosas que verán será su herencia machista. Un puñado de ellos (algunos rostros populares) cuentan sus deslices para así tener más clara la enmienda
Lo dijo John Lennon hace más de cuatro décadas: «No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres». Sin embargo, sigue siendo un reto para la sociedad actual librarse de una herencia machista que aún impera en ámbitos culturales, políticos y cotidianos. La educación y el entretenimiento (series, películas, libros…) que el ser humano ha consumido a lo largo de los años han dejado mella. Hoy, la mayoría es consciente de las actitudes machistas más flagrantes. La dificultad está en acabar con esos gestos de discriminación (algunas veces sutiles, otras no) que llevan a cabo incluso los hombres más concienciados. «El género masculino está trufado de actitudes inapropiadas hacia las mujeres. Es un hecho objetivo que el tratamiento que ellas reciben no es el mismo que el que recibimos nosotros. Un ejemplo que yo veo clarísimo por mi experiencia es que no se le da importancia a la trayectoria profesional de las mujeres», explica a Icon Javier Royo, autor del libro Homo Machus. De animales a hombres (Lumen).
El ilustrador (Zaragoza, 1972) está convencido de que visibilizar el machismo y hablar de los abusos que se dan a diario es clave para acabar con él. En su libro confiesa que empezó a dibujar sobre la discriminación hacia la mujer «sin conocer realmente la profundidad de semejante océano». Royo, que entiende el machismo como un monstruo que educa en los estereotipos, que cosifica, que minusvalora y acosa a las mujeres, anima a los hombres a revisarse para perder el miedo a enfrentarse a él. «Me encuentro con muchos casos de chicos que me confiesan tener pavor a meter la pata al hablar con mujeres sobre feminismo. Cuando esto ocurre, lo que les aconsejo es que hablen con libertad, pero con un filtro previo para no soltar cualquier barbaridad», afirma este maño que empezó a dibujar estas viñetas a raíz del juicio de la manada. «Homo Machus surgió sin pretensiones de hacer un libro. Las ilustraciones me salieron de forma natural en un momento en que la sociedad empezó a culpabilizar a la víctima de esta violación múltiple», señala Javier Royo.
El resultado del ejercicio gráfico de Royo es un libro de ilustraciones que aboga porque el feminismo sea cosa de todos: mujeres y hombres. «Los hombres somos esclavos del machismo por culpa de los valores que se nos han inculcado. Somos nosotros los que debemos, por ejemplo, dejar de ver el cuerpo de la mujer como un objeto».
Tal y como ha comprobado el propio autor, su trabajo ha servido para remover a los hombres que lo leen. «Aunque no estén de acuerdo con todo lo que aparece, todos los chicos con los que he hablado, tanto en las presentaciones del libro como a través de las redes sociales, me han confesado que de una forma u otra se han quedado tocados y les ha hecho reflexionar», apunta.
La sexóloga Ruth González Ousset informa a Icon de que lleva una década encontrándose en su consulta con hombres que se bloquean cuando dan con una mujer liberada. «El hombre ve como una amenaza que la mujer demande cosas como el empleo de juguetes en la relación sexual. Creen que hay un problema y por eso siempre se ha tratado de apagar el deseo sexual de la mujer», señala la terapeuta, que en consulta ha lidiado con muchos hombres que se sienten amenazados por el feminismo. «No se dan cuenta de que el foco no es ese. La realidad es que las mujeres queremos a los hombres más cerca que nunca», defiende Ousset. Javier Royo coincide y afirma que el machismo es una epidemia mundial que, sin embargo, «no tiene ese tratamiento por el simple hecho de que no la sufren los hombres».
