Por: Margarita Rodríguez
«Gracias al señor Tahta me convertí en profesor de matemáticas en Cambridge, un puesto que ocupó Isaac Newton», dijo Stephen Hawking.
«Muchos maestros eran aburridos, el señor Tahta no. Sus clases eran animadas y emocionantes. Todo podía ser debatido».
En 2016, la Fundación Varkey que otorga el Premio Global a la Enseñanza, publicó un video en el que Hawking contó esa parte de su extraordinaria historia.
«En la escuela de St. Albans, había un maestro de matemáticas inspirador».
«Juntos construimos mi primera computadora, que fue hecha con interruptores electromecánicos».
BBC Mundo explora quién fue Dick Tahta y qué lo hizo ser un maestro de matemáticas extraordinario, pues no sólo inspiró al gran físico teórico, sino a muchos estudiantes y docentes más.
Y es que, como indicó el cosmólogo, «cuando cada uno de nosotros piensa en lo que podemos hacer en la vida, lo más probable es que podamos hacerlo gracias a un maestro».
«La chispa»
En octubre de 2018, ocho meses después de la muerte de Hawking, el Museo de la Ciencia de Reino Unido organizó una conferencia sobre su último libro: Brief Answers to the Big Questions.
El evento terminó con unas palabras del físico, que él había grabado con su sintetizador de voz.
El científico contaba cómo de niño tenía un interés apasionado por saber cómo funcionaban las cosas, que le gustaba desarmar objetos para descubrir su mecánica y que, con el tiempo, ese interés cambió de escala: usando las leyes físicas, buscaba averiguar cómo funciona el universo.
«La mente humana es algo increíble. Puede concebir la magnificencia de los cielos y las complejidades de los componentes básicos de la materia», dijo.
«Sin embargo, para que cada mente alcance su potencial máximo, necesita de una chispa. La chispa de la indagación y del asombro».
«Con frecuencia esa chispa viene de un maestro. Permítanme explicarme. No era la persona más fácil de enseñar, fui lento para aprender a leer y mi escritura era desordenada».
De hecho, en el video de la Fundación Varkey, Hawking reconocía que «no era el mejor estudiante» y que «podía ser perezoso».
«Pero cuando tenía 14 años» -prosiguió en la grabación difundida por el museo- «mi maestro (…) Dickran Tahta me mostró cómo aprovechar mi energía y me animó a pensar creativamente sobre las matemáticas«.
«Me abrió los ojos a las matemáticas como el plano del Universo mismo».
«Si miras detrás de cada persona excepcional, hay un maestro excepcional».
El hijo mayor
Dick Tahta (bautizado como Dickran) nació en 1928 en Manchester, norte de Inglaterra.
En 1927, sus padres, que eran armenios, llegaron de Estambul con deseos de expandir el negocio familiar de exportación de algodón.
Tiempo después se les unirían otros miembros de la familia.
Sophy Tahta lo recuerda como un padre muy amoroso y habla de él con un profundo orgullo.
Le cuenta a BBC Mundo que creció rodeado de la calidez de una familia grande, que tenía expectativas en él, por ser el primer hijo y el primo mayor.
«Su crianza dentro de una familia armenia de primera generación durante la guerra y los años de la licenciatura obviamente moldearon la persona en la que se convirtió«.
«Creció en dos culturas y conoció una tercera en el internado y en Oxford».
Y aunque se movió «cómodamente» entre ellas, «pudo haber momentos de dificultad, cuando quizás se sintió un poco ajeno, o que no se ajustaba del todo».
Después de la guerra, experimentó un optimismo político de «una sociedad más igualitaria».
De hecho, dice, su sentido de equidad y justicia era algo que tenía profundamente arraigado desde muy joven.
Tony Brown, quien tuvo a Tahta como supervisor de su doctorado y un amigo cercano, lo recuerda como «extraordinariamente amable y cálido con los demás».
«Entendió el sufrimiento humano, en parte por la experiencia de su propia familia del genocidio turco de armenios», le indica el exeducador a BBC Mundo.
«Su comprensión de la naturaleza humana lo ayudó a interpretar las dificultades individuales de los estudiantes para aprender matemáticas».
Brown hace referencia a la matanza de armenios durante la Primera Guerra Mundial, que muchos académicos, gobiernos y organizaciones internacionales llaman «genocidio», pero que Turquía no reconoce con ese término.
«Mágico»
En 1954, comenzó a dar clases de inglés e historia en la Escuela Rossall, y, después, se sumarían las de matemáticas.
«Quería compartir lo que sabía, pero también que otros disfrutaran las matemáticas tanto como él», le dice a BBC Mundo, George, uno de los cuatro hijos que tuvo con su esposa, Hilary.
«Su compromiso con las matemáticas era absoluto».
Al año siguiente, se convertiría en maestro en St Albans, donde Hawking estaba entre sus pupilos.
En 1961, comenzó a dictar, en la Universidad de Exeter, un curso para formar a docentes en educación matemática.
