Educación musical en tiempos de pandemia

Por: Sofía García-Bullé

 

La educación musical ha sido instrumental en el desarrollo psicosocial y salud emocional de los estudiantes.

Desde el inicio de la pandemia hasta hoy, que estamos retomando una rutina con más actividades fuera de casa, la salud mental ha sido un tema crítico para las familias, docentes y estudiantes. En este contexto, la educación artística es uno de los recursos más básicos que apelan directamente al cuidado de la salud emocional y mental. Entre los beneficios generales que aporta la educación musical, se encuentra la mejora de la memorización, coordinación mano-vista, la formación de una disciplina de estudio y el mejoramiento de procesos mentales para la resolución de problemas. También influye positivamente el desarrollo del lenguaje y las habilidades creativas.

Dentro del contexto de la pandemia, la educación musical también ha sido instrumental como refuerzo del desarrollo socio-emocional en los niños y ha ofrecido una semblanza de normalidad durante el encierro y la reintegración. Dicho esto, habría que puntualizar que su ejecución en modalidad presencial representa un riesgo mayor que la de las materias académicas, debido a que las partículas que libera la actividad de cantar y tocar instrumentos de viento puede contribuir a la infección por aire de COVID-19.  ¿A qué opciones ha recurrido la educación musical para mantenerse vigente?

Cuando el teclado también es instrumento

La dimensión en línea fue un avance crítico para la continuación de la educación musical. Pero esto no ha ocurrido sin sus retos, no hay punto de comparación entre la educación musical presencial y la que se administra en línea. Maestros y estudiantes dependen de información no verbal para una experiencia educativa efectiva. Instrucciones sobre la forma de colocar los dedos en el puente de una guitarra o cómo respirar para alcanzar a sostener una nota, no pueden dictarse con la misma precisión desde una imagen en una pantalla.

Sin embargo, los programas musicales creados durante la pandemia han encontrado otras vías para abordar la práctica y el aprendizaje musical. Por ejemplo, una de las limitaciones más importantes de este tipo de didáctica, es que los estudiantes no tienen el mismo acceso a instrumentos en casa que en el aula. Un artículo de The Conversation menciona opciones interesantes para la continuidad de una educación musical sin más instrumento que la computadora.

Através del uso de apps como Incredibox, los estudiantes pueden aprender sobre composición y ritmo con beatboxing y efectos especiales. También es posible probar el canto y la música con aplicaciones como Blob Opera, un modelo de machine learning en el que personas de todas las edades pueden experimentar con un rango de tonos vocales y construir coordinaciones corales dignas de una ópera internacional. Ambas aplicaciones también son ejemplos de cómo aterrizar a la didáctica musical, y no requieren de una inversión por parte de la institución académica, lo que las hace buenas opciones para instituciones con presupuesto corto o perjudicado por la pandemia.

Más que cualquier programa o recurso, la mayor causa de que la educación musical haya seguido presente han sido los docentes, quienes en muchas ocasiones hicieron el trabajo de adaptarse rápidamente a desafíos tecnológicos como la falta de equipo y problemas de conectividad. Igual que los maestros que imparten otras materias, se mantuvieron creativos, flexibles y sobre todo pacientes ante los retos y obstáculos que enfrentaron sus estudiantes durante el encierro. Esa creatividad se traduce en un impacto positivo para la forma en que se enseñará música a futuro.

¿Has usado algún recurso en línea sin instrumentos para tus clases de música? ¿Qué experiencia has tenido? ¿Los seguirías utilizando en combinación con los recursos presenciales? Cuéntanos en los comentarios.

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Sofía García-Bullé

Licenciada en Estudios Humanísticos y Sociales, Humanidades y Redacción. Universidad de Monterrey