En Icon hablamos con 17 hombres que nos cuentan qué gestos son fruto de esa herencia machista en la que nos hemos criado como sociedad…
– Gonzalo Sierra (gestor, 52 años): «Yo estaba en contra de la paridad en principio. Tenía ese argumento que dice que lo importante es ser capaz, no hombre o mujer. Me cabreaba especialmente en el tema de los festivales de música ¿Por qué iba a haber los mismos hombres y mujeres en un cartel si los aficionados a la música no somos machistas? Si en los festivales había más chicos que chicas era simplemente, pensaba, porque hay más músicos que músicas. Estaba completamente equivocado. Cuando algunos festivales empezaron a implantar la paridad obligatoria, y tuvieron que esforzarse en encontrar grupos de chicas, la discriminación positiva nos demostró varias cosas que habíamos olvidado. Primero, que había tantas chicas como chicos que hacían música. Segundo, que además eran tan buenas como los chicos, si no mejores. Simplemente se las valoraba menos por ser mujeres. Por supuesto eso es extrapolable a cualquier otro ámbito laboral».
– Rayden (rapero, actuó en la última gala de los Goya, 34 años): «Noto que ahora cuido mucho más el uso del lenguaje. Eso y que antes era el primero en reír chistes machistas a amigos y ahora soy la persona que dice: ‘Oye, cortaos que esto no tiene gracia».
– Pedro Martínez (periodista, 26 años): «Llevo ocho años fuera de casa de mis padres, pero siempre que voy sigo consintiendo que sea mi madre la que haga las tareas de la casa. Ella se dedicó a los cuidados de la casa y de sus hijos mientras mi padre trabajaba porque fue un acuerdo que pactaron entre los dos. Pero ahora que todos somos mayores, no vivimos en casa y mi padre está jubilado, mi madre sigue encargándose de todo y me siento mal por actuar así de forma inconsciente cuando estoy con ellos».
– Nacho González (informático, 35 años): «Antes de ser padre no le daba importancia a que la baja paternal fuera obligatoria y no era consciente de cómo perjudica a las mujeres que el hombre decida no cogérsela. Tengo un hijo de casi un año y cuando avisé a mi jefe de que me iría las semanas que me correspondían de baja por paternidad lo encajó muy mal. El problema es que en mi trabajo ningún hombre se coge más de dos semanas cuando es padre. Noté que a mis compañeros les sentó realmente mal que no quisiera renunciar a mi derecho a estar con mi hijo sus primeras semanas y alguno incluso llegó a decirme que eso era cosa de las mujeres y que precisamente por eso preferían trabajar con otros hombres».
– Javier Gutiérrez (actor con dos Premios Goya, 49 años): «Los hombres antes éramos más permisivos con los chistes machistas y yo creo que con la cantidad de asesinatos machistas que hay la tolerancia, al menos por mi parte, debe ser cero. Y no solo con estos chistes sino con comentarios machistas. Creo que no soy el único y que ahora los hombres estamos más concienciados. Yo me lo tomo muy en serio y no consiento ningún comentario que pueda resultar ofensivo hacia la mujer».
– Julio García (abogado, 32 años): «Siempre que quedo para comer o tomar una copa con una mujer, aunque solo sea una amiga, pago yo. Nace de mí el instinto de pagar y me sale de forma automática. Sin embargo, cuando pienso en ello asumo que puede resultar ofensivo».
– David Moya (responsable de comunicación, 25 años): «Antes era incapaz de entender que por una simple mirada una mujer podía sentirse incómoda o acosada. Sin embargo, me abrió lo ojos algo que me pasó un día en el gimnasio. Allí otro chico no dejaba de mirarme de una forma bastante ansiosa y me preguntó si me iba a la ducha con él. Es triste, pero hasta que no sentí en mis propias carnes eso no fui capaz de entender lo que una mirada podía provocar. Yo creo que nunca he lanzado miradas con esa intención, pero recuerdo que antes de ser consciente del machismo en el que nos educamos estaba en fase de negación y una amiga me dijo: ‘¿Crees que las mujeres no nos sentimos inferiores por el simple hecho de serlo? Ve caminando por la calle y mira a los ojos a todos los hombres con los que te cruces y la mayoría te aguantaran la mirada, incluso muchos lo harán de forma desafiante. Haz lo mismo con las mujeres y la mayoría agacharán la cabeza’. Lo hice, y así fue».
– Leiva (músico, ex-Pereza, 39 años): «El rock es un género machista y hay que asumir que vivimos en una sociedad machista en general. El que crea que está limpio de cualquier expresión o chiste machista probablemente se equivoque. Yo mismo descubro que expresiones mías de canciones de hace años son machistas, aunque no fuera intencionado. Hay que hacer un ejercicio diario de no colaborar con los micromachismos».