«Un maestro mágico, disfrutó de la interacción animada con el salón de clases. Sus posgraduados se encontraron haciendo películas animadas de 8 mm, explorando (el Parque Nacional) Dartmoor e incluso horneando como parte de la enseñanza de las matemáticas», relató The Guardian en su obituario.
Y eso, en parte, lo hizo un maestro excepcional, enfatiza Brown: «su comprensión de las conexiones entre las matemáticas y otras actividades humanas como cocinar, hacer películas, jugar, armar rompecabezas».
Se convirtió en un destacado miembro de la Asociación de Maestros de Matemáticas (ATM, por sus siglas en inglés), que a partir de la década de los 60 publicó influyentes libros y revistas.
«En la década de 1970, dedicó mucha energía a Leapfrogs, un grupo de educadores matemáticos que produjeron una gama de materiales didácticos innovadores y luego hicieron una revolucionaria serie educativa de matemáticas para televisión, primero llamada Leapfrogs; más tarde Junior Maths, que duró 12 años», evocó el diario.
La influencia de Tahta trascendió las paredes de las aulas en las que enseñó y su recuerdo entre quienes lo conocieron sigue vigente.
El maestro
«Dick influyó en mi vida profundamente», le cuenta a BBC Mundo Derek White, quien trabajó junto a Tahta en el departamento de matemáticas de la Escuela Backwell, en Inglaterra, y en la ATM.
Además, Tahta había sido su tutor cuando se preparaba para ser maestro de matemáticas en la Universidad Exeter.
«Dick transformó no sólo la forma en que yo me percibía como matemático, sino mi autoconfianza en general».
«En la escuela y en (la Universidad de) Cambridge, vi las matemáticas como las ideas de otras personas que simplemente tenía que aprender».
«Pero Dick me enseñó que podía hacer mis propias matemáticas. Quizás él tuvo el mismo efecto en Stephen Hawking con resultados impresionantes».
«Cuando llegué a la Universidad de Exeter, no tenía deseos de ser maestro. Dick cambió todo y me dio un propósito en la vida y una apreciación de la belleza de las matemáticas».
Tahta lo llevó a desarrollar lo que él recuerda como su primer «proyecto propio» y «aunque lo que descubrí fue el Teorema de Pick, en lo que a mí respectaba, era mi teorema».
Apertura total
A Tahta le gustaba hacer preguntas abiertas a sus alumnos.
«Cada respuesta era valorada, lo que reflejaba la habilidad de Dick de hacer que cada estudiante se sintiera apreciado. No había una respuesta ‘correcta'», dice White.
Lo mismo recuerda Kev Delaney, quien enseñó en la Universidad Nottingham Trent y es el autor del libro Teaching mathematics resourcefully.
«Te sentías apoyado y respetado con la respuesta que dabas«, le cuenta a BBC Mundo.
White recuerda la primera lección de coordenadas cartesianas de una clase de niños de 9 años.
«Dick le pidió a un estudiante que hiciera una marca en el pizarrón vacío y le preguntó a los alumnos cómo debían llamar a ese punto. Un estudiante respondió: ‘George’. Dick aceptó su respuesta y a continuación hubo una discusión sobre las consecuencias de llamar al punto ‘George’ si, después, quisieran ubicarlo y no supieran dónde estaba».
«Surgió así la idea de dibujar algunos ejes y llamar al punto 3, 4 o como fuere».
«Ese ejemplo de hermenéutica» fue uno de los tantos aspectos que White admiró de Tahta y que él mismo incorporó como principio cuando estuvo a cargo del departamento de matemáticas en la Escuela Backwell, en los años 70 y 80.
«El regalo de tu atención»
John Mason, quien trabajó por casi 40 años en la Open University y ha escrito varios libros, entre ellos Thinking Mathematically, recuerda a Tahta como una persona muy perceptiva.
«Era extremadamente experimentado en sacar lo mejor de las personas», le cuenta a BBC Mundo.
«Por ejemplo, me di cuenta de que en los talleres, cuando alguien ofrecía una observación que quizás no tenía mucho sentido para mí, Dick invariablemente hacía una referencia a esa contribución más adelante, reconociendo y celebrando así ese aporte mientras atraía a esa persona al grupo».
«Fue muy bueno para probar mis experiencias, ofreciendo interpretaciones inesperadas, desafiándome, pero apoyándome sin menospreciarme de ninguna manera», indicó el investigador honorario de la Universidad de Oxford.
Sophy recuerda que ya fuese con colegas, amigos, familiares, o en cualquier ámbito, no temía cuestionar opiniones, lo cual hacía de «una manera suave, bromista o apasionada, dependiendo de con quién estuviera».
Y la frase «Estoy intrigado» era una constante en sus conversaciones.
Su padre, cuenta, no sólo llevaba a sus interlocutores a concebir ciertos temas más allá de «su zona de confort», sino a descubrir nuevas formas de pensar.
Laurinda Brown, quien enseñó en la Universidad de Bristol, hizo el curso de formación de maestros que Tahta dictaba en Exeter.
«Lo realmente importante de la forma como Dick enseñaba era su habilidad para llegar a cada persona».
