Por: Dinorah García Romero
La construcción deficiente de un edificio escolar se convierte en un acto de violencia contra los estudiantes y contra todas las personas que trabajan en estas instalaciones. También, es un acto de insensibilidad humana y ciudadana.
Las construcciones escolares se asumen en la República Dominicana como tarea exclusiva de los administradores de la educación y de los ingenieros contratados. La información sobre los criterios y procesos que se desarrollan en torno a la construcción de un edificio escolar son desconocidos por las comunidades en las que se insertan. Más desinformación tiene, todavía, la sociedad. Generalmente, se informa la cantidad de edificios escolares que se van a construir y los lugares afortunados. Cuando los resultados de las construcciones son deficientes y hasta peligrosos para los habitantes de estos edificios, entonces suenan las alarmas. Las informaciones sobre los vicios de construcción y la distancia existente entre el centro educativo construido y las necesidades de la comunidad las aportan fenómenos naturales. Gracias a los huracanes, los sismos y las tormentas, la sociedad se entera del riesgo que constituye el mayor porcentaje de las construcciones escolares del país. Por ello consideramos que estas edificaciones están en sala de espera. Este espacio casi hay que cambiarlo para una sala de urgencia. Las condiciones por las que esperan son críticas. Los informantes clave, que son -hasta la fecha- los fenómenos naturales señalados, testifican que muchos centros educativos se edifican con materiales de baja calidad y en terrenos inconsistentes. De igual manera, tienen déficit de luminosidad, de ventilación y de adecuación al medio. Esto provoca inseguridad sistémica en las familias, en las comunidades y en los actores escolares.
La realidad que planteamos genera interrogantes que debieran tener respuestas concretas de las instancias implicadas en las construcciones escolares: ¿Qué seguimiento les da el Ministerio de Educación a las construcciones de los centros educativos? ¿Qué hace el CODIA para que sus miembros actúen con la ética y la responsabilidad requeridas? ¿Los gestores de los centros educativos contemplan o actúan ante los riesgos que afrontan? ¿Las comunidades están conscientes del peligro que suponen estas edificaciones? Estos interrogantes tienen cientos de años abiertos en este país. Quizás llegó el momento de actuar para que las respuestas no continúen en el vacío y, sobre todo, para anticiparse a problemas que comprometan la vida de los estudiantes y de todos los demás actores de los centros educativos.
Diversos medios de comunicación, redes sociales y personas denuncian la gravedad de la situación de los edificios escolares ante fenómenos de la naturaleza. Éstos son cada vez más frecuentes y agresivos en la región. Por tal motivo, lo recomendable es que el gobierno actual coloque este problema en las prioridades de su agenda. Le proponemos que revise las políticas que rigen para la ubicación y edificación de los centros educativos. Se debe revisar y poner atención a la arquitectura de estos centros para que no establezcan ruptura con la naturaleza y con la cultura de las comunidades; asimismo, para que la edificación garantice la vida y la seguridad de los que las habitan. Las edificaciones escolares han de destacarse por la interrelación armónica entre factores medioambientales, de salud, estéticos y de seguridad. Han de ser edificios que motiven el deseo de aprender y de enseñar. La COVID-19, que se mantiene en acción y no sabemos hasta cuándo, tiene que ser tomada en cuenta. Las edificaciones escolares han de responder a necesidades sentidas y no al capricho económico de administradores y contratistas. La permanencia de las construcciones escolares en la sala de espera es cada vez más duradera. Prácticas vinculadas a la corrupción y a la ignorancia de las necesidades y demandas de una educación de calidad generan esta situación.
La construcción deficiente de un edificio escolar se convierte en un acto de violencia contra los estudiantes y contra todas las personas que trabajan en estas instalaciones. También, es un acto de insensibilidad humana y ciudadana. Los estudiantes tienen derecho a estar informados de este problema. Ellos tienen que aprender a cumplir con sus deberes y a defender sus derechos. No más sala de espera. Sí, a la atención gubernamental, ministerial y social, a las construcciones escolares para que preserven la vida humana; y para que contribuyan al fortalecimiento de la calidad de la educación y de los aprendizajes personales, sociales e institucionales.
Fuente: https://acento.com.do/opinion/las-construcciones-escolares-en-salda-de-espera-9010586.html