– Javier Alonso (consultor de comunicación, 36 años): «A menudo, sigo cometiendo un micromachismo, ya sea en el trabajo o con amigas, de lo que obviamente no estoy orgulloso. Uso muchas coletillas del estilo ‘mira, bonita…’ cuando voy a reprochar algo y me gustaría corregirlo».
– David Negrín (músico, 36 años): «Hace unos meses, en un periodo de falta de ideas musicales, tiré de notas de audio antiguas para buscar un poco de inspiración. Estas notas son estrofas o estribillos que se me ocurren, ideas tarareadas e improvisadas en las que suelto lo primero que me viene a la cabeza. Pues entre estas notas tengo alguna improvisación que al escucharla el otro día me asustó bastante y sentí mucho alivio por no haberlas terminado y que quedaran en un cajón. No eran historias reales, pero me hizo reflexionar hasta el punto de reescuchar todo lo que he grabado y analizar todas mis letras. Después de hacerlo me he dado cuenta de que antes confundía el despecho con falsa superioridad, aunque por suerte creo que puedo seguir cantando el 90% de mis temas sin sentirme extraño».
– Quique González (músico, 46 años, último disco, Las palabras vividas): «Puede que mi canción Miss camiseta mojada me chirríe hoy porque es cierto que este tipo de concursos cosifican al personaje de la canción. Aunque el tema tiene un tono humorístico y creo que se entiende así. Lo que está claro es que es importante que todos hagamos el ejercicio de revisarnos un poco».
– Alberto Rodríguez (ingeniero, 30 años): «Hace unos años, cuando estaba con mi novia, experimenté un episodio de celos que no me gustó nada. Ella estaba hablando con un tío y fui allí a marcar territorio. Desde entonces controlo mucho no dejarme llevar por los celos. Creo que sobre todo ocurre por un tema de educación: nos han vendido un amor exclusivo y romántico que no es real».
– Raúl Jiménez (informático, 50 años): «Hay una cosa que hago mucho, aunque ahora que soy consciente trato de hacerlo menos. Siempre que coincido con otro hombre al que no conozco y con el que tengo que entablar algún tipo de conversación trivial empiezo sacando el fútbol como tema de conversación para romper el hielo. Lo hago asumiendo que por ser hombre le tiene que gustar este deporte, algo que por supuesto no hago cuando la persona con la que tengo que hablar es una mujer».
– Julián (filósofo, 37 años): «Durante un tiempo trabajé como camarero y hacía dos cosas que hoy veo claramente que eran fruto de la educación machista en la que todos hemos crecido. La primera es que cuando una pareja me pedía la cuenta siempre le llevaba el ticket al hombre para que pagara. La segunda es que cuando una pareja pedía una cerveza y un refresco automáticamente le ponía la cerveza al hombre, dando por hecho sin preguntar que era para él y no para ella. Si hoy trabajara en un bar, tengo claro que no volvería a cometer estos errores».
– Javier Royo (autor de Homo Machus, 48 años): «Yo ahora escucho más, pero antes practicaba un mansplaining de libro. Cuando tenía una conversación con una mujer le explicaba algo que ella ya me había dejado claro que sabía. Soy consciente de mi error desde hace bastante tiempo y hago el ejercicio de no dar lecciones».
– Abraham Boba (cantante del grupo León Benavente, 45 años): «Lo más importante es que se ha generado la posibilidad de repensar nuestra postura como hombres. Pongo un ejemplo. Cuando propuse poner el título a nuestro último disco, que se llama Vamos a volvernos locos. Pensé en poner: Vamos a volvernos locas. Creo que el mero hecho de plantearse esto me parece positivo» (nota: León Benavente lo forman cuatro hombres).
– Juan Pablo Cancho (profesor, 52 años): «Mi novia decidió hace unas semanas no depilarse las axilas. Al principio me sentó mal y decidí disuadirla. No lo concebía. Luego pensé que, por supuesto, no tenía derecho a exigirle nada».
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