Cuenta que cuando hacía el curso, tuvo con él «la conversación más extraordinaria» de su vida.
«Fue su atención, fue esa conversación que cambió mi vida y no estoy siendo muy simplista».
«Era capaz de escuchar, hablamos por horas. Era una persona extraordinaria», dice con la voz entrecortada.
«De él aprendí lo que llamaba ‘el regalo de tu atención’. Me vio trabajar con niños y me decía: ‘Les estás dando el regalo de tu atención'».
«Un artista»
Delaney señala que Tahta creía en las experiencias prácticas como «puntos de partida» y trabajaba con lo que surgía de ellos durante sus clases.
«Esto requiere una gran habilidad y significa que no se planea una lección punto por punto, sino que se ‘prepara’ considerando puntos de partida útiles y apropiados».
«Es una forma más completa y holística de preparar una clase», que se basa en «la voluntad de seguir las respuestas de los alumnos«.
Y aunque Tahta tenía en mente algunos resultados posibles, «trabajaba de manera flexible a medida que desarrollaba la lección».
Para Laurinda Brown, «lo que lo hizo un maestro de matemáticas tan increíble era que trabajaba con lo que los niños traían y creía que ellos tenían el poder de observar y transformar«.
La lección que Tahta le enseñó a John Hibbs, docente retirado que lo conoció en la ATM, fue: «Deja que las matemáticas hablen«.
«Dick fue un gran maestro porque era un poeta y un artista que, en mi opinión, vio las matemáticas como un arte y no solo como el lenguaje de la ciencia y la tecnología», le señala a BBC Mundo.
El legado
Hibbs es de los que cree que la educación matemática «le debe mucho» a Tahta.
Delaney, quien participó en varios de los seminarios y talleres que el docente dictó y organizó en la ATM, coincide:
«Dick fue uno de varios maestros de matemáticas creativos y llenos de energía que se unieron en la década de 1950 y cambiaron sustancialmente la forma en que se veía la enseñanza de las matemáticas en Reino Unido. Esa influencia todavía se siente hoy«.
«Consideraron que el aprendizaje de las matemáticas no era un acto pasivo en el que se instruía a los alumnos en técnicas matemáticas, sino una oportunidad para participar activamente en una serie de experiencias interesantes, en las que podían surgir ideas y los maestros podían aprovecharlas para permitir una comprensión más integral».
Un principio rector -explica- era que «los verdaderos matemáticos» exploran los problemas de forma individual y creativa y que los alumnos también debían tener esta oportunidad.
«Dick fue un ser humano maravilloso que apoyó mucho a los maestros más jóvenes y menos experimentados como era mi caso cuando lo conocí».
Como si fuera un juego
Alf Coles, profesor de educación matemática en la Universidad de Bristol, conoció a Tahta en los últimos 15 años de su vida.
«Lo recuerdo como un hombre mayor, con cabello blanco, pero increíblemente energético. Una figura carismática que le daba vitalidad a cualquier conversación», le cuenta a BBC Mundo.
«Fui muy afortunado de verlo enseñar. Creo que cuando vino a hablarle a una de mis clases, fue la última vez que le enseñó a un grupo de niños».
«Lo que observé fue que creaba situaciones para los niños como si se tratara de un juego, pero era un matemático tan extraordinario que era capaz de llevarlos a involucrarse en matemáticas de alto nivel muy rápidamente».
«Los niños saben de juegos y que tienen que aprender sus reglas. Lo que él hacía era crear un contexto en el que los niños debían descubrir las reglas y a medida que se metían en el juego se adentraban en geometría o álgebra complejas«.
Tahta le abría la puerta a la creatividad de los niños y, al hacerlo, las matemáticas cobraban sentido para ellos, «no porque tuvieran aplicaciones en el mundo real, sino porque se les permitía involucrarse en las reglas».
«Por qué no»
Tahta se retiró de la Universidad de Exeter en 1981, emprendió proyectos educativos en Estados Unidos y Sudáfrica y continuó contribuyendo con instituciones británicas.
David Pimm, profesor retirado de la Universidad Simon Fraser, en Canadá, no duda de que Tahta se convirtió en «una figura internacional significativa de la educación matemática durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX».
Él también lo conoció y, además de sus cualidades como docente, lo recuerda «divertido y sublime, profundamente presente».
En los años 80, en una campaña en Reino Unido para atraer personal a la profesión docente, se les pidió a figuras famosas que nombraran a un maestro que los hubiese inspirado.
Hawking dijo: «El señor Tahta».
El docente -señala un memorial de su familia- siempre fue «modesto acerca de ese homenaje y nunca lo mencionaba«.
Kirsty Tahta-Wraith piensa en él como el pilar de su familia.
«Le inculcó a todos sus nietos la confianza en sí mismos y una actitud de ‘por qué no’. A pesar de perderlo demasiado pronto, no sería la adulta que soy si no lo hubiese tenido 13 años», le indica a BBC Mundo.
Tahta murió a los 78 años en 2006.
«Lo echamos mucho de menos».
Y es que como dijo Hawking, «más que nunca antes, necesitamos grandes maestros».
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-60016188