Natalia González, Cecilia Ziperovich y Carola Rodríguez : «La evaluación es una caja negra, que hay que transparentar»

Por Revista Saberes

—¿Por qué se suele alabar las virtudes de la evaluación formativa, pero en la práctica se sigue evaluando solo para calificar?

—(NG) La ruptura entre cómo avanza la teorización sobre lo que es la buena evaluación y lo que sigue ocurriendo en las prácticas concretas, se debe a las representaciones acerca de lo que implica: punición, control, mirada del otro; incluso el mismo sujeto pide ser evaluado, porque le da la posibilidad de ver algo de un proceso que, como el aprendizaje, es invisible.

(CZ) No se construye su sentido: está vista como algo inherente al control de resultados, a ver qué sabe y cuánto sabe el estudiante. La evaluación es una caja negra y la gran batalla que hay que dar es hacerla traslúcida: que el sujeto sepa para qué es evaluado y qué es lo que significa. El dato de lo que el sujeto sabe llega desde fuera, no está internamente construido para que pueda identificar para qué estudia lo que estudia y qué podrá hacer (la práctica en el trasfondo de lo que se aprende), de manera que lo que importe no sea el resultado, sino el camino para llegar a él. El verdadero aprendizaje es el que se construye a partir del recorrido. Hay que enseñar a pensar, aprender a aprender. Toda definición tiene una trama en la que se construye, si puedo enunciar esa construcción, no solo no voy a olvidar del concepto, sino que voy a saber que lo sé.

La evaluación (formativa) debería poder servir para que el alumno pueda anticipar si le va a ir bien o mal…

—(CR) La autoevaluación, que el alumno sepa lo que sabe, también es responsabilidad de los docentes. Nosotros no promovemos el razonamiento metacognitivo en la escuela. Por eso al alumno le preguntás cómo le fue y no sabe. O le das el resultado y dice: “Creía que me había ido bien”. No saben lo que hicieron porque no se lo enseñamos. Aprender es un proceso opaco, complejo. El desafío es tratar de desnaturalizar el concepto de evaluación, la práctica y la consecuencia que tiene, porque procesos de valoración, de éxito o de fracaso, todos hemos tenido antes o después de estar en la escuela: pero la sensación y la marca no es la misma cuando ello ocurre en el ámbito escolar. Supone abordar también concepciones de aprendizaje, sus prácticas —cómo creamos la situación para que el otro aprenda— y criterios.

(CZ) La metacognición es una función psicológica superior, altamente exigente cognitivamente, entonces hace falta enseñarla.

(NG) La problemática del que aprende remite a la del que enseña. Nadie puede dar aquello que no posee. Eso implica que, en su formación docente, esos sujetos también aprendieron sin tener la posibilidad de pensar acerca del propio proceso, de lo que saben y cómo lo hicieron. Es difícil que alguien pueda andamiar a otro, si no tiene ese proceso.

—En ese sentido, ¿la formación no es suficiente?

—(CA) Hay una cierta circularidad entre los modos de aprender y los modos de enseñar que luego desplegamos. La profesión docente es una profesión de muy temprana socialización y uno tiene incorporados modelos de evaluar, de habitar el aula, enseñar el contenido, en función de su propia experiencia como estudiante. Hay que desnaturalizar, generar rupturas y posibilidades de reflexión. Tenemos que trabajar mucho desde el punto de vista de la didáctica sobre la calidad de los instrumentos de evaluación: un solo tipo es deficitario. Si siempre utilizás instancias orales, un sujeto que tenga otros modos de aprender, con dificultad para la expresión oral, no va a poder llegar al objetivo de aprendizaje. No existe esa cultura de analizar los instrumentos; es lo que uno menos se sienta a reflexionar. En los ISFD, se utilizan los dos mismos de siempre. Es necesario revalorizar la evaluación si quiero mejorar el aprendizaje, porque orienta. Cuando se explicitan los criterios se orienta hacia dónde llevamos aprendizaje.

—¿Por qué eso no pasa —al menos tan seguido como debería— en la escuela?

—(NG). El problema es que en la escuela la evaluación se liga con la acreditación. Los alumnos estudian y repiten lo esperado, para aprobar. Rápidamente se dan cuenta de qué es lo que el docente quiere escuchar. Aprenden el oficio de alumno. Además, la evaluación se complica por las marcas de época. Al sujeto de la modernidad, le decías que tenía un 2 y asumía que no había estudiado. Hoy, no solo cuestionan y te ponen en situación de tener que argumentar la calificación; sino que incluso te dicen: “Me llevo las 10 materias y después las rindo. Para qué voy a estudiar todo el año”. Entonces deberíamos preguntarnos para qué evaluamos, si no, todo el proceso de enseñanza-aprendizaje se transforma en una ficción.

(CR) La evaluación interpela a los docentes, la formación, las concepciones de aprendizaje, las perspectivas desde dónde miramos la enseñanza-aprendizaje que, en última instancia, queda definida por el desempeño del alumno: si no alcanza, no aprueba, no sabe, no avanza. Cuando en realidad no es solo el estudiante el que está en esa trama compleja.

(CZ) Pareciera que la evaluación siempre mira el final, los resultados. Y en realidad, empieza cuando me presento frente al aula y les digo, qué voy a enseñar, qué tienen que saber, cuál es mi postura, a qué objetivo quiero llegar. Todas esas intencionalidades que se plasman en el programa. Tengo que decirles a los alumnos qué va a requerir de parte de ellos llegar a ese contenido.

(CR) Tenemos que compartir las metas, saber hacia dónde vamos. “¿Me siguen?”, dicen los docentes. “Sí”, dicen los alumnos. “¿A dónde?”, digo yo: si nunca les dijimos dónde vamos.

—¿Cómo ven los intentos de la política educativa de empezar a modificar las maneras en que se evalúa en el aula?

—(CR) Los docentes deberíamos preocuparnos en ver cómo podemos traducir en la micropolítica, políticas de Estado, como el nuevo régimen académico (NRA) de secundaria, que propone nuevas maneras de estar en la escuela, de transitarla. Cambian las políticas, los sujetos, la época, pero sigue el desafío de la práctica: son esquemas muy difíciles de modificar.

(NG) Nos tenemos que preparar para cambiar la evaluación, cambiar la enseñanza. Ricardo Baquero plantea que, hasta que apareció el Braille, los ciegos eran los no educables. ¿Cambió el sujeto? No. Se produjo una modificación en la configuración de toda la situación. Entonces tenemos que cambiar los formatos pedagógicos, si queremos que se modifique el proceso de enseñanza aprendizaje.

(*) Profesoras y licenciadas en Ciencias de la Educación, de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Integrantes de la cátedra de Teorías del Aprendizaje: Natalia González, adjunta, y especialista en asesoramiento y gestión de las instituciones educativas. Cecilia Ziperovich, jubilada, ex titular de cátedra; Carola Rodríguez, especialista en formación docente.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2020/06/una-caja-negra-que-hay-que-transparentar/

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