Tiempos de escuela: Días y horas muertos

POR: JUAN CARLOS MIRANDA ARROYO

«La existencia de reiteradas suspensiones de clases, que afectan a NNyJ, parecen no representar un escándalo.»

Esta historia me la contó una supervisora de educación primaria: Cuando ella llegó a la zona escolar se encontró con que, en las primarias públicas a su cargo, se suspendían las clases a las 11:00 am dos veces al mes. Justo el día de la quincena. Sorprendida, la supervisora escolar preguntó a las/los directores escolares acerca de dicha suspensión de clases, debido a que la terminación regular de la jornada en la escuela pública, es a las 12:30 horas. Si se inicia a las 8:00 am la jornada escolar, (turno matutino), en total se deben realizar actividades escolares durante 4 horas y media, diarias, incluyendo el recreo. De ahí la sorpresa.

La respuesta de las/los directores fue que ya había un acuerdo entre ellos, docentes, dirigencia sindical y padres de familia para suspender las actividades a las 11:00 am, los días de quincena, debido a que algunos docentes requerían de un tiempo para ir al banco a cobrar sus cheques de pago.

“Pero no todos cobran mediante cheque, sino que a algunos les depositan en sus tarjetas de débito ¿Por qué todos suspenden labores en las escuelas antes de que concluya la jornada de trabajo?” preguntó, consternada, la supervisora recién llegada a la zona escolar.

“Es que así todos aprovechamos para hacer otras actividades durante esas horas”, fue la respuesta desconcertante que dieron las/los directores escolares.

Entonces, la supervisora indicó que se eliminarían esas suspensiones porque no estaban establecidas en el reglamento y afectaban las oportunidades de aprendizaje de las niñas y los niños. En respuesta a esta medida, las/los docentes protestaron y solicitaron la intervención de la dirigencia sindical, porque -decían- esa práctica ya se había vuelto costumbre, y no la iban a cambiar; y porque tanto las familias, autoridades superiores y sindicato estaban de acuerdo en ello.

La historia termina en que la supervisora fue removida de esa zona escolar, por indicación de las autoridades superiores. Cómo se atrevió a contradecir un acuerdo tomado y a poner en entredicho las tradiciones y costumbres. Qué barbaridad.

Prácticas como esas, en donde los tiempos de la escuela se convierten en días y horas muertos, son repetidas en algunas zonas escolares, no en todas.

Como se puede apreciar, el interés superior de niñas, niños y jóvenes, en términos de aprovechar al máximo las horas de clases, no parece ser una de las prioridades en algunas zonas escolares.

A esa pérdida de horas que acabo de describir, habrá que sumar la suspensión de clases por otros motivos y circunstancias: Por la realización de reuniones sindicales, (que son importantes, pero que no deben interferir los horarios de clases); por la celebración de juegos magisteriales (¿Por qué no se hacen los fines de semana?); por comisiones laborales diversas, propias o ajenas, o debido a situaciones no previstas (ante una licencia médica, por ejemplo, no hay mecanismos ágiles para gestionar una suplencia de docentes); e incluso por casos se dan, cotidianamente, de suspensión de clases aun cuando estén registradas como licencias programadas por enfermedad o gravidez (embarazo).

¿Por qué se pone en segundo plano el interés primordial de las niñas, los niños y los jóvenes en la escuela pública?

Durante días recientes, en medios periodísticos y redes sociales digitales se ha escrito acerca de la tragedia que representa la desaparición del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC).

Especialistas, grupos interesados y hasta organizaciones proempresariales, se han dedicado a informar y argumentar, en diferentes foros o espacios de prensa, sobre las desventajas, e incluso el agravio, que representa para niñas, niños y jóvenes (NNyJ), y sus familias, la interrupción del mencionado programa.

Pienso que, en muchos casos, lo que se ha dicho al respecto es medio verdad y medio mentira, o al menos es incompleto lo que se ha escrito. Entre otras cosas, convendría revisar la historia de ese tipo de proyectos de compactación de horas laborales en el magisterio, como para contar –al menos- la historia completa.

¿Cómo surgieron las primeras escuelas de tiempo completo? ¿A qué necesidades respondían? Lo digo, sobre todo, porque sabemos que uno de los primeros grupos de interés que impulsaron esos esquemas de jornada ampliada, fue el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuyo interés principal fue más de carácter gremial (en esa historia están las turbias figuras de las dobles plazas), que sobre el interés superior de atender, educativamente, a NNyJ.

La tragedia de los días y las horas perdidas en la escuela pública, va más allá de la cancelación de un programa. La mala noticia es que dichas suspensiones han sido “normalizadas” y forman parte de la vida cotidiana escolar.

Recién se reinició el retorno a clases presenciales en la escuela pública, después de los momentos más críticos de la pandemia por Covid (en estos días se cumplen dos años de la suspensión de clases más larga y lamentable de la historia). ¿Qué sucederá con todas las pérdidas hormiga, de días y horas, que afectan a NNyJ?

Aunque esto es más evidente en ciertos tramos de la vida formativa de las y los estudiantes de la educación básica (por ejemplo, durante el cambio de preescolar a primaria o de ésta hacia secundaria), la existencia de suspensiones de clases de manera sistemática, que afectan a NNyJ, parecen no representar un escándalo.

¿Cuáles serán las medidas institucionales, del sector educativo, que contribuirán a superar esta tragedia? ¿Cómo serán modificadas las prácticas de suspensiones reiteradas de clases que afectan gravemente a las/los estudiantes? Más allá de los cambios curriculares que están en puerta, es urgente discutir y rehacer consensos sobre este delicado tema de los días y las horas muertos en la escuela pública.

Fuente de la información:  SDPnoticias.
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Juan Carlos Miranda Arroyo

Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional de México, Unidad Querétaro.